El estilo de arquitectura denominado “gótico”, la denominación historiográfica del concepto artístico que se desarrolló en Europa occidental durante la edad media tardía desde mediados del siglo XII hasta la implantación del renacimiento -a partir del siglo XV para Italia y bien entrado el siglo XVI para el resto de Europa-, solo está referido a la construcción de templos, catedrales, y capillas. Pero no es así. En Europa, dicho estilo arquitectónico y artístico se usó también en la arquitectura civil, como ser el palacio ducal de Venecia, la universidad de Oxford, el castillo de Malbork en Polonia, el campanario de Brujas en Bélgica, el puente de Besalú, el hospital de la santa Cruz de Barcelona.
En nuestro país, el estilo “gótico” en realidad no existe, sino el “neo-gótico”. Este movimiento comienza alrededor 1840 en Inglaterra: una concepción de la estética basada en una revalorización del estilo gótico y destinado a cumplir un papel preponderante en la arquitectura religiosa en especial en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX. Si bien fue utilizado con preponderancia en construcciones religiosas también se empleó en casa particulares, edificios empresarios y estatales. El renacer de este estilo en nuestras costas fue debido, fundamentalmente, a la presencia de la inmigración de ingleses y alemanes y de religión protestante en su mayor parte.
Cuando la ciudad de Bueno Aires dejó de ser la “gran aldea” y comenzó a proyectarse como la “gran capital del Sur”, los edificios civiles y eclesiásticos empezaron a crecer en la urbe. Se necesitaban espacios nuevos para las universidades, que no fuesen solo salones de clases sino que debían denostar el poder de esta nueva y gloriosa nación que se levantaba a la faz de la tierra. Todo debía ser sublime, superior, imponente; todo debía mostrar grandeza y riqueza sin fin, sobre todo después de los festejos del centenario de la Revolución de Mayo. Todo ese pensamiento era de utilería, dado que los “fastuosos festejos” fueron un desastre y un fiasco y la gran mayoría de la población en la ciudad de Buenos Aires vivía hacinada en conventillos infectados, plagados de enfermedades y de muertes tempranas. La clase media era muy incipiente y solo unas pocas familias -las cuales actuaban como casa reinantes europeas creyéndose con testas coronadas- “tiraban manteca al techo”. Los gobernantes de aquella época provenían de estas familias, por lo tanto el Estado nacional se veía como un motor de una nueva Atenas y por esta visión se comenzaron a construir edificios para las universidades. Casas de estudios en las cuales irían sus hijos y nietos. Solo algunos, muy pocos, podrían llegar a poseer estudios superiores si no provenían de estas familias.
La carrera de Derecho era lo más natural y común para que la gente de la clase alta y la insipiente clase media pudiera concurrir a estudiar (la universidad gratuita no existía, lo fue solo a partir de 1949). Para ello debían concurrir al edificio ubicado en las actual calle Moreno 350, edificio construido por Pedro Benoit, el diseñador de la ciudad de La Plata, pero ya estaba siendo pequeña, así que alrededor de 1909 se convocó un concurso para la construcción de un nuevo edificio para la Universidad de Derecho.
El concurso lo ganó el ingeniero Arturo Prins con un proyecto afín con el estilo de principio del siglo XX. Pero el Consejo de la Facultad de Derecho lo anuló y llamó a un nuevo concurso para construir en neo-gótico, por considerar este estilo más adecuado al Derecho. El ingeniero Prins reclamó que edificar gótico en pleno siglo XX era indigno para un país moderno y pujante, además de la enorme inversión que eso representaba, y que costaría una fortuna que el Estado no podría aportar. Poco importó las consideraciones del ingeniero. Se convocó otro concurso, y él lo volvió a ganar.
Arturo Prins, había nacido en Montevideo, Uruguay, el 27 de Agosto de 1877. Naturalizado argentino en 1929. Se graduó como ingeniero civil en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires en 1900. Especializado en arquitectura, perfecciono sus estudios en Francia e Italia. Ejerció la docencia en la escuela de arquitectura de la Universidad de Buenos Aires. En diversas oportunidades fue asesor técnico y artístico de los gobiernos de las provincias de Entre Ríos, Tucumán, Córdoba y Salta, como también de gobiernos municipales, instituciones oficiales y particulares, tanto nacionales como extranjeros. A él se le debe la reforma del antiguo templo de San Nicolás de Bari de la ciudad de Buenos Aires, hoy demolido, y proyectó y dirigió más de doscientas obras urbanas y rurales distribuidas en la capital y provincias argentinas.
Para la construcción del nuevo edifico de derecho se eligió el barrio de Recoleta, en un lugar sobre la barranca del río, un sitio alto, en las manzanas delimitadas por las actuales calles: Avenida Las Heras, Pacheco de Melo, Azcuénaga y Cantilo. La piedra fundamental se colocó en 1912. La construcción tenía previstas varias plantas que se remataban con tres torres: una central de 120 metros con reloj y campanario, el cual sería la torre campanaria civil más grande de toda América Latina y dos torres laterales de 50 metros cada una. Frente al edificio se planeaba la construcción de una gran plaza la cual daría el marco para poder observar el edificio en su totalidad desde lejos. Esta obra sería el trabajo más importante de toda su carrera y no quería perder ningún detalle de la construcción. Para que los empleados no llegaran tarde, Prins construyó, antes del inicio de las obras, una casa de vivienda a pocos metros de allí para los capataces, con todas las comodidades de la época.
