Habían pasado pocos minutos después de la 1 del mediodía del viernes 7 de octubre. El silencio del campo entrerriano de 5.000 hectáreas llamado Punta Caballo, en Gualeguaychú, era ejemplar. El mexicano experimentado en caza Mario Alberto Canales Najjar, de 64 años, ya se había puesto las dos sordinas en sus oídos, al igual que el guía argentino que lo acompañaba.
Para Canales Najjar se trataba de un momento de ocio y de conocimiento. En su condición de presidente de la Federación de Caza de México, se encontraba en un terreno que le resultaba familiar, de confianza y de tranquilidad.
El mexicano había cargado el fusil calibre 458 y se preparaba en silencio y con sumo cuidado para efectuar el primer disparo a su presa: un búfalo de al menos 1.100 kgs de peso que se encontraba en su hábitat, en paz.
Todo ocurrió en apenas unos tres minutos. El cazador mexicano efectuó su primer disparo con el fusil. El proyectil impactó en el pecho del búfalo y lo hizo caer al suelo. Sin embargo, al cabo de unos segundos el animal volvió a ponerse en pie. De acuerdo a los expertos, un búfalo puede morir a causa de un sólo disparo de ese calibre, pero hasta su deceso pueden llegar a pasar tres o cuatro minutos de agonía en los que el animal puede salir corriendo o incluso intentar atacar a su agresor.
El guía percibió lo que iba a ocurrir. Notó que el cazador mexicano se distrajo después de efectuar el primer disparo y vio que el animal, luego de recuperar la compostura, corrió hacia su atacante.
El guía vio la reacción del animal y notó que el cazador mexicano se encontraba en cuclillas, sin atender el problema. Según su declaración posterior ante la policía local, afirmó que intentó gritarle en dos oportunidades a Canales Najjar que intentara esconderse detrás de un árbol, pero que el abogado y cazador mexicano no lo escuchó. Estima que la dificultad en la comunicación entre ambos se debió a las sordinas que llevaban en sus oídos.
El desenlace fue inevitable. El búfalo se lanzó sobre Canales Najjar, lo dejó boca arriba en el suelo y empezó a azotarle golpes con su cabeza en la zona del pecho y del abdomen. El animal repetía una y otra vez el ataque sin que su cazador pudiera moverse siquiera.
Fue entonces que el guía tomó el fusil de su compañero de caza y efectuó cuatro disparos seguidos contra el animal, que cayó a un lado.
Cinco segundos después, y con el cazador mexicano en el suelo y boca arriba, el búfalo volvió a ponerse de pie, retrocedió unos 10 metros y se lanzó en contra del guía, quien efectuó un sexto y último disparo suficiente como para matar al animal.
Durante la media hora siguiente, Canales Najjar se encontraba consciente, alerta de lo que le había ocurrido y sin moverse. Tanto el cazador como su guía estaban en un lugar del campo Punta Caballo en el que no había señal de teléfonos celulares, por lo que tuvo que cargar al cazador herido y trasladarlo en una camioneta al menos unos 3.000 metros para poder pedir ayuda.
El guía se puso en contacto con otros dos compañeros mexicanos de Canales Najjar, quienes estaban en otro campo practicando la denominada caza menor, con palomas. Una vez, enterados, se dio aviso a un servicio de emergencias privadas y, mediante un teléfono satelital, se comunicó sobre el incidente con un operador de un aeroclub en Uruguay. Desde allí se pusieron en contacto con la Brigada de la Dirección de Delitos Rurales de Gualeguaychú.
“Nosotros llegamos al lugar a las dos horas de ocurrido el incidente. El cazador ya había perdido la vida y el cuerpo del animal estaba a unos 3 km”, explicó a Infobae el director de la Brigada de Dirección de Delitos Rurales, el comisario Cristian Graciani.
Una vez que la brigada de delitos rurales y la policía local arribaron al lugar, se constató que el cuerpo del cazador mexicano presentaba hematomas de consideración en la zona abdominal y la parte baja del tórax y en una pierna. Precisamente, la única parte de la indumentaria de caza que había sido desgarrada durante el ataque del animal fue en el pantalón, en la pierna derecha.
Días después, el informe de la autopsia reveló que Canales Najjar había sufrido múltiples fracturas en el esternón, fracturas múltiples costales, y hematomas retroperitoneales y que perdió la vida a causa de un shock hipovolémico y/o neurogénico.
A las horas del incidente, también llegaron al lugar los dos compañeros de viaje de Canales Najjar, también mexicanos. De acuerdo a los testigos y a quienes los entrevistaron, se mostraron muy correctos y serviciales y, dentro de un estado de desolación, no paraban de repetirse entre sí: “Murió en su ley. Murió haciendo lo que le gustaba”. Era como si trataran de encontrar un consuelo en el absurdo.
Los tres mexicanos habían preparado las jornadas de caza dentro de las vías legales. Habían ingresado al predio Punta Caballo dos días antes a la tragedia, el 5 de octubre, después de haber obtenido el permiso de caza individual otorgado por la Dirección General de Fiscalización.
De acuerdo a los locales, la caza del búfalo se encuentra en una especie de limbo que escapa a las regulaciones de esa práctica. “El búfalo no es considerado un animal silvestre o salvaje aquí. Es bubalino. Es un animal con propietarios, como la vaca o un toro. Pero el tema es que en este campo específico, los animales no son manejados como ganados, por lo que se encuentran en estado salvaje. Entonces, hay como un vacío legal respecto a estos animales en la ley provincial de caza 4.841, porque no pertenece a la caza menor, como palomas, perdices, patos o liebres, ni a la caza mayor, como el ciervo, el chancho jabalí o el antílope”, explicó Graciani a Infobae.
La causa quedó en manos de la fiscal Martina Cedrés, que coordinó el trabajo en el lugar del incidente junto a la Jefatura Departamental de Policía de Gualeguaychú y el Gabinete Criminalístico.
Asimismo, para las autoridades policiales locales, la muerte de Canales Najjar resultó un caso inédito en incidentes relacionados a la caza: “Nunca habíamos tenido un caso de que un cazador muriera atacado por su presa. Sí habíamos registrado casos de cazadores que se murieron por armas mal cargadas o por disparos propios o ajenos involuntarios”, reflexionó Graciani.
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