“¿Te da fiaca? ¿Estás cansado? ¿Tenés las zapatillas sucias?”, preguntan Carla y Keyla, madre e hija, para ofrecer desde las redes el lavado de zapatillas y, hasta el momento, cumplen con la promesa de dejar lo que les lleven como nuevo.
La idea de las cordobesas surgió en mayo de 2021 cuando las consecuencias de la pandemia fueron irreversibles para la fábrica de calzados en la que trabajaban y que cerró definitivamente. Allí eran empleadas la mujer, de 37 años, que cumplía con entusiasmo el oficio que heredó de Rita, su mamá y también compañera de labores, que a los 14 años comenzó a coser zapatos de vestir, mocasines y de estilo náutico.
“Cuando quedamos sin trabajo, comenzamos a pensar en qué hacer porque necesitábamos ganar algo de dinero, y a mi mamá se le ocurrió la idea porque Keyla, mi hija de 17 años, es fanática de la limpieza y le gusta mucho lavar zapatillas, las deja impecables. Entonces nos preguntó qué pensábamos sobre la posibilidad de ofrecer ese servicio y dijimos que sí. Primero lo ofrecimos entre los vecinos y conocidos, y a los meses Keyla abrió una cuenta en Instagram y Facebook, y también comenzó a ofrecerlo por WhatsApp”, cuenta Carla Farías Luna.
Por tratarse de una tarea para muchos tediosa y que ellas ofrecían realizar por solo $ 100, pronto comenzaron a sumar zapatillas sucias, en muy mal estado y otras percudidas por el uso. “Con dedicación y amor, todo se puede salvar”, asegura y cuenta que hubo semanas en que llegaron a lavar más de 30 pares. Actualmente, y por el momento, cobran $ 250 por cada lavado.
Para la que más disfruta de la idea y estudiante del último año de la secundaria, el dinero tenía un claro destino: comprar la ropa de promoción de 6° año. Ahora ahorra para la fiesta que harán al terminar el curso, a la que quiere llegar con un bello vestido, zapatos nuevos y un hermoso peinado.
La historia
Rita Luna (mamá de Carla y abuela de Keyla) comenzó a trabajar con apenas 14 años como costurera en la fábrica de calzados de la capital de Córdoba y dejó como legado a su familia el amor por el calzado.
“Ella creció entre zapatos y yo también. Cuando no cosía en la fábrica, lo hacía en casa; y yo armaba todo para que ella lo cosiera”, recuerda la mujer que lamenta que tras los meses de cuarentena, nunca pudo retomar la actividad. “Dejó de entrar la materia prima, los adhesivos, los pegamentos, y cerró...”, lamenta y dice que por esos días la situación de la familia “era muy compleja” y que la búsqueda de empleo no rendía frutos.
“Durante los primeros meses de 2021 busqué trabajo en todos lados y nada resultaba aún cuando ya estábamos lavando zapatillas seguí buscando porque el dinero que ingresaba no era suficiente”, admite.
Pese a eso, lo siguieron haciendo y, para sorpresa de las mujeres que comparten vivienda, “el boca a boca tuvo buenos resultados para el emprendimiento, y durante todo el otoño e invierno lavamos bastante”, revela y cuenta que además de zapatilla de tela lavan y restauran calzados de gamuza y zapatillas de cuero.
En verano, el trabajo decayó y Carla volvió a buscar otro empleo. “En esa época que la gente usa otro tipo de calzado se lavó muy poco”, agrega y admite que extraña su viejo trabajo en la fábrica.
Aunque muchas veces terminan extenuadas luego de una jornada de lavado intenso, sobre todo por el uso del cepillo para fregar las manchas más difíciles de sacar, lo disfrutan más allá de lo que puedan ganar.
Para esta tarea no tienen horarios y se lo reparten según quien lo pueda realizar. “A veces le dedicamos todo el fin de semana, pero yo prefiero que mi hija use sus días libres para descansar de la escuela”, asegura la mujer que desde hace unos meses también trabaja en el cuidado de un adulto mayor, por las mañanas, y de un bebé por las tardes.
Con respecto a los productos indispensables para un buen lavado, revela el procedimiento de Keyla: “Ella pone el calzado en un fuentón con agua tibia y los desinfecta. Luego lava con cepillo. No pueden faltar los guantes para proteger las manos ni los delantales, desinfectantes, jabones y cepillos. Siempre preguntamos al cliente si quiere que lo sequemos en la máquina o con calor de un calo ventor, que es lo que suelen pedir en esta época del año aunque eso nos incremente el costo de la luz”.
Por el momento, no piensan en aumentar el costo de lo que ofrecen y que mantienen desde hace o meses. También comenzaron a lavar mudas pequeñas de ropa.
Para la familia, este emprendimiento significa ayudar a que las personas salven sus calzados y, por eso, no piensan en terminarlo cuando la adolescente cumpla la meta de reunir el dinero para su cena de egresada.
“Ella quiere ser policía, ya se anotó en la Escuela de Oficiales”, dice con orgullo la madre que cree que “quizás eligió esa carrera porque no pude hacerla”. “Yo quería ser oficial de policía, pero nunca pude estudiar y se lo conté muchas veces. Pero, le dije que estudie lo que ella quiera y lo que la haga feliz. Por ahora tiene que prepararse para rendir sino también está pensando en Radiología, sea una u otra, lo importante es que siga lo que le gusta”, finaliza.
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