El sorprendido “comandante” Mario Roberto Santucho Juárez que se encontraba en el departamento de “seguridad” de la calle Venezuela 3145, tercer piso “A”, de Villa Martelli, apenas era una sombra de aquel hombre que había aterrado a una gran parte de la sociedad con atentados, crímenes, secuestros y asesinatos a civiles y militares desde que se había fundado el ERP en julio de 1970.
Ya nada quedaba del guerrillero -(alias) “Robi” (a) “Miguel” (a) “Comandante Carlos Ramírez” (a) “Raúl Garzón” (a) “Ernesto Contreras” (a) “Enrique Orozco”- que con sus bravatas anteriores, como aquella que dijo, desde su clandestinidad, el 8 de marzo de 1976, sostenía “frente a la aventura golpista”: “Alentado por los sectores reaccionarios del imperialismo yanqui, los altos mandos de las Fuerzas Armadas Contrarrevolucionarias han adoptado la decisión de instrumentar a corto plazo un nuevo golpe de Estado represivo (…). Si finalmente ponen en ejecución sus planes será el comienzo de la guerra civil abierta y los generales facciosos encontrarán a su frente a la resistencia vigorosa y victoriosa de un pueblo dispuesto a entregar todo de si por la independencia y liberación.”
O de aquel que cuatro días después del golpe del 14 de marzo de 1976, durante un discurso ante el Comité Central del partido, en la quinta La Pastoril de la localidad de Moreno, aseguraba: “El gobierno militar no tiene posibilidades de infligir una profunda derrota al movimiento de masas, ni de tomar la iniciativa estratégica”. En esa oportunidad se reunieron 49 personas de las cuales 28 eran miembros del Comité Central. Los restantes eran miembros de la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR), una multinacional de bandas terroristas extranjeras, personal de logística y seguridad del ERP.
Ese 19 de julio de 1976, Santucho cayó muerto en un enfrentamiento con el capitán Juan Carlos Leonetti y dos suboficiales del Equipo de Combate Chacabuco (Destacamento de Inteligencia 201) que tenía su lugar de asentamiento en la unidad militar de Campo de Mayo. El guerrillero no estaba solo cuando los tres militares le tocaron el timbre: Liliana Delfino (“Ana” o “Alemana”, de 32 años), su pareja, y Benito Urteaga (“Mariano”), integrante de su buró político.
Tiempo más tarde, Enrique Gorriarán Merlo (a) Ricardo, “Gungo” o El Pelado, un jefe erpiano que estuvo con Santacho hasta unas horas antes, admitiría en sus memorias que uno de los tantos errores que cometió la organización terrorista fue cuando en 1976 “evaluamos -tal como lo expresamos en el llamado ‘Argentinos a las armas’- que el advenimiento de la dictadura iba a generar la masificación de la resistencia, cuando en realidad lo que suscitó fue un repliegue de la lucha de masas”.
Santucho fue víctima del mismo desacierto que cometió el “comandante” de Montoneros, Mario Firmenich, al sostener “cuanto peor, mejor” en pleno período constitucional de Isabel Perón, y fomentar el golpe militar porque, de esa manera, ellos se convertirían en la “vanguardia” de la lucha del pueblo contra las Fuerzas Armadas. Las dos organizaciones armadas, siguiendo la consigna “guevarista”, sostenían que “el guerrillero debe moverse como pez en el agua”. Y la sociedad argentina las derrotó cuando vació las peceras, dejándolas a la intemperie.
Desde el lunes 29 de marzo de 1976 en la quinta de Moreno, cuando se estuvo a punto de descabezar a la organización armada, el PRT-ERP fue víctima de numerosos hechos militares que la debilitaron. Según se afirmó en un documento castrense, “no por ello se debe dejar de señalar que la acción antisubversiva ha afectado a esta organización, fundamentalmente en su aparato logístico, sumado a la derrota sufrida en el ataque al Batallón de Arsenales 601 (Monte Chingolo, diciembre de 1975) y a la desarticulación de las jefaturas del Estadio Mayor Central que han disminuido la capacidad operacional del PRT-ERP, estimado en un porcentual del 40%”. También se afirma que “se pudo determinar también que el PRT-ERP prevería recibir una ayuda financiera desde el exterior, de Cuba o de Vietnam”, aunque “Luis Mattini” (el sucesor de Santucho) dijo que Montoneros lo auxilió económicamente en dos ocasiones.
