Si bien es oriundo de la ciudad cordobesa de Cruz del Eje, Daniel Molina (33) deja en claro que no tiene un domicilio fijo. La vida hoy lo encuentra recorriendo el Sur con el Circo Dihany, el espectáculo que él mismo creó hace casi diez años y en el que oficia de mago, de maestro de ceremonias y de motociclista en el desafiante “globo de la muerte”. Junto a unas 60 personas (13 familias en total) andan de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, visitando distintos rincones del país con el objetivo de “llevar alegría” a cada uno de los destinos y de “llenar de energía los terrenos baldíos” donde se instalan y montan la carpa.
“Somos como un pequeño barrio ambulante”, describe Daniel en diálogo con Infobae. Desde el otro lado del teléfono, el artista habla sobre el estilo de vida nómade y dice que “no lo cambiaría” nunca, que no podría asentarse en un lugar. “Me volvería un poco loco. Es que nosotros estamos acostumbrados a viajar, a estar movimiento. Incluso, cuando en vacaciones de invierno o verano estamos haciendo temporada, llega un tiempo en que necesitamos ruta”, cuenta. Por ese motivo lo que les sucedió en los primeros meses de la pandemia de coronavirus no solo significó un golpe al bolsillo, sino que también afectó sus costumbres.
En marzo del 2020, el propietario de Dihany y los artistas que lo acompañaban en su larga travesía circense tuvieron que hacerle frente a una situación inédita: por la cuarentena obligatoria decretada por el gobierno para frenar el avance del COVID-19, su circo quedó varado en la ciudad de Cipolletti, Río Negro, en plena gira nacional y sin la posibilidad dar un solo show, porque estaba prohibido.
Al igual que todas las compañías afines, el grupo de artistas debió rebuscársela como pudo mientras esperaba la autorización para nuevamente a levantar la carpa. La falta de ingresos por la venta de entradas golpeó de lleno su actividad y no les quedó otra que adaptarse a las circunstancias y enfrentar la adversidad con lo primero que tuvieron a mano.
Fue así que se dedicaron a vender comida en el predio que habían alquilado y donde “quedaron atrapados”. Instalaron un asador y comenzaron a vender pollo a la parrilla, acompañado con papas fritas o con ensalada. “También algodones de azúcar, pochoclos, garrapiñadas, todas esas cosas que se venden en los circos”, recuerda Daniel. Pusieron a disposición de los vecinos de la zona el servicio de delivery y en las recorridas por los barrios, además, ofrecían churros y panes caseros. Apremiados por el contexto, también pusieron en venta y se desprendieron de una camioneta.
De esa manera, contando también con la ayuda de los vecinos, sobrellevaron la angustiante situación durante un año y medio. Recién pudieron volver a trabajar en septiembre del año pasado, cuando en Allen, cerca de Cipolletti, se habilitó su espectáculo. “La ciudad nos abrió las puertas y fue una emoción muy grande. Teníamos la incertidumbre de cómo iba a responder la gente pero por suerte se largó a los espectáculos, tenía el deseo de salir después del encierro. Nosotros les agradecemos porque vivimos del público, sin ellos dejaríamos de existir”.
El parate dejó secuelas: “Se perdieron muchos materiales de trabajo. Por ejemplo, al estar tanto tiempo parado, todo lo que es de chapa se fue deteriorando y las luces se llenaron de tierra”. No obstante, lo importante fue volver al ruedo y a la rutina de siempre, remarca Daniel. “El circo es lo mas lindo que hay. Es la vida que elegimos llevar. Muchos tienen diferentes opciones, pero nosotros elegimos este modo porque es lo que amamos. Viste que es difícil que uno trabaje de lo que ama; bueno, en nuestro caso sí pasa eso”.
Daniel nació y se crio en este mundo donde la risa es la protagonista. Es cuarta generación de artistas de su familia y así recuerda sus primeros pasos sobre el escenario: “Cuando era chico, entraba de payaso con mi tío y hacia la presentación del canguro boxeador. También, en la apertura entraba junto a todos los artistas”. Sus habilidades acróbatas lo llevaron a desplegar aptitudes en la cama elástica y en el trapecio y con el tiempo se adentró en el mundo de la magia.
Durante su carrera trabajó en un circo australiano hasta que pudo armar su propia compañía, que lleva adelante junto a su familia: su esposa, Stefanía, dentro del espectáculo es una de las trapecistas y hace un número con anillos y es la partenaire de Daniel en el show de magia. De la troupe también forman parte su papá, que ya está retirado de los escenarios y se dedica a controlar la boletería; y su mamá y su hermana, que se ocupan de manejar el buffet del circo.
Cada una de las familias tiene su propio trailer. Son varias casillas y remolques que demandan una importante logística para movilizarse y costos considerables para el combustible, lo más “complicado” de afrontar en esta actividad ante la volatilidad de la economía argentina. Por estos días, la caravana de Dihany se encuentra en Río Mayo, una localidad del departamento Río Senguer, en el sudoeste de la provincia del Chubut. Ya tienen definido el destino para la temporada de verano: de no mediar inconvenientes, será en Bariloche.
Cada 6 de octubre en Argentina se celebra el Día del Circo. La fecha se estableció en honor al nacimiento en 1858 de José “Pepe” Podestá, un artista uruguayo y personaje central de la historia circense nacional. Esta acróbata fue pionero al desarrollar su personaje “Pepino el 88″, que fusionaba la figura del payaso con la del payador cómico, cantando canciones rimadas sobre temas nacionales de actualidad e incorporando la crítica social desde el humor. También fue el creador del “circo criollo”, un modelo de espectáculo surgido en el país a fines del siglo XIX.
Daniel cuenta que el público que asista a una función de Dihany se encontrará con “un espectáculo ágil, moderno, totalmente tradicional, con mas de 20 artistas en escena, con malabaristas, trapecistas, bailarinas, payasos” y demás, que invitan a la gente a “divertirse y pasarla bien”.
Antes de finalizar, subraya que el circo “es parte de la cultura y la madre de todas las artes”, pero aún así a veces “también es olvidado”. “Con el paso del tiempo se fue dejando de lado por el entusiasmo de la tecnología”, analiza el panorama. En ese sentido, avala y agradece las iniciativas políticas que buscan fomentar y jerarquizar estas expresiones artísticas.
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