“Me reconozco una casamentera de alma. Por eso la consultora no fue un gran negocio para mí: no me compré ningún auto, ningún departamento, nada de eso. Los medios empezaron a llamarme ‘Celestina’. Muchos, incluso, me vinculaban con Roberto Galán y su programa: ‘Yo me quiero casar, ¿y usted?’. Pero mi trabajo era muy distinto al suyo. Mi trabajo era un trabajo artesanal”, desliza Margarita Baumann.
El cabello blanco, las gafas transparentes, el traje negro. Acaba de cumplir 70 años. Los últimos treinta los dedicó a formar parejas. Comenzó en el año 1993, cuando fundó la primera consultora matrimonial de Argentina: “For Ever” (en español, “Para siempre”).
“En esa época, a diferencia de lo que sucedía en otras partes del mundo, las agencias matrimoniales eran una excentricidad en Argentina. Así que para publicitarme puse anuncios en el diario. No me acuerdo muy bien lo que decían, pero eran textos muy divertidos. ‘¿Todavía no encontraste tu Adán? Estás a tiempo’. Cosas que hoy en día son inconcebibles”, recuerda Baumann.
Durante los 28 años que hizo de “celestina”, Margarita dice que formó unas 1750 parejas. Su trabajo, ese que ahora hacen las apps de citas, era una especie de “tetris”. “Pasaba horas analizando los perfiles de los clientes para ver quiénes compartían gustos y valores. Pensaba: ‘A ver, ¿qué quiere Juan? ¿Qué le gusta a María?’. También buscaba que tuvieran afinidades de tiempo libre porque si uno era híper intelectual y el otro super deportista, siempre iban a estar separados y no tenía mucho sentido. Prestaba atención a los detalles”, cuenta.
Lo más complicado fue hacerse de una base de datos. Recién cuando logró reunir 20 hombres y 20 mujeres pudo empezar a cobrar. Para mediados de la década del ‘90 “For Ever” llegó a tener cuatro franquicias en diferentes barrios porteños (Belgrano, Palermo, Villa Devoto y Recoleta) y más de 1500 inscriptos. El momento coincidía con el “uno a uno”: el importe era de 700 dólares y podía abonarse en cuotas.
Con el tiempo, devaluación e inflación mediante, Margarita ajustó el costo del servicio al contexto económico del país. “Me pagaban por una equis cantidad de presentaciones o por una equis cantidad de tiempo de permanencia en la consultora”, dice.
Según ella la gente la elegía por la seriedad con la que siempre se tomó el trabajo. “Mi lema era: ‘Presentaciones hasta el éxito’. El objetivo apuntaba a formar una pareja estable. Los solteros buscaban casarse y formar una familia y los divorciados buscaban rehacer su vida, aunque no necesariamente volver a pasar por el Registro Civil”, explica. Hace una pausa y sigue: “Te estoy hablando de hace 30 años atrás. Ahí las parejas se formaban muy rápido porque venía de la mano de un mandato social. La ecuación era simple: ‘Yo quiero una pareja, vos querés una pareja. Nos juntamos y avanti’. Después se empezó a poner más exigente”, apunta Baumann.
Cuando dice “después” se refiere a los últimos 20 años, marcados por la llegada de las redes sociales y las apps de citas. “No había forma de competir y, de a poco, la clientela empezó a darse de baja. Al final, no me sentía exitosa”, cuenta.
En 2021 “For Ever” bajó la persiana. Margarita dice que le costó mucho tomar esa decisión, pero ahora está tranquila. “Dirigí a mi consultora con dedicación y puse mucho amor en el trato con cada cliente. En definitiva, las personas buscan enamorarse, pero tienen temor a equivocarse y a sufrir. Aquellos que recurrían a la consultora sentían que no tenían condiciones para lograrlo solos y tampoco se sentían cómodos yendo a grupos de ‘Solos y solas’. Entonces yo los ayudaba en ese proceso”, repasa Margarita y se dispone a desandar ese proceso.
“Matchmaker” se hace
Nació el 20 de septiembre de 1952 en Capital Federal. Hija de un empresario y una docente, es la menor de tres hermanos. Mamá de tres mujeres, Margarita Baumann trabajó como maestra en un colegio y, después de hacer un impasse para criar a sus hijas, dejó el rol de educadora y se dedicó a ser “celestina”.
La idea de abrir una consultora matrimonial, cuenta, se la trajo un amigo de Alemania. El hombre después murió y ella quedó a cargo. La dinámica, esa que para las apps de citas se acota a armar un perfil de pocas líneas y sumar algunas imágenes, en el caso de la consultora era similar a la de una entrevista de trabajo. Las personas se comunicaban con ella, tenían una charla inicial en la que le contaban su historia; y después completaban una planilla con preguntas personales, que iban desde el nivel de formación, pasando por si hacía terapia, hasta la importancia que le daban al sexo.
Al final del “papeleo”, Baumann les sacaba tres fotos: una de pie, una sentados y una de medio cuerpo; y los despedía no sin antes dejarles una planilla con “Sugerencias para los primeros encuentros”, entre ellos, “cuidar el mal aliento” o “ir con la ropa planchada”.
Una vez que encontraba una persona “acorde”, los citaba por separado, les mostraba las fotos y, si ambos daban el visto bueno, recién ahí los ponía en contacto. “No eran citas a ciegas—, aclara. La idea era que se conocieran. Si el vínculo se cortaba antes de los seis meses tenían derecho a solicitar otra presentación”.
Aunque no recuerda la primera pareja que formó, Margarita dice que los “matches” que logró le generaron mucha alegría. Distinto era cuando no había compatibilidad. “Algunos venían llorando, así que les hacía de psicóloga”, dice.
Para esto último, Baumann se formó como “counselor”, lo cual le permitió disponer de más herramientas para contener a las personas. Si tenía que hacer mandarlos al diván, asegura, no le temblaba el pulso. “Había algunos a los que le hacías 10 presentaciones y nunca lograban establecer un vínculo. En esos casos les sugería que hicieran terapia porque yo no les presentaba a cualquiera. Había todo un proceso de estudio previo en el que yo contemplaba el perfil de pareja que ellos buscaban y después decían que ‘No’”, explica. Otra cosa que también sucedía es que muchas veces se presentaban a la consultora con “fantasías”. “Por ejemplo, hombres de 60 que querían conocer mujeres de 25 a 30. Imposible. A esas personas yo ni las tomaba”, agrega.
A la nota con Infobae, Margarita trae una carpeta gris tamaño oficio en la que conserva las notas y reportajes que le hicieron en diarios y revistas, una por una, prolijamente guardadas en folios. Los reportajes, dice, fueron su mejor publicidad. Si bien fue pionera, detrás de “For Ever” llegaron otras consultoras matrimoniales al país. Sin embargo, la verdadera competencia no fueron ellas y, quizá, tampoco lo hayan sido las apps de citas o las redes.
“Lo que realmente cambió fue la forma de vincularse entre los seres humanos. Lo dijo Zygmunt Bauman cuando hizo referencia al concepto de ‘Modernidad líquida’, donde todo se diluye rápido. Hoy la sociedad se maneja así: todo tiene que ser ya y ahora. La necesidad de inmediatez hace que nadie profundice y en los vínculos hay que profundizar. Antes había un cortejo. Hoy te pasan un escáner físico y siguen de largo. No hay responsabilidad emocional. Creen que por estar con una sola persona se pierden a otras”, dice.
En ese contexto fue que sintió que “For Ever” había cumplido un ciclo. El “click”, dice, lo hizo cuando se anotó una chica de 43 años a la que no pudo conseguirle ni una cita. “Le había hecho un descuento, pagó 7000 pesos para tomar el servicio, y yo tardé 15 días más o menos en empezar a mostrarle perfiles. Le presenté tres candidatos, pero ninguno aceptó. Entonces ella empezó a decirme que yo era una estafadora, porque lo único que había hecho es quedarme con su dinero y que no tenía a nadie. ¿Qué hice? Le devolví el dinero. Ahí entendí que no podía seguir con la consultora. ‘Están esperando de mí un Tinder serio y yo nunca voy a poder ofrecer eso porque no tengo la cantidad de personas necesarias como para prestar un servicio serio y rápido’. El tiempo siempre me iba a jugar en contra”, explica.
Retirada de la consultora Margarita Baumann volvió a su antiguo oficio de docente. Ahora da clases particulares de alemán y espera, como quien no quiere la cosa, que alguna de sus tres hijas forme pareja.
Fotos: Gustavo Gavotti
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