Tuve un tío, el tío Licas, que murió sin haber escuchado hablar de Andy Warhol. Menos se interesó en el arte pop. Jamás hubiese pensado que alguien se iba a hacer más popular de lo que podía ser acuñando unas palabras para la posteridad que dieron varias vueltas al mundo: “En el futuro todos serán famosos durante quince minutos”.
Teniendo en cuenta que vaticinó esto hace 50 años, Andy era un tipo para tener siempre de referencia. No obstante, y sin poner a la altura ni menospreciar a nadie, mi tío Licas siempre decía cuando hablaba de alguno que se encontraba pasado de moda “A ese se le pasó el cuarto de hora”.
Los 15 minutos de fama
Warhol y mi tío Licas se encontraban en ese arbitrario concepto de los “los 15´de fama” ¿Por qué limitaban a 15´ los buenos tiempos? No tengo idea, pero parece que la fama no deja de ser una estupidez colectiva de estación. El prestigio, la trascendencia, la eternidad misma es otra cosa. Lo demás son 15´de luz a pleno en tu rostro, en medio del escenario.
Llegamos a esto, a esperar cuándo serán tus 15´, tu cuarto de hora en el centro de la escena.
Via tele, cine, Instagram, Facebook, Youtube, Twitter, publicidad, quizás simplemente estando al lado del agasajado en la foto viral, gritando desaforado un gol de Defensa y Justicia definitorio, llorando a mares la muerte de un político. Solo es cuestión de esperar ese instante, y podés hacerte famoso.
No deja de ser una perversión la espera, sobre todo cuando no estás de ninguna manera encarado para eso. Pero bueh, que hable un sociólogo. O un psiquiatra.
Claro está que Warhol dijo eso en un mundo sin tele color, sin celulares, sin internet, ni siquiera había forma de grabar eventos domésticos o de fotografiarse instantáneamente. Ahí yace el secreto de su grandeza. Mi tio Licas hablaba en pasado de los 15´, Andy hablaba de futuro. Estaba más pillo para descifrar Andy que tío Licastro. Eso sí.
Quiero decir, ser famoso ahora no es la gran cosa.
Es más, ya es más cool esquivar la fama que pararse abajo del seguidor. Hasta diría que está mal visto hacerse muy famoso hoy. La ecuación riesgo/beneficio de la fama muchas veces es poco conveniente. En el siglo XX las personas compartían pasiones, hoy comparten burbujas. Ni mejor ni peor. Mundos distintos, diferentes vidas.
Mirando 1968 desde la música, Palito Ortega era famoso, Sandro era famoso, Los Gatos y Leonardo Favio también. Pero más que ellos mismos, La Joven Guardia.
Obvio que estoy hablando de músicos que más allá de su fama, son sobrevividos por su obra. Porque también vale la pena recordar que uno de los discos más vendidos ese año fue “Pio pio pa” interpretado por Ringo Bonavena que era musicalmente nada. Solo que cantaba el gran Ringo. Obviamente no pasó de ese año “Pio pio pa”.
Y obviamente también mi tio Licas cantaba en el patio de casa “Pio pio pa” de Bonavena, pero de La Joven Guardia nada. Hasta que salió la publicidad anual de una famosa gaseosa.
Aviso que se veía rotativamente cada media hora en los cuatro canales de aire durante meses, lo mismo que sonaba en las radios todo el día. No podías estar afuera de su influencia.
Lo protagonizaba una modelo rubia inolvidable, con los cuatro de La Joven Guardia. Eran ella y ellos, corriendo en la república de los niños, nuestra Disneylandia pesificada, y la canción “La extraña de las botas rosas”. Una canción que era todo lo que querías escuchar en esos días de llegada de la primavera con desfile en la Av. Santa Fe, carnavales a todo baldazo, en un país lejos del dólar, de la inflación o la violencia callejera, aunque con militares bastante ignorantes en el poder que ya censuraban y perseguían, desde hoy vistos como un triste presagio de lo que vendría unos años después.
La Joven Guardia era la banda más importante de nuestro país. Aun el rock era embrionario, Sandro y Palito hacían escuela entre la mediocridad reinante, Piazzolla era un marciano dentro del ambiente de un tango en decadencia, sólo rescatado por la pinta y la voz del único cantante que daba para la tele, Julio Sosa.
