¿Culpable o inocente? ¿Autor de la muerte de dos adultos o también asesino de treinta niños y adolescentes? ¿Una mente criminal sin escrúpulos o un chivo expiatorio de la policía? Lo cierto es que Wayne Bertram Williams lleva más de cuarenta años en la cárcel, condenado a cadena perpetua, sin que estas preguntas hayan logrado una respuesta definitiva.
Desde la cárcel de Sparta, Georgia, donde cumple su pena, Williams sigue proclamando su inocencia, aunque en su contra pesa el hecho que luego de su arresto se detuvo la cadena de asesinatos que puso los pelos de punta a esa ciudad estadounidense entre 1979 y 1981.
Williams, un afroamericano que en 1981 tenía 23 años, fue condenado por el asesinato de dos adultos en virtud de una serie de pruebas circunstanciales, pero nunca fue juzgado por las muertes de treinta menores de edad, aunque se lo ha señalado siempre como responsable de por lo menos 23 de esos crímenes. A lo largo de los años, la Justicia reabrió la investigación de su caso varias veces, pero en ninguna logró recuperar la libertad. En cambio, se lo transformó en el personaje excluyente de la segunda temporada de la serie Mindhunter.
Todo empezó con el ruido de un chapoteo en un puente y dos agentes de policía que detuvieron el primer auto que pasó por allí.
Los ATKID del FBI
Durante tres años, entre 1979 y 1981, los ciudadanos de Atlanta, Georgia, vivieron inmersos en una pesadilla de terror en la que los cadáveres de niños y adolescentes proliferaban como hongos debajo de los puentes, en los ríos, en los basurales y hasta detrás de algunas casas. Todos, sin excepción, eran afroamericanos y la mayoría había muerto por estrangulación.
Cada niño muerto no sólo aumentaba el terror de la población, sino que era un golpe en la cara de la policía local, que no tenía pistas y se mostraba impotente ante una ciudad que le pedía que actuara.
Cualquier niño de entre 7 y 17 años podía ser la siguiente víctima, que para mediados de 1981 ya sumaban treinta.
Con ese panorama, el FBI tomó cartas en el asunto y lo primero que hizo fue ponerle una sigla: ATKID, Atlanta Kids Murders (Los asesinos de niños de Atlanta, en español) en la incertidumbre sobre si se trataba de uno o de varios criminales.
Los niños muertos
El primer asesinato atribuido a los ATKID fue el de Edward Hope Smith. El chico, de apenas 14 años, desapareció en julio de 1979. Encontraron su cuerpo una semana después en un terreno baldío. Lo habían matado de un balazo.
Ese mismo día apareció otro cuerpo, no muy lejos del primero. Era otro chico negro de 13 años, Alfred James Evans, y lo habían estrangulado.
Milton Harvey, de 14 años, fue visto por última vez en una bicicleta amarilla el 4 de septiembre de 1979. Su cuerpo fue encontrado el 16 de noviembre de 1979 y la autopsia no pudo determinar la causa de su muerte, aunque se descartó que lo hubieran asesinado con un arma de fuego.
La siguiente víctima fue Yusef Ali Bell, de 9 años, que fue visto por última vez el 21 de octubre de 1979. Su cuerpo fue encontrado más tarde ese mismo día en una escuela vacía. “La causa de la muerte fue estrangulamiento”, sentenció el informe policial.
El 6 de noviembre de 1980, el FBI abrió una investigación preliminar sobre el caso. El analista Roy Hazelwood de la Unidad de Ciencias del Comportamiento en Quantico voló a Atlanta a mediados de 1980 para investigar los asesinatos. Fue seguido unos meses más tarde por el también analista del FBI John Douglas, que llegó a Atlanta a principios de 1981 para desarrollar un perfil formal de la persona o personas responsables de los asesinatos de niños.
