De chico, Pablo Vidal fue a un colegio católico, el Manuel Belgrano de los Hermanos Maristas. Iba a los campamentos y participaba de las misiones. En un momento se planteó “hacer eso todos los días de mi vida”. La escuela estaba en Belgrano. Aquel mundo y su propio entorno no tenían nada que ver con el lugar donde vive ahora, a los 35 años: la parroquia San José del Barrio 17 de Marzo en la localidad de Isidro Casanova, partido de La Matanza, a cuatro cuadras de la avenida Crovara. Enfrente, cruzando la calle nomás, está Puerta de Hierro, uno de los asentamientos más peligrosos del conurbano.
Así, cuando salió del secundario comenzó a transitar las parroquias de las villas de emergencias. Sobre todo la de Caacupé, en la Villa 21-24, donde estaba el Padre Pepe y hoy se encuentra el Padre Toto. “Creo que siempre tuve sensibilidad social. A mi me conmovió muchísimo cuando amenazaron al Padre Pepe en el año 2008. Poco antes, los curas villeros habían sacado un documento llamado ‘La droga, despenalizada de hecho’. Movilizó mucho a la sociedad. Bergoglio la mandó a leer a todas las parroquias. Yo estaba en San Ambrosio y el cura, cuando terminó la misa, lo hizo leer. Son los dolores que están en carne viva en los barrios de nuestro país”.
Por entonces, se unió a La Familia Grande del Hogar de Cristo, una organización que se dedica al rescate de los adictos, funciona dentro de la órbita de Cáritas y tiene 21 sedes. Su fecha de nacimiento se encuentra ese mismo año que amenazaron al Padre Pepe en la parroquia de Caacupé. Según Pablo, son “una respuesta de la Iglesia Católica, como las dio históricamente. Donde hay hambre abre un comedor, donde hay problemas educativos, se refuerza con clases de apoyo. Y el desafío de esta época son las adicciones. Ese año se abrió el primer lugar en Barracas. Fue un inicio que marcó nuestra historia. Estaba el Padre Pepe y Bergoglio. Fue el jueves santo y lavó los pies. Francisco y su magisterio están unidos en ese gesto inicial”
En ese momento, el hoy Papa Francisco -a quien vio pero pero con quien jamás habló- les dijo dos frases que Pablo rescata: “Recibir la vida como viene” y “cuerpo a cuerpo”. La última, señala, “es muy lindo todo esto, pero es cuerpo a cuerpo, es un método artesanal en el que hay que estar”. Y el primero porque “el Estado se centralizó y se volvió especialista en temáticas. Entonces cuando el pibe va con un problema de salud, pero además tiene un problema de adicciones, de vivienda y de educación, lo mandan a distintos lugares y se les vuelve una telaraña imposible de atravesar. En ese momento, si era mujer y tenía hijos, nadie los recibía, si era menor tampoco. Acá se recibe a todos y para todos los aspectos de la vida. Nosotros acá festejamos casamientos, fiestas de 15, incluso cuando fallecen los acompañamos en el velatorio”.
Vidal, hoy, es el Coordinador de Desarrollo Humano Integral de Cáritas, y uno de los referentes de los Hogares de Cristo. Pero no siguió la vocación sacerdotal. “Es una pregunta que me hice, pero me di cuenta que mi aporte era por el lado del laicado y de mi profesión de enfermero y mi estudio, porque soy psicólogo. Y sentía que mi vocación iba más al trabajo de los Hogares de Cristo y la asistencia a los más rotos que, por ejemplo, a dar catequesis”.
Un mechón de pelo le cae desordenado sobre la frente y juega en forma permanente con su barba. Habla en una pequeña mesita de la sacristía del párroco de San José, el padre Tano Angelotti. Hay fotos del cura anterior de la zona, el padre Bacchi, que estaba a 15 cuadras, en Villa Palito y murió de COVID en el 2020. Una camiseta de Bolívar. Una Virgen de Luján. Y dentro del templo, las paredes tienen coloridas pinturas hechas por el centro cultural Cruz del Sur. “Es un lugar que tiene muchos dolores, pero donde más se vive la alegría de organizarse y trabajar desde la Fe. Es una comunidad muy activa”, asegura.
