La situación es extraña: la orquesta del Teatro Colón comienza a sonar, las máquinas de humo densifican el ambiente, iluminado por las luces azules que cortan la pista de arena de La Rural. De pronto se prende una bengala roja a un costado, y una serie de personas comienzan a saltar la valla y corren directo al centro de la pista. Es la inauguración de la 134 edición de la Exposición Rural de Buenos Aires, la más histórica e icónica para el campo, y sucede después de dos años seguidos de suspensión por la pandemia. El acto, habida cuenta de la ansiedad y del último antecedente, fue programado con especial acento en la seguridad. En la última edición celebrada, en 2019, dos irrupciones rompieron la calma: los carteles sorpresivos de Greenpeace en protesta contra el avance de la frontera agropecuaria, y la protesta de veganos en un desfile de animales (terminada en un violento escándalo).
Por eso, las vallas ahora rodean todo el escenario y la arena. Primero sucede un mapping de celebración de la historia de la Sociedad Rural Argentina, luego entra la orquesta del Colón, y entonces sí comienza eso que todos querían evitar y no pudieron: 12 personas saltan a la arena, alcanzan el centro y despliegan dos banderas: una dice “Acceso a la Tierra Ya”, la otra “Sin Tierra hay Hambre”. La gente los ve avanzar en la oscuridad y comienzan los insultos, sin notar que, eminentemente, lo que tenían para decir en esta ocasión no era necesariamente contra el campo sino contra la distribución de tierras en la Argentina.
Entonces es cuando la situación se vuelve extraña: los guardias de seguridad se lanzan a detener la protesta mientras la banda sigue sonando y la gente abuchea, mientras los 12 entregan sus banderas y se mantienen de rodillas con las manos en alto y los guardias, lejos de toda violencia, los rodean y se quedan ahí parados, escuchando ellos también a la orquesta y tapando la visual del palco.
La escena dura cerca de veinte minutos. La música sigue, ellos siguen, cesan los insultos, y finalmente los 12 aceptan salir pacíficamente de la arena mientras el evento continúa. Ya afuera, indemnes, efervescentes, orgullosos y felices de haber dado su mensaje, los 12 se abrazan y saludan y festejan. Acá podría terminar la historia, pero Infobae accedió en exclusiva a los preparativos de la intervención para documentar desde adentro cómo se construye una acción directa de estas características, y -sobre todo- qué es lo que buscan discutir.
Martes, dos días antes de la intervención. Un departamento en algún lugar de Buenos Aires. Cerca de veinticinco personas están reunidas alrededor de una salamandra. Hay un sillón, dos sillas y varios almohadones distribuidos por el piso. Flavia Broffoni (politóloga, activista ambiental y parte de XR Argentina) toma la palabra. Explica a sus compañeros el cronograma de la reunión: primero hablará con un abogado especialista en protestas sociales que les dará un panorama claro de la situación legal a la que se exponen. Les advierte posibles situaciones, procedimientos policiales a esperar, buenas prácticas de su parte, y riesgos de cada una de las acciones. Una vez terminada la consulta, el abogado se irá y quedarán solo los activistas ultimando detalles del evento.
La manera en que organizan la discusión es pautada con señas: hay que levantar un dedo para pedir hablar, dos dedos si ya hay otro antes, mostrar el puño si es para dar una respuesta directa a algo dicho, y la señal de pedir un café para hacer una acotación muy corta. Además, cuando se está de acuerdo con lo expuesto no se aplaude, se agita la mano (es el aplauso en lenguaje de señas). De este modo evitan hacer ruido en las muchas reuniones que duran hasta la medianoche y que podrían generar enojo en los vecinos.
“Nos interesa que puedan ver que este tipo de disrupción no son una improvisación y que no tiene fines violentos ni destructivos sino que se entienda todo el esfuerzo y el compromiso que lleva hacer algo de esta naturaleza”, explican en una pausa entre reuniones. Los activistas en este caso no son los mismo que irrumpieron en el 2019 y en esta ocasión se quieren asegurar de evitar la violencia.
Son muchas las organizaciones que participan. Según una publicación desde la página oficial de la campaña (@SinTierraHayHambre), las instituciones que acompañaron la acción y adhieren al pedido de acceso a la tierra son: Paren de Fumigarnos, Comunidad Tres Ombúes La Matanza, Artistas por la Tierra, Ecos de Mar, Exaltación Salud, Ayuda a Pueblos Originarios, Isla Verde, Biblioteca Popular Palabras del Alma, Feria Agroecológica Rizomera, Unión de Trabajadores de la Tierra, Rebelión o Extinción (XR Argentina), Timón Verde, Che Pibe, Acción Ambiental Baradero, Instituto de Salud Socioambiental, Museo del Hambre, Mujeres Trabajadoras de la Tierra, Agencia Tierra Viva. Según pudo saber Infobae, esta acción fue apenas la primera de una serie de intervenciones públicas que harán en los próximos meses en busca de abrir la conversación sobre la distribución de la tierra y la posibilidad de entregar tierras fiscales a campesinos o pequeños productores para que puedan desarrollar alimentos de manera sostenible y ecológica.
Antes de la reunión, en otros encuentros, cada uno de ellos recibió entrenamiento en técnicas de resistencia no violenta. Así, su única pauta de acción es no responder nunca a la violencia y entregar el peso ante cualquier intervención policial o de fuerzas de seguridad. Y si se fuera de la manos, la orden es cerrarse sobre su propio cuerpo, protegerse la cabeza y no responder. “La idea es que si nos quieren sacar no opondremos resistencia pero nos van a tener que arrastrar”, explica Flavia. De este modo, se aseguran que la intervención sea pacífica pero tenga además un tiempo mínimo de duración.
