El brasileño Murilo Tartaglia es tan apasionado por la integración social que en el año 2020 se postuló a concejal de Río de Janeiro por el Partido Comunista de Brasil (PCdoB). No alcanzó la banca. Pero nadie se hubiera imaginado que hoy es chef en Buenos Aires ni que abrió el living de su casa al público. Ni que junto a su socia, la escritora Valentina Caputo, se volvieron los anfitriones de una de las movidas sociales post pandémicas más originales: las tertulias del siglo XXI. Cenas privadas en las que participan desde académicos hasta funcionarios, con una lista cerrada -como si se tratara de un club- de posibles invitados.
Los ciclos nacen como un espacio -simbólico y real- que revive las necesidades más terrenales de una juventud que quedó completamente aislada tras la pandemia. Frente a este pedido casi de auxilio para conocer nuevas personas, Murilo Tartaglia y Valentina Caputo encontraron la solución y lo bautizaron Moema. Mientras Tartaglia comparte al mundo sus recetas y la mesa de su casa, Valentina se encarga de seleccionar a los oradores, coordinar la agenda de encuentros y de reclutar a los participantes de la tertulia. La selección es parte del exitoso funcionamiento de un encuentro que busca rescatar el espíritu de siglos pasados, donde hasta la revolución de Mayo se debatía en casa de la Mariquita Sánchez de Thompson.
El académico argentino Juan Dávila y Verdin -miembro del British San Martín Institute y del Royal Historical Society del Reino Unido-, señala: “Lo importante de las tertulias es el lugar que están teniendo dentro de la nueva normalidad, como espacios de networking 3.0, dónde la gente busca una reconexión -luego de sufrir a nivel global la pandemia- recuperar ciertos contactos que tenía previamente, e ir incorporando un nuevo desarrollo comunitario, empresarial, y social, con vistas hacia el futuro”.
“No hay ningún lugar que ofrezca esto”, se entusiasma Caputo. “Están los eventos tradicionales -con muchas restricciones- y los típicos bares en los que difícilmente puedas generar una conversación de calidad. El ciclo nace como un espacio de networking muy pensado, nosotros innovamos sobre un viejo concepto, para convocar a referentes de diversas áreas junto a sus potenciales espectadores, y que ambos puedan nutrirse de un diálogo muy íntimo. Acá nos sacamos los trajes y las máscaras, nos mostramos tal cual somos ante el mundo, la creación de este espacio permite eso: ser auténticos. Acá no hay guiones, no es una charla Ted”.
Tartaglia expresa su activismo a través de sus platos: “Mi comida es un símbolo de la hermandad latinoamericana, lo mismo que la lista de los invitados que convocamos. Esta tertulia actual rompe cualquier tipo de estigma, de tabú. Grandes referentes en distintas áreas se sientan de igual a igual en la misma mesa con el resto de los comensales. Es un espacio anti grieta, donde todos escuchan, opinan, pero sobre todo se enseña y se aprende”, dice él.
Desde su primer encuentro en febrero, en el que Carlos Maslatón inauguró la cabecera de la mesa hablando de economía y criptomonedas, la dupla lleva más de 20 reuniones realizadas en las que recibieron unos 500 participantes, que degustaron feijoadas, versiones brasileñas de queso y dulce regado con frutas de estación, panes de queso brasileños, y por supuesto, vino. “Esto se parece al Banquete de Platón”, dice el filósofo Luis Diego Fernandez, próximamente orador. “No hay filosofía sin diálogo, así nace: en torno a una mesa con vino, donde los filósofos se juntaban a comer, beber, y pensar las diferentes cuestiones”, agrega.
“El nombre Moema es un homenaje a mi madre, es mi lugar de nacimiento, y habla sobre una leyenda urbana de una mujer de origen indígena que murió cruzando el océano por amor, en busca de recuperar a su adorado portugués”, revela el chef. Mientras que Valentina reflexiona en voz alta: “Para muchos Moema es una palabra sin sentido, sin connotación, nadie sabe lo que es. Son los mismos participantes los que le van dando un sentido de calidez, sabores, y cultura”. Ver al famoso diseñador de modas Santiago Artemis bailando en una terraza con una copa de vino en la mano, o encontrarse a la astróloga Sarita Marty leyendo una carta natal en la mesa es parte de la intimidad de estas tertulias del siglo XXI.
“¿De donde nacen las nuevas ideas?”, se pregunta Valentina. “Nacen de la interconexión de mundos muy distintos que se constituyen en la inmensidad de un hogar. Una creación viva entre debates actuales de la realidad nacional e internacional, Discutimos sobre lo que está pasando en todos los ámbitos. Lo único que se mantiene es la dinámica de dialogar, y que sea el mismo público el que dirige la conversación en torno a su interés. Hay una intención de adaptar lo que alguna vez hizo Mariquita Sanchez de Thompson, generar un espacio en el que se hable de la actualidad -como una especie de círculo- donde se debate sobre el bitcoin, la inteligencia artificial, el derecho laboral, y muchísimos temas alejados del día a día de cualquier participante. Traemos otros mundos a la escena, a la cabecera de la mesa. Esto va más allá de poder conectar a nuestros invitados, adquirir nuevo conocimiento o generar proyectos, y al mismo tiempo disfrutar de una experiencia gastronómica excepcional, con sabores exquisitos de una tierra vecina, en el comedor de un hogar”, explica la escritora.
El ambiente es completamente familiar, incluso el padre de Valentina -Jorge- siempre concurre con una libreta de notas, donde no se pierde ningún detalle importante que salga del rico debate de un jueves casual. Hablar de inteligencia artificial con el Director del Laboratorio de Inteligencia Artificial de la UBA, Juan Gustavo Corvalan, además de ser un privilegio, es una oportunidad única en la que el metaverso se volvió más cotidiano. Otras reuniones más políticas, como la de Mara Perez Reynoso, primera funcionaria trans del país, revivieron una larga lista de necesidades insatisfechas en la sociedad.
Si Mariquita Sánchez de Thompson, quien organizaba las históricas tertulias porteñas en tiempos de 1810, tuviese una admiradora, sin duda sería Valentina Caputo, quién adaptó el concepto a las necesidades del siglo XXI. La comunicadora y poetisa concluye: “Cuando me comparan con Mariquita me da felicidad y cierto compromiso con la gente que me tiene a ese nivel, automáticamente tengo que esforzarme más, pensar con apertura, y realizar una selección adecuada de qué orador. Es como salir de mí, por esa presión que es el compromiso. Ya no es un evento mío, sino que es de todos los que asisten. Por eso me ocupo tanto de la selección, pulir la lista de invitados para que el diálogo fluya. Sin duda, hay mucho trabajo detrás de cada encuentro, mucho más de lo que se podría imaginar”.
“En casa Moema ya se formaron parejas y buenos amigos”, el chef Murillo hace una pausa y se ríe: ”Vaya uno a saber, tal vez de acá también surjan los partidos políticos del futuro”.
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