Chini Bolson, de 34 años, psicoanalista, recorre cada día aproximadamente entre 10 y 15 kilómetros en busca de imágenes. Autodidacta de la fotografía desde los 8 años, vivió rodeado desde chiquito por una mezcla de tecnología y arte que lo fueron forjando y le dieron las herramientas necesarias para mezclarse, hoy, en las calles de la ciudad de Buenos Aires y retratar lo que otros no ven.
A los 18 años, su mamá les regaló a él y a sus dos hermanos un libro con fotos de todos los momentos que habían vivido hasta entonces. Los acompañó con un pequeño texto que hacía referencia a una pregunta que ella les hacía a sus hijos después de sacarles una foto. Para ese entonces, Chini ya venía fotografiando y hacía edición digital para revistas y otros colegas, pero se dio cuenta que quería hacer algo diferente y fotografiar lo que lo rodeaba. Así que tomó las herramientas que tenía más cerca como fuente de inspiración, su familia. Recogió un poco de cada uno de ellos: la idea de su madre de retratar cada instante de la vida de sus hijos y hacerles preguntas; el saber tecnológico de su padre y cómo éste escuchaba a las personas; la parte sociable de su hermana y de su hermano la forma de desarrollarse profesionalmente en ese ámbito.
—¿Cómo te definirías?
—Arranqué con una cámara analógica de juguete que tenía forma de lata de sprite y sacaba fotos como si fuera un espía sin que los otros se de cuenta. Creo que ahí nace en mí el concepto de fotografía callejera que empecé a implementar a mediados de 2010 y perdura hasta el día de hoy. Me considero un fotógrafo amateur, no por lo principiante, sino por lo amante de la fotografía. El fotógrafo amateur es aquel que está en el proceso de enamorarse y yo estoy en constante enamoramiento. Me definiría más como un fotógrafo de lo cotidiano, no de la calle.
—En tus fotos retratas a los diversos “personajes” que habitan las calles de la ciudad de Buenos Aires, ¿cómo llegas a ellos?
—Creo que todos somos personajes de la ciudad en algún punto. Algunos son más notorios que otros porque frecuentan más ciertas zonas. Entonces, a medida que voy recorriendo los distintos lugares voy viendo que tipo de gente encuentro. En cuanto a la técnica en si, no es que me quedo en un solo lugar, pero hay veces que voy en búsqueda de ellos. Como por ejemplo el hombre dorado, ya lo había visto en otras ocasiones pero no enfrente del banco. Pero creo que es cuestión de observar la ciudad desde esta perspectiva, sabiendo que todos somos personajes y algunos caminamos más ciertas zonas que otras. Siempre intento preservar lo humano en la fotografía, hay veces que se dan situaciones delicadas e intento no sacar fotos y ayudar, porque por el hecho de sacar una buena foto no me gustaría perder la parte humana, no lo vale. Por lo general, llevo comida y ropa para gente en situación de calle, es una forma de devolver a la calle lo que me da en imágenes.
— ¿Llegas a crear un vínculo con los personajes que retratas?
—Es algo particular, siempre me gusta no solo sacar la foto, sino también entablar una conversación con la otra persona. Pero desde el punto de vista de la fotografía callejera, que es un estilo más espontáneo, no llego a conocer a la otra persona. Hay veces que me acerco a alguien que me llama la atención en la calle y me quedo hablando una hora y no le saco ninguna foto. Por lo general les resulta raro esto, a mi me resultaría raro también. Hice un proyecto aplicando esta dinámica, donde le hacía una pregunta a la persona, surgía una charla y luego pedía retratarla. Llegué a hacer más de 800 fotos e incluso un viaje por el norte. Me encanto.
—¿Cómo ves a las redes para compartir tu trabajo fotográfico?
