En octubre de 1963, Arturo Umberto Íllia, en nombre de la Unión Cívica Radical del Pueblo, asumió la presidencia de la Nación en medio de una gran indiferencia. Llegó al poder con un 25 % del apoyo ciudadano, tras el derrocamiento de Arturo Frondizi y el interinato del senador rionegrino José María Guido. Entre otras promesas de su campaña sobresalía la anulación de los contratos petroleros. Poco interesó si se había logrado el autoabastecimiento y como era de prever la producción petrolera bajo su rendimiento significativamente. Además de la decisión de anularlos, el radicalismo impulsó una comisión investigadora en la Cámara de Diputados con el fin de desentrañar las razones que llevaron al frondicismo a establecer acuerdos de inversión en el área energética. En otras palabras, se quería saber si había dolo o irregularidades en dichos acuerdos con las empresas extranjeras. En los primeros meses de 1964 los debates de la comisión eran más políticos que técnicos, tanto es así sus sesiones pasaron a denominarse “el show del petróleo”. Como diría el semanario “Primera Plana” más que una investigación “la comisión de diputados parece estar conduciendo un debate electoral”. La historia enseñaba que las comisiones investigadoras nunca llegaron a nada y que entre debate y debate salían a la luz los temas imponderables, no previstos, los “cisnes negros”.
Durante sus sesiones desfilaron no menos de 64 personajes de la época. Rogelio Frigerio fue uno de ellos porque el expresidente Frondizi no quiso formar parte del show y se negó a presentarse. Una mañana se presento en el recinto el abogado Ricardo Rojo y pidió ser interrogado. Los diputados Juan Carlos Cornejo Linares, Isidro Balbi, Eduardo Schaposnik y Eduardo Gutiérrez se quedaron estupefactos. Al pretender dirigir la palabra, Rojo fue atajado por Gutiérrez que le exigió que retirara los agravios de una carta previa del deponente en que los trataba de “diputados fraudulentos”. “¡Yo pido su detención!” gritó Gutiérrez, mientras Cornejo Linares aceptaba que Rojo fuera interrogado. Tras un debate entre los propios legisladores se suspendió la sesión y se pasó a un cuarto intermedio y Rojo no hablo. Una hora después hizo su aparición el ex diputado nacional John William Cooke y su esposa Alicia Eguren, acompañados de dos personas que no fueron identificados. El ex delegado de Perón tenía algo que decir.
Tras sostener que no había intervenido en negocios petroleros pero que sí se había resistido al acuerdo con la empresa California en 1955, Cooke pasó a referirse a otro tema, no menos explosivo: el pacto de Perón con Frondizi de 1958. “Algunos dirán que el pacto estuvo inspirado por el petróleo y eso es un perfecto disparate. Fue un acuerdo motivado por coincidencias entre el peronismo y el radicalismo intransigente en hacer la política nacionalista inspirada en el libro ‘Petróleo y Política’. Después de las conversaciones entre Perón y Frigerio, de las que yo fui el único testigo, Perón me encargó redactar el pacto con Frondizi y exigió que fuera por escrito.” Intentando ser más convincente, Cooke sacó de su portafolio una copia del documento y lo entregó a la comisión, mientras decía que “se firmaron dos ejemplares, por cierto que yo creo que Frondizi apenas recibió un ejemplar lo quemó.” Entonces el diputado radical Alberto Masglietti preguntó quién lo había firmado, a lo que Cooke respondió: “Lo firmaron Perón, Frondizi, Frigerio y yo, se hicieron dos ejemplares y Frigerio trajo uno a Buenos Aires para que lo firme Frondizi”, aunque no aseguró que la firma de Frondizi fuera auténtica. “La verdad es que Frigerio firmó un ejemplar delante nuestro. Todo esto ocurrió en Caracas. Resulta gracioso entonces que todavía la gente diga que ese pacto no existió.”
Además de relatar el contenido del documento, mientras los diputados le hacían preguntas aclaratorias, el ex delegado de Perón y, ya en aquél tiempo más cercano a Fidel Castro y la Inteligencia cubana, dijo que entre otros puntos no escritos se establecía que Frondizi debía nombrar en determinados cargos a personas que tuvieran el visto bueno de Perón. Entre otros el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social; la embajada ante las Naciones Unidas; la embajada ante la Santa Sede y el interventor en la CGT.
Con el paso de los años se sabe que Cooke no decía nada novedoso, el acuerdo o partes del acuerdo le fueron tomados al delegado de Perón en Panamá. Durante su paso por Panamá hacia Venezuela se le observó el pasaporte y en las horas que debió pasar en un hotel la policía panameña le revisó su portafolio y le sacó copias a sus documentos. Entre esos papeles estaba el acuerdo o el borrador del mismo que se trataría en Caracas. Esas copias le fueron entregadas al embajador argentino Samuel Alperín quien los envió aceleradamente al Palacio San Martín. El vicepresidente de facto de la Revolución Libertadora, almirante Isaac Francisco Rojas, dejó asentado en sus “Memorias” que “nuestras preferencias se inclinaban hacia el doctor Balbín, más que al doctor Frondizi.” Pero que ganó el segundo mediante “un trato pampa” realizado en Panamá, entre Rogelio Frigerio y Cooke. Error: el libro se editó en 1993 y “la hormiga negra”, como le decían al almirante Rojas, desconocía que el pacto se había realizado en Caracas. De todas maneras, Rojas cuenta que fue el canciller Alfonso de Laferrere quien les trajo a Aramburu y a él las pruebas del pacto enviadas por el embajador Alperín, logradas por la Inteligencia de la policía panameña a fines de 1957. “Señores, aquí tienen las pruebas, yo me retiro”, dijo Laferrere, pero Aramburu lo obligó a que continuara en la reunión.
