Flechas, ojos, un perro y hasta dientes: los atributos de los Santos que surgieron de un libro fantástico

En la Edad Media, el religioso Jacoppo della Voragine escribió Legenda Aurea, un volumen de 184 capítulos donde ideó las características únicas de cada santo cristiano. A falta de fotografías, era la única manera en que podían ser reconocidos por los fieles. Qué significado tiene cada uno

San Pedro tiene llaves como atributo. San Sebastián, las flechas. Santa Lucía, dos ojos sobre una bandeja. Y San Roque, un perro a sus pies

Para la mayoría de los católicos, ortodoxos, luteranos, anglicanos y episcopalianos, los santos son reconocidos por los llamados “atributos”. ¿Qué son? Los rasgos distintivos en vestimenta, colores u objetos con los cuales se reconoce la actividad que realizaba en vida o el instrumento del martirio o el martirio que sufrió. Por ejemplo: El perrito de San Roque, la bandeja de ojos de Santa Lucía, las espigas de San Cayetano (atributo sólo argentino para el santo), el hábito de franciscano y el Niño Dios a San Antonio de Padua, las llaves de San Pedro, la espada de San Pablo, y muchos más. Son lo que los hacen reconocibles aún ante los no practicantes del cristianismo. En la antigüedad, esto era necesario para reconocer a cada imagen del santo o santa en cuestión. No se había inventado la fotografía, por tanto los detalles físicos se perdían -salvo alguna clara descripción en sus biografías- y había que recrear la imagen del santo para poder presentarlo a la devoción e imitación de sus virtudes ante los fieles.

La gran mayoría de estos atributos se toman de un libro cuyo título es “Legenda aurea” (”Leyenda Dorada”), una compilación de relatos hagiográficos reunida por el dominico Fray Jacopo della Voragine, quien fue arzobispo de Génova a mediados del siglo XIII. Titulado inicialmente “Legenda sanctorum”, fue uno de los libros más copiados durante la baja Edad Media y aún hoy existen más de un millar de ejemplares manuscritos.

Hoy en día, la “hagiografía” se separa de las biografías, porque si bien antes era la historia de los santos (del griego: ἅγιος, «santo», y γραφή, «escritura»), hoy, cuando nos referimos a la hagiografía de un santo, se entiende como la leyenda que se tejió en torno a la vida del santo para ensalzar sus virtudes y su cercanía a Dios.

Por lo mismo estaban dotados de dones extraordinarios. Por ejemplo volaban, caminaban sobre el agua, hablaban después de muertos y otros prodigios. Podríamos decir que la hagiografía es a la biografía lo que la astrología es a la astronomía.

Jacoppo Della Voragine, el autor de Legenda Aurea (Leyenda Dorada), el libro que recopila los atributos de los santos y santas

¿Quién era fray Jacopo della Voragine? Fue un sacerdote perteneciente a la orden de los predicadores (dominicos) nacido en Casanuova da Varazzo alrededor de 1228 o 1230 y muerto en julio de 1298. Estudió en Colonia, fue prior en los conventos de Génova, Asti y Lombardía. Nombrado arzobispo en Génova, participó de varias misiones semi-diplomáticas y ejerció la autoridad feudal en San Remo gracias a su condición de arzobispo. Asimismo, gobernó varias iglesias en el Levante. Aprovechando su cargo de arzobispo fue activo en las reformas del clero e intervino para establecer la paz entre güelfos y gibelinos. También transfirió el gobierno de San Remo a la autoridad civil. Beatificado por Pío VII en 1816, se le recuerda en Liguria como promotor de la paz.

La obra de Jacopo “Legenda aurea” está compuesta por 182 capítulos, divididos en cinco apartados de acuerdo con el año litúrgico: de Adviento a la Navidad, de Navidad a Septuagésima, de Septuagésima a Pascua, de Pascua a la Pctava de pentecostés, y de la Octava de pentecostés de nuevo al Adviento. El libro fue escrito con la intención de propiciar la religiosidad popular, y en verdad cumplió su propósito muy bien, aunque a costa de la verosimilitud y la fidelidad histórica.

En torno a cada santo o fiesta descripta, Jacopo rodeó la biografía del santo o santa con relatos extraordinarios que eran muy atrayentes para los lectores de la época, pero carecían de realidad. Hay que tener en cuenta que el sentido medieval de la historia es muy distinto al sentido de los relatos de la historia en nuestro tiempo. De muchas historias no hay fuente comprobada y no existe sentido crítico alguno sobre los hechos, acumulados de forma heterogénea y sin discernimiento.

