“¡Atención! Para personas en situación de calle: se les dará sin costo, té, café, mate cocido y criollos por persona″, invita en un colorido pizarrón en la puerta de cinco comercios distribuidos entre la terminal de ómnibus y el centro de la ciudad de Córdoba. El convite se repite todos los días de 7:00 a 10:00 desde 2018.
La idea surgió como la necesidad de dar un abrazo, un mimo, a quienes por distintas realidades quedaron sin un techo que los cobije de las temperaturas extremas, solos (en su mayoría) y sin demostraciones de afecto por mucho tiempo. Saber que ya no son “invisibles” les hace recibir muy bien el cariño, abrir su corazón y contar sus historias.
“Vemos muchas personas con el espíritu quebrado y con este gesto, aunque no les cambiamos la realidad, al menos los abrazamos con un mate cocido o algo calentito para tomar”, cuenta Alejandra Reynaga (48), la mentora de la gesta solidaria que cuando niña supo cuáles eran las sensaciones de la panza con hambre y del frío agrietando la piel.
Agradecida a la vida porque pudo cambiar el que parecía un destino escrito a fuego, decidió devolver a la sociedad la ayuda que alguna vez sus papás recibieron. Para su sorpresa, en varias oportunidades, algunos clientes enterados de la movida dejaban su vuelto o donaciones para colaborarles. Pese a que ya no reciben ningún tipo de donaciones, la mujer asegura que siempre estará agradecida de esas buenas intenciones.
La noble idea
Los kioscos están abiertos las 24 horas, pero el ágape está listo desde las 7 de la mañana. “Hasta las 8:30 es el ‘horario pico’, cuando pasan la mayor cantidad de las personas. La primera vez que vienen les regalamos una taza de plástico duro y les pedimos la traigan cada vez que regresen para recibir el mate cocido o el té”, detalla y cuenta que el número de personas que llegan varía con los días, pero que entre los cinco comercios llegan unas cuarenta.
“A donde más personas asisten es al negocio cercano a la Terminal de Ómnibus, ubicado en Tránsito Cáceres de Allende 386″, asevera y recuerda que ese local fue el que sobrevivió a la cuarentena cuando tenía dos.
Todo comenzó en 2018 cuando Alejandra, dueña y socia de “Entre besos y dulces”, se puso al frente de la acción solidaria pensada en dar un poco de calor y contención a las personas olvidadas, en muchos sentidos, y que debían soportar las bajas temperaturas, además de la soledad y lidiar con los duros y fríos pisos de las veredas que les hacen de hogar.
“En la zona de la terminal se ve a mucha gente que duerme en las calles y de todas las edades, sobre todo mucha gente mayor. Verlos me generaba angustia y decidí hacer algo, por chico que fuera”, dice sobre aquello que no lo hace sola. Sus cuatro socios apoyaron de inmediato la propuesta y otras dos personas decidieron colaborarles.
En estos años, solo se vieron obligados a poner un freno durante la parte más cruda de pandemia y de las restricciones sanitarias cuando, además, debió cerrar uno de los kioscos. Pero en unos meses logró su estabilidad y, ya asociada a sus afectos, abrió otros kioscos: ahora tiene cinco, de los cuales dos son solo de ellas y los otros tres, en sociedad.
“Como podíamos entre todos sostener esos negocios decidimos llevar a cabo esta propuesta solidaria en todos los kioscos que no es más que una bebida caliente y un criollito (parecido al librito, en Buenos Aires), pero es un gesto como si fuese un abrazo para esas persona que atraviesan esta realidad. Yo que vengo de un barrio humilde. sé lo que es el esfuerzo, y ahora que puedo, quiero ayudar a quienes más lo necesitan sobre todo en estas épocas del año, cuando el frío golpea tan duro”, admite.
La que llama una simple idea, le significa a muchas personas contar cada día con alimento caliente al despertar, una palabra de aliento y un gesto cariñoso, que no es poco.
“Nadie sabe por la situación que en verdad están pasando ni qué los llevó a cada uno a ese lugar. Algunos, ya en confianza, lo cuentan y es doloroso porque son personas instruidas que por distintas circunstancias terminaron solos y en la calle, hace años no ven a sus familias porque fueron perdiendo el contacto con ellos. También hay madres con sus hijos o familias”, lamenta y a la vez agradece la confianza que le depositan, y destaca la calidez de cada uno de sus empleados.
“El equipo de trabajo que tenemos nos acompañan en todo este movimiento: preparan los termos con el café, el mate cocido o el té y se disponen a recibirlos”. La acción es común en la ciudad donde hay muchos voluntarios que colaboran con las personas en situación de calle.
Los grupos, generalmente de jóvenes, recorren las calles entregando una bebida caliente y algo para acompañar. “Por la noche les dan una sopa con un pancito”, cuenta.
La mujer cree que desde 2018 hasta la actualidad hay más personas en las calles que cuando comenzó con su iniciativa. “Se ven más, sobre todo, cerca de la terminal adonde van a pedir unas monedas como alguna vez lo hicieron mis padres”, se emociona y orgullosa finaliza: “Nací en la capital, pero me crie en el barrio Villa El Libertador, un lugar muy humilde, donde aprendí todo lo que sé y me formé como persona. No olvido de donde vengo ni de lo que se siente y piensa cuando se tiene hambre, por eso ayudamos. Ojalá esta idea, que es un granito de arena, se replique en otras ciudades”, se ilusiona.
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