Douglas creía que se trataba de una persona probablemente afroamericana ya que una persona blanca “no podía viajar fácilmente en vecindarios negros sin crear una gran sospecha. Este elemento era parte del perfil a pesar del hecho de que un asesino en serie afroamericano era inusual”, postuló en su informe.
Además, señaló que probablemente se tratara de una persona con una inteligencia superior a la media que se presentaba como una figura de autoridad y que había tenido frecuentes cambios de trabajo.
Eso era todo lo que se sabía –o, mejor dicho, se suponía– sobre el criminal, pero para mayo de 1981 los chicos muertos ya sumaban treinta (28 varones y dos niñas) y no se había avanzado siquiera un paso para atrapar a el o los asesinos.
Había más de cien agentes de la policía trabajando en la investigación y en la ciudad se impuso el toque de queda. Muchos padres, aterrorizados, no dejaban que sus hijos jugaran en la calle y los llevaban y traían del colegio. Nunca los dejaban solos.
Un chapoteo bajo el puente
El FBI tenía la hipótesis que el asesino podría arrojar el cuerpo de sus futuras víctimas al agua para ocultar cualquier evidencia. Por eso, para mayo de 1981 la policía había montado puestos de vigilancia en todos los puentes de la ciudad, incluidos los cruces del río Chattahoochee.
La noche del 22 de mayo, los policías del puesto montado en uno de los puentes sobre ese río escucharon un fuerte chapoteo en el agua y poco después vieron venir a una camioneta Chevrolet blanca que cruzaba el río.
El hombre fue identificado como Wayne Williams, dijo que era conductor de un programa de radio y que iba a la casa de una cantante llamada Cheryl Johnson a la que quería entrevistar. Wayne era además, un cazatalentos y fotógrafo que recorría los barrios buscando niños y adolescentes con talento para formar bandas como The Jackson Five. Lo dejaron seguir, pero anotaron sus datos.
Todas las alarmas saltaron dos días después, cuando el cuerpo desnudo de Nathaniel Cater, de 27 años, apareció flotando en el río, cerca del puente. El médico forense dictaminó que había muerto de asfixia, pero nunca dijo específicamente que había sido estrangulado.
La policía sospechó que Williams había matado a Cater y que la caída de su cuerpo era lo que había provocado el chapoteo que escucharon cuando su auto cruzó el puente. Lo detuvieron ese mismo día.
Al día siguiente apareció otro cuerpo en el río, también de un adulto. Se lo identificó como Jimmy Ray Payne, también muerto por asfixia.
Interrogatorios y pruebas
Detenido en la comisaría, a Wayne Williams las cosas empezaron a irle mal. No había mentido cuando le dijo a la policía que conducía un programa da radio, pero la cantante Cheryl Johnson no existía. Cuando dos agentes fueron al domicilio donde Williams dijo que la entrevistaría, les dijeron que nadie con ese nombre vivía allí. Pronto comprobaron que no había nadie en Atlanta que se llamara Cheryl Johnson, y mucho menos que cantara.
Cuando los forenses revisaron el auto, encontraron pelo y fibras de ropa que podían corresponder a Jimmy Ray Payne. No era seguro en una época en que no se hacían comparaciones de ADN, pero parecían.
No era solo eso: un compañero de trabajo de Williams le dijo a la policía que le había visto rasguños en los brazos y en la cara, que los investigadores supusieron que eran producto de la lucha con alguna de sus posibles víctimas.
Con el detector de mentiras tampoco le fue bien: falló tres veces. Era el culpable perfecto.
El 21 de junio de 1981 Wayne Williams fue acusado formalmente de los asesinatos de Nathaniel Cater y Jimmy Ray Payne.
La policía y el FBI no dejaron de notar un hecho curioso: desde el día de la detención de Williams ningún otro niño había sido asesinado en Atlanta.
Juicio y condena
Para fines de 1981, el jurado del juicio ya estaba seleccionado: serían tres nueve mujeres y tres hombres (ocho negros y tres blancos) los encargados de determinar si Wayne Williams era culpable o inocente.
