Pierre-Joseph Granereau, un militante poco conocido de la causa campesina es el título del libro que se acaba de traducir del francés, sobre el creador de la pedagogía de alternancia.
Este increíble sistema de educación rural, pronto centenario, originario de Francia, se instaló en casi todos los rincones de Sudamérica, desde los Andes hasta la llanura pampeana, desde la región selvática hasta el Altiplano. Países como Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Paraguay y Uruguay, entre otros, se beneficiaron con su llegada. Y por supuesto, Argentina, uno de los primeros en promoverlo.
Oscar Dinova, profesor rural jubilado, docente de los CEPT (Centros Educativos para la Producción Total) de la provincia de Buenos Aires, acaba de traducir al castellano y editar en nuestro país el libro que recorre la vida del creador del sistema. En esta charla con Infobae, explica cómo tomó contacto con esta pedagogía, su aporte a la difusión de este método en los años 90 en la Argentina y cómo la pandemia y la cuarentena le dieron el tiempo necesario para indagar en la vida y obra de Granereau, lo que dio origen a la idea de la traducción.
— ¿Cómo tomaste contacto con esta experiencia educativa?
— Al regreso de mi exilio de Francia, en 1985, tenía todas las expectativas de poder insertarme en algún proyecto social o educativo con el cual poder devolver a mi país algo de la formación europea que había podido realizar. Lamentablemente, mi Licenciatura no tenía validez a menos que hiciera una reválida. Durante tres años hice trabajos precarios, hasta que me crucé con la puesta en marcha del Programa CEPT de la Provincia de Buenos Aires, basado en la pedagogía de la alternancia, -escuelas rurales que combinan un período en la escuela y uno en el predio familiar-. Era 1988 y fue, con gran esfuerzo de todos los actores implicados, un verdadero éxito, habida cuenta que cubrieron una necesidad sentida; formarse en y para el campo sin desarraigarse.
— ¿Era lo que estabas buscando?
— ¡Ni hablar! Aparte de darle sentido a nuestro regreso, fue enorme mi sorpresa al saber que este sistema, basado en la convivencia docente-alumnos, el trabajo responsable en grupos, la conformación de áreas de saberes integrados y la activa participación familiar en los Centros, había nacido precisamente en el lugar donde pasé 8 años de exilio. Era 1988, y rápidamente me puse a estudiar toda la bibliografía existente en lengua francesa, que era abundante y muy elaborada. Supe entonces de la activa participación en su creación de un cura, Pierre-Joseph Granereau, y de un puñado de líderes rurales que creyeron en una utopía fantástica, crear educación secundaria para el campo en la década del ´30 en el sudoeste francés.
— ¿Cómo siguió todo?
— Mientras daba mis primeros pasos como profesor en el Centro Educativo para la Producción Total de San Andrés de Giles, presentaba mi tesis argentina para revalidar la Licenciatura en la Universidad de Luján, sobre el tema “Escuelas de Alternancia, un Proyecto de Vida”, que por suerte fue muy bien recibida por mi Tutor y la mesa examinadora. Era remontarse a los antecedentes históricos franceses que facilitaron la puesta en marcha de una pedagogía que utiliza el medio rural como un escenario de aprendizaje, la vinculación estrecha entre teoría y práctica, la toma de responsabilidades de las familias en el futuro de sus hijos, la identificación de la comunidad con su escuela, etc. Fue un verdadero privilegio poder acceder a ese largo camino, que recorrieron, durante más de 150 años, diversas instituciones, pedagogos o simplemente personas lúcidas que, como Granereau, priorizaron el sentido común a las formas rígidas, el acceso popular a los conocimientos y la utilización integral de recursos disponibles, tales como edificios en desuso, entre muchas otras cosas. Esa fue mi primera aproximación a la vida del cura Granereau, quedaba mucho por indagar, pero poco el tiempo disponible.
— ¿Cómo se aplicó el sistema en Argentina?
— Siguiendo el mismo derrotero de las escuelas francesas que le dieron origen, el sistema se expandía en el interior argentino. A mi tarea docente le agregué las de Promotor del sistema, en el Ministerio de Educación de Nación. No solo se fomentó su radicación en la Provincia de Buenos Aires, sino también en Corrientes, Chaco y Jujuy. Fue durante toda la década del ´90. Se crearon varias escuelas de alternancia en esas provincias, con una fuerte participación de la comunidad. Una de las herramientas utilizadas fue la publicación de mi Tesis por el Ministerio de Educación y Cultura de Nación, que cedí al Ministerio, y la difusión gratuita en todo el territorio nacional. Aún hoy sigue siendo una referencia para los docentes que quieren ingresar a trabajar a los programas de alternancia pues no es tan abundante el material bibliográfico en español.
— Decías que quedaba mucho por indagar...
— ¡Mucho! Me fascinaba la idea de conocer más de la vida de una persona, que en plena década del ´30, cuando el mundo estaba sufriendo una crisis sin precedentes, había concebido la idea genial de un sistema por y para los campesinos. Pero además, con ellos. Cómo había llegado, a sus 50 años, a esa chispa genial que inició todo. De dónde se había nutrido para madurar la idea, eran algunos de los interrogantes. Desde mi experiencia como militante, allá en los lejanos ´70, aprendí a priorizar el aporte de los individuos creadores, del valor inestimable de una vida, en cuanto preservarla puede cambiar la de miles de otros. Además, con una filosofía de la verdadera inclusión, la del trabajo de todos los beneficiarios, la tolerancia y el ámbito democrático de toma de decisiones. Ese era Granereau.
— ¿Cómo profundizaste tu conocimiento sobre la experiencia y su creador?
— Tuve la suerte de poder acceder a su autobiografía, Le Livre de Lauzun (El Libro de Lauzun, editado en francés), una publicación fascinante, de 1969, en la cual él recorre, de su propia pluma, una vida sin par. Nació en el seno de una familia de agricultores, en 1885, en un pequeño pueblo del sudoeste francés, luego devino cura, pues era la salida para muchos de los niños del campo de aquellos tiempos. Ungido párroco, ya nada lo detendría en el objetivo mayor de su vida; que los niños del campo tuvieran una educación de calidad, sin alejarse de su entorno.
— ¿Y cómo surgió la idea de traducir este libro?
— Como te decía, su autobiografía me abrió a su vida entera. A tal punto increíble, que comencé a dar charlas en instituciones educativas, entre ellas los CEPT, sobre este brillante pedagogo de la vida, sin título alguno, ni el bachillerato logró aprobar, pero que intuyó, por una parte, las necesidades de la familia francesa campesina, y que además, se preparó durante largos años para cuando se presentara la oportunidad. Fue una larga maduración y búsqueda de herramientas posibles para que las familias viesen factible la propuesta y el Estado las reconociera luego.
— ¿La pandemia fue la oportunidad que se te presentó a vos?
— Creo que sí. Durante la pandemia tuve el tiempo necesario para leer más e indagar sobre la familia Granereau, ayudado por la existencia de las redes. Así fue que encontré un libro escrito por un sobrino nieto del abate, Gilles Granereau, que, junto a Marie Claude Bernard, genealogista, nos ofrece los orígenes migratorios ancestrales de la familia Granereau y Patrick Gués, un destacado especialista en alternancia, miembro de la Unión Nacional de Maisons Familiales francesas -Casas Familiares, así se llaman las escuelas de alternancia galas- que recorre, con una mirada crítica, los principales aspectos en la vida del creador. La verdadera suerte fue la de contactarme personalmente con su descendiente, Gilles, que con gran amabilidad, autorizó a la traducción y difusión de la obra Pierre-Joseph Granereau, un militante desconocido de la causa campesina, editado en Francia por la Société de Borda, por la difusión de Ciencias, Letras y Artes de la región de Aquitania.
— ¿Es tu primer trabajo de traducción?
— Sí, es el primero, y me permitió aprovechar el manejo de la lengua francesa y el conocimiento en alternancia. Fue una experiencia muy interesante. Uno logra, en la traducción, adentrarse a niveles insospechados de identificación. Además, pude alcanzar una síntesis acerca de este hombre real que con su creación benefició a tantas familias rurales en el mundo entero, sin otro objetivo que masificar la educación. Un verdadero revolucionario. Y un personaje fascinante. Imaginen ustedes que combinó en su perfil personal al agricultor, el seminarista, el militante sindical rural y el educador. Conocer a su gente, los trabajos y costumbres, ser dueño de un bagaje cultural destacado, pertenecer a un sindicato rural de promoción del medio y además, haber sido el primer docente de alternancia, director, realizador de los manuales de estudio, promotor de las creación de nuevas escuelas y articulador entre el Estado francés, la Iglesia y la Comunidad. El todo en un contexto de comienzos de la segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi de su país.
— Una voluntad admirable...
— Ni que lo digas. Una personalidad de hierro e inclasificable, generador de una mística arrolladora. De hecho, su autoridad eclesiástica, radicada en Agen, lo definía como “un electrón libre”. Un indomable. Extraordinario personaje. Mientras el mundo estaba pasando por una de sus experiencias históricas más crueles y desvastadoras, este cura de campaña, sentaba las bases de una pedagogía que empezó en 1935 en una humilde capilla de Serignac-Peboudou y hoy conoce unos 500 centros en Francia, la presencia de sus escuelas y asociaciones en todos los continentes, miles de alumnos, centros de investigación y documentación. Podríamos decir que no sólo apostó al futuro, lo construyó.
— ¿Recomendás este libro entonces?
— Absolutamente. Son páginas para disfrutar y reflexionar. Además, posee fotos del archivo familiar que son una verdadera delicia, cómo por ejemplo la del cura con sus primeros cuatro jóvenes alumnos. Para quienes han participado de esta pedagogía es un motivo de orgullo, para los demás, una invitación a conocerla y ¿por qué no? a difundirla. No duden que habrá siempre oídos prestos a escuchar esta propuesta y continuar construyendo entre todos, el camino abierto hace casi 90 años.
— ¿Qué otros proyectos tenés?
— Uno de ellos es el de traducir el libro mayor, El Libro de Lauzun, su autobiografía completa. Pero este es el primer paso. Haremos una buena experiencia con el presente libro y luego trabajaremos para ofrecer en español la vida de Granereau, escrita por él mismo, en la década de 1960. Solamente ha sido traducido al portugués por las Asociaciones de Alternancia brasileñas.
— ¿Cómo consiguen el libro los interesados en leer Pierre-Joseph Granereau, un militante poco conocido de la causa campesina?
— El libro está editado por mí, en una imprenta de mi ciudad, Mercedes. El único objetivo es difundirlo. Se entrega a precio de costo+envío. Me pueden contactar por redes sociales: Oscar Alberto Dinova (Facebook/Messenger). También por email: od1241956@gmail.com
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