A muchos de nosotros si nos dicen si conocemos al arquitecto Mario Palanti, nos quedamos viendo nuestro interlocutor con cara de auto, no se nos moverá ni una ceja. Pero si le preguntan a algún porteño avezado en hitos arquitectónicos si conocen el “Barolo” y a los montevideanos el “Salvo” ahí cambia el gesto y será una respuesta afirmativa.
Pues bien, el Salvo y el Barolo fueron diseñados por Mario Palanti, cuya obra no solo es muy importante en ambas orillas del Río de la Plata sino que un proyecto de él, si se hubiera concretado, hubiera cambiado la fisonomía de Roma para siempre.
Palanti nació en Milán el 20 de septiembre de 1885. Comenzó su formación artística en 1905 cuando estudió pintura en la academia de Brera para después graduarse de arquitecto en la escuela de arquitectura del politécnico de Milán. Llegó a la Argentina y trabajó conjuntamente con el arquitecto Arturo Prins en la creación del edificio de la Universidad de Derecho y Ciencias sociales.
Durante las celebraciones del centenario de la revolución de Mayo, Palanti fue el director técnico del pabellón Italiano, una obra diseñada por el arquitecto Gaetano Moretti. A partir de entonces, su nombre se hizo conocido y tuvo vuelo propio en el mundo de los arquitectos de principios del S. XX en el Río de la Plata. Sus obras sirvieron de puente y unión entre ambas orillas.
Sus primeros trabajos, alrededor de 1914, fueron el diseño de varios edificios sobre la avenida Rivadavia: el edificio “Atlantes” -al 1916-, la propiedad de Bernardo Vila -en el 2625- y el cine presidente Roca -número 3736-, hoy convertido en templo pentecostal. Grimoldi (el dueño de la afamada zapatería porteña) le solicitó en 1917 que diseñe su casa, también sobre la av. Rivadavia. Y entre 1917 y 1924 construyó una propiedad horizontal de viviendas para Juan Ubold, una vez más sobre la avenida Rivadavia al 2460.
En 1919 fue llamado por el empresario textil Luis Barolo para construir un edificio que debía ser único en la ciudad. Barolo era un admirador del Dante y su obra cumbre, la “Divina Comedia” y Palanti era también admirador de la ópera magna del ilustre florentino. El sueño de Barolo era que las cenizas de Dante descansaran en este edificio, construido en honor a esta obra, hasta se planificó su sepulcro para rescatarlas de las contingencias de las guerras que se declaraban con asiduidad en Europa.
El edificio fue concebido por Palanti como un todo, desde el diseño arquitectónico hasta el mobiliario, las lámparas, los ascensores, etc… Para construirlo se utilizaron 650.000 kilos de acero, 3.500.000 ladrillos y 70.000 cargas de cemento Portland. Pero había un problema en el terreno que había adquirido Barolo: por debajo de este corre entubado el arroyo “Tercero del Medio” el cual desemboca en el Río de la Plata. Por tanto, los cimientos tuvieron que traspasarlos. Si hoy descendemos al sótano, se puede escuchar el curso del agua.
El estilo es ecléctico, con algunos detalles de la arquitectura de la India. Fue el edificio más alto de la ciudad hasta la construcción del Kavanagh y lo más llamativo fue su linterna o faro en la cúspide, que se veía desde las costas uruguayas cuando se encendía. En el año 2010 fue puesto en valor y en funcionamiento y declarado “Faro del Bicentenario”.
La división general del edificio sigue la estructura de la Divina Comedia de Dante. Por esa razón, tiene tres partes: infierno, purgatorio y cielo. El faro simboliza el encuentro con Dios en lo más alto del Cielo. También consta de 22 pisos, igual que las estrofas de los versos de la Divina Comedia. El plan del edificio y su distribución se hicieron sobre la base de la sección áurea y el número de oro, proporciones y medidas de origen místico y esotérico.
