Halina Szraga Goldman tenía 16 años cuando, junto a sus padres, fue escondida en el sótano de una casa en el ghetto Vladimir Volinsky. Gracias a la decisión de Bronislawa e Irena Ziental Yakira y de la familia Strójwas, que no aceptaron la atroz idea de Adolf Hitler sobre la raza superior y el plan del exterminio judío, junto a otras 13 personas, ocultas en el mismo espacio, sobrevivió al horror del Holocausto.
Sin pedir nada a cambio, aquellas personas les tendieron una mano solidaria, los ayudaron y los salvaron de la muerte poniendo en riesgo sus propias vidas. Allí, Halina pasó uno años hasta que el Ejército Ruso los liberó. Más tarde, conoció a Zigmund, un joven que había sobrevivido al horror nazi luego de perder a toda su familia en los campos de concentración. Se casaron y con los padres de la mujer llegaron a la Argentina, donde una tía materna los esperaba. Convertidos en familia pudieron seguir adelante, pese al recuerdo y el dolor por los seres queridos que murieron en los campos de exterminio nazi.
Ya convertida en madre, cada vez que pudo, Halina le habló a su hija Susana sobre la importancia de los valores humanos y del respeto por la vida; le detalló todo lo vivido en aquel sótano, anhelando que esa niña jamás lo olvidara: le contaba que mientras ese genocidio ocurría en Europa contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, bajo el régimen de la Alemania nazi, una parte del mundo miraba hacia otro lado y destacaba que también hubo una minoría que no dudó en ayudar a personas, como a ella y a sus padres, aún cuando se ponían en riesgo para salvarlos.
Halina murió en 2001 sin imaginar que más de medio siglo después de contar esa historia, Susana Goldman crearía junto a su amiga de toda la vida, Adriana Schvartzman, el Museo de los Justos, una muestra virtual que la tiene como inspiración, desde la que busca resignificar y recordar las historias de quienes salvaron a su madre y a otros miles de judíos durante el Holocausto. Son los “Justos de la Naciones”.
“Justos es una distinción oficial otorgada por Yad Vashem a no-judíos que arriesgaron sus vidas para salvar judíos durante el Holocausto. Esa denominación proviene de una frase de Maimónides: ‘Los justos de las naciones del mundo tendrán parte en la vida eterna’ (Hiljot Melajim 8,11). Algunos de esos salvadores actuaron por convicciones políticas, ideológicas o religiosas; otros jamás planearon convertirse en rescatadores sino que fueron fieles a sus valores en tiempos en los que ser observador pasivo era la regla y rescatar era la excepción”, explican las ideólogas del proyecto.
Los definen como quienes “enseñan que cada persona puede marcar la diferencia”. “Pensamos este Museo como un espacio vivo de difusión y resguardo de las historias de personas que por sus pilares éticos y valores morales, priorizaron la vida de otros seres humanos. Es una herramienta educativa cuyo objetivo es enseñar y recordar, resistiendo al efecto corrosivo del olvido, para que sus historias y el legado que nos dejaron no se pierdan”, asegura Goldman.
La importancia de recordar cada legado
Susana Goldman y Adriana Schvartzman son amigas desde los dos años y, por sus recorridos como docentes y el camino personal, anhelaban desde hacía tiempo poder hacer realidad el sueño de continuar educando sobre quienes fueron los justos y salvadores de miles de judíos. Sentían que dar a conocer las historias de esos héroes y heroínas era otra manera de honrar a Halina y tantos salvados.
“Durante la Shoá, gran parte del mundo permaneció quieto y en silencio, observando y validando con su pasividad e indiferencia el asesinato de millones de seres humanos”, señalan las mujeres al destacar la importancia de quienes actuaron contrarios al silencio.
Con la idea en mente para sacar a la luz a esos que se la jugaron por otros, en 2019 iniciaron el proyecto que hoy presentan como el primero que se realiza en Argentina. “Trabajamos duro hasta que nos surgió la posibilidad de presentarnos a un mecenazgo y contar con ayuda. Gracias a esa posibilidad pudimos ampliar la página y agregar secciones nuevas que están en desarrollo”, cuenta Susana, emocionada por sentir que honra la memoria de su madre.
Igual lo siente Adriana, quien recuerda que en sus años como docente de historia para chicos de sexto y séptimo solía hacer hincapié en este tema y que no dejó escapar la posibilidad de transmitir a sus alumnos los valores de rescatar también esas memorias. “A partir de las vivencias de Susana, de su papá y su mamá (a ellos está en parte dedicado el museo) comenzamos este trabajo”, dice la ex docente y le cede el turno de hablar a su amiga.
