Nació hace 40 años en las alturas, a 3775 sobre el nivel del mar en San Antonio de los Cobres, el pueblo del tren a las Nubes. Jaime Soriano es guía de montaña muy inspirador en sus tierras. Hace casi 10 años inauguró una escuela para que chicos puedan aprender de forma gratuita a vivir como él del turismo y convertirse en futuros guías y escaladores. Y el 19 de este mes formará parte de una expedición que hará cumbre en el Himalaya, donde no hará uso de ningún tipo de oxígeno complementario al de sus pulmones.
Su amor por la naturaleza nació de chico, durmiendo en la intemperie en el camino que unía su pueblo con un paraje donde estaban sus abuelos en Gianaleri, a 4500 metros de altura. A veces sus padres tenían dinero para contratar un vehículo, pero otras veces no, por lo que recorrían 45 kilómetros a pie y otras veces en bici. “Muchas veces al volver nos agarraba la noche y nos quedábamos a dormir en medio de la nada. Llevábamos algunas mantas y frazadas, no teníamos carpas ni bolsas de dormir”, explica. “Era un camino minero, no muy usado. Mis padres siempre me cuentan que me empezaron a llevar desde bebe. Así empezó mi amor por la naturaleza”, agrega,
Durante la adolescencia, esa pasión se acentuó aun más. Jaime salía todo el tiempo al campo y le gustaba “estar en las cumbres”. Cuando estaba estudiando una tecnicatura en turismo, tuvieron una materia en la que se vio reflejado. “Yo hago eso”, se dijo. La materia era turismo alternativo. Muchos turistas llegaban buscando información y el ya conocía muchos caminos para llegar a la montaña. Y empezó a gustarle el tema, tanto, que profundizó y se recibió de guía de montaña. Para rendir el examen de la Asociación Argentina de Guías de Montaña tuvo que viajar a Catamarca. “Y ahí nos recibimos. Tenía mucha experiencia y desde ese entonces, pude trabajar de forma profesional”, asegura.
Contactar con Jaime no es fácil. Si se lo llama por teléfono, es muy probable que no tenga señal y esté “arriba”. Su vida pasa por las alturas y no solo las de su provincia. Trabajó durante cinco años en el Parque Nacional Aconcagua, donde hizo cumbre 18 veces en el pico más alto de la Cordillera de los Andes (6960 metros). Su trayectoria deportiva incluye, por el momento, ascensos en montañas de Argentina, Chile y Bolivia. “Gracias a Dios me dedico por completo a esta actividad, con expediciones de montaña de todo tipo y por varias provincias del país”.
Los logros de este hombre de montaña no siempre se relacionan con las alturas. Hace 10 años comenzaba a cumplir uno de sus sueños: fundar una escuela de montaña, para que chicos y jóvenes puedan capacitarse y en un futuro convertirse en guías y trabajar para el turismo, como él. Resulta increíble que no tuvieran un lugar para dar los primeros pasos, tan cerca de las nubes.
“Como sabía que no salían y no se dedicaban a esto, siempre tuve ese afán de querer mostrarle a los chicos de mi pueblo lo que yo hacía y los lugares que conocía. Así surgió una escuela de montaña para niños. Se llama Lito Sánchez (el primer argentino que hizo cumbre en el Himalaya) y no es una institución formal. Es un proyecto mío. El 27 de agosto vamos a cumplir 10 años. Nos apoyó la Municipalidad de San Antonio de los Cobres desde un principio. Nos ayudó con el armado y nos cedió un aula en un polideportivo del Municipio, donde armamos una palestra.
Por haber trabajado mucho tiempo en Mendoza, los padrinos de la escuela de montaña son de allá. Es la Patrulla de Rescate de montaña de Mendoza. Me ayudaron con la inauguración, a armar la palestra que tenemos acá, con alguna actividad, mandando cosas para los chicos. Siempre están presentes de una u otra manera con la institución.
El siguiente paso para Jaime sería tener un edificio propio, porque al compartir el espacio en el polideportivo dice que a veces se interrumpen las actividades. “Conseguimos la donación de un terreno, pero para la construcción se requiere de una inversión grande”, asegura.
En estos 10 años logró parte de su cometido, haber podido transmitir su pasión por la montaña. “Hoy en día muchos chicos se dedican a esto, no de manera permanente, pero tienen la inquietud de convertirse en guías de montaña como yo y siempre en mis expediciones los chicos participan, siempre salen conmigo, hacen algunas prácticas.
Son unos 40 alumnos los que asisten a la escuela y tienen entre 5 y 27 años. Estuvieron haciendo montaña, escalada en roca. Una de las chicas, de 16, llamada Mariana Salva escaló el volcán Llullaillaco, el más alto de la provincia y el segundo más alto del mundo en actividad, con 6739 metros de altura. “Después de llevarla me quedé pensando en que después de los incas y su “doncella” que tenía unos 15 años, fue la nena de mi escuela de aproximadamente la misma edad. Fue un enorme placer poder llevarla a ese lugar tan sagrado para nosotros”.
Jaime se refiere a la doncella, una de las tres momias que fueron descubiertas en 1999, por una expedición dirigida por Johan Reinhard y la arqueóloga argentina Constanza Ceruti. Eran tres niños incas (una chica de 15 años, una nena de 6 y un nene de siete) que fueron sacrificados y momificados por congelación hace unos 500 años en la cumbre del volcán. “El sitio arqueológico más alto del mundo”, asegura Jaime. Las momias pueden verse en el Museo de Arqueología de Alta Montaña en Salta capital.
Para mi fue bastante fuerte y representativo llevar a los chicos, conociendo la historia de esta montaña sagrada. Especialmente porque todos nosotros somos descendientes de aborígenes.
Los chicos de la escuela, si bien no son guías certificados, cumplen la función de llevar y dar información. Ellos están suficientemente capacitados para acompañar al turista, en la montaña, las más visitadas de la zona. En la palestra de escalada, practican las técnicas.
Lo que siempre ha primado en la escuela y trata de transmitir a sus alumnos no es solamente el montañismo o escalada en roca sino un estilo de vida. “En esta forma de vida está la armonía con la naturaleza, que hoy en día se ha perdido mucho eso. Ellos aprenden eso, además del montañismo como deporte o como salida laboral, primeros auxilios, rescate, supervivencia, el cuidado del medio ambiente, todo ese tipo de cosas”, afirma.
“Para nosotros las montañas son dioses, seres vivos, poderosos”, cuenta Jaime sobre las creencias del mundo andino. “Mis abuelos me decían que no era bueno dormirse en las montañas, porque quedarías algo así como hechizado. Yo lo hice varias veces, me sentaba y me dormía por horas”, cuenta.
También acostumbra a hacer en un día lo que otros se toman 10 días de expedición. “Me gusta subir a las montañas en el día, sin campamento. Es una cuestión personal, que hago con preparación y estudio previo. Le he encontrado un gusto particular. A veces voy con alumnos de mis escuela avanzados, que andan fuerte y también, de manera solitaria”, explica.
Durante los campamentos, nunca pierde el sabor de disfrutar uno de los mayores espectáculos del mundo: los cielos de la puna. Son tan limpios que asegura que pueden verse todas las estrellas. “Es increíble la inmensidad. Hay que vivirla, no se puede expresar con palabras. También el amanecer y el ocaso resultan imperdibles” recomienda.
Hacia el Himalaya
El 19 de este mes estará volando hacia Katmandú, Nepal para vivir una de las experiencias más trascendentales de su vida, que está esperando con ansias y para la que se está preparando de manera mental, física y espiritual. Serán unos 40 días de travesía para hacer cumbre en Manaslu, la octava montaña más alta del mundo, con 8163 metros. Según el montañista, en la cordillera del Himalaya se juega mucho la preparación mental porque es un reto muy importante.
“En el Himalaya las características son diferentes a las montañas a las que estamos acostumbrados en el norte de la Argentina. Hay mucha presencia de nieve, glaciares, hielo y grietas. Y se suma la altitud. La más alta que tenemos nosotros es el Aconcagua, con 6962 metros. En el Himalaya se superan los 8000, así que hay una dificultad en cuanto la altitud y otras técnicas para las dificultades que presenta el terreno”, explica.
¿Un montañista criado en las alturas, corre ventaja en cuanto la adaptación a una altura extrema? “Yo creo que sí porque toda mi vida he vivido a esta altura y siempre más arriba también. Siempre dije que si iba a una montaña de más de 8000 metros lo haría sin oxígeno suplementario. Cada persona toma su propia decisión, esa es la mía de hacer una montaña como ésta. El resto de la expedición usará oxígeno”, anticipa. Más allá de que nunca estuvo a esa altura cuenta que se prepara para “mejorar las condiciones porque el cuerpo a esa altura ya no se adapta” y por otra parte, sabe que subirá y bajará enseguida de esa altura.
Manaslu lo estará esperando, con sus retos y cielos diferentes a los de la puna, pero con mística propia.
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