Luego de afrontar en mayo pasado una travesía de cinco días para llegar a un santuario de elefantes en Mato Grosso, Brasil, murió Pocha, la elefanta de 55 años que pasó parte de su vida en Argentina, en un ex zoológico de Mendoza. El animal pudo disfrutar de la libertad que le ofreció un predio de más de 1.500 hectáreas de naturaleza, luego de permanecer en cautiverio. Sin embargo, su salud empeoró de manera repentina y las autoridades del santuario confirmaron su muerte.
Tras un proceso de acostumbramiento supervisado por sus cuidadores y con los permisos correspondientes, las elefantas “Pocha” (55) y “Guillermina” (22) habían sido trasladadas desde Mendoza al Elephant Sanctuary en Brasil. Allí convivieron junto a otros elefantes que mantuvieron un particular comportamiento al notar la muerte de una de ellas.
Por medio de un comunicado, las autoridades del santuario anunciaron que Pocha murió este jueves por la noche. Además recordaron que mientras vivió en Mendoza, se identificaron signos de un posible problema de salud, sin embargo, “nunca se diagnosticó nada”, indicaron.
A la hora de informar las causas de su muerte, desde Brasil explicaron que al llegar “había tenido un hecho en el que se cansó y era un poco más lenta para comer, pero, después de una inyección de multivitaminas, mejoró”. Si bien la reacción llevó tranquilidad a los cuidadores, días después notaron que “Pocha” empezó a ser más exigente con su heno “aunque todavía estaba pastando y disfrutando de todos los productos que le daban”.
Sobre cómo fueron las últimas horas de la elefanta, se informó que el jueves por la noche recibió una inyección de vitaminas y “se veía más brillante”. Si bien estaba visiblemente cansada, “tenía más brillo en sus ojos”, resaltaron. Sin embargo, horas después al inspeccionar a los animales descubrieron que había muerto.
Al momento de su muerte, “Pocha” estaba acompañada por su hija “Guillermina” y otros animales de su especie, que realizaron una especie de ceremonia para despedirse. En cuanto falleció la elefanta su hija gritó largamente para llamar al resto, de modo que “una vez que abrimos las puertas para que entraran las otras chicas, Bambi, Mara y Rana estaban allí esperando para estar con Guille”.
En su sitio web, los especialistas del santuario remarcaron que los elefantes pueden comunicarse entre sí de una manera que los humanos no logran entender. Así quedó demostrado en una especie de ceremonia que realizaron para despedirse de “Pocha” y contener a su hija.
Al ingresar al lugar la elefanta Rana “caminó hacia Pocha con Guillermina y luego volvió con los demás”, acto seguido, “Bambi se acercó, pero se mantuvo a distancia, con los ojos algo abiertos y con aspecto preocupado. Después de que Bambi regresó con las otras chicas, llegó Mara y se quedó con Guille y Pocha”, describieron desde el santuario.
Una vez que se mantuvieron reunidas, la elefanta Bambi se acercó hasta Pocha, la olió y acarició su rostro. “Justo después de la medianoche, todos se pararon en diferentes lados de Pocha, tranquilos y relajados”. De esa manera, todas acompañaron a la hija de Pocha, se mantuvieron cerca de ella y permanecieron observando el cuerpo de la elefanta muerta.
Desde el santuario remarcaron que se trata de un momento difícil. Como una forma de despedida, decidieron abrir un libro de condolencias donde muchas personas empezaron a dejar emotivos mensajes.
Durante la década del ochenta, Pocha llegó a la Argentina desde Londres y fue llevada al entonces zoológico de Mendoza, donde dio a luz a su hija Guillermina. A lo largo de varios años vivió en cautiverio y en 2020 el gobierno provincial firmó un convenio con un santuario de Brasil para trasladar a las cuatro elefantas del lugar que ya había sido reconvertido en ecoparque.
El lugar de más de 1.500 hectáreas de naturaleza pura es el único santuario de elefantes acreditado en Sudamérica. Según su descripción, presenta un bioma apropiado para la especie, con recintos completamente naturales disponiendo de matorrales y áreas abiertas cubiertas de vegetación. Cada área tiene dimensiones muy amplias (entre 40 y 400 hectáreas cada una).
Tras recibir la autorización correspondiente, tanto Pocha como su hija Guillermina fueron trasladas en una caja especial de 5 toneladas, 5 metros de largo, 2 metros de ancho y 3,20 metros de altura, que contó con el aval del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa).
Las dos cajas fueron monitoreadas por una cámara que permitió evaluar su estado de salud y de ese modo, arribaron al santuario que se convirtió en su nuevo hogar y donde empezaron a convivir junto a otros animales de su especie.
SEGUIR LEYENDO: