Antes competía en mundiales de danza y podía salir subcampeona como le ocurrió en 2017, en Estados Unidos. Ahora, confecciona conejos de tela solidarios y baila con una “pierna robótica”. La vida de Noelia Martínez dio un giro enorme a partir del diagnóstico de un cáncer de mama que la llevó por un camino de aprendizaje que le hizo encontrar su costado más humano y sensible. Después de unos años duros, en los que también se sumó la pandemia, la bailarina pudo hace muy poco regresar a su pasión, la danza, aquello que la identifica desde que empezó a pararse en puntas a los cuatro años.
Recuerda que de chica era muy tímida y habían buscado alguna actividad de la expusiera. Amaba el programa de Cris Morena, Chiquititas, la comedia musical. Así que terminó estudiando, muy en serio, danza con un egresado del Teatro Colón, Rodolfo Iocca. Rindió exámenes del Conservatorio Nacional y hasta 2019 tomó clases, también fue docente y formó parte de competencias a nivel nacional e internacional. Nacida en Lomas de Zamora y criada en Mar del Tuyú, la bailarina se mudó a Capital en 2018. Está en pareja con un “tocayo”, Noel y viven con su pequeña mascota Olaf.
“En abril de 2019, me noté un bulto en la mama izquierda. Había seguido la historia de una chica en Instagram y me quedó latiendo la importancia de chequearse. Así que pedí turno y me fui a atender”, explica. Al principio, parecía algo inofensivo por lo que se veía en los estudios y tenía que regresar a chequearse a los seis meses, pero como empezó a crecer velozmente tuvo que volver a los 20 días al médico para que le extirparan el tumor. En agosto de 2019 le practicaron una cuadrantectomía, el vaciamiento de un cuadrante de mama y también le quitaron ganglios. Después tuvo que hacer un tratamiento que incluyó radioterapia, quimioterapia, rehabilitación por el brazo hasta febrero de 2020, cuando en el país estaba ya en la antesala del aislamiento total de la cuarentena.
Ya en medio de la cuarentena, recuperó una habilidad que tenía de muy chica: el arte del macramé. Ese año donde solo se podía ir hasta la esquina si no se cumplía una función “esencial”, Noelia llenó su tiempo montando un negocio virtual con esa técnica artesanal que hoy sigue en pie, donde teje tapices decorativos.
Mientras trabajaba en eso, empezó a sentir molestias en una pierna. “Pensaba que era el ciático. No le di bola. Es que estaba mucho tiempo parada. No me parecía algo significativo”. Hasta que la situación empeoró y de las primeras consultas con traumatólogos terminó sentada a los cuatro meses frente a una neuróloga. Las resonancias a nivel óseo estaban bien. En una serie de ejercicios la especialista notó los reflejos debilitados y le indicó una resonancia en el cerebro y un estudio de nervios y músculos. Y se llegó el diagnóstico: una neuropatía periférica, que se desencadenó frente a todo lo que le pasó. “Monoparesia. Nervios dañados, una lesión entre vértebras”, explica y agrega “con esta pierna no puedo hacer ciertos movimientos, no puedo levantar el pie, no siento el calor, ni el frío. Tampoco el tacto. Me indicaron terapias físicas y mantenerme activa”.
El diagnóstico, lógicamente, le cayó como una bomba. Se le vino todo abajo porque la danza es su identidad. Le habían dado una ortesis común, que fue descartada y le presentaron otra, la importada, con la que podría hacer deporte de bajo impacto. Y ahí se prometió: ”Voy a volver a bailar”.
La bailarina explica en detalle las funcionalidades de su nueva órtesis robótica que se hizo esperar bastante: “a diferencia de una prótesis, el aparato no reemplaza un faltante, sino que brinda asistencia y la funcionalidad perdida. Hace 20 días que me dieron ésta que es electrónica. La empecé a tramitar hace 9 meses y reemplaza prácticamente todas las funciones de mi pierna. La controlo por una app, cambio los modos, controlo la batería. Me sirve para deportes que no son de alto impacto y caminar. Va desde la cadera hasta el pie que es de fibra de carbono. Con hacer determinados gestos que voy aprendiendo, los sensores van detectando los movimientos que quiero hacer”.
Y continúa: “Si piso mal o torcido, los sensores creen que hago un mal movimiento entonces se bloquean y me queda la pierna tiesa. Si quiero caminar, aflojo un poco la rodilla y la pierna entiende que lo que quiero es caminar y me va a acompañando en el movimiento natural”. Este aparato, de origen alemán, lo tramitó por su prepaga. ¿La adaptación? Asegura que cuesta un poco. “Tengo que pensar porque si hago un movimiento mal se traba”.
Esa órtesis le permitió volver a clases de danza. Toma clases con una profesora que un estudio en Caballito. “Fue mejor de lo que esperaba, fue muy emocionante. La última vez que había tomado una clase había dicho en 15 días vuelvo y pasaron tres años, por el cáncer, la pandemia ahora y después la pierna. Volver a bailar fue muy emocionante”, asegura. De a poco va descubriendo lo que puede hacer con normalidad, como giros simples con las dos piernas y las que no, como saltar o levantar la pierna y sostenerla. La pierna va dentro de la órtesis, cuyo pie no puede estirar porque es de fibra de carbono. Por ahora tiene casi todo por explorar ya que volvió a la danza la semana pasada.
En su cuenta de Instagram personal (@noeliabmartinez) compartió un video donde se la puede ver bailando con su “pierna robótica”, donde cuenta que la ropa que lleva después de tres años, es lo que le quedó tras un ataque de regalarlo todo porque le hacía mal ver esas prendas, en medio de un duelo de las cosas tal como las conocía. “Y supe que no se trataba de dejar de hacer lo que amo, más bien de aprender a hacerlo de una manera diferente”, dijo sobre esa clase.
Petit moi (en IG es @petitmoi.ba) es el nombre de su emprendimiento de muñecos de tela. Pequeño yo, en francés. Todo empezó porque mientras confeccionaba uno se le ocurrió una ortesis como la de ella y le emocionó verlo. Y se preguntó si una criatura al recibir un muñeco en sus mismas condiciones sentiría lo mismo. Hizo investigación de mercado y propuestas similares no llegan a 10 en todo el mundo. Le contó a Noel y consiguió la máquina de coser de su hermana que la tenía en desuso. Y así se largó con conejos de tela, rellenos de vellón y accesorios de porcelana. Todos hechos por encargo. Y son personalizados: hasta ahora la mayoría que le encargaron tienen “implante coclear y audífonos”, hizo amputados, con bomba de insulina, dos con disfraces, con ortesis, anteojos, cicatrices.
El emprendimiento es nuevo, nació en junio. Y el proyecto solidario, surgió 15 días después. Además de tomar pedidos personalizados, tuvo una idea que la enamoró desde el primer día. Hacer donaciones de muñecos para hospitales, fundaciones, para chicos que no podrían tenerlos de otra manera. Ella pondría la mano de obra y los materiales, sus seguidores de Instagram a quienes les entusiasmó la idea. Donaron mediante el link de la app cafecito. Recibió 5000 pesos, que era el objetivo, en menos de 12 horas. Ya tiene una gran tanda para donar, unos 15 o 20 “petits”.
La confección de un conejo de tela le lleva un día y personalizarlo, otros dos. A pesar del corto tiempo del emprendimiento, ya tiene en su haber historias emocionantes ante cada entrega de “petits”. La primera coneja que entregó fue para una beba de seis meses que en esos días le estaban por encender los audífonos por primera vez. Se lo regaló su madrina. Noelia estaba muy conmovida porque hasta ese momento lo que hacía era solo un proyecto. “Ahí empezó a tener sentido todo. Me mandó fotos de la beba. Yo feliz”, expresó.
También cuenta que le regaló una coneja a una amiga de su edad que lleva prótesis en un pierna. Cuando se la di se emocionó mucho. El muñeco llevaba prótesis también, en una pierna amputada.
“Hoy estoy reencontrándome, encontrando más sentido a todo. Si no me enfermaba, si no me pasaba lo de la pierna, en la vida iba hacer un proyecto de estas características. Me empezó a crecer el pelo en el largo deseado, me veo en el espejo y en una sala de danza y me siento otra vez yo”, resume la bailarina que decidió no quedarse sentada ante la adversidad.
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