El día que Facundo Cabral se volvió famoso por contar en la TV española su encuentro con Eva Perón

En 1972, el artista, fallecido en 2011, recordó el día en que con apenas 9 años, y siendo casi un niño de la calle, viajó solo hasta La Plata para conocer al presidente “al que le importaban los pobres”. Cómo fue el instante en que Evita le cambió la vida

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Facundo Cabral cuenta cómo conoció a Eva Perón

Era el año 1946. Con apenas 9 años, el entonces niño de la calle llegó solo hasta La Plata porque alguien le había dicho que allí podría ver a Perón, un presidente “al que le interesan los pobres”. Años después, en vivo en la TV española le envió un mensaje al líder exiliado: “Dios lo bendiga y Dios bendiga la memoria de su Señora”.

Facundo Cabral había contado la historia muchas veces, pero después de que lo hiciera en la televisión de España, tuvo que repetir la anécdota una y otra vez, incluso ante personalidades mundiales de la talla de Golda Meir, Indira Gandhi, Ray Bradbury, que lo inquirieron acerca de Eva Perón.

La historia que Cabral relató en tantas ocasiones evoca esas novelas de Dickens o Víctor Hugo, relatos de “miserables” cuyo destino da un vuelco por intervención de la Providencia, por el encuentro con seres especiales, por obra de las calidades y los sentimientos humanos más elevados. Y en este caso, calidad y sentimiento abundaban de ambos lados en el encuentro de un niño solo, cuyo mayor anhelo era ver feliz a su madre, con una mujer que había hecho de su propia vivencia de injusticia y exclusión un instrumento de justicia.

“Nos salvó la vida. Así de simple. Me hubiese gustado muchísimo agradecérselo personalmente”, dijo Cabral al evocar aquel encuentro.

Rodolfo Enrique Cabral Camiñas -tal su verdadero nombre- había dejado a su madre y hermanos para ir a buscar a ese presidente del que había oído hablar y, ya en Buenos Aires, con inocencia infantil, preguntó dónde podía hablar con Perón. “Un señor, al que le debe haber causado mucha gracia (mi pregunta), porque yo tenía 9 años en ese momento, me dijo ‘yo te podría indicar cómo llegás a la Casa de Gobierno, pero es difícil que te atienda, los presidentes suelen ser gente ocupada”, contó Cabral.

Hasta los nueve años Facundo
Hasta los nueve años Facundo Cabral fue un chico de la calle, hasta que un encuentro con Juan Domingo Perón y Eva le cambió la vida

Sin embargo, el hombre le dio una idea: “Leí en el diario que mañana va a La Plata porque es el aniversario de la ciudad, 19 de noviembre”. Había un Tedeum.

La noche anterior, el pequeño Cabral durmió en las afueras de la Catedral.

La gran preocupación de aquel niño pobre era la situación de su madre, que había quedado sola con siete hijos, de los cuales cuatro habían fallecido. “En esa época una mujer sola era rarísimo -explicó-. Había lugares que pasábamos donde la gente hasta cruzaba de vereda. Era como si fueras leproso. Era muy duro. Y nos estaba costando muchísimo sobrevivir”.

“Como a las siete de la mañana -recordó años después-, muy temprano, empezó a llegar gente de una manera impresionante. A las diez de la mañana, diez y media, no cabía un alfiler en la Plaza Moreno. Eran miles y miles de personas”.

Logró superar un cordón policial y acercarse al auto descapotable en el que llegaban Perón, Eva y el gobernador bonaerense Mercante, y cuando un policía lo iba a frenar, el General lo vio y ordenó que lo dejaran pasar.

Eva Perón en un auto
Eva Perón en un auto descapotable similar al que usó aquel día para llegar al Tedeum en La Plata

“Entonces yo pasé al auto, me paré en el estribo, todavía eran los autos con estribo, y me pregunta Perón ‘¿querías hablar conmigo?’ Y yo le digo ‘¿hay trabajo?’”.

Esa pregunta, en boca de un niño, impactó a la esposa de Perón. “Cuando yo digo ¿hay trabajo?, la señora Eva, que estaba al lado, escuchó y dijo: ‘Por fin alguien que pide trabajo y no limosna. Por supuesto que hay trabajo mi amor, siempre hay trabajo’”.

A partir de ahí, Evita fue como el hada que convirtió el zapallo en carroza. Pidió a uno de sus colaboradores que se ocupara del niño. Cabral fue llevado a un lugar donde le dieron de comer - “comí comida caliente después de muchísimo tiempo”- pudo ducharse y le dieron ropa nueva. Mientras tanto, él se preguntaba qué iría a pasar entonces.