Tomás Caffera es otro de los que entrará a la arena. Es, además, el encargado de llevar una de las banderas. Se lo ve relajado el martes pero más tenso el mismo jueves. La última reunión antes de que suceda la irrupción es el mismo jueves al mediodía a una cuadra de la Exposición Rural. Las mismas personas se reúnen en la plaza y repasan las medidas. Se alientan, comparten los miedos y los nervios que les da la situación, y repasan los detalles. Mucho de lo que harán todavía no lo saben porque tendrán que acomodarse al panorama que se encuentren dentro de la Feria.
“Nos cuida la mirada del que tenemos al lado, y eso nos hace sentir contenidos y seguros”, dice Tomás. A su lado, Flavia agrega: “Además hacemos mucho trabajo para recordar por qué hacemos estas cosas, y tiene que ver con la conciencia real de querer hacer con nuestro privilegio algo material. Cuando vemos que hay ejemplos tanto más tensos y peligrosos en el resto del país, y tenemos miedo porque es algo fuera de lo común y no estamos acostumbrados a poner el cuerpo en cosas que pueden representar algo de riesgo, pero es un entorno relativamente cuidado. ¿Puede salir mal? Puede salir mal, pero si en Ciudad de Buenos Aires no se puede hacer una disrupción, una acción directa que tiene por objeto visibilizar una situación injusta, qué le queda al resto del país que estamos tratando de acompañar, ¿no?”.
¿Qué reclaman?
A diferencia de la mayoría de las protestas que se dan en La Rural, la de este año no tuvo como centro la protección animal sino un reclamo social: el acceso a la tierra. “Sin Tierra Hay Hambre nace como idea de acompañamiento a las diversas expresiones de la agricultura familiar de base agroecológica que vienen luchando por condiciones dignas de acceso a la tierra con la que trabajan. La campaña no tiene dueño, es de todes les que resuenen con la necesidad de poner en debate público las condiciones de producción de alimentos sanos en este contexto de colapso social, ecosistémico y climático”, explica el comunicado conjunto de las organizaciones involucradas. Lo que sostienen es que es necesario un proyecto de ley que entregue tierras a productores para garantizar el acceso al alimento.
“Nos mueve la convicción de que la prioridad absoluta de cualquier gobierno debería ser garantizar condiciones para el bienestar del pueblo. Y no hay bienestar posible dentro del modelo que propone el agronegocio. Es urgente generar políticas públicas para la producción de alimentos sanos, y eso es inviable sin el campesinado trabajando con la tierra en condiciones justas”, sostienen.
En pos de concientizar sobre el tema, las organizaciones exponen una serie de datos contundentes. “El 1% de la superficie cultivada son legumbres para consumo humano, el 1,4% frutales y tan solo el 0.4% son hortalizas. La superficie que insumen estos tres cultivos de alimentos para personas es de 1 millón de hectáreas, mientras que la superficie destinada a producir commodities de exportación (soja, maíz, trigo, girasol, algodón) supera los 30 millones de hectáreas y no contribuye de ninguna manera a la soberanía alimentaria. El 60% de los alimentos frescos que se consumen en el país es producido por el campesinado y pequeños productores familiares: más del 80% de elles alquilan la tierra”, dice el comunicado de prensa.
En un contexto de emergencia social, la demanda central es el tratamiento legislativo de la Ley de Acceso a la Tierra. El proyecto fue redactado por la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) y presentado en el 2020, pero nunca tuvo tratamiento legislativo.
“Este hecho está hecho para que lo interrumpamos. Es un lugar hecho para desnaturalizar toda la violencia que tiene encima. Así que vamos a ponerle el cuerpo por todos los que todavía no están resonando con esto”, dice una de las chicas en la ronda en la plaza. No será una de las que entre a la arena y prefiere no ser identificada, pero para ella el espacio de La Rural es ideal para dar una conversación incómoda. Ella estará en las gradas como veedora. Es otro de los roles fundamentales de la acción: algunos de los activistas acompañan la acción a la distancia tomando registro audiovisual para protegerlos en caso de que sea necesario aportar pruebas de que fue algo pacífico.
Sobre el final del comunicado conjunto que publicaron las organizaciones que hicieron la protesta, se explica: “Hoy más que nunca es necesario anteponer la vida, en todas sus manifestaciones, a la generación y concentración de riqueza. Ignorar la información científica es la ceguera política más criminal de este tiempo. La agroecología de base campesina debe dejar de ser considerada sólo como una alternativa: es la forma de empezar a desandar el camino del hambre y la dependencia alimentaria y de revalorizar el trabajo agrícola”.
Antes de entrar al predio, los activistas se separaron en pequeños subgrupos y avanzaron hacia la exposición. Ya no volvieron a encontrarse hasta el momento en que se vieron pegados a la valla y decidieron saltar para irrumpir. Fue cuando la situación se volvió extraña y algunos comenzaron a insultar, otros cantaron con Diego Torres, otros se asustaron y otros tantos -no pocos- dirigieron su mirada a las banderas. Allí estaba el motivo verdadero de todo esto: “Sin tierra hay hambre”, leyeron, “acceso a la tierra ya”, leyeron. Y después, eso ya no es adivinable, hicieron con eso lo que cada uno quiso.
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