Tiene dislexia, le costó recibirse de arquitecta y diseña cuadernos para personas con dificultad de aprendizaje

Paloma Gondar fue diagnosticada a los 10 años. Con ayuda psicopedagógica obtuvo su título académico en el lapso estipulado por la universidad. Usando sus técnicas de superación, junto a la licenciada en comunicación Marina Alejandra Wilhelm crearon unos cuadernos que ya ayudaron a más de 300 personas en sus carreras

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Paloma Gondar en su graduación.
Paloma Gondar en su graduación. “El dolor de mi infancia lo supere en la universidad, cuando alcance mi mayor logro: recibirme en tiempo y forma".

“Es difícil aceptar el hecho que desaprobás un examen cuando estudias tres veces más que tus compañeros”, cuenta hoy Paloma Gondar, que a los 10 años recibió un diagnóstico que pudo torcer su vida: dislexia. Durante algún tiempo creyó que su crecimiento no sería al mismo ritmo que sus pares. Sin embargo, le dobló el brazo al destino. A su manera, respondió cada golpe con una solución. Y logró recibirse como arquitecta en el tiempo y la forma estipulados por la universidad.

Para lograrlo tuvo aliados: durante años asistió a una terapia psicopedagógica, donde adquirió herramientas de superación. En la pandemia se unió con una amiga, y plasmó todo su conocimiento en un emprendimiento social que contempla a personas con dificultades de aprendizaje. “Yo soy mi propio experimento, y como a mí me costó tanto, no quiero que otra persona pase por lo mismo”, confiesa.

Durante su infancia, Paloma no entendía por qué desaprobaba los exámenes. Pero se confundía las letras con los números y se mareaba en las lecturas. Hoy asegura que aquellas situaciones problemáticas afectaban su autoestima. El tormento duró hasta quinto grado, cuando llegó el resultado que confirmó la causa de sus dificultades, y se cambió de colegio. “Cuando yo era chica sentía que tenía un problema muy grande. Desde el diagnóstico tuve mucho apoyo de mi familia y distintos profesionales. Hice un montón de esfuerzo, adquirí herramientas y avancé. Hay que aceptar que todos somos distintos y tenemos fortalezas y debilidades que nos hacen únicos”, comenta.

La comunicadora social Marina Alejandra
La comunicadora social Marina Alejandra Wilhelm junto a la arquitecta Paloma Gondar. “Hay una cantidad enorme de gente que no sabe que tiene alguna dificultad de aprendizaje y se se frustra en el camino. Es por eso que tenemos que visibilizar lo que pasa".

Porteña, Paloma es hija de una diseñadora gráfica y un ingeniero. Pero para su vida quiso un punto medio: la arquitectura. Se fijó un sueño que parecía inalcanzable: continuar sus estudios y tener una carrera universitaria. Se anotó en la Universidad de Belgrano y pidió ayuda las veces que fueron necesarias. “Fui a la psicopedagoga durante toda la universidad y aprendí técnicas que son fundamentales en mi desarrollo. Mejoré tanto, que el último año de carrera trabajé mientras estudiaba, algo que años antes me hubiese parecido imposible. Siempre uso mis cuadernos y mis notitas en papel como recordatorios. Por eso recomiendo que si tenemos un problema, lo primero es saber qué nos pasa y lo segundo es asumir nuestra responsabilidad para revertir la situación”, se entusiasma.

A pesar de que la arquitecta no suele compararse, resalta la importancia de poner en contexto el lugar donde uno empieza y hacia dónde quiere llegar. “El dolor de mi infancia lo superé en la Universidad, cuando alcancé mi mayor logro: recibirme en tiempo y forma. Vi que mucha gente que para mí era más capaz que yo en el colegio tuvo menos experiencia laboral o no se recibieron de sus carreras. Sané muchas dudas cuando confié en mí y logré superarme. Por eso siempre ayudo a los demás y me encanta dar clases cuando veo que alguien no entiende”, agrega.

Hace cinco años. mientras disfrutaba de una reunión con amigos, conoció a una persona muy especial. Ella es Marina Alejandra Wilhelm, licenciada en relaciones públicas y comunicación por UADE, artista y próximamente coach. Su historia es prácticamente el otro extremo: era la mejor de clase, la abanderada de un colegio en Recoleta y la chica a la que todos les pedían sus apuntes para estudiar. “La escuela siempre me resultó muy fácil, nunca tuve problemas. Pero con la historia de Paloma yo también sentí que había una necesidad que saldar”, comenta.

Desde la pandemia, la arquitecta y la comunicadora se unieron para sanar el pasado: a través de su emprendimiento “Habitacle” difunden las técnicas que Paloma utilizó para conseguir el éxito académico. Juntas diseñaron unos cuadernos organizadores con una mirada sumamente inclusiva, en el que las técnicas de estudio forman parte de una amplia gama de herramientas disponibles con el fin de conseguir objetivos.

