El misterio del submarino nazi en Mar del Plata: la sospecha de la fuga de Hitler y un bote abandonado

La sorpresiva aparición de un submarino alemán en Mar del Plata cuando Alemania se había rendido, reavivó las peores sospechas, que jerarcas nazis que eran buscados para ser juzgados por crímenes de guerra, fueran parte del pasaje. Hasta se evaluó la posibilidad de que el mismísimo Führer haya venido entonces para esconderse en un rincón de la Patagonia o en el sur de Chile

Un maltrecho submarino permanece amarrado en la base naval de Mar del Plata

No trascendió el nombre del pescador. Grande fue su sorpresa cuando ese martes 10 de julio de 1945 -aún no había amanecido- divisó una torreta de submarino, que emergía y se dirigía hacia la base naval de Mar del Plata. Al día siguiente, los diarios titularon que un submarino alemán se había rendido ante las autoridades militares argentinas, enarbolando la bandera imperial alemana

Todas las alarmas se dispararon. El 7 de mayo Alemania se había rendido ante los aliados y fue un misterio el número de submarinos de ese país que navegaban en secreto, sin reportarse a ninguna de sus bases.

Era el U-530 y se supuso que era una de las cuatro naves que habían zarpado a mediados de febrero de Kiel, que estuvo en las costas noruegas y que enfiló hacia las costas norteamericanas. Y que cerca de Nueva York torpedeó a un convoy aliado, sin hacer puntería.

Ese martes 10 este submarino de porte mediano, de unas 700 toneladas, llegó a Mar del Plata cuando aún era de noche. Envió señales luminosas en morse, que fueron captadas por el acorazado Belgrano. Del buque enviaron dos lanchas.

La aparición de la nave tuvo amplia repercusión en los diarios. Las inmediaciones de la base naval se llenó de curiosos que pugnaban por ver al submarino.

A bordo iban 54 hombres, la mayoría muy jóvenes, solo uno de ellos pasaba los 40 años. Su capitán era el teniente de navío Otto Wermuth, de 25 años. A pesar de su juventud, ya tenía experiencia en navegación en submarinos. Había pertenecido al U-37 y desde enero de 1945 le habían dado la comandancia del U-530.

Lucía sus condecoraciones y entregó una maleta en la que guardaba la insignia de la nave. La tripulación quedó detenida en la base y enseguida fue informado el ministro de Marina, contraalmirante Alberto Teisaire quien, por vías reservadas, hacía semanas que sabía que había submarinos alemanes que tratarían de alcanzar las costas argentinas y chilenas.

Inmediatamente, viajaron hacia esa ciudad dos oficiales que hablaban alemán junto a efectivos de la Policía Federal, que estarían a cargo de la identificación de la tripulación. Rápidos de reflejos, también se dirigieron a Mar del Plata los agregados navales de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Otto Wermuth era el joven comandante del submarino. Se rindió luciendo la Cruz de Hierro

El ministro de Relaciones Exteriores César Ameghino, que le tocó declarar la guerra a Alemania y Japón, declaró que los marinos eran considerados prisioneros de guerra. “Es un asunto complejo”, declaró.

Muchas fueron las sospechas por la sorpresiva presencia de la nave. ¿Traía a jerarcas nazis? ¿Había sido el responsable del hundimiento del crucero brasileño Bahía, ocurrido el 4 de julio, donde solo unos pocos miembros de la tripulación lograron sobrevivir?

Las autoridades argentinas se apuraron a aclarar que a bordo no había ningún político ni militar de alto rango alemán. Sin embargo, faltaba el bote salvavidas.

Aparentemente, hubo otros avistajes de más submarinos a lo largo de la costa atlántica. Pero el gobierno a fin de julio suspendió los patrullajes.

El U-530 presentaba un visible deterioro por la acción del agua y según su capitán, habían navegado, procedentes de Suecia, durante 18 semanas sin tocar puerto. Medía 50 metros y transportaba una gran cantidad de conservas, azúcar, chocolates, alimentos sintéticos, ropa de abrigo y cigarrillos. Propulsado con dos motores diesel y dos eléctricos, contaba con seis tubos lanzatorpedos. Llevaba solo un proyectil, aparentemente averiado. Entre la tripulación no había médico, sí un enfermero. Todos gozaban de buena salud.

Ese día, los alemanes almorzaron a bordo del acorazado Belgrano.

Al realizar una inspección al submarino, habían inutilizado lo que los diarios describían como “equipos modernísimos de gran potencia”. Los alemanes informaron que mucho lo habían arrojado al mar, incluido un cañón de cinco mil kilos, aunque no aclararon cómo se las arreglaron para manipular un arma de semejante tamaño.

El submarino, luego de zarpar del norte de Europa, habría cumplido misiones cerca de la costa de los Estados Unidos. Se sospechó que fue responsable del hundimiento de un buque de guerra brasileño.