Tras evaluar la documentación capturada en Moreno, la organización recibe un duro golpe en Córdoba, Mendoza y La Rioja. En las riberas del Paraná, dice Mattini, la acción del Ejército resulta “devastadora”. El 10 abril es detenido en Buenos Aires “El Pollo” Enríquez, miembro del MIR chileno (que estaba en la reunión). El 28 de mayo cae el comandante del ERP José Manuel Carrizo (a) “Francisco”, jefe del Estado Mayor y amigo de Santucho desde la facultad, junto con el “Teniente Cuitiño”, jefe de la compañía urbana “Guillermo Pérez”. Fue en Martínez, provincia de Buenos Aires. Carrizo era el sucesor del “capitán Pedro” Juan Eliseo Ledesma, capturado y muerto antes del ataque a la guarnición de Monte Chingolo.
En estos meses comienza a decidirse la retirada-huida “estratégica” de Santucho al exterior. Luis Mattini relató que en los primeros días de julio se reunió el Comité Ejecutivo de la organización (“órgano de decisión ejecutiva que sigue en importancia al Comité Central”, según el informe de Inteligencia militar que relató y analizó la documentación caída de La Pastoril en Moreno) y decidió ad referéndum del Comité Central que Santucho saliera cuanto antes del país.
El “comandante Carlos” demoró la partida a Cuba en razón de poder estar presente y concretar la formación de la OLA (Organización para la Liberación Argentina) con Mario Eduardo Firmenich y la organización Poder Obrero. Según “El Pelado” o “Gungo” Gorriarán Merlo los detalles del encuentro que se iba a realizar el 19 de julio fueron analizados el día anterior -domingo 18- entre Santucho, “Mauro” (Carlos Germán) y él. Mattini dirá que “en la última reunión del Buró Político con Santucho el 18 de julio de 1976” estaban presentes solamente Benito Urteaga (“Mariano”), Domingo Menna (“Gringo”) y Arnol Kremer (“Luis Mattini”), también se analizó la constitución de la OLA y las distintas misiones que iba a desarrollar Santucho en el exterior.
Santucho en esa reunión, al igual que Ernesto “Che” Guevara, había sometido a su cuerpo a importantes cambios. El cubano-argentino fue camuflado por Luís Carlos García Gutiérrez, más conocido como “Fisín”, para cumplir sus viajes secretos al Congo y Bolivia. Según “Fisín” en su libro La otra cara del combate, hizo de Guevara una persona bien diferente. Le puso un chaleco debajo de su camisa y saco que lo hacía más gordo; un corte de pelo de “máquina cero”, dándole una frente más amplia; gruesos anteojos, una prótesis bucal y zapatos que lo hacían más alto. Nunca se supo quién fue el “Fisín” argentino de Santucho (lo mismo que con Domingo Menna), pero lo cierto es que lo hicieron encordar cerca de 15 kilos, le cambiaron el peinado y le alteraron su apariencia.
Gorriarán Merlo contó que el 19 de julio de 1976 a la mañana se enteraron que la reunión con los Montoneros se suspendía y que él quedó en pasar a las 19 horas para despedirse de su jefe y ajustar detalles porque a las 22 horas Santucho “se iba a Brasil, de ahí a Europa para llegar por fin a Cuba”. Vale remarcar que la estación anterior a La Habana era Praga, Checoslovaquia. Cuando se estaba preparando para ir a Villa Martelli llegó Alberto Merbilhaá (a) “Alberto Vega” con la novedad de lo que había sucedido en el departamento donde estaba Santucho.
Nunca se supo y quizá nunca se sabrá cómo llego Juan Carlos Leonetti a ese departamento de Villa Marteli. Como en el mundo de la Inteligencia hay innumerables “historias”, destinadas camuflar, esconder la verdad, las versiones son varias. Algunas ponen un manto de sospecha en unos y en otros levantan a ciertos jefes terroristas. No hay certeza sobre el “entregador”.
Lo comprobable es que frente a las derrotas militares, Santucho y Domingo Menna y sus esposas, Liliana Delfino y Ana Lanzilotto, saldrían del país el 19 de julio a la noche. A partir de esta decisión, la Inteligencia del ERP tomó todos los recaudos necesarios para facilitar los desplazamientos: pasaportes falsos, fotos, pasajes. Con la salida del “comandante Carlos”, Alberto Merbilhaá quedaba al frente de la conducción del PRT y el “comandante Mariano”, Benito Urteaga, pasaba a convertirse en jefe del ERP, el aparato militar.
Menna pagó el alquiler del 3ro “A” y otro en el cuarto piso donde vivía Merbilhaá. Hay quienes sostienen que tenían rentado otro en el segundo piso para la custodia. Semanas antes, Santucho y Menna se instalaron en el departamento de 65 metros cuadrados de la calle Venezuela. El jefe no estaba de acuerdo con la elección porque en caso de emergencia era un tercer piso con balcones cerrados, sin posibilidades de huir. En otras palabras, una tumba.
El capitán Juan Carlos Leonetti, de 32 años, llegó temprano a Campo de Mayo. Como segundo trabajo era profesor de aritmética, se encontraba libre porque sus alumnos gozaban de vacaciones de invierno. Fue en esa oportunidad que le hablaron sobre la pista de “nebulizador” que conducía a una farmacia, a Domingo Menna y luego, a Villa Martelli.
El grupo operativo salió con la misión que terminó alrededor de las 13 horas en el departamento de la calle Venezuela. El 19 de julio, Clarín informaba que “durante la semana anterior la subversión sufrió uno de los más duros reveses al perder tres centros que constituían el más formidable aparato propagandístico del extremismo, pertenecientes a la organización ilegal en 1973 (eufemismo de la época para referirse al PRT-ERP); una imprenta en San Andrés, una Biblioteca y Archivo en Tres de Febrero y la imprenta de Córdoba”.
Al entrar al edificio primero hablaron con el portero, quien les contó que en tercero vivía una pareja y que a veces recibían visitas. Le dijeron que fuera a su departamento y no saliera. Había ascensor pero subieron con mucho cuidado por la escalera. En esos momentos, Liliana Delfino, la pareja de Santucho, preparaba el almuerzo y solo esperaba la llegada de Menna. Entretuvo a Santucho y Urteaga con mate, mientras leían los diarios y escuchaban las noticias. Desconocía que en esos momentos Menna y su esposa Lanzilotto ya habían sido detenidos en forma separada, según Luis Mattini.
Cuando sonó el timbre, Liliana abrió la puerta y Leonetti la empujó hacia un costado. De una habitación interior, Urteaga se asomó disparando al oficial. En ese momento los suboficiales barrieron con armas de fuego el lugar y cayeron Santucho y el mismo Urteaga. Delfino comenzó a gritar que habían matado a Santucho y Urteaga; recién ahí los miembros del grupo tomaron conciencia del hecho. Otros dirán que Leonetti y Santucho se trenzaron en una lucha de la que salieron muertos los dos mientras se disparaban.
Sobre la caída de Santucho hay otra historia que involucra un cable de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos: allí se informa que un miembro del ERP facilitó la dirección de Villa Martelli a cambio de la liberación de su esposa que estaba detenida. En la negociación se convino que el Ejército liberaba a su esposa y le daría los medios económicos necesarios para que salieran de la Argentina.
Los cuerpos de los jefes guerrilleros fueron expuestos en Campo de Mayo y, a pesar de morir en combate, nunca fueron entregados a sus familiares. El 14 de septiembre de 1976 les llegó el turno a “Alberto Vega” Eduardo Merbilhaá y dos meses más tarde a “Mauro” Carlos Germán.
El PRT-ERP estaba herido de muerte y los jefes sobrevivientes escaparon al exterior.
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