Una de las herramientas utilizadas
Una de las herramientas utilizadas por Paloma: un calendario que puedas inciar en cualquier momento del año. "Me encantan usar calendarios: es poder estar en el espacio y tiempo. Dentro del caos trato de hacer un orden, de generar estos sistemas. Yo soy mi primer experimento", dice la arquitecta.

“Nosotros, los neurodivergentes, queremos hacer todo a la vez. Correr una maratón sin tener zapatillas, por ejemplo. Por eso el proyecto fue crear un producto que sea para mí y todos los que tengamos dificultad de aprendizaje: una herramienta para ordenar las ideas y que no te pierdas en el intento. Me pregunto: ¿cómo nos podemos ayudar? Mi respuesta es que tenemos que saber a dónde vamos, poder estructurar un plan y saber que no tenemos límites”, explica Paloma.

Se podrían considerar inclusivos, ya que contemplan las necesidades de las personas con déficit de atención y dislexia. En primer lugar, cuenta con una agenda mensual (planner) sin fecha para que todo usuario pueda empezar a estructurar su vida en el momento que prefiera. “El planner es para pensar en espacio y tiempo. Por ejemplo, si tengo un examen el 14 de noviembre, pongo la fecha del final y lo empiezo a desglosar en 25 millones de cosas. Podes dividir en semanas la cantidad de capítulos que tenés y no perderte. Cuando tenés problemas de aprendizaje es muy fácil olvidarse de las cosas o hacer todo a último momento y sufrir mucha ansiedad”, agrega la arquitecta.

“Uno solo puede llegar muy lejos. Nos tenemos que olvidar de las etiquetas y la comparación con otros. Mirarnos a nosotros mismos y trabajar por nuestros sueños. Cuando tenes el objetivo general lo vas desglosando, nadie te lo enseña eso en la escuela. Pero por sobre todo, tengo que entender mi tiempo sin compararme con nadie. Todos los días podemos volver a empezar y si cometemos errores, los anotamos en un papel que llevemos con nosotros. Si yo me olvido de poner un usuario en un mail, me anoto que la próxima vez que tenga que mandar un correo, tengo que chequear si aparece el destinatario. Lo que importa es el trabajo constante y no tanto el resultado, es ir para adelante”, reflexiona la emprendedora que sufrió problemas de aprendizaje.

La flexibilidad es una herramienta en la integración que plantea la arquitecta. Por eso no utilizan hojas cuadriculadas ni rayadas, sino con puntos. “Es parte de que todos puedan utilizarlo de la forma que quieran. Hay gente que necesita expresarse con dibujos, otros con gráficos”, agrega. Además, incluye la famosa técnica de objetivos smart (específico, medible, alcanzable, realista y temporal) para que desde el inicio se tenga en claro la meta deseada y se pueda poner en contexto la situación actual. La dimensión del proyecto va más allá de la incorporación de técnicas de estudio en un mismo lugar. Refleja una necesidad insatisfecha por parte de una sociedad que no contempla la adaptación educativa en su desarrollo.

Los cuadernos organizadores trasmiten técnicas
Los cuadernos organizadores trasmiten técnicas que van desde la realización de objetivos smart hasta la planificación de metas en espacio y tiempo. "Es lindo reencontrarse con el papel y volver a vos. Entre tanto estimulo exterior nos perdemos entre distracciones y se hace mas difícil conectarnos con lo que llevamos dentro", dice la comunicadora.

Las emprendedoras tomaron dimensión de su trabajo hace unos meses, cuando estaban en un café y llegó una clienta con déficit de atención. Al recoger su pedido, les compartió: “sus cuadernos me cambiaron la vida, pude conseguir trabajo siguiendo los plazos que marcan y me hizo estar más presente”. Ambas se emocionaron. Mariana revive aquel momento, y comenta: “Esa persona necesitaba herramientas y el cuaderno es eso. Cuando pasan esas cosas podes sentir que estás abrazando a la persona que tiene una problemática, y le estás brindando un apoyo. Podes devolverle la confianza que perdió en un camino turbulento.”

Pero el proyecto no abarca únicamente a los usuarios que tengan necesidad de ordenarse, sino a todos aquellos que busquen su propio espacio mental. “Los jóvenes tenemos la necesidad de volver al papel. Poder poner en palabras todo los que nos pasa, lo que queremos y necesitamos. Hay una búsqueda a nivel individual que nos estamos olvidando entre tantos estímulos superficiales producto de la virtualidad. Nos perdemos entre los distractores de la época moderna: la hiperconectividad y las redes sociales. Pero en el fondo, queremos poder reencontrarnos con nosotros mismos. Sabemos que lo importante es poder conocerse y desde la raíz lograr un verdadero propósito personal”, afirma la comunicadora.

Desde mayo del 2021 que lanzaron sus primeros modelos acompañaron a más de 300 personas en sus procesos académicos. “Hay una cantidad enorme de gente que no sabe que tiene alguna dificultad de aprendizaje y se frustra en el camino. Es por eso que tenemos que visibilizar lo que pasa. El proceso personal es distinto al de los demás y hay que evitar caer en comparaciones, las etiquetas son muy dañinas”, concluye la arquitecta.

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