A 30 años de la muerte de José María Muñoz: éxito, cercanía con el poder y ocaso del Relator de América

La influencia que ejerció durante el Mundial 78 y la batalla perdida con Clemente por los papelitos. Su vergonzosa actuación durante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979, en plena dictadura

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José María Muñoz marcó un quiebre en la manera de hacer periodismo deportivo en los grandes medios. Su vocación por influir en las grandes decisiones y su inclinación casi innata de acercarse al poder lo convirtieron, también, en un personaje muy polémico
José María Muñoz marcó un quiebre en la manera de hacer periodismo deportivo en los grandes medios. Su vocación por influir en las grandes decisiones y su inclinación casi innata de acercarse al poder lo convirtieron, también, en un personaje muy polémico

El 12 de octubre de 1992 había Súperclásico. Como siempre que se enfrentan Boca y River toda la atención estaba centrado en el partido. La transmisión de La oral deportiva en Radio Rivadavia empezó temprano. La comandaba como hacía más de cuarenta años, José María Muñoz. La emisión no tenía el sonido prístino y pulcro de siempre. Había como un eco de fondo y cada tanto se filtraban algunos ruidos. La voz del relator se cortaba; la falta de aire le interrumpía las frases antes de que llegaran al final. Hacía ya unos meses que él no relataba. Hacia la previa, algunos comentarios y comandaba las conexiones y el flujo de información. Esa jornada, Muñoz con 68 años –aunque parecían más- se mantuvo al aire durante más de ocho horas. No importó que estuviera internado y con un pésimo pronóstico de salud. Desde su cama de hospital hizo su último Boca- River. Dos días después, el 14 de octubre de 1992, murió en esa misma cama.

La voz de los argentinos

José María Muñoz fue el Relator de América. Desde su programa diario y con los relatos de los grandes eventos deportivos de la historia argentina se convirtió en una voz inconfundible que, para bien y para mal, acompaño a los argentinos durante décadas.

Marcó un quiebre en la manera de hacer periodismo deportivo en los grandes medios. Su vocación por influir en las grandes decisiones y su inclinación casi innata de acercarse al poder lo convirtieron, también, en un personaje muy polémico.

Tenía un equipo periodístico inmenso. Conexiones en todas las canchas, especialistas de cada deporte, corresponsales en cada lugar del mundo. En tiempos en que las comunicaciones eran lentas y no se televisaban todos los espectáculos deportivos, había que escuchar a Muñoz para saber qué pasaba. Desde la liga italiana al torneo metropolitano de handball, del Brasileirao a cuantos golpes había bajado el par el golfista argentino del momento en Europa. En el medio había conexiones con la Base Marambio, la madre de la figura de la fecha que hablaba con su hijo recién duchado (o alguna vez debajo de la ducha) o el presidente de turno que era conectado en dúplex para saludar a algún boxeador que acababa de ganar el título del mundo.

El impacto de Muñoz fue enorme. Su penetración inimaginable. Los domingos por la tarde mientras se disputaba la fecha de fútbol –todos los partidos se jugaban a la misma hora- el share de su transmisión era el más alto de la historia de la radiofonía argentina. Algunos dicen que más del 70 % de los oyentes tenían sintonizada Rivadavia. Eso cambiaría a partir de 1981 con el desembarco de Víctor Hugo Morales.

Comandó La Oral Deportiva durante décadas. Fue el programa radial más escuchado de su tiempo. Allí había información de todos los equipos y de todos los deportes
Comandó La Oral Deportiva durante décadas. Fue el programa radial más escuchado de su tiempo. Allí había información de todos los equipos y de todos los deportes

Un domingo cualquiera uno, caminando por la calle, podía escuchar el relato de Muñoz ininterrumpidamente. Salía de las ventanillas de los autos y de los colectivos. Salía del kiosco de diarios, del puesto de flores, del que vendía los cigarrillos. Y salía, también, de las Spikas que los hombres llevaban pegadas a sus oídos.

