“Como dice un amigo mío, las palabras convencen y los ejemplos arrastran. Me gusta mostrar que las cosas se pueden lograr y después enseñar el camino”, explica Mauro Domínguez (31), que hace tres meses abrió una cuenta en TikTok (@soymaurodominguez ) desde la que brinda tips para mejorar hábitos, alcanzar objetivos y también a emprender. A pesar que empezó en la red hace muy poco, ya lo reconocen por las calle por su campera de cuero negra, de estilo motociclista. Hasta hace unos pocos años, Mauro era un bicipolicía que se pagaba horas de vuelo para convertirse en piloto de avión. Y todas estas ideas de superación no las contaba a una red social: las empezaba a poner en práctica.
“Si yo lo logré, cualquiera puede hacerlo. No soy nada especial, soy una persona común y corriente”, explica frente al deseo de muchos de convertirse en piloto, o lo que fuere y creen que no pueden. Quien hoy está al frente de la cuenta motivacional, que le sirve para promocionar su propio emprendimiento, tuvo una infancia y adolescencia difícil. Nació en Quilmes y sus padres se separaron cuando tenía un año y medio. Se crió con su madre, que sobrevivía en base a emprendimientos y durante un tiempo estuvieron en casa de sus abuelos italianos. Aunque no por mucho tiempo. Ese método de educación que había recibido su madre cuando era chica, no lo aceptó para Mauro. “A mi hijo no le hablás así. Yo lo educo, por más que vivamos en tu casa”, les dijo antes de dar un portazo. La idea era irse a una iglesia. Pero una amiga del secundario que vivía en la villa de Ceballos, en Quilmes, los invitó a vivir con ella. Así que se quedaron por un tiempo.
Cuando Mauro cumplió 14 años, comenzó otra etapa, que no fue mejor. Se fueron a vivir a Junín. “Mi madre se puso en pareja con alguien de allá. Cuando nos instalamos resultó que esta persona era sumamente violenta. Si bien no había violencia física, era el resto de todas las violencias”, aclara. En ese contexto, Mauro no tenía ganas de estudiar, dejó de cursar el secundario y quedó libre. Repitió, cuando en otra época era el mejor promedio. A los 16 años, retomó los estudios cursando un secundario y una tecnicatura en asistencia en informática. “Cursaba desde el mediodía hasta las 11 y pico de la noche. Lo hice durante tres años. Y durante la noche trabaja en un cyber”,cuenta sobre esos tiempos difíciles.
Cuando completó sus estudios, probó estudiar un cuatrimestre en ingeniería en informática, pero no le gustó. Mientras buscaba su vocación, hizo diferentes trabajos: fue repositor de un supermercado chino y también fue empleado en una casa de videojuegos electrónicos del estilo Sacoa. Todo se encaminó el día conoció un chico que dijo que era piloto de avión y le propuso ¿Querés ir a volar conmigo? “Obvio, le dije yo. Fuimos hasta un aeroclub que hay en Junín. Era la primera vez que subía a un avión, encima era chiquito. Y fue espectacular. Me emocioné. Y le pregunté: vos podés venir y volar e ir donde quieras? Y me respondió que sí: que alquilaba y pagaba el combustible, nada más. Yo quiero hacer esto, por favor. No sé cómo pero lo voy a hacer”, le dijo a su nuevo amigo. Fue un día revelador.
Así como en el TikTok siguen sus consejos saludables, para vivir mejor, o los que aumentan la productividad en el día, también están todos los que quieren saber cómo se convirtió en piloto de avión. Desde ese primer viaje en avión, el joven planificó la forma de pagarse las horas de vuelo. “La carrera era bastante cara y yo como empleado de comercio podía pagarme algunas horas y lo que sucedió es que me fui de la casa de los jueguitos, porque el dueño tenía mal trato, insultaba mucho, y no me gustaba que me trataran así y con un amigo me fui a trabajar a una constructora vial. Ahí me fui pagando las horas de vuelo que podía”, explica. Pero se terminó yendo, el trabajo era muy rudo para él que era menudito. Levantaban postes de luz y paleaban asfalto todo el día. Y recibió una indemnización.
Se dio cuenta de quería volver a ser empleado de comercio. Quería hacer algo más grande. “Tenía ganas de contribuir. De hacer algo bueno”, pensó en ese momento. Y un amigo le sugirió: “¿por qué no metés en la policía?” Y le quedó la idea girando. Empezó a googlear que la policía local estaba cerca del vecino, que tenía un nuevo paradigma. Y también vio que había muchas noticias sobre policías ayudando: a un jubilado a cruzar la calle o a cambiar la rueda del auto. Uno que devuelve billetera. Y ahí le entusiasmó la idea. Esto sí le llenaría. Entonces planificó su camino: “ser policía, mientras ayudaba a la gente, para mientras tanto estudiar la carrera de piloto de avión. Sin desmerecer a nadie sentí que ser policía me iba a llenar más que ser un empleado de comercio”.
