“Y el Oscar es para …”. Un microsegundo de silencio suspende al público del teatro Shrine Civic de Los Ángeles. El 26 de marzo de 1991, se celebraba la edición número 63 de los premios de la Academia cuando el auditorio esperaba la categoría más cotizada de la noche. La pantalla partida poncha a los nominados: Robert de Niro, Gerard Depardieu, Richard Harris y Kevin Costner son los titanes que pelean por el premio de “Mejor Actor”, pero terminan mordiendo el polvo cuando la presentadora anuncia el nombre de Jeremy Irons.
Actor multipremiado
Mientras los otros aplauden en automático, el inglés sube su esmirriado esmoquin al escenario. “Esto es genial”, abre lacónico para continuar con los agradecimientos al director, productor, co-protagonistas, esposa, etcétera, etcétera, en una economía gestual que no revela el más mínimo gesto de histrionismo. Detrás de esa aparente frialdad se encuentra uno de los actores más laureados de su generación. Durante una destacada trayectoria en teatro, cine y televisión, Irons consiguió hacerse de “la triple corona”, ganando un Oscar, dos Tony, tres Emmys y también fue reconocido con dos Globos de Oro pero quién lleva la cuenta.
El actor que comenzó su carrera en los escenarios londinenses ganó notoriedad por sus sofisticadas interpretaciones en la pantalla. Fuera de ella, sus polémicas declaraciones sobre el matrimonio igualitario, su defensa a Roman Polanski y los rumores de una pareja abierta con la actríz irlandesa, Sinead Cusack, le granjearon la reprobación de buena parte de la prensa. Camaleónico, enigmático, fumador empedernido: el actor de voz shakesperiana que no le escapa a las contradicciones hoy cumple 74 años.
El 19 de septiembre de 1948, Jeremy Irons nació en el puerto británico de Cowes, en Isla de Wight. Al hijo de Paul Duncan Irons, un contador, y Barbara Anne Brereton Brymer, una ama de casa, siempre le llamó la atención la actuación. De adolescente pensó en unirse al circo hasta que vio cómo vivían los artistas en las caravanas y desistió; al final, se decidió por las artes dramáticas. Para pagar sus estudios en el Bristol Old Vic Theatre School, se dedicaba a comerciar antigüedades, una afición que continuó con el tiempo: “Creo que los objetos inanimados tienen un espíritu”, dijo en una entrevista reciente. Su debut en los escenarios de Londres con la obra Godspell inició un recorrido teatral que luego se trasladó a Broadway y le abrió las puertas del cine. En la década de los ‘80 comenzó su incursión en la pantalla grande y captó la atención de la crítica con su segunda película, La mujer del teniente francés, junto a Meryl Streep. La consagración definitiva que le valió el codiciado Oscar, fue su protagónico en Reversal of Fortune, junto a Glenn Close, donde le dio vida al enigmático Claus von Bülow, un despiadado aristócrata condenado por el asesinato de su esposa.
Sus películas lo llevaron a visitar Sudamérica en varias oportunidades. En Chile filmó La casa de los espíritus, su segunda película junto a Mery Streep; unos años antes había pasado por la Argentina, en dos oportunidades. La primera visita fue cuando Irons tenía 21 años: “una ciudad romántica como París, un titiritero del que me enamoré y un ascensor en el que viajaba y que se desplomó desde el séptimo piso”, fueron las tres cosas que recordó. Durante ese viaje, también conoció a Mercedes Sosa: “Estaba en Buenos Aires, tenía una noche libre y me enteré de esta magnífica cantante… No había más lugar, era en un club pequeño, pero logré que me dejaran ingresar. Hasta me compré un álbum”. En 1986 regresó para interpretar al padre jesuita Gabriel en la película La Misión, y a fines de los ‘90, en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Con el caché de esa participación logró terminar las refacciones de su castillo en Irlanda: economía menemista.
Gesto adusto en la pantalla, afable en su contacto con la prensa. Irons es una figura que cuida su privacidad, aunque el lugar donde se siente más cómodo es frente al público. Dice que es “poco intelectual” pero ama al poeta T.S. Eliot. Se confiesa “muy crítico del capitalismo”, pero pasa sus días en un castillo. El actor británico es un hombre de contradicciones. Así también lo fueron varias de sus declaraciones públicas que generaron controversia.
Las polémicas de Jeremy Irons
En una entrevista de 2011, Irons dijo que la corrección política había llegado “demasiado lejos” y que algunas mujeres eran capaces de defenderse frente a los avances indeseados de los hombres. También suscribió una carta de apoyo al director de El Bebé de Rosemary, acusado de violar a una menor de edad en 1977. En referencia a la unión entre personas de la misma orientación sexual, dijo que podría “degradar lo que es el matrimonio”. Ante la reprobación que generaron sus declaraciones, abordó algunos de estos temas durante el festival de cine alemán, Berlinale: “En primer lugar, apoyo de todo corazón el movimiento mundial para abordar la desigualdad de los derechos de las mujeres y protegerlas del acoso abusivo, dañino e irrespetuoso tanto en el hogar como en el lugar de trabajo”, comenzó su alocución en conferencia de prensa. “En segundo lugar, aplaudo la legislación del matrimonio entre personas del mismo sexo, dondequiera que se haya logrado”.
Bajo admisión propia, Irons tiene un talento especial para meterse en problemas. Sus confesiones sobre el matrimonio con la actriz irlandesa Sinead Cusack, levantaron más de una ceja. “Parte de nuestra naturaleza es tener tantas parejas como sea posible”. Aunque su esposa nunca se pronunció al respecto, él se ocupó de avivar los rumores sobre un matrimonio abierto cuando fue visto en más de una ocasión acompañado de otras mujeres. Sin palabras edulcoradas, describió su relación de la siguiente manera: “Sinead y yo hemos tenido momentos difíciles. Todo matrimonio los tiene porque la gente es imposible. Yo soy imposible, mi mujer es imposible, la vida es imposible. Ningún matrimonio es lo que parece”. Por su parte, a Cusack se la vinculó con el dramaturgo Tom Stoppard; algunas personalidades del círculo teatral los avistaron en una fiesta para Navidad a la que Irons estuvo de invitado. A pesar de las especulaciones, la pareja lleva más de 40 años juntos y criaron a dos hijos, el también actor Max Irons y Sam, quien trabaja como fotógrafo paisajista.
Irons no escapa a la controversia, como tampoco a los papeles oscuros y conflictuados que coquetean con lo monstruoso. Su doble protagónico de los gemelos, Eliot y Beverly Mantle, en la película de David Croenenber, “Pacto de amor”, o su recordado amor platónico y pedofílico en Lolita, estremecieron al público y se ganaron el aplauso de la crítica. Los papeles comerciales no parecen atraerle, al punto de que llegó a rechazar un contrato por tres películas para vestirse de James Bond. En línea con su personalidad, lo lineal no es su estilo. Carismático y provocador ha confesado que “a veces soy difícil como persona. Vincent van Gogh probablemente también fue un poco difícil”. Quitando de la ecuación lo pretencioso, una exégesis más amable podría ser la siguiente confesión: “Me hice actor para ser un pícaro y un vagabundo”.
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