Muñoz no sólo se escuchaba en la calle, en los autos o en los negocios. Su voz también estaba presente en los estadios. La radio a transistores puso al Gordo Muñoz en las orejas de miles de hinchas en las tribunas que querían saber –se tenía menos información- quien era el ocho que había tirado ese buen centro, quién era el rival que marcaba al mejor jugador de su propio equipo o cómo iban los resultados en los otros estadios (algo que tomó más impulso a principios de los setenta con el ingreso del PRODE).

Una instancia más. Cuando los partidos eran televisados en directo –alguna fase importante de Copa Libertadores, un Mundial- la gente solía bajar el volumen de la televisión y ver los partidos acompañados por los relatos del Gordo.

Alejandro Wall alguna vez escribió: “El fútbol sucedía dos veces: en la cancha y en la garganta de Muñoz, que era también la imaginación de millones de hinchas”.

La Oral Deportiva había empezado en 1933. Pero fue Muñoz el que logró transformarla en un clásico y darle su cariz definitivo. A partir de la década del cincuenta y durante más de un cuarto de siglo tuvo la hegemonía del relato y la información deportiva. Entendió mejor que nadie la explosión de las comunicaciones. Su capacidad de trabajo era asombrosa. Estaba pendiente de cada detalle. Parecía que todo el día estaba en la radio o en un estadio.

El estilo del programa era muy diferente a los actuales. Él era el gran bastonero y no permitía pifies ni dilaciones. El tono autoritario de su voz cuando se producía una vacilación era otra de sus marcas registradas. Todo era muy formal (tanto que al hijo lo llamaba por el doble nombre y se trataban de usted al aire) y casi no había opinión: los únicos que podían opinar eran los comentaristas de los partidos.

José maría Muñoz fue uno de los grandes impulsores del Mundial 78. Durante ese mes de junio fue un personaje de gran influencia. El disco con el relato de los goles argentinos se convirtió en un hit y encabezó durante semanas los charts
José maría Muñoz fue uno de los grandes impulsores del Mundial 78. Durante ese mes de junio fue un personaje de gran influencia. El disco con el relato de los goles argentinos se convirtió en un hit y encabezó durante semanas los charts

Sus muletillas célebres

Le dio una dimensión épica al deporte. Magnificaba la emoción muchas veces valiéndose de la grandilocuencia y el elemento nacionalista. Tenía una inclinación natural por la desmesura pero dentro de un ámbito de trabajo muy ordenado y formal, casi solemne. Inventó varias muletillas: el Relator de América, Peligro de gol, arrugue de barrera. Impuso, también, las estadísticas nimias: Córner número 4, Muñoz gritaba Tinelli desde el campo de juego.

Marcó un quiebre con los relatores deportivos locales anteriores a su aparición. Hasta ese momento el emblema era Fioravanti. Un relato sosegado, que mencionaba a los jugadores y elevaba un poco la voz con la llegada del gol. Muñoz le dio velocidad, intriga, vértigo. Y el grito del gol era desaforado, con muchas O antes de la ele final. Todo era exuberante y algo desmesurado.

A pesar de esto, al escuchar hoy sus relatos llama la atención lo malos que eran. Imprecisos, poco fluidos, llegaban después de la acción y equivocaba varios nombres. Una pequeña anécdota que muestra al mismo tiempo su penetración, su imprecisión y la falta de información: en el partido Argentina Polonia del Mundial 78, Mario Kempes hace un penal volando de palo a palo y sacando un cabezazo de Lato. Muñoz en su relato dijo que el arquero improvisado, tal vez confundido por el pelo largo, fue Tarantini. Dos de los matutinos del día siguiente en el epígrafe de la imagen en la que se ve a Kempes haciendo la mano, ponen que el que cometió el penal fue Tarantini.

Grandes referentes de la radio hablaron de su influencia. Antonio Carrizo afirmó que fue el personaje más importante de la historia de la radiofonía local. Cacho Fontana, otro mito, que Muñoz era para el relato deportivo lo que Troilo para el tango.