La indemnización que tenía la usó para sobrevivir unos meses mientras estudiaba en la academia. Sabía que la beca que le darían no sería significativa y además tardaría en concretarse. “Yo empecé a tener hambre. No tenía plata para comprar más comida. Cuando llegó la beca me alcanzaba para un alquiler mínimo, para 10 paquetes de arroz, 20 latas de arvejas y polvitos saborizantes con gusto a carne y vivía con eso. Estaba flaquito, todo el día haciendo ejercicio”, explica.
Con la de Macri al gobierno extendieron su capacitación de 6 a 9 meses. Y al final, cuenta Mauro, terminó cumpliéndose un año porque no tenían chalecos antibalas ni armas para salir a la calle. Así que resistió hasta el final porque, definitivamente, no quería volver a ser empleado de comercio. También corría el riesgo de perder las horas de vuelo que ya había pagado. “Hay un límite de dos años para obtener la licencia y se me estaba venciendo. Me quedaba un mes. Salí desesperado”, recuerda. Para lograrlo quiso pedir un préstamo de la policía pero necesitaba un garante (otro policía que tuviera más de cinco años en la fuerza). Y golpeó muchas puertas. Hizo una planilla en Excel con 100 nombres de policías que conocía y otros no tanto, y les escribió contando su historia para hacerles el pedido.
El resultado no fue el esperado. “Me comí toda la lista de rechazos. Cuando ya no quedaba nadie, pensé en el director de la academia de policía. Le dije que se me caía la cara de vergüenza y que era la última persona a la que le pedía. Y me dijo: “Domínguez, nunca salí de garante a nadie, pero sé que no vas a comprar ni un celular, ni auto que vayas a perder, con esto no te abro una puerta, sino también un par de ventanas, es para tu carrera, tu futuro. Me volvió el alma al cuerpo. Ese mes volé más del 50 por ciento de la carrera. Estudié toda la teoría para ser piloto. Me recibí enseguida”, narra sobre su hazaña de último momento. En 2017 Mauro se recibía de policía y piloto. Quedó con uno de los mejores promedios tanto en la academia de policía como en la escuela de aviación.
Después llegó algo nuevo a su vida. Dice que fue serendipia, un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta. O en sus palabras, la suerte de la vida, algo que te pasa y no te esperabas. Cuando se recibió de piloto de avión invitaba a sus amigos a volar. Dice que una vez que se juntan 25 horas como piloto, las horas de seguridad, se puede llevar gente a volar. Entonces él invitaba para que pagaran el combustible y acumular horas gratis. “Para mi sorpresa muchos me decían, no..., volar... estás loco, me da miedo. Y yo le decía, a qué le tenés miedo, si es lo más lindo. Y les mostraba los paisajes. Para mí era como andar en bici ir en avión. Y me puse a investigar sobre aerofobia”. Así comenzó a introducirse al mundo de los miedos. Y a descubrirse a sí mismo en algunos, cuando pensaba que no los tenía porque es policía, instructor de taekwondo y sabe sobre primeros auxilios. Se dio cuenta de que tenía miedos de fondo, como miedo al compromiso. Hacía muchos años que no tenía una relación, también se dio cuenta de que tenía “miedo al dinero”. Se obsesionó con eso.
Hizo sesiones de coaching. Y empezó a sacarse miedos. Y los sintió como un “súper poder” y que había aprendido lo tenía que compartir con todo el mundo. “Empecé a contar sobre la teoría de los miedos, a darles charlas y ellos empezaron a descubrir los suyos y a trabajarlos. Hago un curso de coaching y justo viene un conferencista sobre dinámicas sociales. Y cuando vi que ese tipo se paraba delante de más de 200 personas, les hablaba y les hacía hacer ejercicios y se iban motivados, yo me dije: quiero ser conferencista y ayudar a las personas a superar sus miedos. Y ahí nace Superarte academia para progresar en la vida y aprender a emprender.
Y en su cuenta de TikTok, a la que llegó por sugerencia de un amigo, se dedica a motivar, a cumplir sueños, dejar malos hábitos, alcanzar objetivos. Hay videos sencillos, pero que tienen miles de reproducciones. “Si yo pude, vos también podés”, repite. Y su cuenta crece, mientras repasa sus historias.
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