El 15 de junio de 1982, cuando ya todo había terminado, Alberto Gaffuri, 37 años, desde una planchada trasbordó del Yehuín al Irízar, en la bahía frente a Puerto Argentino. Empleado desde 1975 en Vialidad, fue uno de los civiles que cumplió tareas claves en las islas durante la guerra de Malvinas. Al abordar el buque, recuerda dos cosas: una, la bandera argentina flameando en el mástil del Yehuin –”fue la última vez que la vi en Malvinas”- y la otra a seis mujeres arrinconadas con sus uniformes de combate. Las notó tristes, lamentándose de la cantidad de muertos y heridos. “Ustedes no saben lo que significaron para nosotros ver a una mujer; vimos en ustedes a nuestras madres, hermanas y esposas”, las consoló entonces.
En junio de 1982 habían llegado a Río Gallegos vestidas con uniforme de verano, y nadie las había ido a recibir. Los pantalones se les caían, los cinturones daban dos vueltas a sus cinturas, debían darle varios dobleces a las mangas de la camisa y era una quimera conseguir borceguíes número 37. Pero nada las detuvo.
Cuarenta años después de la guerra cuatro de esas mujeres volvieron al Irízar, que a partir del 3 de junio de 1982 había sido transformado en un buque hospital. Estaban felices, expectantes, emocionadas. Para ellas, pisar nuevamente la cubierta del rompehielos significaba cerrar una etapa. Todas deseaban volver a hacerlo aunque algunas se mostraron renuentes, no porque se negasen a contar sus historias sino porque eran de emoción fácil y no sabían cómo reaccionarían.
María Marta Lemme, Silvia Barrera, Norma Etel Navarro y María Angélica Sendes fueron las protagonistas convocadas para una historia, que será contada en una serie de cuatro capítulos llamada “Civiles en Malvinas”, que está siendo rodada por Mandrila Productora. A ellas está destinado el capítulo tres.
Una pieza clave de esta historia es Ivy Perrando Schaller, una fotógrafa santacruceña que un día cayó en la cuenta que en la guerra había habido mujeres. Se dedicó a rastrearlas –y en algunos casos convencerlas- con el fin de retratarlas, con la idea de incluirlas en un libro.
Las mujeres tuvieron una sorpresa adicional y fue que el propio Gaffuri también estuvo allí. Con algunas hacía mucho tiempo que no se veían, y con la que más se frecuenta es con Silvia Barrera. Se fundió en un largo y silencioso abrazo con Lemme, con quien hacía años que no se habían encontrado. “Nos vimos y sin palabras nos entendimos”.
Las mujeres recorrieron el buque, caminaron por la cubierta, se las vio contentas, pensativas y agradecidas. Verlas en la cubierta, describieron los realizadores, eran como nenas recibiendo regalos en Navidad.
“Participar de esta serie es una emoción brutal”, destacó Gaffuri, transformado en un jubilado entusiasta difusor de Malvinas y que destaca que no volvió a las islas porque se niega a que le sellen el pasaporte.
El tercer capítulo es el dedicado a las mujeres, especialmente las seis instrumentadoras que se desempeñaron en el Rompehielos Irízar. También habrá testimonios de mujeres de la Marina Mercante que cumplieron tareas en diversos buques, como fue el caso de María Marta Giménez, Doris West, Mariana Soneira y Marcia Marchesotti.
Fue importante que Ivy fuera patagónica para que las mujeres no se encerraran en sí mismas. “Vos sos del sur, nos entendés”, le repiten. Contó: “Viví diez años en Buenos Aires y si hablabas de Malvinas, eras pro dictadura. Esa desmalvinización que sufrió el país, en el sur no existe porque la guerra se vivió muy de cerca”.
Asimismo, critica esa visión “porteño-céntrica” de la guerra, dice que es sesgada y no entiende por qué en la escuela ella estudió la historia de Buenos Aires pero en Buenos Aires no se enseña la historia del sur.
Aclaró que en la realización de esta serie, “estoy como ligazón” y que aportó su trabajo documental. Uno de los disparadores fue la nota que Infobae publicó el pasado 7 de diciembre “Cuando la guerra tiene rostro de mujer: la fotógrafa que busca retratar a las veteranas de Malvinas”. Ella insiste en que, si bien en esta oportunidad participaron cuatro mujeres, quiere destacar que fueron 16 las que estuvieron en el teatro de operaciones.
Matías de Lellis, 41 años, es el realizador y productor general de la serie y es, junto a Nicolás Moro, socio de Mandrila. A partir de padres de amigos suyos, se interesó por el papel de los buques mercantes en la guerra.
El primer capítulo desarrolla el rol que cumplió el buque mercante Río de la Plata y el espionaje que realizó en los alrededores de la Isla Ascensión, cuando la flota inglesa había puesto proa al Atlántico Sur; el segundo se ocupa de la misión del Río Carcarañá y también recrea los trágicos episodios que protagonizar el Formosa y el Isla de los Estados; el tercero es el de las mujeres y el último recordará el desempeño de los buques pesqueros Narwal y el Usurbil.
Para de Lellis, que recorrió varios puntos del país buscando a veteranos de guerra, la finalidad de esta serie es “una forma de dejar un documento para siempre”, por los años transcurridos y porque algunos de sus protagonistas ya han fallecido. “Lo que más me impacta es esa cicatriz que se les nota a los veteranos; algunos pudieron y otros no continuar con sus vidas”.
El director señaló que algunos se mostraron reacios a dar testimonio, pero que luego se abrieron. Como ese tripulante del Narwal que poco y nada habla de esos días pero que en la semana del 9 de mayo, aniversario del ataque al buque, deja liberar lo que él describe como “los fantasmas”, lo que le permite poder continuar con su vida.
A lo largo de su trabajo, Ivy Perrando aprendió que cuando se refiere a los que lucharon en la guerra no son ex combatientes sino veteranos. Ellos le explicaron que continúan combatiendo, pero con otras armas.
Sostiene que “seguir haciendo cosas sobre Malvinas es una forma de que se siga hablando del tema. Los veteranos necesitan hablar. Pero ellos no nos deben sus historias, sino que merecen nuestra atención. Ellos son mis veteranos”, dice orgullosa. Reniega que solo se hable de Malvinas en los aniversarios y propone la continua difusión de relatos de los que vivieron una experiencia durísima, así como empatizar a través del sacrificio y la valentía.
Gaffuri aún hoy tiene el vivo recuerdo de la imagen de Puerto Argentino visto desde la cubierta del Irízar. Columnas de humo, sobrevuelo de helicópteros ingleses transportando cañones. “La puta, yo salí de ahí…”, reflexiona.
La filmación, de la que participaron Nicolás Moro en postproducción y música, Juan Novo, productor ejecutivo y el guión de Andrés Alvarado, duró cuatro días completos y esperan tener el producto terminado para octubre.
Al final del rodaje, a las mujeres se las vio felices y en calma. “Hicimos algo bien”.
“Es fácil emocionar con la tragedia, pero es difícil hacerlo con la ternura”, remarcó la fotógrafa. En definitiva, están comunicando Malvinas desde uno de los costados más sensibles, que es el del sentimiento.
Créditos de las fotografías: Ivy Perrando Schaller
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