Gonzalo Louro se crió entre masas, hornos a 350 grados, salsas de tomates, mozzarellas y el tintineo de los clientes que cortaban cientos de porciones. Su papá estuvo a cargo de una pizzería tradicional de Plaza Italia durante la década del 90. De familia de gastronómicos, este joven de 33 años va por su desafío más importante dentro de su incipiente carrera de empresario.
En unas tres semanas, reabrirá la pizzería Burgio, la más tradicional de Belgrano con 90 años de historia, que había cerrado hace un año por el cansancio acumulado de sus dueños, José y Fernando Blanco, durante la cuarentena por la pandemia de coronavirus. José y su Hijo Fernando Blanco, los últimos dueños antes de la llegada de Louro con su proyecto anunciaron el cierre con una última noche en la que liquidaron el stock de pizzas. “Sufrimos un cansancio extremo de más de 50 años de trabajo y este freno que puso la pandemia nos ohizo tener tiempo para pensar. La decisión principal tiene que ver con un cambio de vida. Desde chiquito le di la vida a esta actividad”, explican los Blanco, entre los aplausos de los últimos clientes que se acercaron a saborear las últimas porciones.
La renovación de un clásico
La idea de Gonzalo es mantener a rajatabla la estética de la Burgio original. Para eso, le pidió a los vecinos que le mandaran fotos familiares en el local para poder rastrear y replicar lo máximo posible el pequeño mundo de azulejos y venecitas de colores tradicionales. Así, Louro restauro las paredes multicolores características del local, que hoy podrán ser el fondo de para las fotos que los millenials suban a su Instagram o TikTok. “Vamos a poner un cartel igual en la parte superior del mostrador principal -contó Louro-. Tenemos las imágenes y salvo la publicidad de cerveza que va a cambiar, después lo hicimos hacer con el mismo material que el original que era de la década del 50. Como ya no se hacen estos carteles, hubo que volver a fabricar la matriz especialmente.
Louro confía en tres claves para que Burgio vuelva a enamorar al barrio. “La pizza al corte, las empanadas fritas y el horno a leña. Con ese trío me aseguro que los clientes vuelvan a sentir el aroma de la pizzería que tanto recuerdan”, resaltó Gonzalo. Pero eso no es todo, para darle su impronta dentro de lo clásico, Louro agregará café, helado, churros.
El emprendedor, además, mantendrá al último maestro pizero de Burgio y le agregará otros cocineros que tentó de otras pizzerías tradicionales. Así, Luis Rosa, con 12 años frente a los hornos del local, estará en la zona de corte del mostrador para que los clientes vean una cara conocida.
Todo desde la pizza, hasta los postres se elaborarán en el local. Louro compró una máquina italiana de helado y hasta evalúa hacer su propia salsa de tomate para mejorar el sabor.
Para poner a punto los dos hornos con los que cuenta Burgio, Louro contrató a los mejores. Walter Cossalter, de 83 años, y su hijo Sebastián se encargaron de calibrar al máximo los espacios que no se apagarán en ningún momento una vez que reabra el local. Los Cossalter fueron los encargados de construir los hornos de las clásicas pizzerías porteñas.
En diálogo con Infobae, Louro explicó que “La idea es no innovar demasiado. Ofrecer lo que la pizzería le daba al barrio y a las personas que están de paso por la avenida Cabildo. La parte de adelante del local en la que se come de parado tiene que ser una extensión de la calle. Que la gente entre, compre una porción y pueda seguir su camino”.
Al costado como casi todas las pizzerías tradicionales está el salón con las mesas para las reuniones familiares y de amigos. “Sé que este era un punto de reunión para los que salían de los cines de Belgrano y también para los que iban o volvían de la cancha de River. La idea es darle la misma atención para que vuelvan a llenar los salones”, se entusiasmó el joven emprendedor.
La expectativa del barrio
Mientras Louro charlaba con Infobae, fue interrumpido casi una decena de veces por vecinos que abrían la puerta de la pizzería para curiosear. “¿Cuándo abre?”, “Sigue el mismo pizero?” o “Los felicito ya tengo ganas de volver”, son algunas de las frases que Gonzalo contesta con una sonrisa. “Creo que la expectativa es muy alta, casi como el debut de Argentina en el Mundial de Qatar”, se sonríe Gonzalo nervioso.
“Mucha gente pasó momentos inolvidables entre las venecitas de Burgio. Eso pesa a la hora de mantener la estética y los sabores del lugar para intentar darle experiencias similares a todos los que vengan”, explicó el joven gastronómico.
Para su reapertura a Burgio solo le falta el cartel sobre la puerta. Para eso, el emprendedor pensó también en mantener la estética clásica de las pizzerías porteñas. “Será un clásico cartel de neón como tuvo el local hasta comienzos del siglo XXI. En ese momento, se cambió por la publicidad de una gaseosa. Pero la idea es volver a a las fuentes para que el neón vuelva a iluminar Cabildo”, explicó Louro.
Es más, desde el grupo de Facebook que reúne a unos 1.000 fanáticos de Burgio ya planean como será la reapertura. “Tenemos que ir todos en patota el primer día y copar nuestra pizzería. Tiene que ser un día de alegría total”, escribió uno de los miembros y recibió cientos de likes.
Los vecinos pasan y saludan a los albañiles como si estuvieran arreglando el living de su propia casa. Otros, lo entretienen a Lauro con el día en que comieron pizza en familia después de ver Star Wars en un cine de la avenida Cabildo o le recuerdan el olor a especias y hasta le pide que mantenga las viejas servilletas que se impregnaban de aceite con la mozzarella caliente. Así, con el objetivo de poder replicar todas esas sensaciones de los porteños que visitaron el local en sus 90 años de historia, Louro buscará que la resurrección de Burgio mantenga viva las llamas de los hornos que tanto esperan los vecinos de Belgrano.
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