Adalbert Krieger Vasena (1920-2000) fue un contador público nacional y doctor en Economía fue el hombre fuerte del presidente de facto Juan Carlos Onganía (1966-1970) tras la renuncia, a fines de diciembre de 1966, de Jorge Salimei, el primer titular de la cartera económica. Para ese entonces no era un desconocido en el ambiente oficial. Con apenas 25 años integró la primera delegación argentina que se presentó en la cumbre de San Francisco cuando se constituyó las Naciones Unidas. Como se sabe, la Argentina durante la Segunda Guerra Mundial había surfeado en la neutralidad y solo casi al final del conflicto declaró la guerra a la Alemania nazi y sus aliados del Eje. Nada fue gratis, la Unión Soviética rechazaba su ingreso y solo pudo entrar con el apoyo de Washington y los países latinoamericanos que representaban el 40% de los presentes en San Francisco.
La Argentina, en ese momento estaba presidida de facto por el general Edelmiro J. Farrell, fue aceptada a cambio del ingreso de Ucrania, Bielorusia y el gobierno comunista polaco de Lublin, todos bajo la órbita soviética. En el momento de votarse su admisión, el 30 de abril de 1945 (el día del suicidio de Adolfo Hitler en su bunker de Berlín), la Unión Soviética, Grecia, Checoslovaquia y Yugoslavia se opusieron. El presidente de la delegación fue el ex presidente del Club Gimnasia y Esgrima de la Plata, canciller César Ameghino y el segundo Miguel Ángel Cárcano, embajador en Londres. El primero se excusó de asistir por su carácter de “canciller interino” por lo tanto Cárcano tomó las riendas. También integraron el grupo, entre otros: Oscar Ibarra García, embajador en los EEUU; general Juan Carlos Bassi, en Brasil; el contralmirante Alberto Brunet y, en calidad de asesores, entre otros, Krieger Vasena (representante de Industria y Comercio) y Santiago Díaz Ortiz (representante de la Fuerza Aérea).
Una década más tarde, tras el derrocamiento del gobierno de Juan Domingo Perón, Krieger fue designado Ministro de Economía por el presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu, oportunidad en el que la Argentina se integro al Fondo Monetario Internacional (FMI). Cuando en 1969 –tras el “Cordobazo”-- abandono su cargo al lado de Onganía, Krieger Vasena hablo poco de su persona y su gestión. Quizá uno de sus reportajes más enriquecedores fue el que le hizo el periodista económico Juan Carlos De Pablo a mitad de los ochenta, cuando Krieger ya había dejado su cargo de vicepresidente ejecutivo para América Latina del Banco Mundial (1973-1978). Revisando viejos archivos encontré un largo relato que bien merece ser conocido para profundizar sobre los obstáculos que debió enfrentar en 1967, las decisiones que tomó y los inconvenientes que aún entorpecen y paralizan a la Argentina.
Al entrar en tema, AKV reconoce que el golpe del 28 junio de 1966 “fue principalmente una decisión política” ante la seria posibilidad de que el peronismo gane las próximas elecciones. Y anota: “Esta famosa antinomia peronismo-antiperonismo se viene debatiendo en el país desde entonces”. Consideraba al gobierno de Arturo Illia “un gobierno minoritario que había accedido al poder por la proscripción del peronismo, con grandes dificultades para gobernar en el congreso”. Sin embargo vuelve a admitir que “había una gran inquietud en el país: ¿Qué iba a pasar en las próximas elecciones?” Además reconoce “la actitud combativa del peronismo, los planes de acción de lucha que habían paralizado las fábricas, con un record en 1965 en horas de trabajo perdidas por huelgas, aunque no había subversión todavía.” Para AKV, entonces, la cuestión económica era secundaria, “sin embargo había una sensación de nuevo país –una vez más—de una gran frustración en todos los sectores, empresarios, clase media… en uno de los seis o siete países más importantes del mundo en 1939 y que después de la guerra mundial emergió como un país rico, con enormes reservas en dólares y en oro (ver la Memoria del Banco Central realizada por Raúl Prebisch) […] No quiero decir que el signo de la inflación representa todo pero sí sostengo que el 30 o 40 % de la inflación se había metido en la economía argentina desde 1946/1947 porque Perón lleva la inflación sobre el 10 % y así…nadie la pudo bajar en forma permanente. Arturo Frondizi, apenas asume, le da un aumento masivo de salarios al peronismo del sesenta por ciento, que hace un desastre en la economía nacional. Por primera vez la Argentina va al 100 % de inflación. Ese fue el precio que pagó por haber recibido el voto peronista. Eso fue un desastre y terminó el doctor Frondizi llamándolo a (Álvaro) Alsogaray que no tenía nada que ver con ellos para que gobernara el país, porque el país entro en caos.” Entonces, “observando el año 1966 veo que además de los problemas políticos, como si vuelve o no vuelve el peronismo, había una gran frustración y toda esa frustración está presente en el cambio de gobierno.”
