Nahuel Escalante tiene 13 años, es ciego, toca el piano, pero a su instrumento le faltan dos teclas. Nunca pudo pagar una clase de música, y tuvo que aprender todo solo. Su abuelo lo lleva a los shows en plazas y eventos solidarios. Pero antes de salir se para frente a un espejo y le pregunta a su mamá si está bien vestido. El músico es de Florencio Varela, la tierra del artista no vidente Nahuel Pennisi, a quién conoció en un evento y lo considera su guía.
En la vida existen eventos que cambian por completo nuestras historias, y una vez que eso sucede ya nada vuelve a ser como antes. Exactamente eso fue lo que le pasó a Nahuel cuando tenía 3 años. Su abuelo Luis no sabía qué juguete comprarle, y eligió una guitarra. Automáticamente Nahuel se perdió entre las cuerdas, y comenzó a imitar los sonidos de la música que escuchaban en la casa.
El regalo se convirtió en su propio destino, la música no podría volver a pasar inadvertida. Cuando llegó al colegio, conoció otro instrumento: un viejo piano que estaba empolvado en un pasillo de la Escuela de Educación Especial n° 507 de Quilmes.
Una profesora lo motivó, y desde sus 7 años no hay día en el que sus dedos se complementan con las teclas. “Un día empecé con ese piano, y la seño Lorena me vio tan feliz que me regaló mi primer teclado”, recuerda con felicidad.
A los 9 años, comenzó a tocar por las plazas de Florencio Varela. Siempre, con su abuelo acompañándolo. Sin recursos, pero con ganas de progresar. El primer evento al que participó tenía como fin poder conseguir una máquina de sistema de braille para el colegio. Lo consiguieron, y Nahuel pudo continuar con sus estudios. “Soy la persona más feliz del mundo cuando estoy arriba del escenario. Es mi lugar, puedo escuchar la emoción de los que están ahí. Pero el más especial fue el primero, también había dos chicos en silla de ruedas, y yo necesitaba algo. Todos pusieron un granito de arena para conseguir la maquinilla de braille, y me sentí muy contento porque al fin tenía algo para poder estudiar y seguir en el colegio”, dice el pianista.
A sus 13 años, sigue igual: queriendo progresar pero sin recursos, y comiendo su plato favorito: el guiso de fideos que cocina su mamá. “A mi teclado le faltan dos teclas, pero nada me impide avanzar. Yo practico para poder ser famoso”, dice. Aunque sueña con ser influencer no tiene smartphone, y usa un teléfono que le obsequiaron. El detalle: tiene 8 años de antigüedad, no funciona la cámara, y no puede descargar redes sociales.
Frente a esta situación, su abuelo sube el contenido que genera en los espectáculos barriales a su cuenta de TikTok @luchoescalante0 y en Instagram @luisalbbertoescalante22. “Mi abuelo es mi persona favorita, me ayuda en todo. Me presta su Instagram, carga mis videos a TikTok, y está en todos mis shows. Siempre me dice que voy a ser famoso, y que cuando me haga rico le de unos pesos para arreglar su auto”, dice emocionado.
Otros días, no tiene quién lo lleve al colegio, y se ve obligado a quedarse en la casa. La movilidad es todo un problema, afirma la madre. Pero incluso ahí, no para, ni se angustia. “Cuando me quedo en la casa, salgo a crear mis propios instrumentos musicales. Con latas usadas armó tambores, y si no juego a el carpintero: agarro palitos y los trato de unir para formar algo nuevo”, comenta el pianista.
Se emociona, y luego, habla de un video en el que aparece y grita: “Cumbia 420, sé que mi sueño es tocar con L-gante”. Tanto es así, que todos los días se repite como algo que está seguro que va a suceder. “Te voy a explicar qué fue lo que me pasó con Elian. Una noche cuando me fui a dormir soñé con él. Estábamos tocando juntos, y podía escuchar que me decía que lo había logrado. Entonces cuando me desperté, sabía que eso un día va a ocurrir. L-gante un día me va a llamar, lo soñé. Tengo ese pensamiento en la cabeza”, explica.
Tanto cree en la magia, en la ley de la atracción, que no puede borrarse ese anhelo. No se cansa, y quiere compartir su talento al mundo, pero sobre todo, esa inspiración: “Yo sé que si el L-Gante llegó, yo también puedo hacerlo”.
Pero hay alguien más que lo desvive: Nahuel Pennisi. Un músico de su mismo barrio, que al igual que él fue autodidacta y comparte la misma discapacidad visual. “Ser ciego no te limita”, dice. Sonríe, y suspira. “La discapacidad no me limita, ni a mi ni a nadie”, agrega. Pero su sueño es todavía mayor: quiero poder hacer música con él, no solo sacarme una foto como cuando me lo cruce. Y de nuevo, el destino sigue enviando esos eventos que cambian el destino del artista.
“Yo les podría decir que tener una discapacidad no es nada grave, vos podes salir adelante. No puedo ver pero puedo, ustedes pueden vivir y salir adelante. Todo está en las ganas que uno le pone a la vida”, comenta.
La conversación se pone más emocional, y eso no es todo. Se mete en profundidad en sus deseos: tener un arpa y poder ir a una batalla de freestyle. Cambia el ritmo, y comienza a rapear como si fuese un profesional en el arte de la rima.
Y aunque en su vida le regalaron tres teclados sin algunas piezas, hay dos que no puede utilizar porque directamente no tiene el cargador. Pero su espíritu, es imparable. Lucha contra el mundo, y nada lo detiene. “La gente que está triste siempre hace un esfuerzo para ponerse contenta: cantar, bailar, hacer algo. Siempre podemos cambiar cómo nos sentimos. Si está mal, vaya y construya un tema y va a salir toda la tristeza. Eso es un verdadero esfuerzo para ponerse contento, y de eso trata la felicidad”, asegura.
Pero su mayor dolor, sin duda es no poder pagar un maestro, ni un curso de música. Básicamente: no poder estudiar aunque sea lo que más quiera en la vida. “Quiero estudiar pero no tengo plata para un profesor. No te puedo explicar, pero me encantaría poder tener profesores. Me gustaría ser profesional, pero no puedo pagar ni una clase”, dice con una gran tristeza.
Luego, su abuelo comenta: “Me gustaría que aunque sea pueda tomar una clase a la semana, imaginate si aprendió todo solo, lo que sería si pudiese tener a alguien que le enseñe”. Y su madre, se emocionó: “Lloro cuándo lo veo tocar, siempre avanza. Pero no podemos pagarle una clase, yo me acabo de quedar sin trabajo, y no puedo ayudarlo”. Jessy acaba de perder su trabajo de manicura, pero tampoco se rinde. “De mi hijo aprendí a soñar, yo quiero terminar el secundario para poder ser enfermera”, agrega.
Aunque Nahuel tenga 13 años ya dio más de 20 shows por las plazas de su barrio. Pone una gorra al final, y se imagina su futuro. “Quiero ser más famoso y más influencer que Nahuel y L-gante. En el futuro me imagino yendo a diferentes eventos y teniendo mi propia banda de cumbia. Y yo tocando un teclado y cantando. Por eso quiero tomar clases de canto”, concluye.
Contacto: Instagram @luisalbbertoescalante22 y TikTok @luchoescalante0.
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