Durante décadas su gran rival fue Dante Panzeri. Un periodista que estaba en las antípodas. Despreciaba el sensacionalismo, propugnaba por el buen uso del lenguaje, no se acercaba a los poderosos, tenía convicciones de una rigidez imposible y hacía un culto del ejercicio noble de la profesión. Panzeri también fue el primero en hacer periodismo de periodistas. Cada vez que podía, desde sus columnas, combatió a Muñoz y lo que su figura implicaba: “A un tipo de periodistas los llamo Los Muñoces, pero no estoy aludiendo al señor José María Muñoz sino a una filosofía periodística que tiene a Muñoz como abanderado. Muchas conductas humanas se identificaron detrás de un apellido, ya sea porque fueron sus creadores o quienes la lideraron. En este caso, Muñoz el bastonero de una línea connotada por el grito, la destemplanza y el exitismo”, escribió Panzeri en 1975.

Durante el Mundial 78 entabló una batalla con Clemente, el personaje de Caloi, por los papelitos en la cancha. Fue derrotado ampliamente
Durante el Mundial 78 entabló una batalla con Clemente, el personaje de Caloi, por los papelitos en la cancha. Fue derrotado ampliamente

Muñoz no era culto y su uso del lenguaje era pobre. Cometió grandes errores que eran motivo de burla. Él se defendía diciendo que era un hombre de trabajo y que no importaba demasiado la precisión lingüística ya que el fútbol era el lugar de la pasión y que la pasión lo empujaba a algunos deslices menores.

Muñoz y el poder

Sin lugar a dudas, el costado más cuestionable de José María Muñoz fue su cercanía permanente con el poder. Era un pertinaz oficialista. Con peronistas, radicales y militares. Algunos sostienen, de todas maneras, que tenía preferencia por los uniformes y las botas. Están los que dicen que era ingenuo, los que afirman que era ignorante y los que están convencidos de que usufructuaba sus fluidas relaciones con el poder. Todos parecen tener razón.

Todos los presidentes de esas décadas aparecieron en sus transmisiones felicitando a algún deportista tras un logro. Siempre lo elegían a él. Y, Muñoz, dedicaba muchísimos esfuerzos (y hombres) para tener al hombre más poderosos del país en su transmisión.

No apoyó sólo al fútbol. Mostraba el mismo entusiasmo por el mundial de vóley que por una Copa América, por Vilas –fue el primero en tener a un periodista de su equipo siguiendo al marplatense punto a punto por el circuito mundial- o por la Copa Intercontinental (un punto a favor: en su programa no era todo River y Boca como en la actualidad; todos los equipos tenían su lugar).

En mayo de 1976, el seleccionado de hockey femenino se consagró subcampeón del mundo. De regreso en el país, todas sus jugadores y el cuerpo técnico agradecieron en cada reportaje que se les realizó las gestiones que realizó José María Muñoz para que obtuvieran los fondos para que pudieran viajar a Alemania a disputar el torneo. Apoyó activamente muchas disciplinas consideradas menores y relató todos los eventos deportivos posibles en los que un argentino podía triunfar, desde una final olímpica de single scull a la final del Mundial de hockey sobre patines en San Juan.

En los últimos años su estrella decayó. La llegada de Víctor Hugo Morales, la acusación de colaboracionismo con la dictadura militar, los cambios en el consumo del fútbol y el decaimiento físico fueron los factores que marcaron su decadencia
En los últimos años su estrella decayó. La llegada de Víctor Hugo Morales, la acusación de colaboracionismo con la dictadura militar, los cambios en el consumo del fútbol y el decaimiento físico fueron los factores que marcaron su decadencia

Su gran cruzada fue el Mundial 78. Tenía una obsesión con que el país organizara su Copa del Mundo. Invitó a Guillermo cañedo para que explicara como México había organizado el del 70, organizó reuniones con miembros de la FIFA y funcionarios argentinos y en cada programa emitía arengas en pos de la sede.