Con la asignación de recursos comenzó la construcción del edificio de estudios universitarios más imponente de América Latina; primero por el subsuelo, y siguió creciendo como una árbol y aparecieron las nervaduras, archivoltas y volutas; arcos y ventanas ojivales con vitraux las cuales poseían, como dibujo, la balanza y libros de la ley y sobre todo la gran e imponerte escalera de ingreso. Desde su comienzo la obra empezó a ir cada vez más despacio por falta de ingresos, aunque tuvo algunos chispazos de vigor, como hacia el final de la guerra en 1919 y gracias a estos empujones alcanzaron a construirse las aulas y el sector de administración. Así transcurrieron los años, con interrupciones y nuevas puestas en marcha. En 1925 se inauguraron las primeras tres plantas donde empezó a funcionar la Facultad de Derecho. Pero los estudiantes cada vez eran más y el edificio parecía ya ser muy pequeño. Por tanto en 1938 se dejó sin efecto la conclusión del edificio y se planeó otro edificio en otra sede. En 1939 se resolvió incluir el costo del nuevo edifico en el presupuesto de la Nación con una partida de seis millones de pesos para erigir la actual universidad sobre la avenida Figueroa Alcorta. El cual será de estilo griego clásico. El edificio de la avenida Las Heras quedó inconcluso hasta el día de hoy. ¿Qué fue de la vida del Ingeniero Arturo Prins? Entablará una demanda al Estado de la Nación por la falta del pago de sus honorarios, los cuales no se le habían pagado. Pero no logrará cobrarlo: fallecerá el 5 de octubre de 1939 a los 62 años en el sanatorio Podestá de la ciudad de Buenos Aires a causa de una afección intestinal y la causa será elevada a juicio en 1940. Acá comienza una leyenda romántica y un hecho judicial vergonzoso.
Primero, la leyenda. Como todos veían el edificio sin concluir y no se sabía por qué (no iba a ser algo tan baladí como la falta de dinero, muy común en nuestra patria) se creó una leyenda urbana sobre que quien lo diseñó se suicidó por hacer mal los cálculos y que por eso se instaló allí una sede de Ingeniería, para que los alumnos observen las consecuencias de errar en los cálculos de construcción. Lo más interesante de la leyenda son las dos causas de como llevó a cabo su suicidio: una muy trivial, la otra plena de romanticismo heroico. La primera versión de su supuesto suicidio relata que se encerró en su escritorio, y sobre los planos mal diseñados se pegó un tiro en la cien. La segunda versión del supuesto suicidio es la más romántica y poética. El mito dice cuando se dio cuenta de su error fue hacia su despacho, tomó los planos, se puso su espolverino y subió con ellos hasta la torre más alta del edificio (el edificio no tiene “torres”). Nadie lo pudo ver ingresar al edificio porque era domingo y estaba cerrado pero, obviamente, él tenía las llaves de ingreso. Un temporal pocas veces visto se abatía sobre la ciudad, el viento fortísimo y la lluvia causaban desastres en la metrópoli, por tanto la calle estaba vacía. Una vez llegado el pináculo de la “torre” con el espolverino al viento se abraza a sus planos y se lanza al vacío cayendo sobre la acera, con su rosto mirando hacia su obra, muriendo en el instante, mientras el agua cae sobre él. Para crear leyendas románticas no somos nada malos. Esa misma leyenda era repetida por los platenses la ver inconclusa la Catedral de La Plata.
Segundo, el juicio por la falta del pago. El inicio del juicio contra el Estado acontece en 1940 a cargo de su esposa Carmen Llobet de Prins como heredera. Pero se extenderá por un largo tiempo: 22 años, desde 1940 a 1962. Durante este periodo fallecerá la esposa de Prins y el abogado patrocinante, el doctor Eduardo H. Maglione. El juicio se caratuló “Sucesión Arturo Prins c/ La Nación s/cobro de honorarios” y tramitó ante la Justicia Federal. Una vez que salió el juicio con sentencia firme y se acordó el pago de la suma estipulada por el juez, dado los años trascurridos, los cambios de moneda y la inflación, el monto otorgado a los descendiente de Arturo Prins: es decir sus cuatro hijos, sus esposas y sus nietos solo alcanzo para un almuerzo llevado a cabo en un restaurante de Buenos Aires.
Muchos que pasan por el frente del edificio anexo de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires en la avenida Las Heras se persignan creyendo que es una iglesia, pero pocos conocen su historia; y solo unos pocos su imponente interior el cual, aunque inconcluso, nos habla de una obra arquitectónica que representaba la visión de un país que fue proyectado como la guía de toda Latinoamérica y que lo fue durante un corto periodo de tiempo, pero así como el edificio de la Facultad de Ingeniería ese ideal de país no pudo ser concluido y sostenido en el tiempo.
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