“Busquemos a alguien, pero que no sea inglés”, indicó el presidente Domingo Faustino Sarmiento. El ferrocarril estaba en sus inicios, con un tendido a todo trapo por los británicos y nuestro país tenía planes estratégicos a desarrollar en el norte. Se buscó en Europa a la persona adecuada y al parecer alguien en la embajada argentina en Francia dio el nombre de la persona perfecta para ese trabajo. Se llamaba Josep Heinrich Theodor Rauch, era un ingeniero alemán formado en la Universidad de Múnich y rechazó una oferta que tenía en Nueva York para viajar hacia la Argentina y aceptar el desafío.
Cuando llegó se lo nombró asesor de la Presidencia en ferrocarriles y se le encomendó, en un contrato de confidencialidad, estudiar y proyectar una traza ferroviaria de carga, tanto comercial como militar, entre Salta y un lugar a designarse según un acuerdo reservado firmado con Bolivia. Comenzaba la presidencia de Nicolás Avellaneda, quien sucedía a Sarmiento.
Esos fueron los inicios del alemán Rauch en nuestro país, cuyos descendientes están haciendo lo imposible por rescatarlo del olvido. Infobae dialogó con dos de sus bisnietos, el abogado Federico Rauch y el médico obstetra Enrique José Rauch quienes, a lo largo de los años, recopilaron un rico material para demostrar que este alemán hizo mucho más de lo que realmente se cree.
Al parecer, el protagonista de esta historia, nacido por 1845 o 1846 en Bissingen, Alemania, se formó como ingeniero a la par que surgía el ferrocarril en Europa. Había trabajado para los ingleses en el tendido de líneas férreas y sus descendientes aventuran que habría intervenido en un ramal que iba a Venecia y otro que uniría a Helsinki con Leningrado. ¿Participó en la guerra franco prusiana de 1871? Una de las tantas preguntas que esperan respuesta.
Fue contratado por el gobierno argentino cuando se había llegado a un acuerdo con Bolivia para explotar un corredor que terminaba en el Pacífico, cuando aún el país vecino no había perdido la salida al mar. Y su sueldo era elevado para la época, pagado en oro.
Para entonces, en Argentina los trenes habían llegado a Córdoba y estaba proyectada la traza entre esa ciudad y Tucumán y entre ésta y Salta. Vivió un tiempo en Buenos Aires y luego viajó a Salta. En la inauguración de la estación local del ferrocarril, quedó encandilado de Celina, una chica muy bonita de unos 22 años, que resultó ser una de las hijas, que aún permanecía soltera, de Mariano Zorreguieta, un político e historiador muy conocido en la provincia.
No le fue sencillo casarse. A pesar de ser católico, debió solicitar el permiso correspondiente al obispo local, que pasó el caso al fiscal eclesiástico. Como Rauch vio que el proceso iba para largo -el expediente que atesora la familia consta de 120 fojas- encontró la solución: nueve meses después de iniciado el trámite, en una carta que mandó a las autoridades de la iglesia, si bien se quejaba por la demora en la autorización del enlace, anunció su intención de realizar un donativo de 1500 pesos. Su “generosidad” destrabó la cuestión. En noviembre de 1884 se casaron en la Basílica Menor San Francisco, que en la ciudad todos conocen como “La Colorada”, por el color de su fachada.
Enseguida Rauch -un hombre corpulento, alto, rubio y de ojos claros- se ganó el respeto de la sociedad local por su seriedad e inteligencia. Vivió en la casa de su suegro, una importante propiedad que ocupaba casi toda la cuadra frente a la Basílica Menor San Francisco, donde ahora se levanta un hotel. Además, pasaba tiempo en una finca que poseía en La Calderilla, un paraje ubicado al norte del Valle de Lerma, que pasó a la historia porque en ese lugar se encontraron Manuel Belgrano y Martín Miguel de Güemes.
Hay un detalle curioso en su historia: se lo considera el introductor, en Salta, de la costumbre de decorar un pino para celebrar la Navidad.
En febrero de 1886 le anunció a su esposa que debía partir a un trabajo que le habían encargado, pero como era confidencial no le aclaró de qué se trataba. Su misión fue la de estudiar una traza de una línea ferroviaria entre Salta y Antofagasta. Estuvo ausente del hogar un año y dos meses.
Trabajó estrechamente en materia ferroviaria con el gobernador salteño coronel Juan Solá, quien era un firme impulsor del desarrollo ferroviario andino que conectara el puerto de Buenos Aires con otros en el Pacífico, en sintonía con el entonces presidente Nicolás Avellaneda, quien dijo en oportunidad de la llegada de los rieles del Central Norte Argentino a Tucumán: “El primero y grande esfuerzo está realizado, la locomotora se encuentra al pie de los Andes”.
