Nora Menzel es artista plástica y desde hace tres décadas deja fluir su creatividad en el taller de su casa en Villa Crespo, donde también da clases de pintura, escultura y técnicas decorativas. Junto a su marido, arquitecto de profesión, formaron una familia que tiene como hilo conductor el arte como forma de expresión. Tanto ella como su hija Mora, una joven de 24 años, realizan dibujos eróticos y plasman diferentes mensajes a través de sus obras. En una sincera charla con Infobae, cuentan con detalle su historia, los tabúes en torno a la sexualidad, y los motivos detrás de la decisión de impulsar una “mentalidad más abierta”, despojada de la estigmatización y los prejuicios.
Nora se acuerda de aquella “valijita con óleos y pinceles” que le regaló su padre, su fan número uno, quien le auguraba que algún día iba a exponer sus cuadros y venderlos al público. “Desde muy chica me gustaba mucho dibujar, y mi papá siempre me elogiaba lo que yo hacía, y se ve que ese apoyo me marcó, porque las salidas preferidas de los fines de semana era llevarnos a ver museos y muestras de arte”, asegura, invadida por esos recuerdos felices. Durante su infancia después de ir a la escuela iba tres veces por semana a un instituto para realizar sus actividades favoritas, desde expresión corporal hasta aprender a tocar distintos instrumentos musicales.
“Mi pasatiempo era dibujar, pintar, hacer collares con mostacillas, crear artesanías. Esa pasión se volvió mi medio de sustento, y es una actividad a la que dedico mucho; me encanta enseñar porque con lo que uno tenga a mano puede crear y me gusta ver cuando la gente conecta con ese mundo”, detalla. A sus 59 años reconoce que elegir el camino artístico implicó el cuestionamiento de otros más de una vez. “No está muy valorado el oficio, y algunas veces me sentí ‘menos’, por ejemplo en las reuniones de egresados, cuando ves que tus compañeras son médicas, abogadas, empresarias, profesiones vistas con más peso y asociadas al éxito, mientras que yo decía: ‘Tengo un taller en mi casa, a mis hijos, mis alumnos’”, explica, y enseguida remarca la importancia de no abandonar los sueños que alimentan el alma.
“Es nuestra elección de vida, no estamos atrás de ganar millones, de forjar una fortuna, sino que nos gusta vivir y tener el espacio para hacer nuestro arte”, resalta. Ese es el espíritu con el que crío a Valentín y Mora, y cuando piensa en ellos revive el flechazo que sintió cuando conoció al padre de sus hijos hace 35 años. “Él era estudiante de arquitectura, y siempre estaba dibujando. Salíamos a cualquier lado y llevaba su cuaderno, algo que sigue haciendo hasta el día de hoy, y si bien no trabaja de eso, es su hobby y su pasión”, expresa. Y una frase resume esa vocación a la perfección: “Mi hijo era chiquitito y cuando en el jardín de infantes le preguntaban de qué trabajaba su papá, él les decía: ‘De lápiz’, porque siempre lo veía con un lápiz en la mano”.
Ese pequeño que hoy ya es un adulto estudió la carrera de Artes visuales, especializada en dibujo, y descubrió en la historieta y los cómics su pasión. Mora, por su parte, es estudiante de diseño gráfico, y también incursiona en la cerámica. “La relación que hay entre sus dibujos y los míos es que tienen que ver con lo erótico”, revela Nora. “Ella me ayudó a deconstruirme, porque yo soy de una generación donde en mi casa no se hablaba de sexo, y en lo que refería a los cuerpos te decían que tenías que ser flaca, no tener panza, que no se te vean las arrugas, teñirte el pelo y un montón de cosas que tienen que ver con el gustar a otros, lo que supuestamente está bien y lo que está mal”, reconoce.
Recuerda que cuando se fue a vivir con su actual marido sin haberse casado también sintió el peso de la mirada social, como si estuviera haciendo “algo mal”. Aquellas vivencias personales la llevaron a tomar al decisión de transmitirle un mensaje claro a sus hijos: “Sean libres, no estén pendientes del qué dirán, sientan libremente”. Al escuchar a Mora hablar sobre sus convicciones, comprendió que podía romper con estructuras prefijadas y adoptar otros conceptos. “Tiene una forma de ver el mundo muy diferente, siempre me dice que los cuerpos son cuerpos, que cada uno es como es y que hay que cuestionar más lo que nos enseñaron, en vez de darlo por sentado”.
