La fotógrafa argentina Irina Werning, que este año recibió un premio de World Press Photo, en la categoría Historias -por la serie de fotos dedicada Antonella Bordón, la nena de pelo larguísimo que durante la pandemia prometió que se lo cortaría cuando pudiera regresar a clases- vuelve a generar impacto con otro proyecto de su autoría, que también involucra a todos los argentinos en el día a día. Esta vez fue la inflación.
Los billetes de 10 pesos decoran una pared. El hombre que empapela, su marido, tiene el pantalón caído. Es la inflación, que deja desnudos a los argentinos. Irina Werning, que prefiere que sus imágenes cuenten solas lo que quiere expresar y no dar notas, fue la protagonista de un artículo de The Guardian, en colaboración con Pulitzer Center, titulado: Cuánto? El absurdo de la inflación Argentina.
El artículo comienza con el recorrido de la fotógrafa free lance, con base en Buenos Aires, en busca del mejor precio de pilas para el flash de su cámara. Un pequeño mandado por el barrio que se convierte en una expedición “para eludir los precios en espiral”, en un país cuya tasa de inflación se espera que alcance los tres dígitos el año próximo, entre las más elevadas del mundo, según el medio británico.
La serie de fotos de Werning, tomadas en septiembre último, entre amigos y conocidos, deja en evidencia también el bajo nivel nominal de los billetes, que se apilan, se despliegan, se amontonan como un dineral, pero por tratarse de pesos argentinos, no valen nada. Claro, el billete de mayor denominación, actualmente, es de 1000 pesos y equivale a unos 3 dólares y medio en su cotización libre. Algo difícil de explicar a los extranjeros, que a lo mejor entienden algo sobre inflación porque este año se hizo sentir en todo el mundo, pero les cuesta imaginar el impacto que genera con niveles tan altos, golpeando el salario cada mes.
Ante las preguntas, Werning que tiene una licenciatura en economía, una maestría en historia (Buenos Aires) y otra en fotoperiodismo (Londres), expuso su mirada y la forma en que se vive la inflación en este país, dejando en claro que no es nada nuevo. “Te acostumbrás. Desde que nací ha habido inflación, incluso desde antes de que naciera mi padre. Es una parte tan importante de nuestra vida diaria que está dentro de nosotros. Tengo 46 años y durante 36 años de mi vida he tenido una inflación de dos dígitos; en promedio, eso es 80% de inflación cada año”, explicó a The Guardian.
La fotógrafa cuenta que pensó que nunca iba a utilizar sus estudios de economía. Casada y con dos hijos pequeños, dice que los pone en práctica todos los días.
Buscar precio es una práctica habitual argentina para hacer rendidor un salario que se escurre de las manos, entre otras estrategias, que comparten los amigos de Irina. Su amiga Sara, por ejemplo, cada vez que ve un descuento, compra. “Tengo champú para un año y medio. Mientras no haya fecha de caducidad, simplemente compro”.
Romina, una paseadora de perros, para mantener su estándar de vida tuvo que sumar otros dos perros a la manada y ahora camina con 20. Prefiere tirar de más correas que aumentar el precio, porque perdería clientes. Sabe que esta decisión afectará tarde o temprano a su espalda, pero como es joven, por el momento decide vivir en el presente.
En el artículo, Werning explica a The Guardian que los pesos “queman” en las manos. “Es extraño, porque sos más pobre en términos reales, pero estás tratando de gastar todo el tiempo para protegerte de la inflación”. También cuenta sobre aquellos que tienen capacidad de ahorro y se refugian en los dólares del mercado negro, donde cotizan a otro precio más alto.
El artículo de The Guardian, de a poco, se va convirtiendo en un manual de cómo ser un argentino, recurriendo al ingenio, pero bajo el título de la categoría de lo absurdo. Lo absurdo de la inflación argentina. El marido de Irina, pega los billetes de 10 pesos en la pared, para demostrar que es más económico el metro cuadrado en billete que su equivalente de vinilo. Lara, de 19 años, posa en el salón de belleza en el que trabaja, con su salario de 100000, pero llega a 140000 porque siempre hace trabajos extras, como por ejemplo, modelaje. Otra vez, la desnudez, la puesta en escena de la vulnerabilidad. “Así se siente vivir con esta precariedad fiscal. Y cuanto más vulnerable seas, peor lo pasarás”, concluye la fotógrafa.
En su página Web (irinawerning.com) y su IG @irinawerning pueden observarse imágenes de los trabajos que realiza hace mucho tiempo, como el de las niñas y adolescentes de América Latina con sus larguísimas cabelleras, a quienes vienen retratando hace 17 años. “Pongo anuncios en los periódicos, en Facebook, dejo anuncios en los negocios de las ciudades olvidadas, confío en el boca a boca y a veces organizo concursos de pelo largo para encontrarlas”, explica. Ese proyecto en particular cobró una nueva dimensión al resultar ganadora del concurso World Press Photo.
“Ganar este concurso es como un sueño para alguien que cuenta historias”, dijo Werning en referencia al concurso anual de fotografía World Press Photo, de gran prestigio internacional en fotoperiodismo y fotografía documental.