“Trabajamos en un clima de mucha dedicación, durante nueve meses, casi un parto, porque empezamos a reunirnos en diciembre del 83 y presentamos el Informe en septiembre del 84. Fue un trabajo sombrío, pero de un valor incalculable en términos históricos”, recordaría muchos años después Magdalena Ruiz Guiñazú la labor que llevó adelante en la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep).
Habían pasado apenas cinco días desde la asunción de Raúl Alfonsín y del final de la dictadura más sangrienta de la historia argentina cuando, el 15 de diciembre de 1983, el presidente de la democracia recuperada creó la Conadep con el objetivo de investigar las violaciones de derechos humanos, particularmente la desaparición de personas, perpetradas por el Estado Terrorista instaurado con el golpe del 24 de marzo de 1976.
La prestigiosa periodista fue una de las convocados para integrar la Comisión que –presidida por Ernesto Sábato- recibió miles de declaraciones y testimonios, y verificó la existencia de cientos de lugares clandestinos de detención en todo el país. Toda esa información fue volcada en el informe “Nunca Más”, y fue utilizada como prueba en el histórico Juicio a las Juntas Militares.
Que Alfonsín convocar a Magdalena para participar de la Conadep no fue un acto sin fundamento. Por el contrario, la periodista venía denunciando desde hacía tiempo las violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura. Se recuerda especialmente junto con otra colega, Mónica Cahen D´Anvers –por entonces conductora de Telenoche– interrogaron sin guardarse nada al ministro del Interior de Jorge Rafael Videla, el general Albano Harguindeguy, sobre las desapariciones cuando casi nadie se atrevía a plantear el tema en los medios de comunicación.
Desde su programa de radio, Magdalena fue la primera periodista en entrevistar a una Madre de Plaza de Mayo. “Siempre recordamos con mucho afecto que usted como mujer fue la primera que habló de las Madres por la radio. Eso no lo olvidamos nunca”, le dijo una vez Hebe de Bonafini.
En la Conadep, Ruiz Guiñazú trabajó incansablemente, soportando el impacto emocional de los testimonios que iba recogiendo. “Nos reuníamos los martes, durante todo el día, desde la mañana hasta bien entrada la tarde o la noche. Ernesto (Sábato) presidía las reuniones. Fue una experiencia muy terrible porque, literalmente, implicó un descenso a los infiernos del alma humana, como definió el propio Sabato: ‘Esto, realmente, es la oscuridad del infierno’. Nos tocaba dar cuenta nada menos que de los horrores de la dictadura”, relató Ruiz Guiñazú, recordando el clima de aquellas reuniones.
Durante 280 días, la comisión recorrió todo el país en busca de testimonios de sobrevivientes, de familiares, de represores y de los edificios utilizados como centros clandestinos de detención.
Con esa información realizó un inventario de todas las desapariciones denunciadas y de todos los centros clandestinos, contrastando los relatos con la arquitectura de los edificios, tarea realizada muchas veces con la presencia de los mismos sobrevivientes. También se confeccionaron mapas, se clasificaron los relatos y se reconstruyó detalladamente el modo de operar del terrorismo de Estado.
La Conadep entregó sus conclusiones el 20 de septiembre de 1984, en un informe entre cuyos hitos se encuentra haber demostrado por primera vez el carácter sistemático y masivo de la represión militar.
Las pruebas incluyeron la verificación de 340 centros clandestinos de detención, acumularon más de 7000 archivos en 50 mil páginas, una lista parcial de 8960 personas desaparecidas y fueron la base del Juicio a las Juntas de 1985.
Haber participado de la Conadep fue siempre motivo de orgullo para Magdalena Ruiz Guiñazú. Consideraba que el informe que elaboró la comisión era una radiografía cabal de una de las etapas más siniestras de la historia del país.
“Yo creo que fue el relato definitivo de lo que había ocurrido durante la dictadura, un aporte invaluable, que además dejó huellas profundas en las vidas de todos nosotros. Ninguno de los datos que se publican en el Nunca Más ha dejado de ser chequeado, absolutamente todo eso que está ahí ocurrió y es escalofriante, un auténtico descenso a los infiernos: ninguno de los que estábamos en la comisión -y, me atrevo a decir, de los lectores- imaginaba los niveles que puede alcanzar la perversidad humana hasta leer ese libro”, lo definió.
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