A metros del altar hay otras dos imágenes de la Virgen de Luján y una cruz. Serán llevados hoy al Luna Park, cuando se lance, con una misa que celebrará Monseñor Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal, una gran peregrinación por todo el país que arrancará en octubre y culminará en marzo de 2023 para celebrar los 15 años de los hogares de Cristo y los 10 del papado de Francisco. Desde Buenos Aires partirá un micro con 60 varones y mujeres de los hogares de Cristo que se recuperaron de las adicciones. “La idea es encontrarnos. La idea es ‘María nos visita y nos abraza’. E irá acompañado por nuestro lema, que es ‘Ni un pibe menos por la droga’. Uno cuando ve la televisión y mira las preocupaciones, ve la inflación, el dólar, pero nunca las adicciones. Y si preguntás en el barrio, va a estar siempre entre los dos primeros problemas. No sé, será que acá nunca vienen a preguntar. Queremos salir a sensibilizar a la sociedad, como una caravana de la esperanza”, señala Vidal.
En la parroquia San José funciona una escuela, un polideportivo, un comedor y una casa social de Cáritas. “Es un lugar que estaba muy abandonado por la Iglesia y el Estado. Todos nos tenemos que hacer responsables. Ahora la zona tiene vida. Hay una Fe que motoriza, que da esperanza”, señala.
Sin embargo, la sombra de las adicciones abarca todo. “Es algo de la época. No se puede entender el problema del consumo por fuera de la cultura consumista. Y allí entran las drogas. En los últimos años creció muchísimo. Yo trabajo en Cáritas Argentinas, en el área que se abrió precisamente para atender ese problema. Viajé por todas las provincias y es una realidad impresionante, que invadió todo”.
Vidal cuenta que se sorprendió encontrar problemas de adicciones y droga hasta el pueblos pequeños y comunidades como la wichi y otros pueblos originarios, que se suponían a salvo del flagelo. “Vos decís, ‘¿cómo llegó hasta acá?’. Pero hay un documento muy bueno que tendrá unos 15 años, el de Aparecida, donde los obispos de América Latina dicen que la droga es como una mancha de aceite en el agua que invade todo. Y que las drogas son una pandemia, una palabra que en ese momento no se entendía bien, pero ahora conocemos”
-¿La pandemia de COVID lo agudizó?
-Hubo trabajos de Sedronar y otros institutos donde se ve que se incrementó el consumo de drogas y alcohol. Eso habla que ante un momento tan angustiante funcionan para taparlas. Y también por la soledad. Nosotros estamos llenos de estadísticas de desempleados, de chicos que desertan de las escuelas, de falta de vivienda, pero hay una que falta y es dolorosa: las personas que se sienten solas.Te dicen que no tienen amigos, que nadie les pregunta cómo están.
-Las drogas también aislan.
-Exacto. Van cortando los lazos con la familia, los amigos, el trabajo. El gran desafío es restablecer el primer lazo, que es el de la confianza, integrarlos. A Los Hogares de Cristo, los chicos los llaman “La familia grande”, porque es como una familia sustituta, donde se festeja con ellos, se los acompaña al hospital, si están presos se los visita, es una red de contención. Y ni hablar que es un gran desafío, porque se nos hace un gran cuello de botella cuando se recuperan y no consiguen un trabajo. Ahí se empantana todo y se frustran.
-¿El gran problema es el paco en estos barrios?
-Son todas las drogas. El paco es como la explosión de la marginalidad, digamos. Es una droga muy fuerte que genera una adicción muy fuerte y difícil de romper y un rápido deterioro. Lo que muchos piensan es que es la droga más barata, y lo es hasta ahí, es medio falaz eso, porque los chicos y las chicas consumen muchas dosis y gastan mucha plata. Pero hay otro gran problema, y es el alcohol. No se lo ve como algo tan malo, pero genera una adherencia en el cuerpo y en la persona. Te diría que es más difícil recuperar al alcohólico que al que consume paco.
-¿Son conscientes del consumo?