Tras el golpe militar AKV fue designado embajador en Ginebra para atender las negociaciones de la “Ronda Kennedy” por iniciativa del canciller Nicanor Costa Méndez “porque la Argentina tenía en ese momento un enorme interés en la cuestión de los productos agrícolas, porque estaba el problema de la discriminación que hacía el Mercado Común Europeo contra los productos argentinos. Yo estaba en Ginebra cuando renuncia Salimei en diciembre de 1966. Después que se publicó la noticia recibí una llamada telefónica del general Onganía para que viajara a Buenos Aires a conversar con él. Durante la conversación, le dije que prefería mandarle una carta con mis ideas de cómo veía el tema económico. Le dije que era preferible que leyera mis ideas y que después decidiera si era oportuno o no que viajara […] Pasaron varios días, yo me quedé en Ginebra, esquiando, con mi familia y pensé, después de tres o cuatro días, que mi carta no le había gustado. Estando en la montaña, porque estábamos de vacaciones, el 30 de diciembre a la noche recibí un llamado de Onganía que me dijo que había leído la carta (o memorándum) y que estaba de acuerdo y que viajara de inmediato a Buenos Aires.”
Con el fin del año 1966, se produjo el cambio de gabinete, siendo las carteras de Economía y Trabajo y de Interior las más relevantes. Salimei dejó su lugar a Adalbert Krieger Vasena, aunque también se rumoreaban las candidaturas de José Alfredo Martínez de Hoz o Roberto Roth (en ese momento Secretario Legal y Técnico de la Presidencia). Al hablar de Krieger Vasena, Roth confesaría: “Había un solo candidato, lo pedían la banca y el comercio, la industria y el campo”. El conservador Enrique Martínez Paz será reemplazado por el jurista Guillermo Borda en Interior. Nadie habló del cambio del canciller Nicanor Costa Méndez, según Roth “el prestigio político más sólido del país”.
El lunes 2 de enero de 1967, en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, juraron Krieger Vasena, Borda y Julio Álvarez en reemplazo de Roberto Petracca en Bienestar Social. Tras la ceremonia, en Semana Santa, Krieger anunció una devaluación del 50% y una serie de medidas dentro de una tendencia económica liberal. Así lo señaló el arco político opositor. Entonces: regía un liberalismo en lo económico, en el marco de una dictadura militar, con una melange, sombrilla protectora en lo político, de nacionalistas integrantes de “El Ateneo” y funcionarios salidos de los cursillos de la cristiandad. Para “Boby” Roth, en sutil crítica, la administración Krieger Vasena marcaría “un interregno de paz y tranquilidad que, al no variar los factores principales, mantuvo al país en la pendiente por la cual continuaría deslizándose al caer Onganía.” Para Rogelio Frigerio “las medidas anunciadas perjudicaron al productor, al empresariado industrial y a los consumidores”. En su discurso de lanzamiento del plan, Krieger dijo: “Esta política es, nada más ni nada menos, que la Revolución Argentina” y Frigerio le contesto: “Su política es nada más ni nada menos que la contrarrevolución.”
En su largo e inédito testimonio confesará que su plan tenía un parecido con el que aplicó el general Charles De Gaulle –”que no sabía nada de economía”—en Francia a partir de 1958 luego de convocarlos a Jacques Rueff y a Antoine Pinay. “Yo veía una situación parecida: un estado muy grande e ineficiente, una lucha sectorial por la distribución del ingreso, igual que en Francia, una falta de inversión en sectores importantes y fuga de capitales.” La consigna francesa fue: “tenemos que terminar con esto, para empezar de nuevo”. Y Krieger diría: “Entonces pensé que ya teníamos un general De Gaulle, el general Onganía, que tenía un gran prestigio en las fuerzas armadas y que el golpe de 1966 había sido aceptado sin violencia, porque todo el mundo aceptó la caída de Illia, no hubo lucha, no hubo pelea en la calle, no hubo estado de sitio.”