“¿Ahora a dónde me llevarán?, ¿cuánto habrá que esperar?, ¿llegará el trabajo? Porque hasta ahí podría haber quedado en esa anécdota”. Sin embargo, al cabo de unas horas, no más de 4, llegó Eva al lugar donde él esperaba. “Se me acerca y me dice ‘¿está todo bien, te trataron bien, comiste? Ah, que bueno, tenés ropa limpia’. Así, como una vieja amiga. Y me dice ‘tuvimos suerte, conseguí una escuela en Tandil, van a vivir en la escuela, van a limpiar la escuela, y a cambio de eso van a cobrar 160 pesos por mesa’”.

Años después, Cabral reflexionaba: “Fijate la humildad, no ‘yo conseguí’ o ‘yo arreglé’, sino ‘tuvimos suerte’”. Además, se admiraba pensando que Eva había hecho eso durante el Tedeum, que convocaba a funcionarios y miles de personas, pero ella “no se había sacado la cosa de encima”, dijo Cabral. “Lo mío estaba presente ahí en primera plana. Andá a saber cuántas maravillas como esa había hecho esa mañana”, reflexiona.

"Me preguntaba cuántas maravillas más
"Me preguntaba cuántas maravillas más habría hecho esa mañana" (Fecundo Cabral sobre Eva Perón)

Al día siguiente, en su oficina en Buenos Aires, Eva le presentó a dos pilotos y un médico y le dijo: “Van a ir en un avión a buscar a tu familia y a traerla a Tandil ya”. Cabral decía después: “Era increíble. Mi madre me daba por perdido, habían pasado como cuatro meses. No sabía dónde andaba. Yo me aparezco con dos pilotos y un médico. No lo podía creer. Nos vinimos a Tandil y empezó otra vida. Mi madre fue recibida por la comunidad de Tandil como merece ser recibido cualquier ser humano la primera vez, con un tremendo respeto. Cambió todo.”

Al salir de la oficina Eva Perón le da una nota, una carta que decía: “Sería de mi agrado que la señora de Cabral y sus hijos no tengan ningún problema. Afectuosamente María Eva Duarte de Perón”. “Que era, imaginate, el ábrete Sésamo. 1946″, describió Cabral.

No se trataba sólo de paliar el hambre. Sino de dignidad. Como el propio artista reflexionaba al contar la historia: “El problema para el que ha vivido tanto tiempo en la calle no es tanto el hambre o el frío, que por supuesto son importantes, pero no es tan duro como el saber que uno está fuera, confirmar a cada paso que uno está fuera del partido, que no sos parte de esta sociedad, que estás absolutamente excluido que es la palabra más brutal que uno puede escuchar. Y más cuando se tiene una edad donde todavía no puede razonar ni se tiene fuerza para cambiar nada.”

Y, hablando de dignidad, a poco de estar la familia Cabral en la escuela de Tandil, llegaron muebles y enseres para una vida confortable. “Trajeron todo lo que te puedas imaginar que se pueda necesitar en una casa cualquiera. Desde los platos, los pocillos para desayunar, las cucharas, no tenés idea. Todo”.

Facundo Cabral con su madre
Facundo Cabral con su madre

Al poco tiempo construyeron una escuela nueva con una casa para los caseros que tenía tres habitaciones, baño y cocina, con piso de parquet.

TIEMPO DESPUÉS, LA OTRA ANÉCDOTA

Corría el año 1972, y Facundo Cabral viaja a España, donde se encuentra con otro de los grandes cantantes populares de la Argentina, Jorge Cafrune. Casualmente, o tal vez no, también él fue asesinado.

Pero en ese encuentro, este último, ya artista consagrado, invitó a Cabral a acompañarlo a un programa de televisión en el que se iba a presentar. Generoso, hizo que su acompañante entrara al plató y cantara una canción.

El animador del programa lo entrevistó luego. Y de pronto le dice: “Cabral, ¿usted sabe que el general Perón suele ver este programa?”

“Me congelé -contó él-. No se me había ocurrido jamás. Sabía como todo el mundo que Perón estaba en Puerta de Hierro. Y el conductor me dice: ‘Si lo estuviera viendo en este momento ¿qué le diría?’”

En 1972 Perón estaba en
En 1972 Perón estaba en su casa de Puerta de Hierro, en Madrid

El entrevistador no tenía idea de lo que vendría entonces, no sabía de aquel encuentro del Cabral niño con Perón y Evita. “No sabía que a ese señor y a esa señora nosotros le debíamos la vida -afirmó el artista-. Así como suena. No es una metáfora ni es un tango ni es un drama, así, concretamente, nos salvó la vida. Y nos hizo sentir por primera vez que éramos parte de la sociedad, que eso es extraordinario”.