No se sabe qué ocurrió con la bitácora del capitán y con las cartas de navegación, si es cierto que los alemanes se deshicieron de ellas o quedaron en poder de las autoridades argentinas y que luego fueron entregados a los aliados.

El número de tripulantes de este tipo de submarinos es de 35 hombres; que hubiera 54 hizo suponer que trasbordaron de otras naves, y que arrojaron al mar todo lo posible para tener espacio.

Los alemanes fueron tratados con suma cordialidad, ellos mismos se sorprendían de la abundante comida, de los entretenimientos que les organizaban y de la confraternidad con sus pares argentinos; nunca se sintieron que fueran prisioneros de guerra.

El 12 se vio ondear la bandera argentina en el submarino. A las cuatro de la tarde de ese día el comandante firmó el acta de rendición -texto que se mantuvo entonces en secreto- ante el jefe de la base naval el capitán de fragata Julio C. Mallea.

Para entonces, una decena de empleados de la Policía Federal se habían encargado de la individualización de la tripulación, realizada a bordo del acorazado Belgrano. Ninguno de ellos llevaba documentos. Eran citados de a dos y muchos se presentaron haciendo el saludo nazi.

¿Es probable que Hitler y Eva Braun hayan viajado en ese submarino y desembarcado en algún punto del litoral atlántico? Muchos misterios y preguntas que aún esperan respuestas.

Todos se negaron a revelar detalles técnicos de la nave. Eran vigilados a prudencial distancia por infantes armados con fusiles y con bayoneta calada.

Las presiones políticas enseguida se hicieron sentir. De Estados Unidos sostuvieron que el comandante había violado las instrucciones de rendición, y que se arriesgaba a ser sometido a una corte marcial si cayera en poder de ese país o de Gran Bretaña. Los prisioneros argumentaron que por desperfectos de los aparatos de comunicación se desconoció la orden de Karl Dönitz -presidente de Alemania desde el suicidio de Adolf Hitler- de regresar al puerto de origen.

Se supo que hubo un debate entre la tripulación, si dirigirse a España o Argentina. Se inclinaron por éste último porque lo consideraban más amigable respecto a Alemania.

Admitieron haber navegado por el Atlántico Norte y cuando enfilaron al hemisferio sur lo hicieron sumergidos de día y por superficie de noche.

El domingo 15 fueron trasladados en dos micros a la ciudad de Buenos Aires y por la noche, desde los talleres navales de Dársena Norte fueron llevados a la isla Martín García, donde estuvieron ocho días.

Para entonces en el ministerio de Relaciones Exteriores estaba trabajando una comisión especial que debía elevar un dictamen a la presidencia sobre qué hacer con el submarino y con sus hombres. El 16 de julio recomendó entregarlos a Estados Unidos y Gran Bretaña, lo que el gobierno efectivizó a través del Decreto 16.162 al día siguiente.

Las alarmas volvieron a dispararse cuando cerca de la costa en Mar de Ajó hubo gente que sostuvo haber visto dos submarinos y el diario El Tribuno, de Dolores, hizo sonar sus sirenas comunicando la noticia. Hubo aviones de la policía que, en medio de la lluvia, sobrevolaron la zona, sin ver nada. El 21 el gobierno ordenó suspender los patrullajes.

A fin de julio llegaron al país dos aviones norteamericanos que llevaron a ese país a la tripulación. Los alemanes fueron objeto de calurosas despedidas, que incluyeron comidas, fotografías en conjunto e intercambio de presentes. Hasta una banda militar los despidió con la marcha alemana “Viejos camaradas”, que Alemania le había regalado al país en retribución por la Marcha San Lorenzo, que habíamos cedido a ese país.

En Estados Unidos fueron alojados en Fort Hunt, Virginia. Los consideraban sospechosos de encubrir una posible fuga de Adolf Hitler a la Argentina.

Por la atención recibida, el capitán Wermuth regaló a Mallea la bandera de guerra del submarino. Mallea dejó indicado a su familia que, a su fallecimiento, se le hiciera llegar al comandante, lo que ocurrió en 1960.

El 29 de julio la nave llegó a Río Santiago remolcada por el Rastreador Py. En septiembre fue llevada a Estados Unidos y en unos ejercicios militares realizados dos años después, fue hundida.

Al mes siguiente, Mar del Plata volvió a conmocionarse. El 17 de agosto apareció otro submarino alemán, el U-977. Conservaba la bitácora y toda la documentación. Corrió la misma suerte que el U-530 y terminó en Estados Unidos.

En las costas de Necochea, se halló un bote salvavidas. ¿Pudo ser posible que algún jerarca o el propio Hitler junto a Eva Braun haya desembarcado allí, como algunos suponen? Hasta arriesgan que el dictador nazi pisó tierra el 30 de junio. Muchas suposiciones y cabos sueltos.

El bote estaba vacío, aunque quedó lleno de misterios.

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