El juicio comenzó oficialmente el 6 de enero de 1982, presidido por el juez Clarence Cooper. La evidencia más importante contra Williams fue el análisis de fibra entre las víctimas, lo que llevó a que fuera acusado de los asesinatos de Jimmy Ray Payne y Nathaniel Cater.
La presentación del caso por parte de la fiscalía fue muy criticada y algunos testigos dejaron muchas dudas. Dos agentes especiales del FBI declararon que las posibilidades de que las víctimas no hubieran tenido contacto con Williams eran “virtualmente imposibles”, basadas sólo en la rareza comparativa de las fibras encontradas en las víctimas que parecían coincidir con el auto del sospechoso.
El 27 de febrero de 1982, después de once horas de deliberación, el jurado encontró a Wayne Bertram Williams culpable de los dos asesinatos. Fue sentenciado a dos cadenas perpetuas consecutivas en la prisión estatal Hancock de Georgia en Sparta.
No se lo acusó de los asesinatos de los treinta niños y adolescentes obra del ATKID, pero las muertes habían cesado.
Dudas y más dudas
A pesar de que nunca fue acusado de ser el asesino de los niños de Atlanta, Wayne Williams quedó marcado para siempre ante la opinión pública como su autor. Él jura que es un chivo expiatorio y que el Ku Klux Klan estuvo detrás de los crímenes. Esa teoría es la misma que mantuvo, cinco después de la detención de Wayne, una investigación publicada por la revista Spin, donde se aseguró que la policía había ocultado evidencias que apuntaban al grupo supremacista blanco como responsable del asesinato de los niños para evitar que la tensión racial en los convulsionados años 70 y 80 terminase en un baño de sangre.
Con el correr en tiempo, incluso su responsabilidad por las muertes de Nathaniel Cater y Jimmy Ray Payne fue puesta en duda.
El 6 de mayo de 2005, el jefe de policía del condado de DeKalb, Georgia, Louis Graham, ordenó la reapertura de los casos de asesinato de cinco niños asesinados entre febrero y mayo de 1981 que habían sido atribuidos a Williams. El hombre no lo creía culpable de esas muertes.
Los 25 crímenes restantes quedaron bajo la jurisdicción del condado de Fulton, pero allí la justicia decidió cerrar todos los casos ya que consideró que, con la condena de Williams a perpetua por las muertes de Cater y Payne, no era necesario continuar con la investigación.
Años después, ya retirado, el exagente del FBI y especialista en perfiles criminales John E. Douglas dijo que, aunque creía que Williams cometió muchos de los asesinatos, no era el responsable de todos. Y dejó una frase enigmática: “La policía tiene idea de quiénes son los asesinos. No es un solo delincuente y la verdad no es agradable”, dijo, pero no quiso aclararlo.
La respuesta de la policía fue cerrar la investigación de los casos atribuidos al ATKID: “Desenterramos lo que teníamos y nada dio resultado, así que hasta que algo suceda o se presenten pruebas adicionales, o haya comentarios forenses de las pruebas existentes, nos dedicaremos a otra cosa”, dijo el nuevo jefe de policía de Atlanta, Nick Marinelli, en 2007.
Pasaron muchos años hasta que alguien volvió a ocuparse del asunto.
En marzo de 2019, la alcaldesa de Atlanta, Keisha Lance Bottoms ordenó que se volviera a evaluar la evidencia de los asesinatos. “Puede ser que no quede nada por probar. Pero creo que la historia nos juzgará por nuestras acciones y podremos decir que lo intentamos”, dijo en una conferencia de prensa.
Tres años después, Wayne Williams sigue clamando su inocencia desde la cárcel de Spartak, Georgia, donde cumple la sentencia por los asesinatos de dos adultos.
Nadie ha podido probar que sea el ATKID, el asesino de niños de Atlanta.
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