Un 12 de octubre de 1812 fallecía en Buenos Aires Juan José Castelli, en momentos en que se encontraba detenido en el Regimiento de Patricios que comandaba su primo Manuel Belgrano, dado que estaba siendo interrogado y sometido a juicio por la derrota sufrida el 20 de junio de 1811 en Huaqui, localidad del departamento de La Paz, Bolivia. La causa de su muerte fue un cáncer de lengua. Había gastado su fortuna por sus ideales y dejaba a su familia en la indigencia.
Juan José Castelli merece ser recordado y honenajeado porque, al igual que el resto de los integrantes de la Primera Junta, demostró coraje, claridad de ideas, firmeza en sus propósitos y resolución en su accionar. Su correspondencia es una de las formas más idóneas para comprender y apreciar su grandeza, para conocerlo más íntimamente y adentrarnos en su pensamiento. Por ello vamos a acudir a una carta inédita que Castelli le dirige a Feliciano Antonio Chiclana, en ese entonces gobernador intendente de Potosí, en momentos en que la Revolución de Mayo daba sus primeros pasos.
De esta carta, que más abajo se transcribe en su totalidad, es necesario destacar un concepto fundamental que hace a la esencia de cómo entendían y definían a la “Patria Libre” los hombres que construyeron la incipiente nación. En ese texto, Castelli dice: “Me duele que haya en ésa hombres tan malos que como en todos los Pueblos trabajen en la ruina de la Patria y ataquen directamente la libertad, propiedad y seguridad”. Una fase con conceptos fundamentales, hoy tan devaluados y menospreciados.
A poco de iniciada, la Revolución de Mayo afrontaba conflictos en todos los frentes del extenso territorio que constituía el Virreinato del Río de la Plata. A Castelli la Junta de Buenos Aires le ordena entonces viajar a Córdoba con el fin de dar cumplimiento a la orden de fusilamiento de Santiago de Liniers y demás cabecillas que se habían rebelado contra la Junta. El 26 de agosto de 1810, en Cabeza de Tigre, son fusilados Liniers, Juan Gutiérrez de la Concha, Santiago de Allende, Victoriano Rodríguez y Joaquín Moreno. Es exceptuado el obispo Rodríguez de Orellana en razón de su investidura.
De inmediato se dirige Castelli hacia Potosí investido por la Junta de facultades que, en la práctica, lo convierten en el Jefe del Ejercito Auxiliar del Norte, cuyo propósito era consolidar la autoridad de la Junta y negociar con los españoles.
El 7 de noviembre de 1810, el general Antonio González Balcarce venció a las tropas realistas que comandaba el general José de Córdoba y Rojas en la batalla de Suipacha, que tuvo lugar en la pequeña población de ese nombre, en el departamento de Potosí, suroeste de la actual Bolivia. Es la primera victoria de la Revolución.
Este triunfo permitirá que Castelli ocupe y asuma el control de la Ciudad de Potosí. Allí exige a la Junta local un juramento de obediencia y la entrega de Francisco de Paula Sanz, gobernador Intendente de Potosí y duro represor de los levantamientos revolucionarios de 1809, del mariscal Vicente Nieto, presidente de la Real Audiencia de Charcas, y del general José de Córdoba y Rojas, quienes fueron fusilados el 15 de diciembre de 1810 junto a otros militares y políticos.
El fuerte temperamento de Castelli lo llevó a proceder siempre con extrema dureza; lo acompañó en ello Bernardo de Monteagudo, ambos masones compenetrados de los ideales de la Revolución Francesa, intransigente firme y tenaz en sus ideales, implacable ante los que creía que atentaban contra la Revolución. Indubitablemente esta personalidad le generó numerosos enemigos y le dificultó la gestión de gobierno.
Castelli instaló su gobierno en la ciudad de La Plata (cuyo primer nombre fue Charcas desde 1538, luego La Plata de 1540 a 1776, Chuquisaca de 1776 a 1839 y desde 1839 hasta el día de hoy, Sucre, catual capital de Bolivia). En uno de sus primeros actos de gobierno, el 5 de enero de 1811, dispuso que aquellos que habían sido “...clasificados como incluyentes en el desorden, anarquía y opresión de los pueblos y militares que han servido en estas provincias al detestable proyecto de sacrificarlas a la dependencia extranjera...se declara que han perdido sus empleos, grados, honores y bienes”. Quienes estaban incursos en esta disposición fueron buscados para condenarlos a prisión y en numerosos casos a muerte. Esto evidencia su extremismo y fuerza de carácter.
La ventajosa situación que motiva el triunfo de Suipacha alienta a Castelli a extender la revolución. Para ello toma contacto con el caudillo y patriota peruano Francisco Antonio de Zela y Arizaga a fin de que éste inicie una campaña por la independencia del Virreinato del Perú de la corona española. Para lograr este propósito convienen que el caudillo limeño llevaría a cabo la revolución en Tacna, una ciudad del sur de Perú, cerca de la actual frontera con Chile, y simultáneamente el ejército rioplatense avanzaría sobre el Perú para iniciar la campaña libertadora. La revolución que había sido convenientemente preparada estalla el 20 de junio de 1811, por esas extrañas casualidades y circunstancias del destino, el mismo día Castelli es derrotado en Huaqui por las tropas realistas que comandaba el general José Manuel Goyeneche.
La magnitud de la derrota en Huaqui o del Desaguadero es conmocionarte para la Junta Grande, con implicancias tanto en el orden político y militar, con más de 1.000 hombres muertos y la pérdida de armas. Esto determina que su presidente, Cornelio Saavedra, se dirija a las provincias del norte con el fin de recomponer la situación. Pero la derrota es también aprovechada por el grupo revolucionario morenista para destituirlo del mando.