Al edificio se ingresa por la galería central que une avenida de Mayo e Hipólito Yrigoyen al 1300 y junto con los dos subsuelos simbolizan el infierno. Cuenta asimismo con 9 bóvedas, que en sus lunetos contienen inscripciones en latín, y se pueden distinguir catorce citas de la Divina Comedia. Sobre el piso se observan paneles de vidrio en forma circular, que representan las llamas del averno y las lámparas son sostenidas por grifos y seres mitológicos serían los demonios que aterran por toda la eternidad a los condenados al tártaro.
Del primer piso al 14 se transita el Purgatorio, donde los 7 pecados capitales están representados cada dos pisos. Y una vez atravesado dicho espacio se puede acceder al cielo, que es el faro con su luz. Pero el edificio no solo es una representación arquitectónica única en el mundo sobre la Divina Comedia. Durante los primeros días del mes de junio a las 19:45, el pararrayos del faro del Barolo señala el punto medio de la Cruz del Sur, dándole al edificio un carácter no sólo sobre la literatura sino sobre el esoterismo. El edificio fue declarado monumento nacional en 1997.
Sus obras continuaron y en 1920 fue convocado a diseñar el edificio Rocatagliata, ubicado en Av. Callao y Santa Fe, y su tradicional aguja que remata al cielo será otro ícono de la ciudad. En 1922, en la esquina de Eduardo Costa y Ortíz de Ocampo en Barrio Parque construirá la “casa Redonda”, encargo de la familia Fevre.
Pero el éxito del palacio Barolo lo catapulta hacia la vecina orilla del Río de la Palta y viajó a Montevideo. Los hermanos empresarios Ángel, José y Lorenzo Salvo habían comprado en la capital uruguaya el antiguo bar “la Giralda” ubicado en Av. 18 de Julio y Plaza Independencia, lugar donde por primera vez se tocó “La Cumparsita” de Gerardo Matos Rodríguez. Los hermanos Salvo querían diseñar un edificio imponente para que sea un hotel el más grande y lujoso de América. Su inspiración será el Barolo, y ambos edificios, se podría decir, serían como dos “columnas de Hércules” que enmarcarían el ingreso al Río de la Plata, conectados por la luz de sus faros, dado que el Salvo también culmina en una linterna que proyectará su luz sobre el Río y sobre la ciudad de Montevideo.
Fue inaugurado el 12 de octubre de 1928 con 105 metros de altura, y fue la torre más alta del Uruguay y la segunda torre más alta de Sudamérica de 1928 hasta 1935. En 1968 se quitó el faro y se instaló en el punto más alto la antena con la que transmitía el Canal 4 de Montevideo.
El horror que generaba dicho adefesio sobre el Salvo indignaba a uruguayos y a cualquiera que tuviera un mínimo de gusto sobre la arquitectura. No obstante, la abominación arquitectónica de la antena se mantuvo hasta el 14 de noviembre de 2012, cuando fue eliminada porque estaba oxidada y era insegura. De ahí en más, se propuso reconstruir la luminaria, ya no como un faro sino como linterna. Así fue como el 28 de abril de 2017 se inauguró sobre la cúpula del edificio una luminaria nombrada “Gran Salvo”. El edificio fue declarado monumento nacional en 1996.
Las obras de Palanti continuarán. Algunas en Montevideo, como la tienda “London-Paris” ubicada entre las calles Av. 18 de Julio, Zorrilla de San Martín y Rincón. Pero será en Buenos Aires donde se encuentran sus más profusas obras, como por ejemplo el actual “palacio Alcorta”, proyectado en 1927 para la Concesionaria “Resta” que vendía automóviles de la firma Chrysler y en su momento fue promocionado como el primer “Palacio Autódromo”: en su terraza poseía una pista de carrera con base cóncava para darle el peralte adecuado. El edificio fue inaugurado el 1 de diciembre de 1928.
Cuatro años antes, en 1924, había viajado a Italia, y presentó al gobierno un proyecto para la construcción de un edificio que cambiaría para siempre el horizonte de la ciudad de Roma: sería conocido como “la mole Littoria”. El edificio pretendía alcanzar 335 metros de altura e incluiría un gigantesco hotel de 4.500 habitaciones, piscinas, bibliotecas y un sinfín de tiendas con basamento semicircular de 150 por 250 metros. Esta obra se podría ver desde la costa del Ostia, y como sus edificios el Barolo y el Salvo, tendría un faro. El mismo Palanti nos describe su obra como: “…La impresión que uno recibe al llegar a un país que aún no conoce se puede admirar tanto por tierra como por mar y será (mucho más intenso en este caso) que el edificio aportará una nueva visión, una nueva sensación escenográfica. El aspecto del conjunto de elementos que caracterizan una aparición, infunde lo que uno podría llamar la “configuración arquitectónica de lugar”, de lo que se deriva, la enorme importancia que cubre el tema esta futura construcción compleja”.
