La Iglesia Católica argentina ha cumplido la primera etapa, la de escucha, del camino sinodal convocado por el papa Francisco con el lema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, que él mismo inició en Roma los días 9 y 10 de octubre de 2021 en Roma, y que comenzó el 17 de octubre en cada iglesia en el mundo.
En la sede de la Conferencia Espiscopal Argentina (CEA) se presentó el jueves 13 la síntesis del primer año de este proceso que culminará en 2023, y que responde a las aspiraciones de Francisco de una Iglesia en salida, que camina con el pueblo, alejada del clericalismo.
La CEA había designado al arzobispo de Mendoza, Marcelo Daniel Colombo, y a los obispos de Jujuy, César Daniel Fernández, y de Reconquista, Ángel José Macín, como delegados episcopales para coordinar esta experiencia.
La sinodalidad como proceso es “el estilo que Dios quiere para la Iglesia”, dijo monseñor Oscar Ojea, obispo de San Isidro y presidente de la CEA, en la conferencia de prensa en la que se presentó el informe. Se busca subrayar el sentido de pertenencia a un cuerpo, la unidad a través del bautismo para involucrar a todos en la misión, explicó.
La primera etapa implicaba “escucharse”. Para esta suerte de gran asamblea deliberativa de la iglesia en todos sus niveles y modalidades organizativas, hubo que poner en marcha el proceso en todo el país, dividido en ocho regiones pastorales, que tuvieron gran libertad para definir los mecanismos para esta escucha, según explicó Guadalupe Morad, integrante del equipo que leyó los informes de cada región, procesó lo recogido e hizo una síntesis nacional.
Los miembros de esa comisión consideran que un 80 % de los fieles participó de la sinodalidad en todo el país. También destacaron la importancia del auxilio brindado por las herramientas virtuales en esta experiencia que calificaron como “enriquecedora”.
El principal obstáculo señalado en el camino sinodal fue, en línea con el Papa, el clericalismo y “el funcionamiento piramidal”.
La sinodalidad es una “urgencia histórica”, el desafío de ser una Iglesia inclusiva, de jóvenes, de ancianos, de minorías, de las mujeres, que aunque presentes no están en los espacios de toma de decisiones, explicó Isabel Gatti, otra integrante del equipo de síntesis.
Destacó que una pregunta habitual en los fieles fue: “¿Con esto va a cambiar algo?” Su respuesta: “El proceso en sí mismo ya es un cambio”.
Monseñor Marcelo Colombo señaló que la sinodalidad tenía hitos previos, como Aparecida y el magisterio “verbal y gestual” del papa Francisco, que se traduce en la “cercanía”, como vivencia concreta, mayor presencia y un mayor compartir fraterno. La sinodalidad, según Francisco, debe hacerse desde abajo. Dijo también que la expectativa es que surjan “liderazgos sinodales” y que la vocación es ampliar la escucha, alcanzando a los desilusionados, a los alejados. También admitió que existe en los fieles un “dolor” por las críticas a la Iglesia, en algunos casos fundada por los temas de abuso y escándalos financieros, pero en otros fruto de la “mala interpretación del magisterio de Francisco”.
Pero también destacó que “la presencia de la Iglesia entre los pobres y en las periferias existenciales es considerada valiosa”.
Una demanda de los fieles, dijo, es que las liturgias sean “festivas, creativas, significativas” y que expresen la cultura local.
Al respecto, monseñor Ojea comentó la misa que la Familia Grande Hogar de Cristo celebró en el Luna Park el 4 de septiembre pasado para lanzar la peregrinación que realizarán por todo el país para dar testimonio de su labor en recuperación de adicciones: una liturgia creativa que duró dos horas con una gran concurrencia.
También destacó la multitudinaria presencia de fieles en las manifestaciones religiosas post pandemia, como la peregrinación a Luján.
El informe de la sinodalidad de la que participaron las 70 diócesis del país puede verse completo en el sitio web de la Conferencia Episcopal (https://episcopado.org/).
“Escucharnos es el primer paso para construir una Iglesia Sinodal, pero requiere una mente y un corazón abiertos, sin prejuicios”, dice el reporte.
Una constatación es que “sobresale la falta de escucha en nuestras comunidades” y que “hay dificultad para entablar un diálogo sincero y escuchar al mundo”, sin embargo existe el sueño de “una Iglesia que escuche a todas las personas, sin excluir a nadie, especialmente a la humanidad sufriente”.
“Prevalece en las comunidades un esquema de comunicación piramidal, no siempre comprensible por los destinatarios del mensaje -’no todos tienen las mismas oportunidades de participar y decir su palabra’-”. (...) Sin embargo, en el camino sinodal hemos aprendido que, a partir de una escucha paciente y respetuosa, se pueden superar los disensos y construir la unidad comunitaria. El diálogo franco, abierto y respetuoso es la puerta de entrada al discernimiento”, se lee en el informe.
La sinodalidad tuvo también un aspecto ecuménico, de diálogo “con otros cristianos de diferentes confesiones, a los que nos une el mismo Bautismo”. Y con otras religiones y espiritualidades.
También constataron que a los fieles les “gusta este modo de ser Iglesia”.
Citan como ejemplo de “personas que salieron a los caminos a sembrar la fe cristiana” al santo Brochero, y “como compañeros de camino más cercanos en el tiempo”, a monseñor Maletti, “tan recordado y valorado en la Diócesis de Merlo-Moreno”.
“Deseamos que ‘los sacerdotes sean verdaderamente hermanos’ y aspiramos a que, cada vez en mayor medida, ‘la Iglesia esté donde está la gente’”.
“El proceso sinodal nos ayudó a despertarnos -dice el informe en sus conclusiones-. La instancia de preparación de los aportes al Sínodo 2021-2023 ha generado en sí misma un dinamismo de participación”, cuya riqueza es difícil de expresar en las páginas de un informe, señalan.
La tarea implicó “consultas a presbíteros, a la vida consagrada, a los fieles que participan en las parroquias, escuelas católicas, movimientos y asociaciones”, pero también el intento de “escuchar a los que transitan nuestras calles, los que viven en zonas rurales o barrios populares, las personas que están enfermas o privadas de su libertad, los jóvenes, entre otros”.
“Algunos pocos expresan cierta desconfianza o resistencia (al proceso sinodal). Pero para la gran mayoría, la experiencia de la escucha, del caminar juntos y de la celebración compartida en este proceso ha sido motivo de alegría, de encuentro y renovación, dando origen a nuevos espacios de la experiencia eclesial y misionera”.
Entre “los temas más importantes de la síntesis”, enumeran “la escucha, el diálogo y la inclusión” como “reclamos para vivir dentro y fuera de la Iglesia, como necesidades cruciales de este tiempo”.
Aun con limitaciones, el año de escucha ayudó a descubrir “fortalezas” y “debilidades”.
“Soñamos con una Iglesia más sinodal, más misionera”, concluyen.
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