Y, de pronto, la ocasión que muchas veces había soñado -poder agradecerles- se presentaba de modo inesperado en un estudio de televisión española.

Lo cuenta así: “Acercaron la cámara ahí, un planazo, como cuando sentís que el que está hablando en televisión se metió en tu casa, y le digo ‘General, usted no tiene por qué acordarse de mí pero yo no debo olvidarlo: 19 de noviembre…’, y le cuento la anécdota que te acabo de contar. Y digo: ‘Agradezco mucho a la televisión española que me da la chance de darle las gracias porque nunca pude quedarme sin pagar una cuenta; ahora yo me siento más tranquilo, que Dios lo bendiga y Dios bendiga la memoria de su señora’”.

Cuando terminó el programa y Cabral volvió al hotel, lo esperaba un amigo de Perón para saludarlo, agradecerle y entregarle una carta del General, “donde decía en resumen que lo que más apreciaba era el agradecimiento, la buena memoria y el hombre que paga su deuda”.

Ese relato le trajo más fama que su talento artístico, ironizó más tarde Cabral: “Yo fui más famoso en España, inmediatamente famoso, por esta anécdota que por la canción, porque había muchísima gente española que le debía cosas a Perón y a Eva Perón. Entonces en la calle me saludaban. Una cosa extraordinaria, porque había un gran fervor por Eva en España”.

La anécdota de la infancia
La anécdota de la infancia le trajo más fama en España que sus propias canciones

Pero la cosa no se limitó a España. Cuenta Cabral que en el mundo, muchas personalidades a las que conoció también le pedían que evocara a Evita, y enumera: Golda Meir, a la que conoció poco después, Indira Gandhi, en 1974, también Ray Bradbury, Chagall, Rubinstein, hasta la Madre Teresa. “Siempre, toda conversación terminaba con lo mismo: ‘Facundo, contanos algo de la señora Eva Perón’”, contó y concluyó: “La argentina más amada y más respetada en el mundo. Más allá de toda ideología, porque ante todo fue una servidora. Y si no vinimos a servir para qué vinimos”.

A Cabral, en la entrevista de la que publicamos un extracto, la anécdota le inspiró reflexiones que tienen una actualidad impresionante para la Argentina de hoy.

El sostiene que aquella frase de Evita -”al fin alguien que pide trabajo y no limosna”- fue para él “el primer ejemplo ético”, que tuvo en su vida.

“El ejemplo más grande, aseguró, porque no pude olvidar jamás lo que dijo y más en momentos en que veo que todo el mundo demanda algo, todo el mundo está demandando, con razón o sin razón, ves tanta poca gente que se acerca y dice qué podemos hacer juntos”.

Y siguió: “Cada vez que enciendo el televisor, cada vez que veo un noticiero, cada vez que veo un pleito por aquí, por allá, recuerdo esta anécdota. De ahí en adelante, si uno ya era responsable por las circunstancias de uno mismo, desde ese momento no tuve ninguna duda que la sociedad me va iba devolver por lo menos lo que yo aporté. Antes no. Y yo debo ofrecer antes de pedir. Y eso fue extraordinario.”

En España tuvo la oportunidad
En España tuvo la oportunidad de darle las gracia a Perón, por medio de un programa de televisión, que acostumbraba a ver, según su conductor

Poeta, cantante, filósofo, Facundo Cabral fue asesinado en Guatemala el 9 de julio de 2011, en un atentado cometido por sicarios. Se dijo que las balas no eran para él sino para el dueño del vehículo que le había ofrecido llevarlo hasta el aeropuerto. Pero los tiros sólo impactaron en la cabeza y torso del artista argentino. Tenía 74 años, acababa de dar tres recitales a sala llena en el Teatro Roma de Quetzaltenango.

Sus reflexiones sobre lo que le tocó vivir también son parte de su legado, al igual que sus canciones. Cabral tenía ese decir sencillo y profundo de los poetas populares, filósofos de la calle, sabios: “Yo tengo todos los derechos del humano en la sociedad si yo cumplí con todos los deberes. Y esa postura ética que le dio una gran solidez a mi vida, una vida de deambular y deambular, que le dio una firmeza, ha sido esa lección extraordinaria”.

En la entrevista en la que contó esta historia, explicó qué es, qué debe ser, la política: “Y esto quiero que se sepa que de ninguna manera es un anuncio político, es simplemente ese recuerdo de dos seres humanos que en ese momento para mí significaron la mismísima política. Porque si la política no es escuchar hasta el último, si no es estar al servicio del que no pudo solo, como uno puede ser independiente en la vida, si no está para eso, no sé para qué está”.

Quien quiera oír que oiga.

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