En el inicio de la pandemia de coronavirus el encierro la llevó a conectarse aún más con el arte, pasando muchas horas en el taller y así surgieron los primeros bocetos de un género al que antes no se había animado. “Empecé a ver qué me salía, y dibujé situaciones de pareja teniendo relaciones sexuales, pero en unos escenarios un tanto ingenuos, porque no busqué ser realista, no son proporcionados los cuerpos, sino más como un dibujo donde resalte lo expresivo”. En este sentido, decidió enfocarse en que las obras revalorizaran “el disfrute del sexo”, con especial hincapié en el goce de la mujer: “Me parece que mucho tiempo estuvo mal visto, y se pensaba que si la mujer gozaba estaba mal, y ya es hora de romper con la idea de que la mujer tiene que estar dispuesta a lo que el hombre quiera y encima exigirle que tampoco goce mucho”.
Sobre la inspiración para las posiciones de los cuerpos, cuenta que se basa en algunos libros de Kama Sutra. “Me gustan los escenarios hindúes por sus colores, las alfombras, las tramas de cada estampado, y casi todos mis dibujos tienen una parte de collage que hago con papel, para aportar texturas también”. Y agrega: “Intento transmitir el goce, el placer y lo amoroso del acto sexual”.
Como la familia de cuatro integrantes vive en la misma casa, se van mostrando sus creaciones para pedirse consejos mutuamente, y cuando llegó el momento de mostrarle a su hija los dibujos, encontró empatía y admiración. Al ser consultada por este medio, Mora también resalta los valores de la familia en la que creció, donde pintar y dibujar era algo cotidiano, además de la representación de cuerpos femeninos por parte de su madre. “Agradezco que me muestre sus dibujos eróticos, que vea los míos también y sacarle todo el tabú a la temática, poniendo la importancia en el deseo y el disfrute”, sostiene.
Su mamá aclara que aunque están incursionando en el mismo género, no existe la competencia entre ambas. “Nuestras expresiones son distintas. Ella está acorde a su generación, a su forma de pensar, a sus luchas, y es libre de expresar eso, de algo tan importante como hacer saber”, celebra Nora, un pensamiento que la joven artista lleva como bandera y elige visibilizar en sus dibujos también los vínculos queer y gay. “Soy una persona pansexual, y me interesa representar el hecho de te guste alguien sin importar el género; el sexo más allá de los géneros y qué tipo de vínculo tengas; el romance más allá de los vínculos monogámicos y de todo lo establecido por el mandato binario”, sentencia Mora.
“Me parece muy importante el cuerpo desnudo, con todo lo no aceptado de las panzas, rollos, pliegues, pelos; y salir de la representación del sexo más allá de la penetración, para darle importancia a otros actos eróticos”, complementa. En un punto de la conversación ambas hacen mención de la tercera generación que las une. “Me daba un poco de pudor poner mis obras en Instagram, porque la tengo a mi mamá como seguidora, que tiene 89 años, pero la verdad es que se está deconstruyendo súper bien, y hasta me pone ‘me gusta’”, celebra Nora. Algo similar dice su hija sobre lo que sintió la primera vez que su abuela vio sus creaciones. “A mí también me da vergüenza, pero también me emociona mucho que me apoye, que me avale e incluso me comente algunas publicaciones; ella sabe que me gustan las personas, no un género, y lo entiende de esa forma”, confiesa.
“Comparto con mi madre una nueva perspectiva sobre cuestiones vinculares, con mayor comodidad gracias a la ilustración, y actualmente estoy en un momento en el que dibujo situaciones, recuerdos, o momentos quizás más eróticos, de cariño, de vínculos que me hacen sentir bien”, explica la joven ceramista. Orgullosa de su hija, Nora define los trabajos de su hija como “hermosos”, y valora su sensibilidad y compromiso con las causas en las que cree. “El sexo siempre fue una cosa muy tabú, como secreta, como que ‘eso no se muestra’, porque es tomado como pornográfico o prohibido fácilmente, pero por suerte estamos en un momento de repensar y hacernos planteos sobre las culturas anteriores, todo eso que nunca te preguntaste, que te enseñaron que era así y lo aceptaste”, indica la artista plástica.
En base al camino que recorrieron juntas, la dupla de madre e hija invita a la reflexión sobre los pendientes en materia social, entre los que destacan: padres abiertos al diálogo cuando se trata de dudas e inquietudes en torno a la sexualidad; escuchar más y juzgar menos; la libertad y el respeto hacia todas las orientaciones sexuales; la visibilidad de la comunidad LGTBIQ+; y en definitiva, la amabilidad por sobre todas las cosas.
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