Luchar por un objetivo fue la gran motivación que llevó a Graciela y Mariana a cambiar de vida. “Soy mamá separada y llegó un momento en el cual no podía sostener un alquiler, era comer o el techo y algunos servicios que pagar, entonces yo veía que cada vez se me hacía más difícil”, comienza a narrar su historia Graciela, de 51 años y mamá de tres (Lourdes, Daniela y Gabriela). Cuando tocó fondo, había pasado de vivir en un quincho a habitar un lavadero junto a sus hijas. Como ella, Mariana también tuvo varios obstáculos en el camino. Con dos hijas, recién arrancaba la pandemia y trabajaba como empleada de limpieza en una estación de servicio. En uno de sus viajes al trabajo cayó del asiento de su moto después que un auto la chocó. A las dos les pasó lo mismo: unas amigas las invitaron a conocer Akamasoa, la ONG argentina que replica la obra que el padre Pedro Opeka lleva adelante en Madagascar.
“Compañeras y mamás vinimos acá por algún motivo, en busca de posibilidades y herramientas para conseguir el techo que tanto deseamos, tanto soñamos. Cuando llegué vi que no era la única, había personas con más problemas, con un pasado muy doloroso”, rememora Graciela. A Mariana, que tiene 30 años, le gustó la propuesta: “Era aprender a trabajar. Yo siempre fue trabajadora, pero no sabía las cosas que me enseñaron acá”, cuenta. Empeñadas día a día por cumplir un sueño, las dos mujeres se acompañan, se ayudan entre sí y lo más importante, no dejan que ninguna se rinda porque “siempre se puede seguir para adelante”.
Akamasoa Argentina nació en 2019. Su meta es seguir los pasos que recorre el Padre Pedro Opeka en Madagascar, la isla africana del océano Índico. Argentino, nacido en el partido de San Martín en el conurbano bonaerense hace 74 años, Opeka es candidato al Premio Nobel de la Paz, junto a los más pobres de un basural construyó 22 barrios, un total de 4000 casas, escuelas de todos los niveles, maternidades e infraestructura para una ciudad de 30 mil personas.
Gastón Vigo, que tiene experiencia en organizaciones humanitarias para batallar contra la desnutrición infantil, conoció al sacerdote en 2018 durante su viaje al continente africano. “Le escuché decir que para ayudar había que ayudar hasta el final. La única forma de trabajar con los pobres era con ellos, que la única manera de revertir este drama era abordando todas las etapas”, resume el también economista.
Fue así, luego de una larga estadía, que se dedicó a implementar aquel gran modelo de trabajo que logró sacar a 500.000 personas de la pobreza: “Argentina tiene sus propias África. En los últimos 52 años duplicamos la población pero multiplicamos por quince los pobres. Todos somos culpables. Hay que dejar de hablar. Ese fue el gran secreto de Pedro: hacer”. De acuerdo al último informe del INDEC sobre el segundo semestre de 2021, la pobreza alcanzó a 37,3% de habitantes y el grupo etario más afectado es el infantil. Son 5,5 millones los menores de 14 años que no logran cubrir sus necesidades básicas, y de ese total el 12,6% son indigentes.
Fundamentado en la disciplina, el trabajo y la educación como soportes, Akamasoa se enfoca en las capacidades de las personas, sin dar importancia a la cantidad de recursos que tengan, y contempla su potencialidad, es decir, aquello que es capaz de hacer un ser humano cuando abraza la dignidad. “Nosotros armamos comunidad desde cero, entendiendo que no hay que esperar nada de nadie y que lo correcto es hacer lo que nos permita vivir dignamente. Y para eso hay que tener una flexibilidad absoluta, no hay un manual para abordar la pobreza, sino que hay pilares por los que podés ir llevando a cabo programas”, explica Gastón con mucha precisión.
Algunos de los proyectos que se ponen en práctica dentro de la ONG están relacionados a la escolarización, formación profesional en oficios, construcción de viviendas, centros de acogida, sitios de asistencia sanitaria, huertas en tierra e hidropónicas, desarrollos sustentables, urbanización comunitaria, entre otros. El pueblo bonaerense de Lima fue el lugar elegido para llevar adelante esta misión ya que, “está dentro de Zárate, cerca de San Pedro, de Rosario, de Capital Federal, y uno necesita formar gente para que ingrese al mercado laboral, pero también para que pueda generar recursos a través de lo que producimos en Akamasoa, que sea un sitio fácilmente ubicable para colegios, para universidades, para ciudadanos, para empresarios que quieran volcar recursos. Entonces siempre lo consideramos como un sitio estratégico”.
