La antesala del primer retorno de Perón en medio de un volcán de violencia política y subversiva

En septiembre de 1972, el gobierno de facto de Alejandro Lanusse transitaba su última etapa, con el país sumido en una crisis económica y política. La interna radical. El regreso de Perón. Los atentados guerrilleros. Y la decisión de adelantar las elecciones

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El primer retorno de Juan Domingo Perón el 17 de noviembre de 1972, junto a él están Héctor Cámpora y José Ignacio Rucci. Un año más tarde, Cámpora había renunciado a la presidencia después de 49 días en el gobierno y Rucci había sido asesinado por Montoneros
El primer retorno de Juan Domingo Perón el 17 de noviembre de 1972, junto a él están Héctor Cámpora y José Ignacio Rucci. Un año más tarde, Cámpora había renunciado a la presidencia después de 49 días en el gobierno y Rucci había sido asesinado por Montoneros

La primera semana de septiembre de 1972, el presidente de facto, Alejandro Agustín Lanusse, recibió un informe de Inteligencia que le pintaba tres panoramas de acción que podría tomar la oposición, especialmente el peronismo. El 1° “curso de subversión”; 2° “curso de campaña abstencionista” y el 3° “curso de adaptación al proceso”. El mismo trabajo le auguraba que, salvo algún elemento de fricción, “es casi descartable el abstencionista”. A continuación le decía que podían conjugarse los puntos 1° y 3°, al tiempo que adelantaba la posibilidad de “una escalada subversiva hasta mediados o fines de octubre”.

Ante la grave predicción, la Inteligencia le aconsejaba que para evitar la violencia “la solución es la de adelantar los plazos de oficialización de candidaturas, manteniendo siempre los de elecciones (11 de marzo de 1973) y de entrega del poder” (25 de mayo de 1973). La razón para los militares parecía ser muy simple: “Ello obligaría a las fuerzas políticas a empeñar todos sus esfuerzos para resolver el problema interno de sus candidaturas, dejando al Gobierno Militar un mayor campo de maniobra en la conducción del país y del proceso.” La propuesta era “fundamental, teniendo en cuenta la situación económica y sus seguras secuelas hacia una emergencia económica, en caso de librarse una verdadera batalla subversiva-gremial, etc.”

General Alejandro Lanusse revistando las tropas en el Aeroparque Metropolitano
General Alejandro Lanusse revistando las tropas en el Aeroparque Metropolitano

En otro informe del mismo origen, unos días más tarde, le aseguraba a Lanusse que había sido descartada toda posibilidad de un golpe contra su gobierno, aparentemente, “por decisión de los cabecillas locales” (del peronismo). La crisis desatada en Rawson y Trelew, entre el 15 y 22 de agosto de 1972, generó un clima enorme desconfianza entre el poder militar y la dirigencia política. Abonando supuestos nunca develados, el informe sostiene que “Perón habría tomado conocimiento de los acontecimientos de Trelew a través de una conversación telefónica con (Rogelio) Coria (dirigente de UOCRA) quien lo habría relacionado con la iniciación de un contragolpe de derecha. Coria habría aconsejado moderación e insistido en la conveniencia de la salida electoral.” Queda claro que los condicionales “habría” son informaciones seguras viniendo de los servicios y sus “pinchaduras” telefónicas.

La tormenta desatada alrededor de Trelew y las muertes dentro de la Base Aeronaval Almirante Zar hizo que no se prestara la debida atención a unas declaraciones que realizó Héctor Cámpora después de conferenciar con Perón en Madrid. Anunció que éste volvería a la Argentina en lo que restaba del año y que la fecha sería aconsejada por el Comando Táctico, cuando se cumplieran determinadas condiciones mínimas. También le respondió al general Alcides López Aufranc, que había dicho en el semanario “El Economista” que las fuerzas armadas impedirían el regreso del ex presidente: “Lo único que puede decirse al respecto es que existe una flagrante contradicción entre esas declaraciones y la exigencia del general Lanusse con respecto a que todos los candidatos deben estar en la Argentina antes del 25 de agosto”.

Informe al Presidente del 13 de septiembre de 1972
Informe al Presidente del 13 de septiembre de 1972

El 24 de agosto, apenas unas horas antes de que venciera el plazo, Lanusse pronunció, por la cadena nacional, un discurso en el que desechó toda posibilidad de permanencia en el poder: “Quien les está hablando, así como los otros comandantes en jefe, y los más importantes funcionarios del Gobierno, que han sido señalados como continuistas, de hoy en más, han ratificado que no integrarán el futuro gobierno. En cambio, otros se han marginado del proceso –en obvia referencia a Perón– porque no han regresado al país, supuestamente porque no están dadas las condiciones”.