“Mi mamá y mis abuelos maternos sobrevivieron al holocausto gracias a la acción de buenas personas y esa historia fue la que me impulsó a llevar adelante esta idea. Mi papá no fue salvado por justos, pero en su vida hubo muchas personas que lo ayudaron”, recuerda sobre qué dio vida al proyecto sin fines de lucro que consiste en un sitio web donde se recopilan (hasta el momento) las historias de más de 50 justos por medio de un buscador que permite encontrarlos por país, ciudad y profesión.
“Lo que nosotras intentamos —interrumpe Adriana— es difundir estas historias con el objetivo de que se conozcan las personas, sus caras, sus vidas, pero sobre todo para mostrar que ante la peor adversidad hay gente que respeta y cree en los valores, en la vida y puede darle una mano a su prójimo”.
Ambas lamentan que en todo este tiempo se conociera muy poco sobre los “justos” y destacan que el cine de Hollywood les diera espacio para que, al menos en la pantalla grande, algunas historias tuvieran lugar.
“Viste que está la película La lista de Schindler (1993), que fue una de las pocas que dieron a conocer la tarea humana de estas personas, pero hay otras, incluso una japonesa... La verdad es que nos preguntamos por qué siempre se habló poco de esto... Una forma de responder es con el Museo. Un tema que es muy valioso no solo para el pueblo judío sino para la Humanidad: hablamos de los valores que movilizaron a esas personas”.
Respecto de quiénes son considerados “justos”, dicen que para que un salvador entre en la categoría de “Justo de las Naciones” implica que sea nombrados como tal por el Museo del Yad Vashem y tienen que pasar requisitos.
Las condiciones básicas para el otorgamiento del título son: el involucramiento de la persona en la salvación de uno o varios judíos de la amenaza de muerte o deportación a los campos de la muerte; riesgo para la vida, la libertad o la posición del salvador; la motivación inicial de su acción debe ser la pura intención de ayudar a judíos perseguidos. Por ejemplo, el no ser a cambio de pago alguno o cualquier otra recompensa tal como la conversión de la persona salvada, la adopción de un niño, etc.; y la existencia de testimonio de aquellos que fueron ayudados o, al menos, alguna documentación inequívoca que pruebe la naturaleza del rescate y sus circunstancias.
El museo interactivo: cómo funciona
Para conocer estas historias, basta con ingresar a la página www.museodelosjustos.com/ e ingresar a las solapas que dan como opción “historia” y “guía de visitas”. En la primera encontrará una breve descripción sobre cada “justo” y “salvador” que puede ampliar para conocer más detalles de sus vidas.
En la segunda opción, puede filtrar la búsqueda en el mapa o bien ir a cada historia.
Próximamente, cuentan las creadoras, el museo sumará una nueva ala virtual que hará eje en la historia de los “salvados”, aquellas personas que gracias al esfuerzo y valentía de los justos y salvadores pudieron conservar sus vidas.
A cada historia llegaron por medio de instituciones vigentes y de la propia investigación. “Cuando se desató la guerra en Ucrania supimos que allí quedaron unos poquitos justos que hoy tienen 96 y 97 años”, dice Susana y Adriana agrega: “Son solo tres o cuatro, y hay fundaciones que los están ayudando económicamente o como pueden. A las otras historias llegamos porque algunas conocíamos y fuimos directamente a las fuentes, al Museo del Holocausto Central, de Jerusalén que es donde está el banco de datos de todas las historias”.
“Nos une un trabajo conjunto que fue potenciado cuando pudimos hacer una ponencia en el Museo del Holocausto sobre los valores de nuestro trabajo, que fue agregado a un libro del Museo del Holocausto. Así empezamos a gestar la posibilidad de seguir haciendo algo juntas y cuando salió la posibilidad del mecenazgo, que significó recibir ayuda económica, para poder realizar este sueño solo deseamos que todo el mundo conozca la historia de estos justos y, por suerte, vimos más claro el camino de cómo hacerlo”, dice Susana.
“Sentimos que en un mundo tan jodido como éste, los valores que estas personas demostraron son los que nos ayudan y nos va a ayudar a salir adelante como nación, como personas de bien. Es es un poco ideal, pero lo llevamos siempre en nuestras vidas y entonces hacia eso apuntamos”, finaliza Adriana.
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