Al mencionar los valores que inculcan a las familias, Vigo remarca que, “buscamos transmitir que su pasado no es su destino, sino que lo que les pasó en la vida, lo que sucedió, ya no se puede modificar, pero sí se le puede sacar enseñanzas, uno puede entender que esas tragedias pueden tener alguna lección. Aunque también les insistimos que uno tiene que mirar hacia atrás para saber de dónde viene, mirar hacia los costados para saber quién te acompaña y mirar hacia adelante para saber hacia dónde va”.
Bajo la idea de que el asistencialismo no saca a la gente de la pobreza, el discípulo del padre Opeka hace hincapié en la sociedad como responsable de transformar la realidad: “la sociedad debe transformar, educarse, discutir estos temas en serio y así vamos a ir encontrando horizontes nuevos”.
A su vez agrega, “siempre reiteramos, al trabajar con nuestros hermanos, que no hay evidencia más clara que su abuelo que abrazó un plan social, su madre que abrazó un plan social, ellos que abrazan un plan social y su hijo que lo recibe directamente. Se deben dar cuenta en la trampa en la que están metidos, en la estafa, en la morfina que les están dando para que no salgan adelante. Pero bueno, esto sólo se puede decir si uno suda y transpira a la par de ellos, se sacrifica con ellos y come con ellos, si te muelen sus mismos sentimientos”.
Un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), llamado “¿Un elevador social descompuesto? Cómo promover la movilidad social”, señaló en 2018 que una familia en Argentina demora seis generaciones para salir de la pobreza.
Ejemplo de sudor y sacrificio, las mujeres de Akamasoa son las principales protagonistas detrás del trabajo de la organización. Ramiro Cenoz, director ejecutivo y tesorero, sostiene que “a todas, hoy por hoy, las vas a encontrar tomando cursos de capacitación, en el caso de la hidroponía tenemos madres expertas, varias están estudiando, algunas ya se han recibido, otras en el último año del secundario o están terminando el primario. Entonces las aspiraciones de Akamasoa están cubierta por ellas”.
Graciela es una de las tantas mamás que participan del grupo de Hidroponía, donde cultivan frutilla y lechuga. Mariana, quien también forma parte, comparte con mucha entusiasmo, “pienso terminar el colegio este año y ya arrancar ingeniería agrónoma”. Para ellas la posibilidad de trabajar y estudiar, les permitió adquirir nuevas herramientas y conocimientos, y además poder garantizar a sus hijos un futuro con educación, salud y esperanza.
Los momentos de cansancio y agotamiento no faltan, sin embargo todas saben que una vez terminada la tarea, la recompensa es mayor. Con una sonrisa triunfante, la primera de ellas relata: “mi mayor logro es haber obtenido esta casa con mis propias manos, es haber trabajado día a día tras este objetivo. Me puse a llorar porque no podía creerlo, siempre soñé tener un hogar con mis tres hijas”.
Por su parte, Mariana pudo derribar su sentimiento de inferioridad ante los hombres y conseguir nuevas metas. “Ví las cosas de otra manera acá. Por ejemplo, por más que sea mujer, yo puedo. Hoy por hoy, puedo arreglar un piso de mi casa, la luz, el agua, cualquier cosa. No tengo que limitarme por el hecho de ser mujer. Cuando entré no tenía conocimiento de cómo usar una amoladora, una atornilladora. Algo que antes tenía que pagar para que me lo hagan, ahora lo hago yo. Entonces no es solamente la casa, acá te van formando para que vos el día de mañana no dependas de nadie y así tu generación siga con el mismo aprendizaje”, revela orgullosamente.
Un antes y un después, eso es lo que representa Akamasoa para cada madre, el poder desafiarse, cumplir objetivos; en resumen tener la posibilidad de dirigir por primera vez el rumbo de sus vidas. “Se nota una seguridad mucho más firme que antes. Si bien están en un ambiente muy vulnerable, ellas estaban muy indefensas como seres humanos y hoy se ve una gran seguridad, desde la forma en que se expresan, la forma en que toman la actitud de venir a trabajar”, declara Ramiro quien acompaña a las mamás desde el primer momento.
Tras repasar todo su recorrido por la ONG, tanto Graciela como Mariana, insisten que todo llega: “así como nosotras lo hicimos, lo pueden lograr muchas mamás, que no bajen los brazos, que se encaminen, que se pongan firmes y se dejen ayudar. Al sueño hay que apoyarlo, hay que seguirlo, hay que poner todo de nosotras y ser generosas también con los demás. Hay que guiar a nuestros hijos porque ellos son el futuro, y el futuro se hace estudiando y trabajando”.
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