Caminaba sin nombre, haciendo su vida salvaje en Santa Cruz, pero el 30 de enero de 2019, casi en paralelo a los proyectos que un puma pudiera tener, un grupo de investigadores y conservacionistas tomó el desafío de comenzar a estudiar a la especie, conocer sus tiempos, recorridos diarios y costumbres a fin de buscar alguna manera de protegerla de las amenazas propias de la mano del hombre que ven al espectacular felino como una amenaza.
Con esa meta, el grupo de la Fundación Rewilding Argentina capturó cuidadosamente a un puma, de unos tres o cuatro años, y 60 kilos. En unas ocho horas, se convirtió en el primero en llevar a cuestas (y durante tres años) un collar con GPS, con conexión satelital y emisor de una señal que permitiría que lo sigan por tierra. Lo bautizaron Pepito.
Durante el proceso de monitoreo pudieron saber que en esos años, caminó 10.600 kilómetros, lo que equivale a un viaje de ida y vuelta entre Ushuaia y la Quiaca.
El puma es el segundo felino más grande de toda América y el cuarto más grande del mundo después del tigre, león y yaguareté. Se convirtió en el de mayor distribución en América, encontrándose desde Alaska hasta el sur continental de Argentina y Chile.
A modo de reconocer la importancia del cuidado y conservación de este gran felino, una especie que habita desde Alaska hasta la Patagonia, cada 30 de agosto se celebra el Día Internacional del Puma.
Misión “Pepito”
Desde hace tiempo, la mala convivencia entre los ganaderos y los pumas desencadena efectos lamentables para los felinos: el avance del hombre sobre las tierras para producirlas o criar animales que luego comercializarán o explotarán hizo que estos felinos dejaran de tener el territorio natural al que estaban habituados con las presas salvajes que éstas incluía, como el guanaco, por ejemplo.
En esos espacios, fueron ocupado por corrales con chivos y ovejas, y para un puma hambriento no son más que presas mientras que equivale a una ganancia menos para el ganadero que, muchas veces, opta por dejar a modo de trampa el cuerpo de cualquier animal con cebos de veneno, trampas o utiliza armas de fuego para erradicarlos. Este es el gran conflicto en la Patagonia argentina.
Con la idea de lograr una convivencia armoniosa entre el hombre y la naturaleza, el equipo de conservacionistas de la mencionada Fundación ideó un proyecto para conocer en profundidad las costumbres y necesidades del animal, y así evitar choque de intereses.
“El objetivo fue recolectar información sobre el importante rol ecológico que estos depredadores tope ejercen en el ecosistema que habitan. También conocer cuál era el comportamiento en relación a la actividad ganadera de los pumas que habitaban el Parque Patagonia para pensar en métodos de coexistencia, buscar la veta del turismo de observación de fauna y generar material audiovisual que permita comunicar todos estos aspectos”, explican desde Rewilding Argentina.
Para lograrlo, necesitaban de la “colaboración” de un puma. Po esto, idearon una trampa hecha de cables plásticos duros que puedan capturas a uno en el Parque Patagonia y así poder ponerle un collar para comenzar a monitorearlo y estudiarlo.
Con esos objetivos en claro, a fines de enero de 2019 con el uso de un cable acerado en forma de lazo, capturaron a Pepito. “El alerta de que había entrado a la trampa llegó temprano y a las 6:00 ya estábamos en la zona para ponerle el collar, que por su tamaño debimos agrandar un poco. Todo el trabajo nos llevó hasta las 14:00″, recuerda el biólogo Emiliano Donadio, director de Fundación Rewilding Argentina.
En esas horas, el puma fue adormecido por medio de un dardo tranquilizante, lo sacaron de la trampa y cuando estaba completamente dormido le colocaron el collar. Esperaron casi dos horas hasta que se repuso completamente para soltarlo y que regresara a su hábitat, pero desde entonces caminaría dejando señales de cada paso durante tres años cuando, debido a la propia programación, caería solo para que el animal siguiera su vida sin los 800 gramos extras.
Por esa “colaboración”, Pepito se convirtió en uno de los animales icónicos del proyecto y uno de los que más información aportaría para contribuir a la conservación de su especie.
Lo que pudieron saber tras ese monitores es que “la dieta de este animal es depredar, básicamente, guanacos y usan básicamente todo el área que está bajo el manejo de la Fundación para moverse, no estuvo en los campos vecinos, su área de acción incluye solo unas pequeña fracción de éstas”, cuenta y recuerda que al momento de iniciar este tipo de trabajos, los dos objetivos definidos del equipo perseguido frente a las distintas especies.
“Queríamos entender todo lo posible cómo es su ecología y cambiar un poco la percepción negativa que la gente tiene de la fauna silvestre en Patagonia, especialmente de animales como el puma, el guanaco o el zorro”. El otro foco de acción fue hacer de ese punto del mapa “un lugar donde se pudiera observar la fauna silvestre como una alternativa económica”, completa.
En Patagonia, actualmente, los pumas están re colonizando varias áreas y aunque nadie está evaluando los números de la población, “parecen ser relativamente abundantes”, dice y compara: “Probablemente mucho menos de lo que fueron en el pasado, pero pareciera que les está yendo mucho mejor de lo que les estaba yendo hace 50 años cuando los programas de erradicación de la especie estaban en su apogeo”.
Volviendo a la “misión” de Pepito, el biólogo cuenta que el 5 de febrero de 2022, el mecanismo de liberación remota del collar se activó, desprendiéndolo de su cuello automáticamente. “Desde entonces, Pepito continúa su vida sin collar, como había sido planificado. Durante los tres años que lo tuvo aprendimos sobre sus movimientos, uso del espacio, preferencias alimentarias e interacciones con el humano”, detalla.
Según la información que recabaron, este puma se mueve intensamente en un área de acción de 485 km2, lo que equivale a 2,4 veces el tamaño de la ciudad de Buenos Aires: en estos tres años, caminó 10.600 kilómetros, eso equivale a un viaje de ida y vuelta entre Ushuaia y la Quiaca. Su área de acción incluye el Parque Patagonia y estancias vecinas; sin conflictos con los productores vecinos.
El GPS del collar también registró 6562 localizaciones; saberlo permitió a los investigadores entender la alimentación y el uso del espacio de los pumas de esa región. “Para entender los hábitos alimenticios de Pepito identificamos conjuntos de localizaciones, llamados clústeres (un clúster está definido por dos o más localizaciones, separadas por 20 metros, aproximadamente, y generadas en unas 36 horas), que indicó que permaneció varias horas en un mismo sitio”, contaron desde la Fundación.
Para saber qué pasó en esos sitios, Matías, el técnico responsable de relevar los clústeres, fue a seguir sus pasos equipado con un GPS y una aplicación para colectar datos: Pepito generó 339 clústeres y Matías investigó 213. Determinó que 62 presentaron restos de presas, de los cuales el 87% corresponden a guanacos, 8% a caballos cimarrones y 5% a choiques.
Aunque existen estancias con ovejas en las cercanías, Pepito no ingresó. Lo que significa que no todos los pumas cuyas áreas de acción se encuentran en áreas protegidas significan un problema para las estancias vecinas.
“La abundancia de presas nativas puede explicar este comportamiento y sugiere que permitir la existencia de poblaciones saludables de presas debe ser considerada como una herramienta para disminuir el conflicto entre depredadores y pumas en aquellos sitios donde el conflicto existe”, concluyen desde la Fundación que luego de Pepito colocó collares idénticos a otros 24 pumas.
Los pumas son grandes depredadores que cumplen varias funciones importantes en los ecosistemas que habitan. Por ejemplo, pueden limitar el número o influir en el comportamiento de sus presas herbívoras, como guanacos y vicuñas; y como resultado de esto beneficiar a la vegetación. Además, los restos de las presas cazadas por el puma sirven de alimento para otras especies, particularmente aquellas que solo se alimentan de animales muertos, como el cóndor andino.
Las características de la especie
El puma es el segundo felino más grande de toda América y el cuarto más grande del mundo después del tigre, león y yaguareté. Se convirtió en el de mayor distribución en América, encontrándose desde Alaska hasta el sur continental de Argentina y Chile. En Santa Cruz, está en toda la provincia, solo faltará en zonas peri urbanas, en ciudades más o menos grandes.
El peso en los individuos varía según el lugar donde viven: los que están cerca del Ecuador son más pequeños; los que viven más cerca de los polos, más grandes, más robustos y más pesados. Las hembras siempre son más pequeñas que el macho ya que pueden pesar entre 30 y 60 kilos mientras que los machos llegan a pesar 80. “Aunque hay algunos registros de machos que pesaron hasta 100 kilos”, explica Donadio.
Aunque su coloración es uniforme puede haber variaciones entre individuos, incluso entre miembros de la misma familia. El pelaje, que en general tiene un tono dorado, puede ser de color gris o color rojizo, con algunos parches más blancuzcos cerca de la mandíbula, la barbilla y el cuello.
