Yo te cuido, hermana

Un 10% de los chicos argentinos se queda a cargo de una hermana menor de 18 años, según la última encuesta de Unicef que considera que se trata de un “cuidado inadecuado”. Se necesitan respuestas del Estado y una ley de que genere alternativas para que las niñas y adolescentes no realicen trabajo infantil doméstico. En los hogares monomarentales la situación se agrava

Agustina Paredes (5) ayuda a su madre Florencia Paredes (33) en su casa del barrio Los Cipreses, Gonzalez Catán. Buenos Aires, Argentina. 9 de mayo, 2021 (Unicef)

En Argentina uno de cada diez chicos/as se queda solo en su casa, sin adultos, a cargo de sus hermanas o hermanos. La sobre responsabilidad de las hijas mayores es un problema cada vez mayor que no se ve, pero que existe, crece (cuando las que tendrían que crecer libres de responsabilidades de cuidado son las chicas) y se convierte en una injusticia que no se cuestiona.

“Actualmente un 10% de los chicos se queda a cargo de, fundamentalmente, una hermana menor de 18 años, lo que ocasiona situaciones de cuidado inadecuado. Estos indicadores aumentan significativamente en hogares monomarentales”, advierte la última encuesta de Unicef, difundida el 10 de agosto, que alerta sobre un grave problema alimentario en la infancia, el recrudecimiento de la violencia de género, la sobre carga de cuidados en las mujeres, la brecha tecnológica entre chicos de diferentes clases sociales y el alarmante bullying en la niñez.

El problema va in crescendo y la pandemia del descuido llegó para quedarse. En julio del 2020 solo el 3% de los chicos y chicas era cuidados por una menor de 18 años. En plena pandemia el aislamiento quitaba lazos sociales y educativos pero garantizaba que hubiera algún adulto en casa. En octubre del 2020 la situación seguía igual. En cambio en mayo del 2021, del 3% se paso al 7% de hijos que son delegados al cuidado de otros hijos. En octubre del 2021 se subió otro punto al 8% y en junio del 2022 se llegó al 10%.

Las adolescentes tienen a su cargo el cuidado de personas que conviven, según la última encuesta de Unicef

Esto pasa en las casas donde hay una pareja a cargo de sus hijos/as, pero si la madre sola tiene que ir a trabajar para pagar el gas y hacer el guiso lo que abunda son presiones y no soluciones. Por eso, en hogares monomarentales la cantidad de chicos y chicas a cargo de los hermanos y hermanas mayores sube al 13%. Esto también implica que, por ejemplo, frente a los subsidios (que se dejan o quitan) o la AUH u otra intervenciones de política económica se debería tener en cuenta si las mujeres son jefas de hogar a cargo de sus hijos.

También son muchos los chicos que se quedan directamente solos (13%) y son más los que no tienen nadie que los atienda, rete, mime o entretenga si la mamá está sola con todas las responsabilidades: pagar las cuentas y bajar la fiebre. En las familias monomarentales son un 17% los chicos que se quedan sin nadie a cargo. Si viven solos con su mamá casi 2 de cada 10 chicos y chicas esperan a que su mamá vuelva del trabajo sin que un adulto los controle y contenga.

Los datos surgen de la Encuesta Rápida sobre la situación de la niñez y adolescencia 2022 de UNICEF, representativa de la totalidad de los hogares con niños, niñas y adolescentes en el país, y comparable con los relevamientos realizados por el organismo durante 2020 y 2021, por lo que son datos importantes para generar políticas públicas y mostrar el fenómeno de las hermanas cuidadoras.

Las mamás subieron la demanda de ayuda para hacer las tareas escolares en la pandemia y esa sobrecargo se volvió una nueva normalidad y si no están ellas lo hacen las hermanas mayores (Unicef)

Luisa Brumana, Representante de UNICEF Argentina enfatizó sobre los resultados de la encuesta: “En situaciones de crisis económicas, el Estado debe garantizar que la niñez y la adolescencia sea protegida a través de presupuestos y políticas inclusivas que les permita salir de la pobreza y la indigencia”, señaló.

La pandemia mostró que cada vez se necesitan más formas de respaldar el cuidado de niñas y niños. Pero Argentina va a contramano y cada vez las mujeres están más solas para cuidar. Las escuelas no tienen turnos extendidos, no hay centros de cuidado (como en Costa Rica), sistemas canguro (como en Barcelona) o un sistema público de cuidado (como en Uruguay), ni licencias extendidas o por enfermedad de los hijos e hijas.

Cada vez, es más complicado contar con abuelas, tías, hermanas que puedan estar disponibles para cuidar porque las redes familiares desaparecen por el trabajo de las mayores, las enfermedades, el cansancio, las complicaciones y porque también las abuelas no son trabajadoras full life sino personas con derecho a disfrutar.