—Siempre me llegan mensajes privados sobre esta particularidad de sacarle fotos a gente en situación de calle y siempre digo lo mismo, se que es algo difícil de llevar a cabo, porque conscientemente se que no es lo mejor. Si bien la persona está en un ámbito público, no tiene una oportunidad de hacer lo que está haciendo en un ámbito privado. Por otro lado, la manera en la cual lo encaro yo es mostrar y compartir las diferentes situaciones de la realidad, de lo que se vive, sin filtro. Aun así hay fotos que hago que decidí no compartir. Por ejemplo, durante la pandemia vi de todo, vi gente matar gente enfrente mío, robos, y tuve posibilidad de retratar todo eso, pero no lo compartí porque me parecía parte de la realidad que no quería mostrar en ese momento. Es cuestión de encontrar esa brújula o compás moral interno en cada uno.
—¿Qué dinámica tenes para sacar fotos? ¿Sos de quedarte esperando en una esquina a ver qué pasa o salís a recorrer las calles?
—Me muevo mucho por el centro, ya que es parte de mi infancia. De chico siempre caminábamos con mi familia por las calles del microcentro, por lugares donde había locales de tecnología. Mis padres siempre estuvieron metidos en esos mundos de tecnología y arte. La calle Florida siempre estuvo en mí de cierta forma. Con el paso del tiempo me di cuenta que cuando salía a sacar fotos, de alguna forma u otra, siempre terminaba en el centro y me sentía como en casa, como si fuese parte de mí. Antes solía salir a sacar fotos con auriculares, pero con el tiempo me di cuenta que me estaba privando de mucha información al hacer esto, ya que la ciudad tiene un ritmo muy vertiginoso, sus propios sonidos y pasan cosas muy rápidas, a las cuales no les estaba prestando atención.
—¿Qué representa Buenos Aires para vos? ¿Cómo la definirías?
—Para mi Buenos Aires es una “mixtura”. Solemos ver lo raro, lo ecléctico, como para afuera. Me escriben diciéndome que pensaban que mis fotos eran de Estados Unidos o cualquier otro país, pero creo que si miramos un poco más, estamos rodeados de eso. Se trata de retratar lo raro, lo excéntrico, lo simple, lo fuera de lugar.
—¿Qué equipo fotográfico usas?
—Me encanta lo analógico, pero de a poco lo digital tomó más predominancia, hoy en día utilizo una cámara Ricoh, tipo “pocket”, chiquita, con un lente angular. Esto me obliga a estar cerca de las personas que fotografío, no soy de esconderme en el momento de hacer la foto, así a su vez hago lo posible para que sea evidente que le estoy sacando una foto a la otra persona, ya que no le estoy pidiendo permiso, tenga el derecho a réplica en caso de que no desee ser fotografiada; me quedo un momento en el lugar esperando la reacción del otro, hay veces que me dicen algo y mayoría de veces no, nunca tuve un problema con nadie.
—¿Cómo es el proceso creativo?
—Dado mi amor por lo analógico, me manejo como si estuviera usando una cámara analógica pero con una cámara digital. Es decir, saco la foto pero no miro la pantalla para ver cómo quedó. Lo que sale sale, ni siquiera lo veo cuando llego a casa, tal vez un par de semanas después. Las fotos que ven publicadas en redes no tienen la inmediatez de lo que vi ese día, esa semana o inclusive ese mes. Me volví muy selectivo de las fotos pero no en la cantidad que saco. Camino mucho, entre 15 y 20 kilómetros por día sacando fotos, no a todo, simplemente lo que me llama la atención. Pero las veces que no saco la foto me queda picando el cerebro hasta que la hago. Y aun así no está completado el proceso hasta que comparto la imagen con un familiar, un amigo o en redes, para mostrarle a otros lo que yo vi. De una misma escena suelo sacar 2 o 3 fotos, no más, y dejo pasar un tiempo para desapegarme emocionalmente de lo que sentí, para ver mejor qué es lo que transmite cada escena más allá de lo que yo siento personalmente.
—En esta búsqueda que hacés caminando, ¿cuándo decís ‘me vuelvo a casa’? ¿Hay veces que regresas sin fotos?
—Si, me ha pasado. Desde los 8 años que saco fotos y desde entonces me repito a mi mismo que no se trata de sacar fotos, si no de salir a caminar y que el objetivo sea ver cosas distintas, que me llamen la atención y escuchar una historia. Hay veces que se puede y otras que no. Cuando no, es frustrante. La cámara se convierte en el cigarrillo de la persona que espera el bondi: en el momento que guardo la cámara, veo que empiezan a pasar cosas y muchas veces no la saco, simplemente disfruto apreciar el momento. Son esas las fotos que más me quedan guardadas.