Se internó en los vastos territorios para estudiar las difíciles alternativas que ofrecía. Lo hizo acompañado de ingenieros, agrimensores y lugareños, preferentemente collas, y luego también hizo llevar a trabajadores yugoslavos, acostumbrados a trabajar en condiciones duras y extremas.
Para desarrollar estos proyectos ferroviarios, descartó la utilización de cremalleras para superar las elevadas pendientes, utilizando su experiencia previa en las trazas ejecutadas incipientemente en Europa, mediante un sistema de zigzag en vías muertas, rulos y numerosos viaductos, puentes y túneles. “Inventó un sistema que aún no ha sido superado”, afirman sus bisnietos.
Estos planos y documentación de las trazas fueron luego utilizados 21 años más tarde para construir el tramo Salta hasta la estación Olacapato. Desde allí hasta Socompa la traza fue diseñada por los ingenieros Richard Maury y Nicanor Alurralde, debido a que desde la localidad Augusta Victoria los chilenos estaban sustancialmente más cerca del paso de Socompa y tenían menos problemas de subidas. Ello implicó realizar una traza extra de 270 kilómetros, en comparación con la original diseñada por Rauch a través del paso de Huaytikina.
Richard Maury era un ingeniero norteamericano que en 1906 vino a la Argentina y fue contratado por Ferrocarriles. Los bisnietos de Rauch suponen que este especialista en el diseño de trazados ferroviarios en la montaña, tuvo acceso a los planos del alemán. Lo cierto es que Maury llevó adelante una tarea titánica: junto a miles de obreros, trabajó a grandes alturas y con menos oxígeno. Además de lo significó construir el trazado, debió ingeniárselas para acarrear toneladas de rieles, durmientes, diversos materiales para tender puentes y herramientas a través de la montaña. Dejaría su huella en el tendido de vías en Tucumán y en Mendoza. Fue profesor honorario de la Universidad de Tucumán y editó el libro “Manual para el trazado de ferrocarriles”.
Una torre de 44 metros
La ciudad salteña conserva una obra que este ingeniero alemán proyectó. Es el agregado y ejecución de la torre de la Iglesia de la Candelaria o “La Viña” que se encuentra en pleno centro de la ciudad de Salta, en Alberdi y San Juan. Con 44 metros de altura, es la segunda torre eclesiástica más alta de Latinoamérica y actualmente es hoy monumento histórico nacional.
En 1895 Rauch donó el plano a la iglesia y la ejecución de la obra fue supervisada por él hasta 1898, según dan cuenta los diarios de la época, cuando alcanzó a terminarse el segundo cuerpo. De allí en adelante fue suspendida por falta de fondos, reanudada varias veces hasta que en 1908, bajo la dirección del arquitecto Francesco Righetti, se continuó hasta su finalización con el financiamiento de una comisión de Damas Salteñas.
Los Rauch se involucraron en un largo peregrinar por archivos públicos y privados a fin de dar con los planos originales. Cuando finalmente se los consiguió y se constató la autoría de su antepasado, en julio del 2003 se organizó una ceremonia donde se descubrió una placa al pie de la torre, que lo homenajea. El plano original quedó a resguardo del archivo del obispado salteño y una copia se encuadró para ser exhibida al público.
En la ciudad de La Plata, realizó mejoras en la catedral, y una placa que agradecía su colaboración fue hace pocos años robada junto con otras.
La muerte lo sorprendió en enero de 1900 en un campamento a unos 100 kilómetros al sur de la ciudad de Salta. Con el correr de los años ese sitio se transformó en un poblado al que llamaron Alemanía, con acento en la “i”, y la familia señala que fue en su honor, y se lamentan que los pobladores del lugar desconozcan este origen.
A su entierro concurrió un enviado del gobierno del presidente Julio A. Roca. Fue inhumado en el mausoleo que él había hecho construir en el Cementerio de la Cruz, donde el año anterior había sido enterrado su suegro, del que se había hecho amigo y que juntos habían desarrollado varios negocios.
Los Rauch -que están emparentados con la reina Máxima de los Países Bajos- consideran que su antepasado no es recordado como corresponde, acorde a la obra que realizó. Considerarían un homenaje que tuviera un reconocimiento como diseñador de ese complicadísimo trayecto a más de tres mil metros de altura, que es el Tren a las Nubes. De la misma forma, desean difundir que el origen del nombre Alemanía, el lugar donde murió en plena tarea, se debe a ese alemán que eligió Salta y que vivió y murió en lo suyo, soñando caminos de hierro.
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