El folklore sí crecía, más intelectual que rítmicamente, con Mercedes Sosa, Cafrune, Daniel Toro, los brillantes poetas Carlos Mathus, Hamlet Lima Quintana, Cuchi Leguizamon, algo lejos de Buenos Aires lo que lo hacía más valioso para todos.
El hit del momento
Pero creo suponer que el fenómeno que había encarnado La Joven Guardia era inédito. Sobre todo después de la explosión revolucionaria que significó, unos meses antes, “El extraño del pelo largo”. Tema que atravesó transversalmente nuestro universo musical haciendo de bisagra temporal. Ahora había un antes y un después.
Lo que les valió a La Joven Guardia la cúspide del podio.
De “El extraño del pelo largo” a “La extraña de las botas rosas” no hubo más que algunos llamados telefónicos entre empresarios y publicistas.
Un riff pegadizo, voces y coros prolijamente producidos, los cuatro tocaban bien: Roque Narvaja voz y guitarras, Hiacho Lezica en batería, Enrique Masllorens era el bajista y Félix Pando gran tecladista, se las arreglaban para tener un sonido bien definido e inimitable. Y la poesía de suburbio acomodado, tan bella y valiosa como la de Manal o Almendra. Hablaban de otras cosas en el mismo idioma.
Los músicos, entre ellos, todos se querían, pero a la patética “industria” de la música eso no les hacía gracia. Así que luchaban por separar a los chicos para que pudieran estafar tranquilos los grandes. Conducta que aún hoy veo, más solapada pero igual de efectivas. Bueno, sería hora que los chicos aprendan desde pasados ajenos. Estoy lejos de eso. Prefiero quedarme más cerca de los poetas y los musicos. Como también prefiero leer letras de canciones a estadísticas de ventas de discos. Nada que recomiende, solo intento aclarar mis carencias.
“La otra tarde caminando
Iba con mucha ilusión / con ilusión
Con sus nuevas botas rosas
Fue al encuentro de un amor.
En sus ojos se veían
Muchas ganas de vivir/ de vivir
Ella buscaba al extraño
Que en un sueño la besó.
Tenía botas muy largas
Anillos “al por mayor”
Colgantes y medallones
Para mostrarle a su amor.
En sus ojos se veían
Muchas ganas de vivir / de vivir
Ella buscaba al extraño
Que en un sueño la besó.
Tenía botas muy largas
Anillos " al por mayor”
Colgantes y medallones
Para mostrarle a su amor.
¿Quién es?
¿Y qué se yo?
Que bien está...
La canción, empujada por la continuidad conceptual, digamos, de la extraña relación entre extraña y extraño, apoyada por la descomunal campaña de la gaseosa y la generosa difusión de los siempre bellos empresarios de medios que si tienen pauta comercial del producto la respetan y si no la tienen la desean, “La extraña de las botas rosas” (¿botas rosas?) se escuchaba a mansalva, así que hizo historia. Tanto que hasta hoy, fuera de toda difusión, es versionada y celebrada.
¿Qué error estamos cometiendo con el beat argentino? Eso me pregunto hace 30 años.
Una noche me llama desde Miami, donde vive hace décadas, Félix Pando, que había formado parte de la banda, un querido amigo imaginario de todos. Llegaba de Alemania, donde pernoctó en lugares increíbles casi un lustro. Allí fue donde se exilió expulsado de su Argentina natal.
