“Veníamos de vacaciones a relajarnos después de mi carrera y de un Covid duro. Esto nos mató en vida”, cuenta Mara que junto a su mamá fue una de las víctimas del accidente en Punta Cana cuando se dirigían a una excursión en la Isla Saona en un micro con otras 50 personas.
“Los primeros días fueron una belleza, hermoso estar juntas, hermoso el hotel, hermosa la gente”, recuerda todavía en shock Ester sobre el accidente que convirtió un viaje soñado en la peor pesadilla de su vida, tanto que prefiere resguardar su apellido por temor a represalias.
Ester estuvo despierta en todo momento, iba mirando al conductor que iba a una velocidad muy fuerte. “Lo vi hacer una mala maniobra y dar un volantazo. Pensé que nos moríamos todos. Lo primero que hice fue agarrarla a Mara, pero fue tal el golpe que me la sacó”, agrega la mujer de 68 años en medio del vuelo que la trae de regreso a la Argentina, todavía angustiada y dolorida, con politraumatismos y una fractura de clavícula.
—Mara vos venías durmiendo, ¿entendías lo que pasaba?
—Me imaginé cuando me vi el asfalto. Se rompieron todas las ventanillas. Había gente que perdió los brazos, las manos o las piernas. Una chica se abrió la cara a la mitad. Los que iban del lado derecho con cinturón de seguridad puesto quedaron colgados. Lo más impactante fue escuchar los gritos de la gente atrapada y no poder hacer nada.
—¿Cómo hicieron para salir del micro?
M: Había una obra y los obreros se cruzaron y empezaron a romper los vidrios para sacarnos. Llega la policía que mucho igual no hizo…
Esther: Los obreros fueron los que realmente nos salvaron la vida. Después vinieron los bomberos, que ahí fue cuando hicieron torniquetes a todos los que les faltaban sus miembros.
M: Teníamos una chica al lado, una argentina, que le faltaba el brazo izquierdo. Estaba en completo estado de shock.
—¿Es una de las argentinas que murió?
M: Sí. La decapitada era peruana.
—¿Había una persona decapitada?
M: Sí.
E: Tenía 33 años. Estaba con el hijo y su marido.
M: El marido llegó a agarrar al niño, pero ella se le fue. El hijo quedó traumado, con culpa. Le decía: por qué no salvaste a mamá, por qué me agarraste a mí y no salvaste a mamá.
—¿Un nene chiquito?
E: Más o menos 4 años tendría. Lo sacaron y se lo llevaron rápido al hotel. La cabeza de la mamá estaba en un lugar y el cuerpo en otro. El nene no tenía que estar mirando todo eso.
—No se publicó que había una mujer decapitada.
M: La vi dos veces. Cundo me sacan y cuando ingreso nuevamente a buscar mis cosas seguí ahí. Cuando entro nuevamente unos colombianos, padre e hijo, me pedía ayuda porque estaba la mamá ahí aplastada, pero yo no podía hacer nada.
—Vos volviste a entrar estando los bomberos ahí. ¿Te dejaron pasar?
M: Sí, sí, me dejaron entrar.
E: Había choferes que estaban todos así en hilera, con los brazos cruzados, mirando, ¿me entendés? Era todo muy loco. Una desesperación.
—Esther, vos estabas esperando que te trasladaran.
E: Yo quería que llevaran a los mutilados, no a mí. Yo por lo menos estaba entera.
—¿Cuándo entendiste vos que tu hija estaba bien?
E: Cuando la vi.
—¿Te quedaste tranquila rápido?
E: Sí, por ella sí, pero no me voy a quedar tranquila nunca. Ni en una película de terror vi eso. Y verla que ella empezó a correr para acá, para allá. Era peor que una película de terror.
—¿A vos qué crees que te pasó, sos médica, querías ayudar?
M: En ese momento, cuando yo la vi bien a ella, salí a ver cómo estaban los demás. Pero no podía hacer nada, no tenía nada.
—¿Pudo salir la gente que te pedía ayuda?
M: Los más afectados fueron del lado izquierdo atrás. La mujer decapitada estaba allí.
—¿Estaban en shock?
M: Creo que no les importó. No les importó.
—¿Y el chofer que manejaba?
E: Enseguida se lo llevaron. Fue el primero que se llevaron.
—¿A atenderlo o detenido?
M: A atenderlo.
—¿Se hizo algo?
M: No se hizo nada.
—¿Quedó detenido?