El 23% de los chicos y chicas se queda a cargo de un familiar por algún arreglo: a veces son favores, a veces implica la sobrecarga de las mujeres más grandes, a veces la madre termina sin poder tener la última palabra en las decisiones sobre la crianza de sus hijos o sufriendo por la factura invisible (pero sin subsidios) de ser “a la que ayuda” su mamá, su papá, sus suegros o sus hermanas o también alguna forma de pago para ayudarse mutuamente pero en un código laboral-familiar que también tiene sus complicaciones y rebrotes en los efectos emocionales.

A la vez contar con niñeras o trabajadoras que cuiden es difícil para las que cuidan -en el trabajo menos remunerado del país- y para las que tienen que pagar por el cuidado con sueldos aplastados por la inflación y el impacto laboral. Solo el 4% de los chicos y chicas son cuidados por una cuidadora, pero el 70% de esos pibes y pibas pertenecen a los dos escalones socio económicos más favorecidos.

Las chicas pueden ayudar a cocinar, poner la mesa, ir a buscar a sus hermanos al colegio, pero si el trabajo es demasiado intenso se considera trabajo infantil (Unicef)

O sea, hoy contar con ayuda para salir a trabajar es un lujo exclusivo de los sectores más altos. Las que más necesitan trabajar, menos ayuda tienen. Pero hay que salir a ganar dinero igual. ¿Quién lo paga? Las hermanas mayores que se quedan a cargo de sus hermanitos. Y también los chicos y chicas que reciben un cuidado de menor calidad, menos atención y más peligros.

Unicef define como “cuidado inadecuado” el de la hermandad no por la mala voluntad, sino porque no se trata de adultos responsables y atentos para cocinar, ayudar con las tareas escolares, bañar, jugar o poner límites. De todas maneras, la responsabilidad no es de las madres que hacen más de lo que pueden, ni de las hermanas/os que cuidan, sino de una sociedad que mira para otro lado.

Por eso, se debería promover cuidar a las hermanas y que el tiempo y las condiciones en las que cuidan sean aceptables y que no excedan una demanda lógica para su edad. El mayor pico de presión para las mujeres fue en la pandemia. En junio del 2020 el 57% de las mujeres sentía mayor sobrecarga. Pero ahora ya casi no se usa el tapaboca y, sin embargo, el exceso de equipaje en la valija de la maternidad quedo en niveles muy altos: 48%.

El ranking de sobrecarga que sienten las mujeres post pandemia está encabezado por la limpieza de la casa (24% más que antes), el cuidado de niños (21%), preparación de comidas (18%) y ayuda en las tareas escolares (10%). Si el subibaja está cada vez más inclinado en un esfuerzo desmedido de las mujeres las políticas públicas tienen que intentar equilibrarlo.

Por eso, es imprescindible que se debata la ley de cuidados que fue presentada por el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad en el Congreso (pero que no está en la agenda legislativa y mediática de prioridades, ni de demandas al gobierno y la oposición) y mejorar los sistemas de jardines, escuelas extendidas, centros de cuidado para todas las edades fuera del horario escolar, cuidadoras barriales, etc.

Se necesitan más jardines de infantes, maternales, escuelas con horarios extendidos y centros de cuidado más allá del horario escolar para que los cuidados no recaigan en las hermanas mayores

También es importante que los varones lleven adelante paternidades responsables y que no deleguen en las madres el cuidado cuando no están y cuando están y si pueden y si no pueden, también. Por otro lado, los lazos sociales también son fundamentales para que no sean las más chicas las que carguen con el peso más grande de cuidar a los más chicos.

El reparto de tareas de crianza entre varones y mujeres es una ilusión que no se concreta. Y el problema lo pagan las mujeres (que no pueden decir “no tengo para darte de cenar”) y los chicos que no cenan, no salen a divertirse o quedan en situaciones de descuido. El 63% de las mujeres separadas no recibe la cuota alimentaria regularmente y el 51% no cuenta con el pago de parte del padre de su obligación legal de mantener a su hijo para ir a la escuela, comer, hacer deporte y ser cuidado.

Si las mujeres tienen que trabajar y cuidar a la vez y arreglarse aunque no haya contribución paterna no se les pide que maternen sino que tengan super poderes. Y no todas las mujeres son iguales. En general, los juicios por alimentos que se ventilan en la tele son por sumas altas de dinero. No está mal que cada quien reciba lo suyo. Pero la realidad es que las que menos tienen son las que menos reciben y las que cuentan con menos recursos son las que menos se ven afectadas por los padres borrados a la hora de aportar.

