El miércoles 28 de septiembre, después de meses sin una gota de agua, llovió fuerte en la provincia de Salta. Era de noche, y cuando escuchó las primeras gotas, Yolanda Carabajal (46) se ilusionó.
“Estábamos esperando la lluvia con mucha ansiedad. Como cayó muchísima agua, lo único que pensaba es: ‘Se va a llenar el aljibe’”, cuenta a Infobae la directora de la Escuela Rural N° 4248, ubicada a metros de la Ruta Provincial N° 13, en la localidad de San Miguel en el Departamento de Rivadavia Banda Sur, al este de la provincia de Salta.
A la mañana siguiente, Yolanda se calzó las botas de lluvia y emprendió sus 10 kilómetros diarios rumbo al colegio. Eran cerca de las 7.30 y, desde la ruta, la mujer intentaba divisar el aljibe ubicado en la mitad del patio de la escuela: estaba convencida de que iba a encontrarlo “colapsado”.
Pero cuando levantó la tapa, constató que el agua recolectada estaba apenas unos centímetros por encima de la base. La sensación de frustración, dice, fue enorme. No es para menos: la escuela rural donde trabaja desde hace más de tres años no tiene acceso a la red pública de agua. Es decir, se abastece gracias a la provisión de un camión cisterna.
Con esta primera precipitación de primavera, todavía en época de sequía, Yolanda esperaba obtener del aljibe una segunda fuente de agua para la escuela; además del camión cisterna que, cada quince días, recarga los dos tanques de 2 mil litros tiene la institución.
Todavía no pasó una semana de aquella tormenta y, ahora, la directora recuerda el episodio y sonríe. Es lunes 3 de octubre y la mujer da la bienvenida al equipo de UNICEF que, junto a la Fundación Aguas y el Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología de Salta, llegó al colegio para instalar una estación de higiene de manos e impartir un taller práctico sobre lavado y desinfección de manos.
La iniciativa, financiada por la Unión Europea, ya se implementó en 200 escuelas rurales de Chaco y Salta, con el objetivo de mejorar el acceso al agua y contribuir a la prevención de enfermedades, como el COVID-19, en contextos escolares.
“Este proyecto tuvo una primera etapa de relevamiento que permitió conocer cuáles eran las condiciones de infraestructura de agua, tanto de saneamiento como de higiene, en cada escuela. En el caso de la N° 4248, se detectó que en los baños no se accede al agua y, por lo tanto, se optó por la instalación de una estación de lavado de manos móvil que, además, va a funcionar como una herramienta pedagógica para cocientizar y cambiar hábitos. La evidencia demuestra que, si hay una estación en el patio y los chicos se lavan las manos en público, aparecen otro tipo de factores como la verguenza, en caso de estar con las manos sucias, o el prestigio social si se las lavan”, explica a este medio Carlos Giacomelli, consultor de UNICEF Argentina.
Guardianes del agua
A la escuela rural N° 4248 de la localidad salteña de San Miguel asisten un total de 31 alumnos. Los del turno mañana son 17 y cursan bajo la modalidad plurigrado, desde jardín hasta séptimo grado, en forma simultánea con una misma maestra. El turno tarde, en cambio, suma 14 alumnos y es relativamente nuevo, ya que comenzó a funcionar en 2021, como parte de la iniciativa Secundarias Rurales Mediadas por Tecnologías (SRTIC).
La mayoría de los estudiantes vive por la zona y llega al colegio en moto o en bicicleta. Muchos de ellos carecen de servicios básicos de agua potable y saneamiento en sus hogares. Por eso, es clave que puedan instruirse sobre el lavado de manos y el cuidado del agua. En definitiva, el derecho al agua es un derecho humano esencial.
Son pasdas las 11.30 y la expectativa previa al taller es alta; sobre todo entre las chicas que, entusiasmadas, se ubican muy cerca de las talleristas. Un poco más atrás, los varones amagan a participar, aunque un poco tímidos. “Hoy vamos a aprender a lavarnos las manos. Pero antes quiero que algún valiente me responda: ‘¿Por qué es importante lavarse las manos?’”, pregunta Yésica Jaime de la Fundación Agua.
“Lavarnos las manos es importante porque ahí tenemos gérmenes”, dice Rebeca y, mientras se arremanga el delantal blanco, pasa al frente para mostrar el procedimiento.
Lo que sigue es una especie de coreografía grupal ya que, mientras ella se frota las manos con jabón, sus compañeros emulan sus movimientos: entrelazan los dedos, hacen un montoncito y lo refriegan sobre las palmas y luego se limpian dedo por dedo, hasta llegar a las muñecas. Al finalizar con el enjabonado, una “guardiana del agua”, le va a ir volcando a Rebeca chorritos de agua hasta enjuagarle las manos en una palangana. La actividad, cronometrada por otro de los alumnos, demoró un minuto y medio y cosechó aplausos de chicos y grandes.
El mensaje: lavarse las manos previene enfermedades, demora muy poco tiempo y no se requiere de mucha agua. Además, el sobrante se puede reciclar para “calmar el polvo de los pisos de los patios” o “recargar los depósitos de los inodoros”.
El taller se completa con la llamada “Caja del Agua”, una especie de cofre transparente que cuenta con un “Manual del Agua” y distintos elementos, entre ellos, un microscopio, láminas informativas y materiales para realizar actividades y experimentos para trabajar la temática.
Tarda en llegar, y al final, hay recompensa
Yolanda ya tiene el ojo entrenado. Sabe que los dos tanques de agua que hay en la escuela le duran cerca de 15 días. Para no quedarse sin agua, su táctica es insistir. “Unos días antes empiezo a llamar por teléfono al Municipio y pido que pase el camión”, cuenta.
Alguna vez, dice, estuvo a punto de quedarse sin agua. Ese día salió a buscar el camión cisterna a la ruta, pero el chfer no la vio. “Corrí lo que más pude, pero no lo alcancé”, recuerda y dice que solo podía pensar en el desayuno de los chicos. “¿Con qué les iba a preparar el mate cocido?”. Al final, el camión pasó más tarde. “A veces, como aquella vez, tengo que venir a recibir el agua fuera de horario”, explica.
La tarde va cayendo y la estación para lavado de manos que UNICEF y la Fundación Aguas tenían pensando instalar en la escuela no llega a tiempo. Nos reunimos en el comedor y, pantalla y proyector mediante, se exhibe video explicativo frente a los docentes y alumnos para que, cuando la reciban al día siguiente, puedan armarala. Y así sucede.
El martes a última hora llegan fotos vía WhatsApp de los alumnos atornillando piezas y encastrando materiales. Ahora van a poder lavarse la manos con agua potable en una pileta y abriendo un grifo.
“Hacer una misión como esta, me devuelve a la razón por la cual hago lo que hago. Entre todas las cosas que son prioritarias en este contexto, mejorar las condiciones de saneamiento del agua está entre las más importantes, porque estamos hablando de condiciones básicas de vida. Asegurar que las escuelas, donde los niños, niñas y adolescentes van diariamente, tengan disponible este recurso es el obejtivo de este proyecto”, se despide Luisa Brumana, Representante de UNICEF Argentina.
Fotos: Gentileza de Guillermo Robledo de UNICEF.
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