La esposa de Firmenich: detenida tras la masacre en el comedor policial, tuvo un hijo en la cárcel y fue indemnizada

María Elpidia Martínez Agüero fue apresada el 4 de agosto de 1976, en medio de una represalia salvaje luego del ataque de Montoneros a la Superintendencia de Seguridad Federal que dejó 23 muertos y 110 heridos. Los días presa y los 128 mil dólares que recibió, más una pensión graciable mensual, cuando recuperó la libertad

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Sumario-Administrativo-de-la-Comisaría-Sexta-de-la-Policía-Federal,-julio-de-1976
Sumario-Administrativo-de-la-Comisaría-Sexta-de-la-Policía-Federal,-julio-de-1976

La masacre en el comedor policial del 2 de julio de 1976 empeoró las condiciones de los detenidos en las celdas clandestinas ubicadas en los pisos tres y cuatro de la Superintendencia de Seguridad Federal, que se había convertido en el núcleo duro de la lucha de la Policía Federal contra las guerrillas.

Allí ya se torturaba a los presos desde mucho antes de la dictadura, pero luego de la bomba vietnamita que mató a veintitrés personas e hirió a otras ciento diez se habilitaron nuevas celdas no solo para detenidos en tránsito hacia otros destinos, como venía ocurriendo, sino que “existieron muchos casos en los que se dio a los prisioneros el ´traslado final´”.

Así lo determinó el Nunca Más, el informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, que señaló que ese cambio ocurrió “como represalia por un atentado cometido contra el edificio” de Seguridad Federal, en alusión a la bomba de Montoneros que voló el comedor que funcionaba en la planta baja de Moreno al 1400.

La situación empeoró para todos salvo para la esposa del jefe de Montoneros, Mario Firmenich, Pepe, la cordobesa María Elpidia Martínez Agüero, La Negrita, que fue apresada el 4 de agosto de 1976 —treinta y tres días después de la voladura del comedor— y resultó legalizada y trasladada a la cárcel de Villa Devoto.

El paso de la esposa de Firmenich por las celdas de la Policía Federal todavía despierta polémicas entre los ex montoneros.

Solo para comparar, a la mujer del principal jefe guerrillero del país le fue mucho mejor que a Carlos Quieto, que era el hermano menor de Roberto Quieto, el número tres de la jerarquía de Montoneros cuando fue secuestrado, a finales del año anterior.

Carlos Quieto no tenía ninguna jerarquía en Montoneros y fue detenido dos semanas después que La Negrita —su apodo familiar—, en el barrio de Mataderos. En Seguridad Federal, lo torturaron salvajemente; según otros detenidos, “pedía constantemente que le dieran agua, y era tanta su insistencia que uno de los presos le preguntó al guardia por qué no respondía al pedido. Entonces, el policía le contestó: “No, a ese no hay que darle nada si es el hermano de Quieto”.

Habría sido muerto el 7 de septiembre de aquel año, es decir el Día del Montonero, según el calendario de ese grupo guerrillero. Coincidió al menos dieciocho días con Martínez Agüero en las mazmorras de Seguridad Federal.

Mario Firmenich con su esposa
Mario Firmenich con su esposa Maria Elpidia y su hijo menor

Martínez Agüero, por su lado, militaba en la zona norte del Gran Buenos Aires con el nombre de guerra Raquel, a cargo de la seguridad de su marido, Pepe Firmenich, que vivía en esa zona. Fue detenida luego de que otro guerrillero, Héctor Lépido, el Loco Nicolás, la reconociera y la marcara a sus captores desde un Ford Falcon.

La esposa de Firmenich era “oficial” del Ejército Montonero y estaba embarazada. Aunque ella aseguró haber sido torturada en las mazmorras de Seguridad Federal, otros detenidos afirmaron lo contrario. En su libro Doble Condena, la periodista Alejandra Vignollés citó el testimonio de una ex compañera de infortunio de María Elpidia, que le pidió que su nombre fuera mantenido en reserva y le contó que “una vez la llevaron a bañarse y coincidió con ella, que se encontraba desnuda, y no vio que ‘estuviera herida ni maltratada’”.

Vignollés incluyó el testimonio de otro ex detenido, también sin identificar: “Una vez que nos encontramos, porque éramos medio parientes, María Elpidia me dijo: ‘A mí en Coordinación no me torturaron, El Francés (el comisario mayor Juan Carlos Lapuyole, director general de Inteligencia) me mandaba a la hemeroteca a leer revistas’”.

Cuando la periodista María O´Donnell le preguntó en su libro Aramburu por qué creía que legalizaron su detención, la esposa de Firmenich contestó: “Supongo que evaluaron que era mejor tenerme legal. En la mentalidad de los milicos, yo era un botín de guerra: me podían resguardar para un día canjearme. Les servía más viva que muerta”.

Vignollés obtuvo respuestas parecidas de Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja, que, junto a Firmenich, fueron los tres únicos “comandantes” montoneros que lograron sobrevivir, en buena medida porque no participaron de la desastrosa contraofensiva contra la dictadura de 1979 y 1980.

Vaca Narvaja aseguró: “Tener a María Elpidia detenida era un elemento de presión muy fuerte para el Pepe; el mensaje era que tenían en sus manos la vida de su esposa”. Por su lado, Perdía dijo que los represores “sabían que detrás de ella estábamos nosotros, y nos respetaban porque nosotros también teníamos capacidad de respuesta si pasaba algo malo con ella”.

La esposa de Firmenich fue trasladada al penal de Villa Devoto el 19 de octubre de 1976, dos meses y medio después de su captura, junto con otras detenidas y el sacerdote Patrick Rice, que había sido secuestrado ocho días antes en La Boca, según declaró el cura ante la Justicia años después.

En Villa Devoto, Martínez Agüero fue alojada en el pabellón 49, reservado a las detenidas de Montoneros y el ERP. También allí su comportamiento intrigó a las presas. Estela Cereseto, de Montoneros, consideró “un misterio” que hubiera sobrevivido siendo la esposa del líder guerrillero más buscado del país, y agregó: “Me pareció mucho más frágil de lo que uno se puede imaginar de la mujer de un comandante…. Tenía la actitud frente a las celadoras muy sumisa. No se destacaba”.

Quieto, Firmenich y Vaca Narvaja,
Quieto, Firmenich y Vaca Narvaja, tres de los jefes montoneros. Detrás, muy sonriente, Galimberti

En la enfermería de la cárcel, La Negrita tuvo a su segundo hijo en la víspera de la Navidad de 1976; lo llamó Mario Javier por el primer nombre de Firmenich y el nombre de guerra que él usaba cuando ella lo conoció, en 1972; en aquel momento, ella era una chica de la aristocracia cordobesa y él llegaba a Córdoba para reconstruir Montoneros luego de una serie de detenciones y muertes.

El nene nació prematuro, en la semana veinticuatro, y con solo un kilo y medio de peso, hecho que ella atribuyó a las torturas recibidas en Seguridad Federal. Mario Javier pasó tres meses en una incubadora y uno en la celda de la madre hasta que María Elpidia logró que la dictadura le permitiera que su mamá se llevara al bebé a Córdoba, donde vivió en el hogar para niños huérfanos del padre Francisco Luchesse, el sacerdote de la familia, que la había casado con Firmenich en el parque de la casona de los Martínez Agüero.

La abuela materna, María Elpidia Agüero Díaz descendía del gobernador y estanciero José Javier Díaz, uno de los próceres de Córdoba luego de la Independencia; se definía “montonera”, como sus seis hijos, y visitaba seguido a su nieto; incluso, le daba clases de catequesis porque era muy católica, y tanto a él como a sus compañeritos.

A todo esto, Firmenich ya había abandonado el país, el 28 de diciembre de 1976, cuatro días después del nacimiento de su segundo hijo, junto con otros líderes de Montoneros.

La Negrita pasó a prisión domiciliaria en diciembre de 1981 y se fue a vivir a la casa de su familia en Villa Allende, a diecinueve kilómetros de la ciudad de Córdoba, donde recuperó a Mario Javier. Unos meses después, el 2 de abril de 1982, justo el día en que comenzó la Guerra de Malvinas, madre e hijo viajaron en ómnibus hasta Puerto Iguazú, cruzaron la frontera, y desde Brasil volaron a México, donde los esperaba el líder montonero de la mano de la primera hija del matrimonio, María Inés, de siete años, que había sido sacada del país por su tía Soledad.

Firmenich abandonó el país el
Firmenich abandonó el país el 28 de diciembre de 1976, cuatro días después del nacimiento de su segundo hijo, junto con otros líderes de Montoneros (NA)

Ya en democracia, todos los guerrilleros detenidos, incluso desde el gobierno peronista anterior al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, fueron considerados “presos políticos” y cobraron una indemnización. También, María Elpidia. En 1992, durante el gobierno del presidente Carlos Menem, inició el expediente número 337.687 en la secretaría de Derechos Humanos, y dos años después cobró 128.233 pesos. Eso fue el 28 de noviembre de 1994, cuando un peso valía un dólar.

Además, como todos los ex presos políticos, la esposa de Firmenich pudo acceder también a la pensión mensual graciable —sin aportes— establecida por ley el 27 de noviembre de 2013, durante el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que equivale al sueldo de la categoría Nivel D, Grado 0, Tramo General de la administración pública nacional.

En junio de 2021, esa pensión ascendía a 39.925,50 pesos y la cobraban 6.253 ex presos políticos o sus cónyuges supérstites, de manera independiente a “cualquier otro ingreso monetario” que pudiera tener el beneficiario.

Quienes residían en el exterior, tenían el beneficio extra de recibir ese dinero convertido en dólares o euros según la cotización oficial, mucho menor a la del dólar real, el llamado dólar blue. Era el caso de la mujer de Firmenich, que vivía junto a su familia en un pueblo a media hora de tren de Barcelona.

A través de la aplicación WhatsApp, María Elpidia de Firmenich me confirmó que había accedido al cobro tanto de la indemnización como de la pensión mensual graciable. “Me he acogido a las leyes reparatorias que me corresponden y son de dominio público, como así también los montos correspondientes”, señaló.

Le hice también una tercera pregunta: “¿Le motiva algún comentario el hecho de que las víctimas de Montoneros o de otro grupo guerrillero (los heridos o los muertos) no hayan cobrado ninguna indemnización?”.

La esposa del principal líder guerrillero que tuvo el país me respondió: “No tengo comentarios para añadir”.

*Periodista y escritor, extraído de su último libro: Masacre en el comedor.

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