El 23 de septiembre de 1811, cae la Junta Grande y se transforma en Junta Conservadora, en la practica en el Primer Triunvirato integrado por Feliciano Antonio Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan José Paso en el que Bernardino Rivadavia ocupaba la Secretaria de Guerra. El Triunvirato se mantiene en el poder hasta el 8 de octubre de 1812, cuando es depuesto por el golpe planificado por la Logia de Lautaro y la Sociedad Patriótica, dirigido y encabezado por el teniente coronel José de San Martín. Surge entonces el Segundo Triunvirato.
Esto significó la condena del movimiento republicano de Zela que queda aislado y sin apoyo. El día 25 le llegan las noticias del desastre de las tropas patriotas en Huaqui, provocando desconcierto entre sus tropas; lo que aprovechan los realistas para desbaratar la rebelión, detener a Zela y condenarlo a prisión perpetua; morirá en la cárcel.
Tanto Castelli, como jefe político, y el brigadier Antonio González Balcarce, como comandante militar, fueron relevados y juzgados, al igual que el en ese entonces coronel Juan José Viamonte, por no involucrarse con los 1.500 efectivos que tenía a su mando. Castelli muere durante su juzgamiento en prisión, González Balcarce y Viamonte superarían la situación y continuarían en su heroica lucha por la libertad de estas tierras.
Cuando nos adentramos en la vida y el accionar de Juan José Castelli debemos analizarlo siempre en el contexto que le tocó vivir: “tiempos de revolución y guerra”, excepcionalidad que imponen a quienes en ella están comprometidos el proceder con dureza, porque las circunstancias así lo exigen. Pero por sobre la barbarie de la guerra prevalece y se agiganta su heroísmo, su inquebrantable lucha por la libertad, la justicia, la verdad y la igualdad que sin dudas son las virtudes que lo distinguen.
Tuvo activa y destacada participación en la gesta emancipadora de Mayo. Abogado brillante, hombre de acción, consumado orador, con su elocuencia conciliaba situaciones problemáticas -sus adversarios lo definían como el “orador destinado para alucinar a la concurrencia”-, luchador por “Patria Libre” hasta el fin de sus días. Su aspiración a que “toda la América del Sur no debía formar sino un sola y grande familia” fueron conceptos que años después Simón Bolívar trataría de concretar sin éxito en el Congreso de Panamá de 1826.
Cicerón decía: “La historia es la luz de la verdad, testigo de los tiempos y escuela de la vida”. Inspirados en esta afirmación es que bien vale la pena acudir a ella cuando se transitan senderos escabrosos como los que hoy afrontamos. La trayectoria de los hombres de Mayo es especialmente iluminadora.
Por todo lo que fue e hizo, por su desinterés por lo material, por su devoción y fidelidad a sus ideales queremos honrar a Castellli publicando su carta -reitero inédita- que nos ayudará a comprender su pensamiento y amor por “la libertad, propiedad y seguridad” esencia de la República.
TEXTO DE LA CARTA DE CASTELLI A FELICIANO ANTONIO CHICLANA
Plata y Feb 16 1811
D. Feliciano Antonio Chiclana
Mi amigo después de escrita y despachada la de fecha de ayer, recibo hoy su apreciable del 13 del corriente entre otras de esa. Yo me complazco sobre el bien de mis semejantes y cuando ha podido hacerles alguno tengo la recompensa en mi gozo. Daría hasta mi vida para que no hubiera un solo hombre contrario a nuestra gran causa, aunque fueran poquísimos los que protegiesen. Quiera el Cielo que lo que hacemos sea en bien de todos aunque no quisieran conocerlo mi estimado, yo seré feliz si lo consigo con el auxilio de mis buenos compatriotas y la gloria será de todos. No obstante como me intereso lo sumo en la buena opinión de nuestro Gobierno ya es consiguiente me alegré infinito de saber que había un nuevo motivo de que sus Provincianos lo amasen más. Pero me duele que haya en esa hombres tan malos que como en todos los Pueblos trabajen en la ruina de la Patria y ataquen directamente la libertad propiedad y seguridad. Juro por la misma Patria Libre que primero dejaremos de ser nosotros que ser nuestros enemigos.
Estoy conforme en todo lo que me dice de Socasa (1). No faltaré y Ud. sabe que cumplo lo que prometo.
Antes de recibir la de hoy escribí diciéndole en respuesta de la recomendación de Prudencia que ya estaba tocada la ocasión de colocar al Rdo Capellancito.
A Dios mi amigo el le guarde sano robusto y fuerte como importa a la Patria y a su amigo viejo.
Juan José Castelli
Al Sr. Coronel Fel. An. Chiclana
Gobernador Intendente de Potosí
(1) Nota del autor: hace referencia a Indalecio González de Socasa 1755-1820. Nacido en el valle de Soba, Obispado de Santander, España, militar llegado a Potosí a finales del siglo XVIII, vino a emparentarse con las más ricas familias de azogueros y propietarios agrícolas de la región. González Socasa, si bien como militar es inteligente y esforzado, era poco práctico. Se unió al General José de Córdoba y Rojas y quedó al mando de un batallón;, luego de derrotados en Suipacha tomó el mando de los restos del ejército realista y se dirigió hacia Puno (localidad ubicada al sur del Perú sobre la orilla oeste del lago Titicaca) para unirse a José Manuel de Goyeneche. Sin embargo es apresado por Castelli en Potosí, trata de huir; estaba incluido entre los clasificados por el decreto del 5 de enero de 1811. Finamente logra escapar.
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