Entre las mujeres más pobres el 66% no recibe ninguna cuota alimentaria. En cambio, entre las más ricas el 31% mantiene sola a sus hijos e hijas. O sea que 7 de cada 10 mamis con buen pasar es apoyada económicamente por el padre de las bendiciones. Mientras que solo 4 de cada 10 madres que la reman en dulce de leche repostero (aunque no les alcance para comprarlo) para llegar a comprar un bizcochuelo estiran la plata con un aporte paterno.

El 66% de las mujeres más pobres no recibe ningún tipo de cuota alimentaria por parte del padre de sus hijos (Unicef)

Las injusticias son más injustas con las que más sufren. Pero no son solo ellas, sino sus hijas las que terminan condenadas por el mandato de género de ser las madres suplentes que se tienen que poner la camiseta de cuidar si su mamá sale a trabajar y ellas tienen que levantarse del banco. Pero la culpa no es, como siempre, de las madres que deben soportar la tarjeta roja de la sobrecarga de exigencias y el castigo a tener que hacer magia para hacer aparecer dinero, afecto y valores de una galera en donde nadie quiere poner la varita pero sí ver salir el conejo.

Son muchos los chicos que cuidan a sus hermanas y hermanos. Y son muchas las madres que agradecen a esos pibes que salvan las papas si tienen que trabajar, viajar para poder mantenerlos o quedarse hasta tarde para poder sostenerlos, sanarlos y sonreírles. Son los maravillosos hermanos los que cuidan a las chicas, sacan tartas del horno y las ayudan con las tareas escolares.

Pero, por sobre todo, la devaluación del cuidado termina tercerizando a las chicas. Las hijas le dedican 5,5 horas por día al trabajo no remunerado dentro del hogar, mientras que los hijos, 2,7 horas, según datos de la Encuesta Sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo, realizada por el INDEC, el 10 de julio del 2014. ¿Qué está bien (poner la mesa, regar las plantas, hacerse las camas, prender el lavarropas, hacer los mandados, lavar los platos, etc) y qué es una sobredosis de tareas para una chica que tiene que estar centrada en estudiar? En Argentina, al menos, 13 de cada 100 adolescentes realiza trabajo doméstico intenso que interfiere con su aprendizaje.

Las hermanas se ayudan sanamente a estudiar, pero si el tiempo se pasa de la raya es denominado trabajo infantil doméstico

El punto no es que no hagan o colaboren, sino cuánto tiempo les lleva y a qué edad y si eso deja de ser una familia en cooperación y pasa a ser trabajo infantil. ¿Cuál es la diferencia? Si implica una dedicación de 15 horas o más en el cuidado y crianza de hermanitos menores no es colaboración, sino trabajo doméstico infantil. Si hoy no dejamos que los chicos trabajen en plantaciones o en talleres, tampoco deberían sobre-cuidar en sus familias.

Si el trabajo doméstico ya es intenso e interfiere con el estudio es una línea roja de descuido sobre las chicas que se debería atender. Y no que sean ellas las que cambien pañales, unten las tostadas y vayan a buscar al colegio si el reloj les demanda más horas de crianza tercerizada que tiempo para realizar trabajos prácticas o buscar información para estar actualizada en clase.

Hace 10 años el 3,3 por ciento de las niñas argentinas, de 5 a 13 años, realizaban trabajo doméstico intenso –considerado trabajo infantil– durante 10 horas (o más) a la semana que, principalmente, tiene que ver con el cuidado de sus hermanos e implicaba una barrera para poder estudiar, según la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU), del tercer trimestre de 2012, del INDEC. Entre los varones de 5 a 13 años, el 2,0% no podía ir a la escuela porque su mamá no tenía con quién dejar a sus otros hijos. En todos los casos, es un problema, pero la hermandad sobre exigida afecta más a las chicas.

Si hablamos de hermanos mayores que cuidan a los más chicos no hablamos de un vínculo familiar, sino de una carga que se adjudica especialmente a las chicas. Y en la pubertad la desigualdad recrudece. El 13% de las chicas, de 14 a 17 años, le dedica 15 horas o más a la crianza de sus hijos o sus hermanos/as (el parámetro del trabajo infantil en la Argentina) y la diferencia con los varones es mayor, ya que el 5,1% de los adolescentes tiene esa misma carga dentro del hogar.

La hermandad es la palabra más valiosa que la lucha de la mujeres ha generado. Poder querer, cuidar, acompañar, reír y pelear, pero, sobre todo, crecer con hermanas y hermanos, es un valor agregado en la vida. Saber proteger y ser protegido también es un plus. Pero cuidemos a las hermanas para que no tengan que hacerse cargo de una tarea XL porque, si se pasa de la cuenta, no es hermandad, es trabajo infantil.

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