El tema del celibato sacerdotal católico latino ha estado en el tapete desde hace un tiempo. Para la Iglesia católica no es algo controversial: está formada por 24 Iglesias diversas, de las cuales 23 aceptan hombres casados para ingresar al servicio sacerdotal y solo una de estas Iglesias, la latina (o romana) no los acepta. Por lo tanto, es necesario saber que este tema muy discutido no es de “la Iglesia católica” en general, sino sólo la Iglesia latina o romana.
¿Dónde, cómo y por qué surge esta disciplina? Hasta el año 1022 (hace exactamente mil años) muchos sacerdotes estaban casados, era lo normal y lo natural. De hecho, el primer papa, Pedro, lo estaba. Y entre los apóstoles de Jesús, sólo Juan era soltero.
Pero por esos años comenzaron a surgir controversias y discusiones sobre el tema de las posesiones eclesiásticas. En agosto de ese año, más precisamente en el Sínodo de Pavía, entre el papa Benedicto VIII y el rey Enrique II de Sajonia -más tarde consagrado Santo-, decidieron que los sacerdotes fueran célibes.
Vale aclarar que el clero está dividido en dos: sacerdotes diocesanos y sacerdotes regulares. Los regulares son aquellos que poseen una “regla” de vida. Comenzaron, se podría decir, por el monacato. Quienes adoptaban este estilo de vida permanecían célibes. Luego del monacato surgieron diversos grupos o “congregaciones” cada cual con una tarea específica, en las que sus miembros aceptaban el celibato. Por ejemplo los franciscanos, los dominicos y los jesuitas, entre otros. Asimismo, estas “congregaciones” poseen también una distinción interna: están los sacerdotes y los frailes o hermanos. Y esta división no es por el grado de estudios o de intelectualidad (como muchos creen) sino porque cumplen diversos roles dentro de una orden. Y dentro de estos grupo, además, hay órdenes o congregaciones clericales, es decir solo de sacerdotes; congregaciones laicales, es decir todos son hermanos o frailes o congregaciones mixtas. Pero en todas las órdenes o congregaciones regulares, sus miembros deben ser célibes.
Los que no estaban casados eran los sacerdotes llamados “seculares”, es decir aquellos que no están dentro de una orden, sino que dependían directamente del obispo del lugar.
En el año de 1031 durante el sínodo de Bourges se estableció la prohibición a todas las mujeres católicas de casarse con un clérigo. En 1059, un sínodo celebrado en Letrán dirigido por el Papa alemán Nicolás II prohibió a los sacerdotes en relaciones de sociedad marital celebrar la Santa Misa. En los dos concilios de Letrán, el primero en 1123 y el segundo en 1139, se extremaron las normas del sínodo de Pavía: todos los matrimonios entre sacerdotes fueron declarados nulos de un plumazo, y los infractores fueron castigados con la pérdida del cargo y de los ingresos. No obstante, fueron necesarios siglos para que se estableciera como norma general; las comunicaciones entre regiones podrían tardar años en llegar. El celibato también fue defendido en otro concilio de Letrán (en 1215), y en el Concilio de Trento (entre 1545 y 1563).
Hay cinco posiciones sobre este tema y se suelen confundir. Estas son la castidad, la virginidad, la vocación virginal, el celibato y el celibato sacerdotal. Son términos parecidos, pero no significan lo mismo.
Por otra parte, desde siempre existieron hombres y mujeres que practican la castidad para consagrarse a un fin superior. De hecho los Esenios fueron monjes célibes que formaron una rama del judaísmo surgida en el siglo II a. C. y estableció la comunidad de Qumrán. Se enfocaban en la pureza ritual, copiaban libros de las escrituras judías y escribían comentarios sobre los libros de los profetas. Ellos fueron los que escondieron los libros sagrados en las cuevas en las montañas del Qumran ante el avance invasor de Roma sobre el territorio palestino, hallados por casualidad y llamados “los rollos del Mar Muerto”.
Antes que en el judaísmo y mucho antes que en el cristianismo, hubo personas de ambos sexos que se mantuvieron y mantienen célibes consagrando toda su vida a la divinidad a la que le rinden culto. Por ejemplo, los budistas e hindúes. Vale la pena recordar a las famosas “vírgenes vestales” de la antigua Roma, que eran las sacerdotisas de la diosa romana del hogar Vesta. Dependiendo de la época, había entre cuatro y seis sacerdotisas. Eran el único clero totalmente dedicado a una deidad romana, lo que da una idea de la gran reverencia que había hacia la diosa. Cuidaban del fuego sagrado del santuario de Vesta en el foro romano y realizaban otros ritos asociados con la diosa, tales como custodiar otros objetos sagrados en el santuario y el sagrario interno, preparar la comida ritual y oficiar los eventos públicos durante las vestalias anuales, celebradas del 7 al 15 de junio. También hacían los ritos para preparar las hierbas y especias usadas en los sacrificios y el pan que se ofrendaba en días festivos tales como el 1 de marzo, que era el año nuevo romano.
También en América existían mujeres consagradas a una divinidad: las Acllas (en quechua: akllasqa, ‘escogida’) que eran mujeres de singular belleza. Eran elegidas en varios lugares del Imperio Inca para servir al Inca y al dios Sol o Inti. Su preparación se llevaba a cabo en el Acllahuasi donde vivían bajo la vigilancia de las “Mamaconas”, aisladas en un servicio de alto honor. Las más importantes eran las Intiq Akllasqan, las que dedicaban su vida entera a la adoración del dios Sol.
Pero volvamos al catolicismo. En el siglo XX el tema volvió a ser discutido durante el papado de Eugenio Pacelli (Pío XII), que defendió el celibato en la encíclica Sacra Virginitas. Y en el segundo Concilio Vaticano, en 1965, el Papa Pablo VI también divulgó un documento, De Sacerdotio Ministeriali, abordando el asunto. En una carta de 1979, el Papa Juan Pablo II afirmó: “Fruto del equívoco -si no de mala fe- es la opinión, con frecuencia difundida, de que el celibato sacerdotal en la Iglesia católica es sólo una institución impuesta por ley a aquellos que reciben el sacramento de la Orden. Todos sabemos que no es así. Todo sacerdote que reciba el sacramento de la Orden se compromete al celibato con plena conciencia y libertad, después de la preparación de varios años, profunda reflexión y asidua oración. Toma esa decisión sólo después de haber llegado a la firme convicción de que Cristo le concede ese ‘don’ por el bien de la Iglesia y para el servicio de los demás. Sólo entonces se compromete a observarlo toda la vida”.
Su sucesor Benedicto XVI también hizo varias declaraciones sobre el celibato. En una homilía expresó: “Para comprender bien lo que significa la castidad debemos partir de su contenido positivo, explicando que la misión de Cristo lo llevaba a una dedicación pura y total hacia los seres humanos. Con el voto de castidad, los sacerdotes, religiosos y religiosas, no se consagran al individualismo o a una vida aislada, sino que prometen solemnemente poner las relaciones intensas de las cuales son capaces al servicio del Reino de Dios”.
El papa Francisco también se ha referido al celibato sacerdotal latino con las siguientes palabras: “Ahí donde funciona la fraternidad sacerdotal y hay lazos de auténtica amistad, también es posible vivir con más serenidad la elección del celibato… es un don que la Iglesia latina custodia, pero es un don que para ser vivido como santificación requiere relaciones sanas, vínculos de auténtica estima y genuina bondad que encuentran su raíz en Cristo. Sin amigos y sin oración el celibato puede convertirse en un peso insoportable y en un anti testimonio de la hermosura misma del sacerdocio.”
En el sínodo sobre la región del Amazonas, celebrado en el 2019, se trató el tema de la ordenación de “Viri Probati” es decir hombres casados de consabida vida virtuosa. La propuesta de ordenar hombres casados está en el párrafo 111 del documento final del Sínodo. Y en él se lee “Considerando que la legítima diversidad no daña la comunión y la unidad de la Iglesia, sino que la manifiesta y sirve (LG 13; OE 6) lo que da testimonio de la pluralidad de ritos y disciplinas existentes, proponemos establecer criterios y disposiciones de parte de la autoridad competente, en el marco de la Lumen Gentium 26, de ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos de la comunidad, que tengan un diaconado permanente fecundo y reciban una formación adecuada para el presbiterado, pudiendo tener familia legítimamente constituida y estable, para sostener la vida de la comunidad cristiana mediante la predicación de la Palabra y la celebración de los Sacramentos en las zonas más remotas de la región amazónica. A este respecto, algunos se pronunciaron por un abordaje universal del tema”.
Pero la iniciativa fracasó. El mismo Papa Francisco explicó por qué: “hubo una discusión, una discusión rica, una discusión bien fundamentada, pero ningún discernimiento, que es algo distinto a llegar a un buen y justificado consenso o mayorías relativas… Debemos comprender que el Sínodo es más que un parlamento; y en este caso específico no podía escapar a esta dinámica. Sobre este argumento fue un parlamento rico, productivo e incluso necesario, pero no más que esto...”
¿Es el celibato un dogma, el cual es inamovible e inmutable? No, es solo una disciplina de la Iglesia de Roma. ¿Puede ser reformulado? Sí. ¿Habría muchas más vocaciones al sacerdocio habilitando a hombres casados para este ministerio? Eso no lo sabemos. Las demás comunidades cristianas que forman la Iglesia Católica y poseen sacerdotes casados no registran en sus anales gran afluencia de hombres casados para ingresar al servicio del altar. ¿Podría la Iglesia de Roma tomar el mismo camino de las demás Iglesias que conforman la comunión católica y que sea optativo? Sí, podría, solo sería un cambio en la disciplina.
El papa Francisco habló otras veces sobre la derogación de esta norma canónica. El director de la sala de Prensa de la Santa Sede, Mateo Bruni, ha explicado en más de una oportunidad lo siguiente respecto a este tema: “La posición del papa sobre el celibato es bien conocida. En una conversación con los periodistas al retornar de Panamá, en enero de 2019, el papa Francisco afirmó: ‘me viene a la memoria una frase de San Pablo VI: prefiero entregar mi vida que cambiar la ley sobre el celibato’. Entonces (Francisco) añadió: ‘personalmente, creo que el celibato es un don para la Iglesia’. No estoy de acuerdo con que se permita el celibato como opción. Quedarían algunas posibilidades, en las localidades más remotas, pienso en las islas del Pacífico (...) cuando hay una necesidad pastoral”.
El tema se sigue debatiendo, y el debate durará mucho tiempo. Pero, como dije al principio; el celibato es una cuestión de la comunidad que comulga con la iglesia de Roma o latina, pero no de la Iglesia Católica en su conjunto, que está formada por 23 Iglesias, más la de Roma.
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