M: Quedó detenido con un pedido de preventiva de 12 meses y van a evaluar si queda detenido o no. El toxicológico confirmó que tenía cocaína.
Unidos en el horror
Luego del accidente, Mara y Ester quedaron incomunicadas, y sus pertenencias desaparecieron como las de la mayoría de los pasajeros. Sin embargo, en el caos y la desesperación lograron organizarse con el resto de los pasajeros y armar un grupo con el que comparten información, apoyo y definen los paso a seguir en la demanda colectiva que van a iniciar contra todos los responsables tanto en República Dominicana como en los países de origen donde contrataron los servicios.
En el caso de las argentinas, contaban con una asistencia médica en el exterior que fue la que se hizo cargo, aunque destacan la atención tanto en la clínica en la que estuvieron internadas como la amabilidad posterior en el hotel. Saben que se mezcla la solidaridad con la responsabilidad en lo vivido.
—¿En qué momento se dieron cuenta de que podían haber muerto?
M: Enseguida. Yo me di cuenta enseguida. Pensé que moríamos.
E: Hubo un momento que se me puso todo blanco y ahí dije: “Uy, ya está”. Pero después me preocupé porque pensé: “Qué va a ser de mi hija”. Y es como que volví. Volví entre los golpes. Fueron unos golpes tan grandes que no los volvería a vivir. Otra vez no.
M: Fuimos muy afortunadas en estar vivas y en tener todos los miembros.
—¿Lloraron?
M: Yo sí. Lo necesitaba. Necesitaba descargarme. Me fui al mar a descargarme. Me hizo muy bien.
E: No soy de llorar. Pero me quebré cuando vi al marido de una chica que había perdido el brazo y me entero de que ella había muerto. Eso me mató porque yo a ella no me la puedo sacar de la cabeza. Tan linda, tan joven. El amor con el que la atendía el marido.
Yo quería que juntaran los brazos. Yo pedía que por favor juntaran los brazos, que los pusieran con hielo para llevarlos al hospital. No lo hicieron.
—¿Las ambulancias tardaron en llegar?
M: Casi una hora. Y vino solo una ambulancia.
E: Y después llegó otra.
—¿Pudieron dormir bien después de esto?
M: No
E: Yo no puedo. Me despierto a cada rato. Veo a esa chica sin rostro. Veo a su marido llorando. El marido como loco buscando una camioneta para llevar a su señora a que la atiendan. No, no puedo. No puedo sacarme todo eso de encima. Cierro los ojos y la veo a ella.
Después veo a una señora que estaba como abajo de los asientos. Veo al hijo y a su marido pidiendo que la saquen. Él se tiraba encima de la madre llorando.
—¿Cómo es que no recuperaron sus pertenencias?
M: Nuestros teléfonos los robaron, así como robaron documentación. Lo único que no se robaron, que no fuera tarjetas y documentos, lo único que no sacaron fueron los pasaportes. Después robaron todo. Dólares…
—¿Quiénes?
M: La misma policía. En el momento donde estaba toda la gente desesperada había gente que decía que era de la policía. Había bolsos abiertos y faltaban todas las billeteras con las tarjetas, documentos y la plata. No había nada.
—¡Cómo está caratulada la causa?
M: No nos dicen nada. Y la totalidad de fallecidos tampoco la dicen.
—¿Cómo no se sabe cuántos muertos hay?
M: Se sabe, pero no lo quieren decir. ¿Por qué? Porque cuantos más muertos, por lógica, menos gente va a querer viajar.
—Vos sentís que ensucia a República Dominicana
M: Totalmente. Y ellos viven del turismo.
—Ustedes a hoy, cuántos muertos saben, lo informado son 4.
M: Hasta este momento son 6.
—Una pregunta absolutamente ridícula, ¿les devolvieron la plata de la excursión?
M: No nos devolvieron ni un peso. Ni un dólar.
E: Nada a nadie.
—¿Desde lo económico nadie les ofreció ayuda todavía?
E: Nadie.
—¿La agencia con la que ustedes viajaron saben si seguía vendiendo excursiones?
E: Por supuesto.
M: En el mismo hotel seguían vendiendo porque todos los días llegaba gente y obviamente la gente que llegaba no sabía.
—¿Qué quieren que pase?
E: Que paguen todos los responsables. Porque acá hay una gran responsabilidad. Nosotros pagamos un viaje de placer y vivimos una película de terror. Yo no creo que vuelva a ser otra vez la misma persona.
M: Va a llevar tiempo.
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