No obstante, el prestigio de la obra fue inmenso entre los artistas, quienes utilizaron sus narraciones para pintar y esculpir escenas devotas a lo largo de la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco. De allí que reconocemos a muchos santos por los atributos que Jacopo della Voragine le otorga en su libro.

Dos páginas de Legenda Aurea, de Jacopo Della Voragine (Sailko)

Dicho libro fue un Best-seller para su época y con la invención de la imprenta fue rápidamente traducido al francés, alemán, inglés, italiano, holandés y español: hubo más de cien ediciones y traducciones del original. Por ejemplo, de este libro surgen los atributos de algunos santos muy famosos y venerados hasta hoy día como ser: el desollamiento y la piel del apóstol San Bartolomé, las flechas al cuerpo de San Sebastián Mártir y San Jorge lanceando al dragón.

Tras el concilio de Trento estas leyendas piadosas quedaron profundamente desacreditadas y tuvieron que someterse a un control histórico más fiel. Pero para la tradición popular, los atributos habían quedado según la iconografía que Jacopo otorgó a muchos santos.

Para las iglesias de Oriente, que no poseen esculturas de bulto sino los llamados “íconos” -es decir pinturas-, los santos y santas también poseen sus atributos, que muchas veces coincide con los de la iglesia de Roma pero otras es diferente. La diferencia entre las esculturas de la iglesia de Roma y los íconos es que estos últimos siempre deben tener la mención de las festividades litúrgicas que representan (la Navidad, la visita de los Magos, la Resurrección, etc.) o el nombre del santo o santa, lo que lo hace más identificable a simple vista. En cambio, muchas veces las esculturas de los santos de la iglesia latina no poseen ninguna inscripción y por eso deben ser reconocidos por los atributos.

Los atributos más reconocidos son:

El Báculo pastoral y la mitra que se encuentran junto a los obispos santos. El Libro, preferentemente junto a evangelistas y doctores de la Iglesia. El Cáliz que acompaña a las imágenes de los sacerdotes. La Maqueta de iglesia que se encuentra con los donadores de las iglesias. La Cruz que acompaña a los seguidores religiosos, sobre todo a los miembros de una orden. La Corona, que implica la descendencia noble o la recompensa divina, aplicada sobre todo a mártires virginales en este contexto. La Lanza, arma que acompaña a los soldados santos. El Lirio, que simboliza la virginidad. La Palma o rama de palmera, símbolo de la victoria sobre el mundo por el martirio. El Rosario, que simboliza la admiración de María. La Calavera, representación del rechazo del placer de vivir y símbolo de los penitentes y ermitaños.

En otras ocasiones poseen el instrumento de su martirio o la parte del cuerpo que fue punto de su tortura: la lanza de san judas Tadeo, los ojos de santa Lucia, los senos de santa Águeda, los dientes de santa Apolonia, la cruz en forma de X de san Andrés, y otros.

Plaza de San Pedro, en el Vaticano. A la derecha, parte de la Columnata de Bernini. Sobre la fachada de la Basílica se ven las imágenes de 11 apóstoles (excepto San Pablo), San Juan Bautista y Cristo. En el centro, un obelisco egipcio llevado a Roma por Calígula, que hoy corona una cruz (Getty Images)

No obstante, hay un lugar en donde se ven plasmados una gran cantidad de santos a la vista de todos, y pocos saben quiénes son: es la columnata de Bernini en la plaza de San Pedro en el Vaticano. Cuando Bernini la concibió, puso sobre cada columna, a forma de culminación, la escultura de santos que, en esa época, eran muy fáciles de reconocer. Hoy en día, salvo algunos, la gran mayoría de los 140 santos son irreconocibles.

Cada cual poseía un orden de acuerdo a su festividad y tiempo en el cual se celebraba su memoria, pero al cambiar el calendario litúrgico, luego de la reforma del Concilio Vaticano II, el orden en el cual los ubicó Bernini ha quedado desfasado.

Y en la fachada de la basílica se encuentran once de los apóstoles (excepto san Pedro), san Juan Bautista y, en el centro, Cristo. San pedro y San Pablo, poseen sus esculturas en la misma plaza, sobre pedestales.

Hoy en día, a pesar que los beatos y santos poseen fotografías, igualmente se le agrega algún atributo, para hacer más fácil la identificación de cuál era su trabajo o la labor que desempeñaba en alguna institución.

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