-Si, se dan cuenta enseguida que se ven mal. Se notan cómo tienen las manos, el cuerpo… Es algo que conmueve. Cuando salimos a repartir mate cocido o comida a la noche y los ves justo cuando van a consumir te piden perdón. Les da vergüenza y sienten que te están fallando. Lo que sucede es muy paradojal. Ellos consumen porque sienten que su vida está jugada. Pero cuando logran salir del consumo, son los primeros en hacer el bien. Eso lo vimos muy fuerte en la pandemia. Los primeros días estábamos todos asustados, pero la parroquia quería seguir dando la comida, yendo a buscar a los abuelos que estaban solos. Y los primeros que se pusieron al frente fueron los chicos y las chicas recuperados. Fueron los verdaderos protagonistas. A mi me emocionó mucho.
Pablo no quiere hacer nombres, pero recuerda en especial a un chico que llegó hace unos años muy sucio a la puerta de la parroquia. Como dice él, “muy, muy, muy roto”. Pero lo recibieron en la puerta otros chicos y le dieron un abrazo sin preguntarle ni el nombre. “‘Vamos a bañarte que nos tenemos que sentar a comer’”, le dijeron. Esas cosas los descoloca, porque en la calle viven mucha violencia, sea entre ellos, o con la policía, con los vecinos… ¿viste que nadie los mira a los ojos? Y ese chico fue haciendo un camino muy lindo, con sus idas y vueltas al consumo, sus bloopers. Pero hoy tiene una profunda fe y convicción misionera, es muy religioso”.
El Hogar de Cristo llevó adelante un estudio donde midieron el impacto de las adicciones a sustancias psicoactivas en un contexto de exclusión. Fue hecho en una población de 300 personas en sus 21 sedes. Las conclusiones fueron dramáticas. Por ejemplo, antes de empezar a consumir, un 20% de ese universo consultado tenía problemas de vivienda. Luego de hacerlo, la cifra llegó al 47%. Y el 40% terminaron en la calle o en un parador. Del mismo modo, el 50% que tenía problemas con la ley antes del consumo, cuando lo hizo trepó al 80%. Más de la mitad terminó tras las rejas. Se triplicó la presencia de enfermedades como el HIV y la tuberculosis.
Una de las dificultades que tienen es la carrera desigual que disputan con dealers y organizaciones de venta de drogas. “En general, nosotros decimos que las drogas son el camino de las 3 ‘C’: la calle, el cementerio y la cárcel. Y tenemos que llegar primero con las otras tres ‘C’ de la vida, que son los clubes, las capillas y el colegio. Parece una frase trillada, pero es lo que debemos intentar siempre, que los adolescentes tengan antes una pelota y un libro que un arma y la droga. A veces es una carrera y un gran desafío llegar antes, pero si caen, también como hacer para levantarlos rápido”.
Los hogares de Cristo se solventan a través de Cáritas, que es lo mismo que decir la Iglesia Católica, la Sedronar a nivel nacional, con un programa de financiación, y convenios provinciales, municipales y donaciones particulares. “Las adicciones atraviesan a toda la sociedad: política, sindicatos, cualquier barrio tiene estos problemas. Y lo nuestro genera una esperanza, así que vienen a colaborar. Por ejemplo, un Centro de Salud viene a revisar a los chicos una vez por semana”. Para él, separación de la Iglesia del Estado, como plantean muchos sectores de la sociedad, sería un golpe a la economía de éste y otros lugares similares. “Los que dicen eso no conocen la experiencia que hacemos en los barrios. En temas de adicciones, como otros, estamos pasando a un nuevo paradigma de época. Se necesita un trabajo muy articulado entre el Estado y las organizaciones como la Iglesia, los comedores o las ONG. Los que dicen eso piensan que están financiando al cura para dar la misa. Acá se financia un polideportivo, un comedor, un espacio para tratar adicciones, que no puede resolver el Estado solo. Aún con los mejores profesionales recibidos en las mejores universidades, si la comunidad no los abraza, va a fracasar. Muchas veces se escucha que estos pibes están perdidos y no es así. Es un camino lento, pero nosotros sabemos que pueden salir”.
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