La arquitectura fascista era imponente, sin escala humana, dado que el individuo debería fusionarse con un todo que es el estado, por tanto la medida humana desaparece en pos de la “otredad estatal”. Esta idea fascinó a Palanti y desde ese concepto bosquejó la “mole Littoria”. Para el arquitecto, la construcción de la misma, simbolizaba una trilogía mística: “San Pedro del Vaticano y catolicismo; el altar de la Patria en Piazza Venezia y el Risorgimento y la Mole Littoria y revolución fascista”.
El mismo Palanti escribirá al respecto: “Este edificio será la expresión soberbia de la luz de la Roma fascista, irradiando de una masa colosal y estática la dinámica para que en todo el mundo se observe la elevación explosiva del ardor fascista, como una batalla, como creación, como dominio, como filosofía, como progreso y civilización. La cual sabe encarnar la gloria del presente; renovar, con poderoso injerto juvenil, los triunfos del pasado con una rica originalidad nacional y mostrar los poderes de expansión y la fuerzas de sugestión en el universo arquitectónico civil (...)”
Virginia Bonicatto, en su obra “Mario Palanti y su trilogía inconclusa” nos informa: “Septiembre de 1924 el mismo Mussolini felicita al arquitecto luego de presentar el proyecto en Roma en la biblioteca del Palazzo Chigi, firmando un autógrafo con la exclamación “Per la Mole Littoria, olalá”. El entusiasmo de Mussolini parece haber causado repercusión en el exterior, específicamente en Nueva York, donde encontramos un artículo publicado en el New York Times del 28 de diciembre de 1924, titulado “Architects dream of a pinnacle city”, que hace referencia a la intención de Mussolini por erigir un edificio de gran altura, que superará a la torre Eiffel, construcción más alta del momento. De acuerdo al artículo este edificio, “la Mole Littoria”, sería el “símbolo del fascismo, del poder de Mussolini y una amenaza con quitar el estrellato de los rascacielos americanos para trasladarlo del otro lado del océano, a la Italia fascista”, donde explican que un arquitecto, radicado en Argentina, presentó al Duce su monumental proyecto y quien dicen cuenta con experiencia en este tipo de construcciones. Por lo tanto vemos que los “rascacielos” de Palanti habían alcanzado Norteamérica, y el proyecto de la Mole Littoria parecía entonces posible de ser realizado.”
De regreso a Buenos Aires, el edificio diseñado para perpetuar la gloria del fascismo fue perdiendo altura en los bosquejos. De los iniciales 330 metros pasó a 130 y luego a solo 90. En 1926 volvió a presentar su obra, ya más pequeña, en el “Salón de la Vittoria” y otra vez lo felicitó Mussolini, además que recibió cartas de admiración de varios miembros del movimiento fascista. Pero la obra nunca saldrá a la luz.
Volvió a la Argentina y diseñó el actual Hotel Castelar, antes llamado “Excélsior”. En su subsuelo se instaló la peña “Signo”, muy concurrida por las clases porteñas más acomodadas, adonde fueron habitués Norah Lange, Oliverio Girondo y Alfonsina Storni. Allí, ellos agasajaron a García Lorca, con motivo del estreno de su obra Bodas de Sangre.
Palanti contrajo matrimonio en la ciudad de Rosario con María Helena Castagnino, pero se separó de ella y volverá a Italia, donde presentará varios proyectos para varias obras diferentes: religiosas, civiles y del estado. En 1935 publicará: “Torre Littoria e Auditorium Progetti, Roma amo XDL”.
En 1960 dejó la actividad. Murió en Milán en 1978 y sus restos descansan en el cementerio de esa ciudad.
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