“Veníamos del éxito de El extraño del pelo largo. En 1968, después de cansarse de vender discos, y nosotros con un disco de oro, me llaman de RCA diciéndome “Necesitamos otro simple...”, otro single. Entonces voy a ver a Enrique a su casa, le digo que teníamos que componer otro simple a pedido de la compañía. No teníamos idea de qué hacer hasta que a mi se me ocurrió contar la historia de la “extraña”, o porqué no componer un tema acerca de la novia del “extraño”. Muy rápidamente ahí la componemos con Masllorens, en el piano que tenía en su casa. Nos preguntábamos que tipo de texto para la lírica. Surge la idea de las botas rosas, no existían botas rosas. Menos largas... y los colgantes y medallones “al por mayor” que era a lo que yo me había dedicado en los mercados de pulgas: hacía y vendía collares y pulseras para hippies. Todo era muy hippie entonces. Hasta le pusimos unos solos de armónica al tema. Se usaba muy poco la armónica. Muy ingenuo, a pesar que era época de militares, estaba Ongania, después Levingston. Era una época muy pesada para nosotros, además estaba la censura. Eran capaces de frenarte el disco. Deseábamos reflejar en “La extraña de las botas rosas” esa insatisfacción incómoda que vivíamos permanentemente en la calle por usar pelo largo o ropas de colores. De alguna manera plantear un poco la liberación. Grabamos en los estudios TNT, esa y otra que no recuerdo. En el medio de todo eso me llaman de la oficina de Ricardo Kleiman, que era nuestro productor, un tipo muy talentoso, para avisarme que teníamos un aviso de televisión donde querían poner la canción.”-
Le comento, como si entendiera mucho de negocios: “pero que gran oportunidad Félix, soñada...”
Sigue Félix contando: “Años después de la publicidad me enteré a través de Bárbara, de Bárbara y Dick, que se lo habían ofrecido primero a ellos y Dick no lo quiso hacer. Nosotros lo hicimos, además nos dijeron que querían tenernos en la película. Es que ese aviso se filmó en Super 8 porque Luis Puenzo, que era el director, tenía una cámara de Super 8. El aviso después fue galardonado con el Clio de ese año. Puenzo no quería quedarse en la promoción de la botellita, sino tomar de la botellita, y correr, y darle un beso a Isabel Palacios que era la modelo divina que actuaba en el video. Algo con un poco de historia. Isabel era hija de una amiga de mi madre, ella no quería actuar de ninguna manera hasta que la convencieron y vino con mala onda pero hermosa. Hicimos el aviso una mañana espantosamente fría en la República de los niños de La Plata, estaba llena de yuyos, horrible porque ya nadie la cuidaba. Mientras filmábamos tramitamos que nos encendieran el trencito donde querían hacer el final de la pieza. Fue tal la trascendencia del aviso que nos hicimos tan famosos que no podíamos, literalmente, caminar por la calle más de media cuadra. Al fin y al cabo se logró hallar ese clima de videoclip que se pretendía sin que existiera siquiera el concepto de videoclip. Debe ser el primer videoclip de una banda en Argentina. “La ex traña de las botas rosas” terminó vendiendo más que “El extraño del pelo largo”, tanto que nos sorprendió, fue nuestro segundo disco de oro.”
Más allá del testimonio.
Un día me contaba Félix Pando que estas canciones fueron la base sobre la que Felix y Roque Narvaja sostienen sus carreras. Felix Pando hoy es realizador de bandas de sonido y músicas incidentales para series hollywoodenses de Netflix, Prime, Paramount y HBO. Es además autor de la música de presentación del exitoso programa de televisión Caso Cerrado.
Y compone músicas para chicos autistas o para bebés.
Demás está decir que semejante éxito activó no solo a los fans persiguiéndolos hasta no permitirles ir a comprar al supermercado, sino que disparó muchas envidias y ataques solapados de parte de gran parte de sus colegas e industria en general.
La Joven Guardia no componía como Lito Nebbia, no tocaba como Almendra, tampoco tenían mucho interés en hacerlo. Ellos iban por otro lado, lo que enervaba al rocker argentino básico y prejuicioso, lo que hacía que la “prensa especializada” nunca entendieran del todo su valiosa propuesta tildándolos de “música comercial y complaciente” justo a ellos que terminaron exiliados por su obra artística.
Félix siempre dijo que La Joven Guardia no era igual a los demás. Otra estúpida grieta en este pintoresco país donde nacieron. En la actualidad acaban de editar un disco con canciones de esa época remixadas en los estudios Abbey Road via Spotify. Cada tanto se juntan para tocar en festivales en Miami. Hiacho Lezica murió hace unos años. Los otros no, y siguen muy en lo suyo.
Por acá siguen siendo rezagados, pero el tiempo, esa brillante convención humana tan universal, siempre termina poniendo las cosas en su lugar.
Es cuestión de esperar.
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