Desde la localidad española de San Sebastián, el 27 de agosto, Perón reiteró que no aceptaba la fecha del 25 de agosto “porque no quiero convalidar una medida que es totalmente arbitraria e inconstitucional”. Cuando se le preguntó si eso significaba que renunciaba a asumir la jefatura de la Argentina, sólo respondió: “Yo no renuncio a nada. A nada que no me obligue la Constitución”. Y luego sostuvo que la Argentina era “un volcán”. El proceso electoral se ponía en marcha. El retorno de Perón también. En un informe para Lanusse, del 13 de septiembre de 1972, se le dice: “En los últimos días, voceros peronistas de Madrid hicieron circular la versión que JDP habría decidido la concurrencia a elecciones y que estaría estudiando la posibilidad de negociar con el radicalismo, para llegar a una fórmula común en la segunda vuelta.”

A su vuelta de Madrid, Cámpora presidió en el hotel Savoy un plenario del Consejo Superior, la Junta Nacional del partido, la mesa del Congreso Nacional Justicialista y los presidentes de los 23 distritos, y anunció la constitución de una “Comisión de Regreso”, así como las gestiones para alquilar un chárter de 180 plazas con el fin de ir a buscar al ex presidente. Luego, se sumergió en La Hora del Pueblo con la intención de que sus socios rechazaran la fórmula del 25 de agosto por considerarla proscrita, pero no contó con la adhesión de radicales y demoprogresistas, abriendo un interrogante sobre la continuidad de La Hora del Pueblo. Así, sensibilizó los ánimos y se congelaron las reuniones. El 12 de septiembre, para paliar el desdén, organizó, nuevamente en el hotel Savoy, una convocatoria multipartidaria en la que quedaron varias sillas sin ocupar, especialmente las de los partidos significativos de La Hora del Pueblo, y que se pobló de representantes de “sellos de goma”, como Marcelo Sánchez Sorondo, Mario Amadeo, Andrés Amil, Arturo Ponsatti (que proclamó la “abstención revolucionaria”) y Juan Carlos Coral.

Detalles informativos de la reunión en el Hotel Savoy
Detalles informativos de la reunión en el Hotel Savoy

En respuesta, para aislar a Cámpora, Lanusse se entrevistó en Olivos con los líderes de la CGT y la CGE con el fin de lograr un acuerdo. El encuentro fue grabado y reproducido por los medios. Días más tarde, el gobierno anunciaba aumentos salariales, convocatoria a paritarias, un Fondo Nacional de la Vivienda, planes de incentivos a la producción e inversión y, no menos importante, daba por finalizada la intervención a las cajas de Subsidios Familiares para Empleados de Comercio y Personal de la Industria y a la Caja de Asignaciones Familiares para Personal de la Estiba. Al mismo tiempo, se informaba sobre la liberación del dirigente combativo cordobés Agustín Tosco.

Mientras, el radicalismo se preparaba para su feroz interna. El 15 de septiembre, Ricardo Balbín anunció que elegía al cordobés Eduardo Gamond como su compañero de fórmula para enfrentar a Raúl Alfonsín y el cordobés Conrado Storani. Cinco días después, tras una entrevista con Leonardo Franco, del Movimiento Revolucionario Peronista y la Asociación de Abogados Peronistas, se conocían unas declaraciones de Perón en las que consideraba a las “formaciones especiales” como parte del Movimiento.

Al mismo tiempo, las 62 Organizaciones dejaban trascender que preparaban un informe crítico sobre la gestión de Cámpora que llevarían a Madrid la primera semana de octubre. Entre otras quejas, dirían que Cámpora tenía aspiraciones personales, y, seguramente, Perón respondería que todo político debe tener ambiciones personales. Hasta ese momento, la tarea que más interesaba al delegado era lograr el retorno de su jefe al país. Conseguido el objetivo, el panorama podía estar abierto a lograr otras metas propias. El nuevo informe al presidente de facto que completa el informe oficial de esta nota le augura: “Se ha concretado la primera parte del curso de acción 3, que en la apreciación inicial se concluyó era la más probable. JDP optó por la variante de presionar con las ramas política y juvenil y conciliar con la rama gremial.”