Las crías nacen con ojos azules y luego ese color cambia para tornarse amarillo con tonos verdes. Otro dato interesante es que los cachorros nacen ciegos y dependen completamente de la madre hasta que comienzan a ser destetados a los tres meses. Su pelaje es un poquito más pálidos y tienen pequeñas manchas en sus flancos y la cara interna de sus patas. A veces esas manchas pueden durar hasta la adultez.
Las hembras alcanzan la madurez sexual entre el año y medio y los tres años; su período de gestación es de aproximadamente tres meses y pueden parir entre uno a seis cachorros, aunque lo más normal es dos o cuatro. Para tener a sus cachorros utilizan madrigueras, cuevas y cualquier lugar que ofrezcan protección.
A los seis meses, los pumas pueden empezar a cazar sus primeras presas pequeñas. Cuando las hembras llegan al año ya son juveniles y se independizan de sus madres; los machos tienden a independizarse antes y al hacerlo se dispersan del territorio de acción de la madre, mucho más que lo que hacen sus hermanas, que tienden a quedarse más cerca del área de acción en la que se mueve la madre.
Sus hábitos de alimentación son muy generalistas: comen muchas presas diferentes en toda su distribución. Los que están en la zona de Perito Moreno se alimentan, básicamente, de guanacos; los que están hacia la costa, en la zona del Parque Nacional Monte León, incluyen en su dieta una gran cantidad de pingüinos, cuando estos están disponibles. La dieta es muy variada y suelen consumir lo que está disponible.
“Cuando los colonos europeos comenzaron con la producción de ovinos en la Patagonia, eliminaron buena parte de los guanacos y trajeron ovejas, eso fue lo que se convirtió en el alimento más abundante para el puma y lo utilizó”, subraya Donadio.
Se dice que la especie es “un arquitecto” porque, “en el mundo actual, la carrera de arquitectura integra conocimientos de arte, diseño, ingeniería, paisajismo, urbanismo y más. El puma, cumple con todos estos entendimientos”.
Es un depredador tope porque está en la cima de la cadena trófica al que nadie ataca, (excepto el hombre en los lugares donde coexiste con él que apela a la cacería y demás métodos de erradicación). “En un sistema natural donde el hombre no influye, el único enemigo que tiene el puma, es otro puma, con la excepción de los lugares donde coexiste con el yaguareté”, explica el biólogo.
Al serlo, se alimenta de presas herbívoras y puede generar cambios en los números de las presas o en sus comportamientos, y al mismo tiempo, estos cambios pueden beneficiar la vegetación: “Cuando la vegetación se desarrolla y se vuelve más compleja, provee de refugio y alimento a otro gran número de especies, como insectos, pequeños vertebrados, los ratones de campo nativos, pequeñas aves”, sostiene. Por otro lado, proveen de alimento a los carroñeros al matar a las presas y no consumirlas todas.
También influyen en la dinámica de los nutrientes: al hacer que las presas se muevan de un lado al otro, transportando el pasto que comieron en sus panzas y que luego defecan, como estiércol se transforma en un muy buen abono que permite el desarrollo de plantas.
Los pumas son cazadores de emboscada, esto quiere decir que necesitan estar muy cerca de la presa para lanzar su ataque. Se pueden acercar utilizando roquedales, arbustos y depresiones en el suelo o, simplemente, pueden esconderse y esperar a que la presa pase. “Lo interesante es que los pumas matan y se alimentan en lugares con atributos que le permitan acercarse a la presa. Los cuerpos de éstas no están distribuidos al azar en todo el paisaje, sino que se concentran en ciertos lugares y no se comen todo; entonces, parte de lo que queda es utilizado por carroñeros, pero otra parte se descompone y se convierte en nutrientes y son utilizados por las plantas. Esto crea sitios calientes de nutrientes que la vegetación puede aprovechar y donde puede desarrollarse muy bien”, explica.
El principal problema que tiene el puma es su conflicto con los humanos: en muchos lugares han eliminado buena parte de la base de presas silvestres y la ha reemplazado con el ganado doméstico: caprinos, ovinos. Y al no tener presas, los pumas cazan, por supuesto, lo que encuentran. Durante varias décadas, los productores combatían esta problemática buscando eliminarlo.
“De hecho, lograron eliminarlos de varias regiones de Argentina, especialmente en la Patagonia. Afortunadamente, estos controles agresivos y muy dañinos, no solo para el puma, sino, para el ecosistema, han ido mermando en los últimos años y esto ha permitido que el puma comience a recolonizar zonas de las cuales había desaparecido”, explica y finaliza: “Es urgente entender el rol crucial del puma en el equilibrio ecosistémico de todas las regiones donde habita e implementar soluciones no letales al conflicto con actividades productivas”.
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