Saltando las páginas de su largo relato, Krieger Vasena dirá que “el año 1969 se presentaba brillante para la Argentina. Estaba lejos, atrás la inflación…lejos, atrás el tema de las huelgas en el país, había plena ocupación, los salarios habían crecido.” Para el ex ministro al “Cordobazo” se lo agrandó por razones políticas, exageradamente.” Según Krieger “fue un disturbio en la calle, comparado con lo que la Argentina tuvo que padecer en los años setenta. Se sobredimensionó […] creo que el tema fue mal manejado por el gobierno del general Onganía” y señala a dos ministros “muy nacionalistas, Borda y Astigueta” y puntualiza que “el gobierno había tomado actitudes muy duras de entrada en las universidades con ‘la noche de los bastones largos’ […] El Ministro del Interior no hablaba con nadie, solo con el Presidente, las fuerzas armadas y punto, a pesar de su origen nacionalista-peronista, porque Borda había sido Ministro de la Corte Suprema de la época de Perón, una excelente persona pero totalmente apolítico, sin capacidad política […] Cuando la crisis yo no tenía ningún plan político, pero sí sabía que el presidente tenía que reorganizar su gabinete. Y como yo era la gran figura del gobierno, con éxito, dije: si yo le digo que me voy le facilito las cosas. Lo fui a ver al general Onganía, que me recibió muy tenso por el problema de Córdoba y le dije: Presidente, presento mi renuncia y me respondió: Usted no tiene nada que ver con esto, usted ha tenido éxito, el Cordobazo no tiene nada que ver con la cuestión económica, es un tema netamente político, de carácter subversivo, acá hay infiltraciones. Entró gente armada al país, de Bolivia…tenemos perfectamente detectado el movimiento subversivo. Usted quédese tranquilo.” Estaba acertado Onganía, las bandas armadas Montoneros, PRT-ERP y Fuerzas Armadas Revolucionarias recién se presentaran en sociedad en 1970.
Krieger le respondió que tenía que reestructurar su gabinete “y yo le voy a facilitar las cosas presentándole mi renuncia”. Ante esas palabras Onganía le pidió que no la presentara y afirmó: “La huelga de las fábricas de automóviles no está justificada porque tienen los salarios más altos del país y hay plena ocupación.” Luego de varios días se emitió un comunicado aceptando la renuncia de todos los ministros. En ese instante, según Krieger, el presidente de facto cometió “un grave error, porque el país quedó desarmado. ¿Por qué renuncian todos los ministros?” Para reemplazarlo, Krieger aconsejó a Dagnino Pastore, director del CONADE. “Un buen economista, un hombre serio.” El error político de Onganía, según Krieger, fue reemplazar a Borda por el general Francisco Imaz en el Ministerio del Interior. Era un hombre “sin ninguna idea, él tenía que haber nombrado un político o un militar con condiciones políticas como Osiris Villegas. Para que le armara gradualmente una salida política. Yo había hecho una apertura económica, desde el punto de vista económico la Argentina ya había emitido bonos en el mercado mundial, no créditos bancarios. Habíamos podido colocar bonos en Alemania, Suiza y estábamos muy cerca de poder hacerlo en los Estados Unidos, como en las viejas épocas de los años veinte. Faltaba la apertura política porque nadie podía pensar conscientemente que podíamos quedarnos con un gobierno militar ‘for ever’…y al año siguiente sale la estrafalaria figura del general Roberto Marcelo Levingston” y más tarde (Alejandro Agustín) “Lanusse hizo un mal cálculo sobre el futuro de Perón.”
El teniente general Alejandro A. Lanusse relató en su libro Mi testimonio que en mayo de 1970 el país vivía un clima de generalizada desazón, que repercutía en las filas del Ejército. Por esta razón le pidió a Onganía que realizara una exposición a los altos mandos de la Fuerza en Olivos. La cita se llevó a cabo en un salón cerrado cercano al chalet presidencial el 27 de mayo de 1970. “La exposición, dijo el jefe militar, fue lisa y llanamente una catástrofe nacional (…) Con la Nación a punto de estallar, el Jefe del Estado, calmosamente, se dedicó ese 27 de mayo a dibujar pirámides jerárquicas que indicarían nuevas ideas para lograr estructuras participacionistas. La filosofía era de un corporativismo literal, puro, en que intentaba embretarse la pasión política de los argentinos.” A medida que el Presidente iba exponiendo se notaba la sorpresa frente a la irrealidad y el desasosiego. El general Raúl Carcagno, luego de un tiempo prudencial, le preguntó a Onganía en cuánto apreciaba la duración de la etapa para concretar los objetivos que se exponían y el Presidente dijo: “Es un proceso muy largo. No se puede reestructurar la sociedad en diez o veinte años.” A la mañana siguiente el Ministro de Defensa, José Cáceres Monié, mantuvo un off the record con los periodistas acreditados ante su cartera. Conocía lo sucedido el día anterior, les advirtió: En la práctica, el gobierno ya cayó.” Así se llegó al viernes 29 de mayo de 1970 en que se celebró el Día del Ejército en el Colegio Militar de la Nación y se cumplía un año del cordobazo. Como era una costumbre, tras las palabras del comandante en Jefe se pasó a un salón para un brindis. En ese momento, un oficial se apersonó e informó que había sido secuestrado el teniente general Pedro Eugenio Aramburu: El país entraba en una de sus etapas más sangrientas y dolorosas.
SEGUIR LEYENDO: