No imaginó que una simple posibilidad se hiciera realidad. Con 25 años, Luciana Aguilar Rivas ganó una beca de trabajo como asistente de idioma español para chicos de entre 15 y 18 años en tres escuelas de la pintoresca ciudad de Nancy, en Francia.
Estar allí es su sueño desde que tiene 5 años. Lo recuerda bien: miraba la película Manuelita, del genial Manuel García Ferré, estrenada en 1999. Los ojos de Luciana se abrieron grandes cuando la famosa tortuga llegó a Paris. Pero lo que sus oídos escucharon fue aún más sorprendente para la pequeña de 5 años, nacida en Gualeguaychú, Entre Ríos. “Je sui François”, decía el personaje Coco Liche (que representa a Coco Chanel). La secuencia siguió con diálogos que imitaban el acento galo en palabras castellanas. Eso sorprendió a la nena y comenzó a hablar igual. Le preguntó a su papá cuál era ese idioma y éste le contó. En ese momento no solo aprendió la palabra “francés” sino que, admite 20 años más tarde, supo que esa lengua estaría para siempre ligada a su vida.
“Todo lo decía con acento francés”, confía entre risas ahora desde su vivienda en Concepción del Uruguay, municipio entrerriano en donde vive desde los 18 años. “A los 15 años, mis papás hicieron el esfuerzo de pagarme clases en el instituto para estudiar francés y ahí comencé con todo”, dice y cuenta que en su ciudad es “más común de lo que se piensa tener clases del idioma en la escuela, incluso desde el jardín”.
Estudió el idioma y también la historia, geografía y costumbres de Francia. Pero no existía allí la posibilidad de cursar ni el profesorado de francés ni el traductorado. “A los 18 años dejé mi casa, a mis papás y me mudé sola a otra ciudad para cursar las dos carreras en paralelo en la Universidad Autónoma de Entre Ríos. Me causó todo lo que puede causar tomar una decisión de esa magnitud a esa edad, pero a la vez estaba feliz por poder empezar a cumplir mi sueño”, recuerda. Hasta ese momento, su deseo era trabajar dando clases del idioma y traducirlo cuando tuviera la oportunidad, no sabía que la buena suerte tocaría su puerta siete años más tarde.
En diciembre de 2021, la universidad le dio la oportunidad de presentarse a una beca de trabajo. “Pasé diferente etapas como entrevistas en francés y español, y en enero me avisaron que fui seleccionada. Mi contrato de trabajo empieza el 1° de octubre y tiene una duración de 7 meses. También me postulé para otra beca que cubría el pasaje completo ida y vuelta, y que era solo para alumnos avanzados del profesorado del francés, quedamos quince seleccionados en toda Argentina, pero en julio supe que recibiría una ayuda económica que no llega a cubrir la mitad de un pasaje de ida”, agrega.
Entonces comenzó a buscar las mil maneras para ahorrar y costear el resto del pasaje de ida, el de vuelta y el primer mes de estadía en Nancy: vendió tortas, tortas fritas, agua caliente y delicias saladas para acompañar el mate en ferias y en la Costanera de Gualeguaychú, y también preparó rifas cuyo premio eran distintos comestibles.
Según sus cálculos, para los pasajes necesita alrededor de $400 mil (la ida y vuelta sin escalas por Air France cuesta $ 412.232) y mil euros para vivir un mes en Francia. “Es el dinero que debo llevar para pasar octubre, ya en noviembre habré cobrado mi primer sueldo de la beca”, anticipa.
“Ya no curso porque me quedan dar tres finales y estoy terminando las prácticas para finalizar el traductorado. Desde la pandemia, me aboqué a trabajar y doy clases particulares de francés; es un idioma que tiene salida laboral y como necesito el dinero más que nunca, no paro de trabajar”, cuenta.
Su trabajo, dice, supera lo soñado. “Trabajaré en tres escuelas con adolescentes de entre 15 y 18 años. Seré asistente de las profesoras de español, pero no me ocuparé de lo gramatical sino de enseñar nuestra cultura y el castellano que se habla en Argentina. Mi idea es también abrir el horizonte y mostrar que el español no es solo el de España. Para ellos es bueno conocer sobre nuestra cultura”, dice entusiasmada la mujer que el 27 de septiembre dejará en micro Entre Ríos y tomará en Ezeiza el vuelo a París.
Si bien aún no sabe cómo serán esos cursos (porque todavía no comenzaron las clases y no tiene información detallada), prepara la presentación que hará de su historia y de su ciudad. Luciana siente una mezcla de emociones porque no solo está a un paso de viajar al lugar de sus sueños sino que esta será la primera vez que suba a un avión.
“Conocer Francia es mi mayor deseo. Es un lugar que desde que vi Manuelita lo estudio y, no sé por qué, me toca el corazón, lo pienso y me apasiona. Con la mano en el corazón y lejos de todo ego, pero estoy muy orgullosa de haberlo logrado y que sea de esta manera”, admite.
Mientras cuenta sus sensaciones se piensa en el lugar y se pone nerviosa y feliz a la vez. Aunque se va sola, la tranquiliza saber que allí están algunas amigas que también viajaron becadas y lograron mantener un empleo en distintos colegios. “No están todas en las mismas ciudades, pero espero poder coordinar para vernos. Ya estoy organizando todo lo que quiero conocer, como Alemania, que está ahí nomás”, se entusiasma.
En estos días, sus futuras compañeras de trabajo están colaborando con la búsqueda de un lugar donde vivir. “Allá las personas se manejan con mucha amabilidad y corrección, pero no tienen la confianza que tenemos acá como para invitar a una desconocida a la casa, pero con todo lo que me están ayudando es suficiente. Me dicen que me están esperando con muchas ganas de conocerme y yo miro al cielo y le doy gracias a Dios por todo esto”, finaliza.
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