Diego Gerar nació hace 34 años con parálisis cerebral. Él no sabe mucho sobre cómo llegó el diagnóstico ni cuándo porque su mamá murió cuando era muy pequeño como para explicárselo y porque además no se dedicó a investigarlo. Sí recuerda que sus manos perdían movilidad y que una tenía una forma distinta a la de sus amiguitos, pero con el aliento de su abuela (que lo crió), hizo la vida normal de cualquier niño.
Esa parálisis cerebral le generó hidrocefalia, un leve retraso madurativo, acortamiento en las extremidades y limitación en los movimientos de su cuerpo, sobre todo del lado derecho. Por eso, la actividad en el agua es para él la mejor terapia física.
Contacto con el agua
En 2011, comenzó natación en una pileta climatizada de su ciudad, General La Madrid, ubicada a más de 400 kilómetros del Obelisco y habitada hoy por unas ocho mil personas.
Allí esa actividad fue su terapia, su lugar para rehabilitar y también para encontrar amigos. Entre ellos, a Bruno Pellita, instructor de buceo y una de las personas que más lo alienta para cumplir sus sueños y afrontar nuevos desafíos.
“Me gusta nadar, me siento bien ahí y pensar en que puedo bucear en aguas abiertas y convertirme en el primer argentino con parálisis cerebral en hacerlo me pone muy feliz”, le dice Diego a Infobae.
Hasta ese desafío llegó de la mano de Bruno. “Estábamos en la pileta, él rehabilitado y yo dando clases de buceo. Noté que miraba lo que explicaba a mi alumno y me acerqué para preguntarle si quería hacer un nado de bautismo. Me dijo que sí y comenzamos”, revive el instructor que se especializó en natación adaptada.
Juntos entrenan para que Diego viaje a Las Grutas para bucear en aguas abiertas y convertirse en la primera persona con esa condición de todo el país en hacerlo. Además, verá el mar por primera vez.
En busca de un sueño
Falta cada vez menos para que el anhelado viaje al balneario de Río Negro se haga realidad. A mediados de diciembre, Diego, Bruno y otro instructor emprenderán el camino por ruta y todas las expectativas ya están a flor de piel.
De cara al desafío, entrena los lunes una hora y media, y a veces repite un día más en la semana; depende de lo que Bruna exija. “Si me dice que agregue un día, voy”, confía y admite: “Cuando me propuso hacer buceo, primero miré bien cómo era lo que hacía y la primera vez lo hice con cuidado. Después me empezó a gustar”. Para él, practicar natación y buceo es igual de gratificante.
Diego habla sin rodeos sobre su patología y asegura que nunca lo hizo sentirse diferente. “¡Nací así! Creo que empecé a renguear siendo muy chico y a tener la mano doblada para el costado, pero bueno, ¡soy así, normal! Nunca me sentí diferente o que la parálisis me impidiera hacer algo que quisiera”, cuenta el hombre que decidió no formar pareja porque quiere “mantener la libertad”.
Al igual que los demás niños y adolescentes de La Madrid, cursó sus estudios primarios y secundarios en las escuelas de la ciudad y se recibió de Bachiller aunque no quiso seguir la universidad porque eso, lamenta, representaba otras dificultades económicas para su abuela paterna, hoy de 81 años.
“Mi mamá murió cuando yo era muy chico, apenas me acuerdo. Se enfermó del corazón y por eso falleció. Y me quedé con mi abuela, con la que nos llevamos muy bien”, sostiene y dice que además de natación no tiene otra actividad.
Para Bruno, comenzar a entrenarlo significó un cambio casi radical en sus clases. “Comencé a capacitarme para darle las herramientas a algunas personas que están un poco relegadas en nuestra en nuestra comunidad, que es chica y no da muchas oportunidades de desarrollarse. Que acepte mi desafío me motivó y a él lo hace conectarse desde otro lado con el agua, que ya se lleva muy bien... ¿Qué mejor que meterse bien profundo en el agua, no?”, opina el instructor que brinda clases de natación adaptada para chicos con discapacidades. Además de Diego, entrena a un chico con síndrome de Down, que ya hizo buceo en aguas abiertas.
Feliz por lo que genera el reto, agrega: “Entrenar buceo en una pileta también tiene un costado muy terapéutico y tener juntos este sueño reforzó el vínculo, desde el inicio tenemos muy buena onda, por eso este años nos propusimos el desafío de pasar a otro nivel e ir a bucear a aguas abiertas. Creemos que además de hacerle bien a él, esto puede llegar a inspirar a otras personas”.
Para Diego, verse en Las Grutas es un sueño. “Sé que puede ser una experiencia hermosa, distinta. Además porque no conozco el mar y pienso que debe ser hermoso e inmenso... ¡Serán muchas cosas nuevas, pero estar ahí y siendo el primer buceador con parálisis cerebral me llena de orgullo”, admite algo emocionado.
“Sé que va a suceder. Estoy contento y me hace bien saber que mi entrenador confía en mi para hacerlo”, finaliza.
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