—¿Sacas fotos con el celular?
—No. Y no porque sea purista, sino porque el celular lo veo como una herramienta que te conecta con otras cosas, no con la acción de sacar la foto en si. Muy pocas veces recurro al celular para tomar una foto, de hecho me ha pasado que cuando lo he usado, la gente fotografiada siente cierta suspicacia y me pregunta qué es lo que estoy haciendo, mientras que con la cámara es algo que no me pasa. Si lo utilice durante la pandemia para un trabajo fílmico que publique en mi Instagram.
— ¿Cuándo salís a sacar fotos?
—Durante la semana pasan cosas muy interesantes, particularmente en el centro, mientras que los fines de semana la gente está más predispuesta dado que hay más turistas con cámaras. La gente está más “en pose”. por decirlo de alguna manera, y es más fácil no destacar al estar con una cámara en la calle, mientras que en la semana es más difícil. Pero en realidad salgo a todos lados con la cámara encima, cualquier tiempo libre que tengo se lo dedico a la fotografía. La cámara compacta tiene esa versatilidad que me puede acompañar a un trámite, trabajo, y si encuentro algo que me llama la atención, saco la foto. La cámara está ahí conmigo, es una excelente compañera.
—¿Qué representó la pandemia para vos?
—Personalmente lo viví como algo muy fuerte, en lo personal y desde la fotografía. Trabajaba en un hospital y todo lo que viví ahí adentro me impactó mucho, pero sabía que tenía que retratar este momento histórico. Durante ese tiempo utilice la computadora como nunca y se me fundió el disco. Perdí todo el trabajo fotográfico que había hecho en 10 años, así que lleve la computadora arreglar a un lugar en el microcentro, por mas que no se podía salir ya que te paraba la policía y pedía documentos. Estaba vestido de forma desalineada, zapatillas rotas, pantalón agujereado y buzo grande con capucha, así que cuando aparecía la policía yo me quedaba parado en una esquina o en la vereda con la cámara escondida; así de esa forma logré captar imágenes inéditas de la pandemia, siempre manteniendo los cuidados necesarios para conmigo y otros. Historia larga hecha corta, busqué varios lados donde arreglar el disco pero nadie pudo recuperar el material perdido. Esto me enseñó a entender la fotografía como algo más efímero, que un día está y al otro no.
—Estás trabajando en un libro, ¿cómo viene eso?
—Aún está en proceso, lo tengo previsto para fines de este año. Lo voy hacer con la editorial “La Luminosa”, con dos editoras, Julieta Escardó y Eugenia Rodeyro, y el diseñador gráfico Ezequiel Cafaro. Parte de las ganancias que consiga con este libro se van a donar, ya sea para devolver a la calle lo que recibo de ella, como dije anteriormente, y porque no busco hacerme ni rico ni famoso con lo que hago. Simplemente busco que se vea y difunda lo que hago, pero no mi persona, si no mis imágenes, que mi registro de la ciudad sea un aporte al legado histórico. Que cualquiera pueda acceder a el de acá a unos años y ver como éramos hoy en día.
—Por último, ¿qué consejo le darías a alguien que está empezando?
—Que todos tenemos miedo a recibir una mala respuesta, pero hay que hacer algo con ese miedo. La realidad es que yo tengo miedo cada vez que salgo, no es que eso no existe, pero el secreto está en hacer a pesar de todo eso, obviamente desde un punto de vista saludable. El miedo no se va, y esta bien, me guía a la vez a no sacar en cierta situaciones, ponerme un límite y actuar con respeto. Así que mi consejo sería aceptar ese miedo y hacer algo al respecto. Por último, me gustaría recalcar la influencia de lo que hago sobre mi familia y lo agradecido que estoy con ellos por las herramientas que me han dado directa o indirectamente a lo largo de estos años.
Galería con fotos de Chini Bolsón:
Mas sobre el trabajo de Chini en sus redes como @chinibolson
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