Durante toda la década del setenta, cada vez que se producía un incidente en una cancha, surgía la voz de Muñoz con una muletilla que se convirtió en humorada con el tiempo: “Muchachos, tenemos un Mundial por delante”. Fue el principal vocero del Mundial, de la posibilidad de organizarlo, sin importar cuál fuera el color político del gobierno de público. “Así no llegamos al 78″ o “Esto le hace muy mal a la imagen del país” repetía todo el tiempo, cada domingo. “En este siglo no tendremos otra cosa más importante como este Mundial para promocionar al país. Es hora de que nos demos cuenta”, decía en los años previos.

Muñoz vs. Clemente, por los papelitos

Fue uno de los grandes personajes locales de ese Mundial pese a que perdió una batalla pública: la de los Papelitos con Clemente, el personaje de Caloi. Muñoz hizo campaña para que el público no arrojara papelitos en la salida de los equipos; decía que era incivilizado, sucio y que no pasaba en el resto del mundo. Clemente, desde la contratapa de Clarín, ganó la batalla.

Al finalizar el Mundial, Muñoz sacó un disco con el relato de todos los goles argentinos. Fue un enorme éxito de ventas. Durante meses estuvo en los primeros puestos del ranking. Se escucha en las grabaciones algo peculiar. El orden y la prolijidad extrema de las transmisiones de Muñoz va quedando de lado durante el transcurso del torneo. En cada gol se escuchan, en segundo plano, las voces de los comentaristas y de los otros presentes en la cabina. Acotan, golpean mesas, gritan, festejan (si esos relatos fueran canciones de Motown, esas acotaciones irían entre paréntesis, como las participaciones de los coristas, comentando lo que cantaba el líder del grupo). Una desprolijidad impensable para Radio Rivadavia permitida sólo por un fin superior: El Triunfo Nacional, La Gloria.

La conquista del campeonato mundial juvenil del 79 coincidió con la visita de la CIDH al país. Su actuación en esos días, el dúplex de Videla con Maradona y Menotti en Tokio (que Muñoz buscó con denuedo) y la instigación a que la gente saliera a festejar, la intención de que la turba festiva obstruyera la larga fila de familiares que denunciaban la desaparición de sus seres queridos, quedará fijado como el punto más bajo de su trayectoria pública.

Tras la recuperación democrática, fueron muchos los que le reprocharon a José María Muñoz su apoyo a la Dictadura (Conmebol)
Tras la recuperación democrática, fueron muchos los que le reprocharon a José María Muñoz su apoyo a la Dictadura (Conmebol)

Tras la recuperación democrática, fueron muchos los que le reprocharon su apoyo a la Dictadura. Él respondía: “Siempre me manejé igual con cada gobierno. Me entregué totalmente a creerles. Soy optimista y esperanzado y algunos me usaron, otros me mintieron, otros me manosearon, otros me dijeron la verdad. Mi micrófono estuvo abierto para todos en cada momento”.

La hegemonía del fútbol radial se le fue diluyendo a Muñoz. Primero fue la aparición de Víctor Hugo en el año 81: una nueva velocidad, una nueva gramática, imaginación, potencia y hasta poesía. Era una nueva era. Después la llegada de la democracia que hizo que en cada uno de los reportajes que le hacían, surgieran las preguntas sobre su colaboración con el gobierno militar. Su figura sufría un desgaste como nunca había sucedido. A eso debe agregarse el efecto de los años sobre la voz y demás habilidades del relator. Y, por último, hay que tener en cuenta los cambios en el consumo del fútbol: la entrada de TyC y la era del fútbol televisado. Él siguió luchando, como pudo, contra todos estos factores. Sus últimos años los pasó batallando contra el cáncer. Trabajó hasta el final, hasta ese súperclásico que se jugó dos días antes de su muerte.

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