Perón y su télex. Archivo personal de “Puerta de Hierro” tomada por Norma López Rega
Perón y su télex. Archivo personal de “Puerta de Hierro” tomada por Norma López Rega

Ya para aquella época, se había agilizado la comunicación entre Perón y el delegado. El doctor Antonio Puigvert observó, con sorpresa, que el General contaba con una máquina de télex en su escritorio. “Me pasan las noticias desde Buenos Aires y yo contesto al instante. Es como hablar por teléfono pero sin interrupciones y con constancia escrita”, le dijo Perón. Más tarde, Puigvert encontró una segunda máquina en la que recibía información económica desde una oficina en París. Analizado a la distancia, releyendo papeles de entonces, “el viejito” que volvería en una silla de ruedas, arropado con una mantita escocesa en su falda, como dijo de Perón al dirigente Montonero Rodolfo Galimberti en febrero de 1971, después de su primer encuentro en Madrid, daba muestras de mayor sagacidad para vislumbrar sus siguientes pasos. Inventó, contando con la buena fe de Carlos “Chango” Funes y la colaboración interesada de Antonio Cafiero y José Ber Gelbard, un plan de “10 puntos” que se perdió en los recovecos de la burocracia castrense y en el debate inútil del momento. El plan estaba condenado al fracaso desde mucho antes de empezar a circular.

Por esos días, el delegado anticipo que Perón regresaría dentro del año y la fecha la estipularía la conducción táctica (es decir, él, en la Argentina), siempre y cuando se dieran las condiciones. En las sombras, con la anuencia del delegado, se instalaba en el banco de pruebas –guste o no– el motor de la movilización que presionaría a Lanusse: la Juventud Peronista, en la superficie, y las “orgas”, detrás de los cortinados. La montonera Norma Arrostito afirmaría más tarde que “se había constituido una comisión de retorno formada por Montoneros (‘Pinguli’ Hobert), Descamisados (Horacio Mendizábal y el ‘Sordo Sergio” Oscar De Gregorio), FAR (Arturo Lewinger y la ‘Gorda’ D’Ippolito), y la JP (Rodolfo Galimberti y Norberto Ahumada). En esta comisión todos tenían cartas tapadas. Montoneros ‘controlaba’ a Descamisados y a la JP; Descamisados corría casi por la libre con sus contactos con la Armada y con la posibilidad de un levantamiento militar. FAR se subía a un tren que de entrada había perdido (recordar la carta de Roberto Quieto desde el Penal de Rawson, donde pontifica que Perón no va a regresar y que en el país no habrá elecciones). El 6 de octubre, Cámpora y la mesa de las 62 Organizaciones viajaron una vez más a Madrid. Además, fueron otros personajes del firmamento peronista para estar presentes –si José López Rega los dejaba entrar– en la recepción del 8 de octubre, día en que Perón cumpliría 77 años (o 79, según el doctor Antonio Puigvert). No era cualquier fiesta. Era el último cumpleaños de Perón en España. El próximo lo festejaría en su casa de Gaspar Campos con otros invitados.

Perón en su último cumpleaños en 1973
Perón en su último cumpleaños en 1973

Hasta entonces, la violencia seguía siendo cotidiana. El 16 de octubre de 1972, el Comando “Máximo Martín Sandoval”, de Montoneros, voló con explosivos el piso 22º del hotel Sheraton, en la zona de Retiro. Murió en el acto una turista canadiense y hubo dos heridos graves. Un día más tarde, Cámpora pisaba, por primera vez, un estudio de televisión −estudio C de Canal 13– para leer un texto de tres carillas. El espacio televisivo compensó la suspensión del acto en el Luna Park, donde el peronismo recordaría el Día de la Lealtad, pero innumerables atentados con bombas sacudieron a la Argentina. Gran parte de la sociedad miraba absorta. Tanto el discurso de Cámpora del 17 de octubre como otras manifestaciones de la dirigencia peronista provocaron un clima de congelamiento en el diálogo con el gobierno.

Sin embargo, frente a tanta vocinglería, el 21 de octubre Perón se entrevistó nuevamente con Luigi Romersa (periodista italiano amigo de Benito Mussolini) del diario conservador Il Resto del Carlino, para aclarar la posición ideológica de su Movimiento: “El peronismo no tiene alianzas políticas particulares. Más aún, no está aliado con nadie. En nuestro país, sin embargo, dado que el gobierno militar ha actuado en modo particularmente violento, todos los grupos de oposición, exasperados, han hecho un frente común, creando organizaciones armadas y hasta terroristas con el objeto de defenderse. También entre nosotros, en esta circunstancia, vale el dicho de que el enemigo de nuestro enemigo puede llegar a ser nuestro amigo. Nosotros, sin embargo, queremos un sistema social que nada tiene que ver con el de los comunistas. No tememos infiltraciones, ni siquiera que, a la larga, los comunistas puedan dominarnos. Decimos: ‘No se puede pintar la mar con un bote de pintura’. Ésta es la situación en Argentina en lo que se refiere al peronismo y al comunismo”.

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