Rojas le propuso al presidente citar a Frondizi para que diera una explicación. Si Frondizi reconocía el pacto “inmediatamente se le dice que su candidatura está vetada, y si contesta que no, que no ha firmado ningún pacto, se hace pública la declaración, a ver qué es lo que dicen los justicialistas”. Aramburu se negó a llamarlo a Frondizi: “No va a querer venir”. Isaac Rojas reconoció: “aquí está mi gran error político, porque yo debí haberme retirado de la Casa de Gobierno en ese momento de la negativa de Aramburu a citarlo a Frondizi. Debí haberme ido al Ministerio de Marina y haberle enviado al presidente mi renuncia indeclinable, desgraciadamente no lo hice y en política las equivocaciones se pagan. El precio que hemos pagado después fue muy alto…”. En una carta a La Nación en octubre de 1988, Rojas aseguró que ante la indecisión de la Junta Militar el canciller renunció y dice además que la reunión en la Casa de Gobierno se realizó “una tarde que ubico entre el 26 y 29 de diciembre de 1957″. En esos días el acuerdo se estaba gestando pero no era definitivo, simplemente porque recién se firmó en Caracas al mes siguiente. En otra oportunidad, durante un encuentro privado que fue grabado, el almirante dio muestras de dudar de los documentos que le pusieron a su conocimiento.
Ya lo hemos relatado en otra ocasión que desde lo más profundo del archivo personal de Juan Domingo Perón surge, más de seis décadas después, un inventario escrito por el propio Perón de cuánto fue recibiendo de Rogelio Frigerio, o del gobierno de Arturo Frondizi. El ex presidente, detallista como era, se encargó muy bien de dejar asentado: “Luis Ramón González Torrado. Sobre el dinero que entregó por encargo del Gobierno (Frigerio).”
Arturo Frondizi asumió como Presidente de la Nación el 1º de Mayo de 1958. Del documento surge que el primer pago que el gobierno constitucional de la Argentina le hizo al general fue el 8 de agosto de 1958. ¿Por qué? La explicación lógica es que en el pacto se convino que las “medidas” acordadas “se adoptarán dentro de un plazo máximo de noventa (90) días a contar desde la asunción del mando.” Para las medidas de “normalización…de los sindicatos y la Confederación General del Trabajo, todo se cumplirá en un plazo de ciento veinte (120) días.”
¿Con qué dinero se pagaron las entregas que Perón asentó entre agosto y diciembre de 1958? ¿Fueron las compañías petroleras? ¿O fueron fondos de la Administración Pública? En el reportaje que el periodista Fanor Díaz le hizo a Frigerio en 1977, el entrevistado, hablando sobre el pacto, dijo: “Los que lanzaron la especie de que existía un pacto secreto eran quienes querían que no se nos entregara el gobierno. Y, desde luego, nuestros adversarios en las urnas. En realidad el único pacto que existió fue celebrado por ellos con un conocido financista peronista que tenía instalada una oficina política en Montevideo y se había comprometido a arrancarle a Perón una directiva a favor del voto en blanco” y eso no es cierto. Aunque es bueno decir también que en el recorrido de todo el libro con Fanor Díaz, Frigerio le habla a los eventuales lectores pero principalmente a las Fuerzas Armadas que habían asaltado el poder el 24 de marzo de 1976. Él no era bien visto por el gobierno de facto, en el que anidaba una fuerte tendencia antiperonista. Sin embargo, en otro reportaje que poseo e hiciera con un investigador (y que fuera grabado) admitió que “en los primeros días de febrero de 1958, Ramón Prieto viajó a Santo Domingo llevando original y copia de un documento elaborado en Caracas. Ese documento llevaba las firmas de Frondizi y Frigerio”.
Hasta que comenzaron a efectivizarse las promesas de Rogelio Frigerio, en agosto de 1958, hay en el archivo de Juan Perón una prueba documental que manifiesta las grandes carencias personales del ex presidente constitucional. La carta se la escribe a Ricardo Gayol, el 26 de abril de 1958, desde el Hotel Paz, propiedad del Estado dominicano, que vale la pena conocer. No es la única en la que habla de su apremiante situación económica. Hay varias más. En la misiva le cuenta a Gayol que Ramón Prieto llegó a Ciudad Trujillo (a escasos días de la asunción presidencial de Arturo Frondizi) portando una carta de John William Cooke “en la que me informa que el Mayor Cialceta le manda pedir plata. Debo informarle que este Señor se ha portado mal conmigo y que Usted ha apreciado muy bien las cosas al no darle ni un peso. De lo poco que yo tengo, el Mayor Cialceta, valido de mi confianza, al dejarle el encargue de entregarle el dinero a Usted dispuso de una cantidad sin avisarme y ahora valido de lo mismo se permite pedirle dinero a Usted, tratando de sorprenderlo en su buena fe. Yo le pido que, ni de lo mío ni del suyo, le vaya a mandar un solo peso porque no lo merece.”
Cuando este Señor pasó por Panamá me informó que le había entregado a Usted dinero que se había colocado en una de sus empresas en las siguientes cantidades:
En pesos argentinos……… $ 390.000
En Guaraníes…………… $ 600.000
En Dólares Americanos……$ 4.500
Por lo cual yo recibiría quinientos dólares mensuales pagaderos por trimestre adelantado a partir del primero de febrero de 1957, como efectivamente yo he venido recibiendo…le ruego que no me gire más y que me guarde todo para cuando yo llegue a Paraguay…”.
SEGUIR LEYENDO: