A 50 años de los fusilamientos de Trelew: la división argentina que Perón quiso cerrar y la muerte se lo impidió

El 23 de agosto, el gobierno de facto quiso instaurar la idea que los guerrilleros fugados del Penal de Rawson habían querido huir de la Base Almirante Zar donde estaban detenidos. En realidad, fueron acribillados. Las tensiones con Chile por la huida de los cabecillas y su llegada a Cuba. Y la vuelta de Perón al gobierno y su decisión de no investigar el caso

Allende y Lanusse frente a frente en la reunión de Salta. Atrás, el autor los observa

El 23 de agosto, La Opinión tituló: “Quince extremistas muertos y otros cuatro heridos durante un frustrado intento de evasión de la base aeronaval de Trelew”. Lo cierto es que habían sido acribillados. De los diecinueve que habían logrado ocupar días antes el aeropuerto de Trelew con la intención de fugarse a Chile, sólo quedaban tres con vida y en un comienzo se los dio por muertos. Fue uno de los hechos más conmocionantes de la década. En una nota secreta la embajada en Chile consignaba: “... las declaraciones del Partido Socialista: ‘solicitaremos que se otorgue a los argentinos el derecho de asilo’; del Partido Comunista: ‘daremos una solución que esperamos que el pueblo y el gobierno argentinos comprenderán’ y lo expresado por voces oficialistas que dieron en llamar a las hechos dentro de la Base Naval Almirante Zar un nuevo intento de fuga, ‘una masacre fría y premeditada’ e hicieron hincapié en ese suceso para señalar que con ello había quedado evidenciada la suerte que correrían los ‘revolucionarios’ argentinos en caso de ser devueltos. Poco margen de duda quedaba en cuanto a cuál sería la actitud chilena”.

“... Chile no es un portaaviones para que se lo use como base de operaciones. Chile es un país capitalista con un gobierno socialista y nuestra situación es realmente difícil (...) la disyuntiva es entre devolverlos o dejarlos presos (...) pero este es un gobierno socialista, mierda, así que esta noche se van para La Habana”, comentó en privado el Presidente de Chile al abogado del PRT-ERP Eduardo Luis Duhalde.

El 25 de agosto, en un vuelo de Cubana de aviación, los diez detenidos partían para La Habana. Previamente, Beatriz Allende, la hija mayor del Presidente de la República y dirigente del Partido Socialista, había visitado a los presos. En la madrugada del 26 desembarcaron en el aeropuerto José Martí, de La Habana. Al pie de la escalerilla del avión los esperaba sonriente el comandante Manuel “Barba Roja” Piñeiro Losada, viceministro del Interior y coordinador de todas las guerrillas comunistas del continente desde el Departamento Américas.

Salvador Allende, Barbarroja y Fidel Castro

Horas antes de dejar suelo chileno, Santucho, Osatinsky y Vaca Narvaja formularon declaraciones a la revista Punto Final. El jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) sostuvo que entre las organizaciones que intervinieron en la fuga “tenemos una convergencia en los aspectos fundamentales. Todas las organizaciones armadas tenemos el mismo objetivo: la instauración del socialismo en nuestra patria”. Nada más equivocado. El propio Perón y los sectores más significativos del Movimiento Peronista, se encargarían más tarde de demostrar, a propios y ajenos, el desacierto de tales afirmaciones.

El Encargado de Negocios argentino en Chile, consejero Gustavo Figueroa, diría en la nota secreta N°424: “En conclusión: No le fue posible al Jefe del Estado (chileno) trasladar el tratamiento del caso a la Justicia. La presión interna lo superó (...) esto sucede pese a que Allende no ignora que la actitud de nuestro país, en adelante, ha de sufrir variaciones - formales o de fondo, pero variaciones al fin - con lo cual las relaciones entre Argentina y Chile se verán enervadas, lo que hace muy poco favor a la Unidad Popular, que hasta ese momento ha podido presentarse internacionalmente como manteniendo entendimientos cordiales con un gobierno limítrofe de ideología muy diferente de la suya, ergo, primer aval de la “vía chilena”[…] “De lo que se trata es de implantar en Chile un régimen comunista clásico, con todas las connotaciones del marxismo - leninismo, y las concesiones que se hacen y se hagan son temporales y circunstanciales. No otorgar asilo a los terroristas hubiese constituido una concesión de otro orden, una ‘falta de solidaridad revolucionaria’, con la que no se transigió”.

Recorte del diario El Mercurio en el que aparecen Gallac y Gustavo Figueroa

La actitud del gobierno de la Unidad Popular había impactado negativamente en los funcionarios de la misión en Chile y esto se notaba en el lenguaje, duro y sin concesiones. No carecía de lógica especular que su visión se volvería aun más rígida en virtud del creciente enojo contra Allende que se había enseñoreado de los principales despachos de la Casa Rosada y la Cancillería y así lo presumía el informante. La catarsis continuaba en el siguiente párrafo de la página 4: “Generalmente un gobierno de corte comunista se adueña del poder mediante el copamiento o el golpe de Estado y controla y remodela la totalidad del aparato oficial. En Chile se da una de las excepciones: el comicio lleva a los partidarios de izquierda revolucionaria al poder y se encuentran con un sistema que pone en sus manos poderosos medios de publicidad, de represión, de acción en general, que le son muy útiles, pero que, sin embargo, son por estructura orgánica y por esencia elementos del Estado de Derecho. Su utilización en beneficio del Gobierno es oportuna y necesaria. Pero para completar el proceso revolucionario es preciso su desaparición y reemplazo por nuevos instrumentos de acción. Así surgen la Junta de Abastecimientos y Precios (JAP), el Grupo de Amigos Personales (Guardia Presidencial), etc., y es en esa delicada etapa donde chocan con más frecuencia movimiento y Gobierno. Los evadidos de Rawson al llegar a Cuba hablaron de las ‘vacilaciones de Allende’ y de la firmeza del movimiento revolucionario chileno. Nada más claro. El Gobierno se mueve dentro de ciertas reglas normativas a las cuales trata de encontrar ‘resquicios legales’. El movimiento avanza sin dilaciones, trata de radicalizar y acelerar el proceso, no vacila en criticar y aun en comprometer al propio gobierno ni en enardecer al pueblo con agresiva oratoria y propaganda. Habla, a veces inclusive a través de ministros, de hacer marchar 50 mil obreros sobre los barrios residenciales de Santiago. En suma, intenta quemar etapas, despojar al gobierno de su investidura y atadura legal y dotarlo de un definitivo carácter marxista – leninista para que, como suele suceder, su destino sea definitivo y no se halle sujeto al alea de la elección.”

El 27 de agosto el gobierno argentino presentaba una protesta formal por la actitud asumida por el Presidente Allende. La respuesta chilena llegó casi diez días más tarde y le fue entregada al Encargado de Negocios, Gustavo Figueroa, ya que Gallac había sido convocado “sine die” (sin fecha de retorno) a Buenos Aires. Uno de los párrafos finales señalaba que “está cierto mi Gobierno que un episodio aislado, tan ingrato como imprevisible e involuntario, puede a lo sumo, producir una circunstancial divergencia de opiniones jurídicas entre ambos gobiernos; pero que en ningún caso, alcanza a afectar la amistad que felizmente existe entre nuestras naciones, y que es voluntad decidida del señor Presidente de la República, del pueblo chileno y de su Gobierno, hacer cada día más estrechas y cordiales”. La nota estaba firmada por el canciller Clodomiro Almeyda.

Párrafo inicial de la reunión de mandos del Ejército

El lunes 28 de agosto, en la sede del Comando en Jefe del Ejército, se realizó una reunión de los altos mandos. Tras una breve introducción de Lanusse hablo el general Ibérico Saint Jean, jefe de Inteligencia del Estado Mayor del Ejército (EMGE). Su exposición más que referirse a los hechos de Rawson y Trelew se centró en el ambiente político de la época. Basta revisar los diarios del momento para adivinar lo que le preocupaba al gobierno: continuidad del proceso de democratización; la obligación a todo ciudadano que intente ser candidato presidencial a residir en el país a partir del 25 de agosto (fecha que solo se ajustaba a Perón); el papel del peronismo en el momento actual; la posibilidad del retorno de Perón a la Argentina (hecho que se materializó el 17 de noviembre de 1972); candidaturas partidarias; la opinión de los cuadros intermedios y bajos del Ejército; los sucesos del 15 y 22 de agosto en el Sur, la repercusión en la sociedad, los medios de prensa y el desarrollo de la estrategia de las organizaciones armadas.

Según el alto jefe militar el peronismo ensayaba tres cursos de acción. “Uno de instrumentación subversiva y dos de instrumentación política”. El primero busca “apoyar y provocar un golpe de estado procurando el cambio del actual gobierno…creando un clima de tensión que provoque la reacción dentro de las FF.AA. las que convenientemente apoyadas, llevarían a la caída del actual gobierno.” El segundo promoviendo “la abstención electoral de la mayoría de las fuerzas políticas” y luego, un tercero, “adecuarse al proceso político en curso”. Como conclusión, Saint Jean afirmó: “se ha iniciado un período crítico y muy tensionado; con oscilaciones, el mismo culminará en la segunda quincena de octubre”. Tras este comienzo los presentes fueron dando sus opiniones, formando una argamasa intelectual de escaso sentido para los graves momentos que se vivían. Incluso, el segundo comandante del Cuerpo I, expuso un trabajo “producido por los periodistas del diario La Razón, que generalmente siempre han estado acertados”, olvidando recordar que el Ejército tenía una fuerte influencia en el vespertino. Luego se perdieron discutiendo sobre las opiniones del ex teniente Alfredo Julián Licastro y algunos documentos repartidos por el ERP en Córdoba.

El asunto de lo sucedido en Chubut lo introduce Lanusse cuando dice que “desde el primer momento yo estuve reclamando al Estado Mayor Conjunto (EMC) que se diera información. Recién el general Ceretti el 16 a la noche (los sucesos son el 15) informa a la Junta de Comandantes y vimos que esa información era muy vulnerable […] y así llegamos al día 24 en que se había tomado la resolución de dar información”. Seguidamente critica en voz alta: “Es para todos aquellos que suponen que aquí ha habido una asesinato a mansalva. Por más torpes que seamos los miembros de las FF.AA. si lo que pretendíamos era eso, no hubiéramos dejado ningún testigo. Y nadie ha dicho nada de eso, en acción psicológica.” Dicho esto se inicia una comparación de cómo se manejó la información en el Cuerpo II cuando los incidentes en Rosario. De allí en más los diálogos sobrevolaron la interna oficialista en las provincias de Río Negro, Corrientes, Jujuy y las últimas actitudes del ingeniero Álvaro Alsogaray y el doctor Ricardo Balbín.

Otro de los párrafos de la reunión de altos mandos del Ejército

En la página 19 del informe, el jefe del Cuerpo V comenta que a través de documentos que se obtuvieron, “la operación fuga” la fecha era para el 17 de agosto pero fue modificada: “Hay un entregador, un hombre de la cárcel que es el contacto, el que saca la información. Hasta el día 11 a la noche no había una sola arma dentro del penal. Las armas las han introducido entre el día 12 y el mismo día 15 y no sería nada raro que quien ha introducido las armas sean los mismos guardiacárceles”.

Paralelamente otros trataban el problema diplomático. Así lo observaba La Opinión: “Los expertos piensan que, salvo que se introduzca un hecho nuevo - alternativa poco probable - no habrá embajador argentino en Santiago por un lapso de alrededor de dos meses. Cuando suene la hora del retorno, nadie podría asegurar que será Gallac quien regrese a nuestra embajada en Chile; más bien debiera pensarse ahora en quién podría reemplazarlo (...) algunos sectores pensaron que parte el desagrado argentino hacia la conducta del gobierno de Chile podría expresarse a través de una restricción de créditos.” Los créditos no se cortaron. El embajador de Chile, Ramón Huidobro, siguiendo instrucciones de su cancillería, permaneció en Buenos Aires, y el 24 de setiembre volvía a ponerse al frente de la Misión en Chile el embajador Javier Teodoro Gallac. Había primado la cordura.

Los temas de Rawson y, especialmente, Trelew se prestaron para todo tipo de debates y polémicas. Al año siguiente, cuando ya Perón estaba definitivamente en su país y comenzaba su campaña presidencial, la tendencia revolucionaria juvenil continuaba en estado de movilización, siempre recordando militantes que habían caído, en el pasado, en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Fue el caso de la Unidad Básica “17 de noviembre”, ubicada en el Bajo Belgrano, que realizo un acto para recordar los sucesos de Trelew, con las presencias del dirigente Rodolfo Ortega Peña, el ex obispo de Avellaneda, Jerónimo Podestá, Manfredo Sabelli, padre de la “Petiza” Sabelli muerta en Trelew y del escritor Tomás Eloy Martínez, que presentó el libro La pasión según Trelew, rodeado de banderas de las organizaciones guerrilleras. El escritor Martínez explico que el carácter de la obra estaba relacionado con su decisión de convertir, a partir de ese momento, a la máquina de escribir en un arma de combate. Ese mismo día fue destruido un mural dedicado a exaltar la memoria de los combatientes muertos en Trelew, ubicado en el parque Lezama de Buenos Aires, realizado por los alumnos de la Escuela de Bellas Artes “Manuel Belgrano”. El mural apareció cubierto por una leyenda que identificaba al Comando de Organización (CdeO), un grupo de la derecha peronista que combatía a la JP de las regionales.

Perón saluda a Ignacio Berra Aleman, un oficial del Regimiento de Granaderos a Caballo

Lo siguiente lo escribí hace doce años y voy a volver a repetirlo: Tenía con el diputado justicialista (MC) Luis Sobrino Aranda una relación respetuosa, de aquellas en la que siempre se aprende algo. Cuando venía a Buenos Aires desde su Rosario, cada vez que podía, nos encontramos generalmente en mi casa. Era un hombre con una memoria prodigiosa que cuando hablaba del pasado guardaba reservas. “Don Luís”, como solía llamarlo, mantenía grandes secretos. Era un tipo prudente y tenía sus límites. Si hubiera contado todo lo que vivió y conocía muchos estarían en una situación comprometida. Especialmente, aquellos que se lucen con un vocabulario “progresista”, de izquierda. Una vez me permitió prender un grabador y registrar ciertos momentos de la historia de la Argentina y de su gran pasión, el peronismo. En otra ocasión me dejó parte de su archivo, aún no revelado. Este fragmento fue parte de lo que se registró:

Yofre: ¿Usted entró en la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados en mayo del 73?

Luis Sobrino Aranda: Si, entro de Secretario porque él lo había prometido… Lo pusieron al bonaerense Luis Lazzarini (Conservador Popular) de presidente, pero en realidad el secretario de la Comisión era peronista. Perón hablaba en esa época conmigo. Cuando los Montoneros tenían mayoría porque habían sido muy astutos en la Comisión de Defensa y querían reabrir la causa… ¿Cómo se llamaba donde hubo la matanza en la Base de la Marina?

Yofre: La Base Almirante Zar, en Trelew.

LSA: En Trelew, y querían abrir la causa. Yo logro comunicarme con Perón y me dice: “Sobrino lo arregla muy fácil, usted le dice que yo le pedí el expediente, que el expediente lo tengo yo y que me lo vengan a pedir a mi”.

Yofre: ¿El expediente del fusilamiento de Trelew?

LSA: Sí, sí, porque (Carlos) Kunkel y los Montoneros que integraban la lista, acompañados de la gente del partido de (Oscar) Alende y algún otro tenían mayoría. Entonces, cuando piden el expediente, digo “bueno, quiero decirle, presidente Lazzarini, que mi cargo de Secretario se lo debo a Perón, mi diputación se la lleva Perón. Perón me preguntó dónde estaba el expediente, le dije que lo tenía yo y me lo pidió y se lo llevé”. Kunkel armó un kilombo.

Yofre: O sea que Perón no quiso investigar los hechos de Trelew…

LSA: No señor.

Yofre: ¿Estamos hablando después del 12 de octubre de 1973?

LSA: Pero por supuesto, era Perón Presidente.

Yofre: ¿Por qué cree usted que Perón no quiso investigar los hechos de Trelew?

LSA: Porque Perón bajo ningún concepto… Porque Perón a mí, cuando yo le pregunto “¿Mi General por qué juró con uniforme?”, una pregunta bien geminiana, porque somos curiosos, me dice: “porque yo quiero unir a mi pueblo con el Ejército”. Esa fue una respuesta categórica del General. El General no quería ahondar la diferencia en la Argentina, por eso él cambia, porque se cansó de decirme en Madrid que el grave error de él fue haber entrado en algunas cosas en donde produjo una división. Él dijo “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”. (Ricardo) Balbín interpretó eso y ese fue un momento que desgraciadamente la muerte de los dos impidió que se produjera una unión nacional que este país necesitaba.

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