Fue a las seis menos cuarto de la tarde del 29 de junio de 1935 cuando nació con la firma de 113 miembros. Entre sus integrantes se encontraban Arturo Jauretche. Manuel Ortiz Pereyra, Homero Manzi, Oscar López Serrot, Gabriel del Mazo y Luis Dellepiane, entre tantos otros. Todos radicales.
Se la llamó Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, que proclamó el regreso al yrigoyenismo puro, de la abstención electoral y la revolución. Todo el mundo la conoció como FORJA y tuvo diez años de vida. Para pertenecer a la agrupación había que ser afiliado al partido.
Su nombre surgió de una frase de Hipólito Yrigoyen: “Todo taller de forja parece un mundo que se derrumba”.
Fue producto de una reacción de un grupo de radicales luego del golpe del 6 de septiembre de 1930. Primero con su líder Yrigoyen preso y luego fallecido en 1933 se propusieron levantar las banderas del antiimperialismo y con la premisa de que se convertiría en un nacionalismo de izquierda. Se dedicaron a alertar sobre los negociados de los gobiernos surgidos del fraude. En su agenda estaba la denuncia del pacto Roca-Runciman, la conformación del Banco Central, el monopolio británico en los transportes y demás negociados de los gobiernos surgidos del fraude, tejidos entre conservadores y con la complacencia de un sector del radicalismo.
El primer presidente provisorio que tuvo fue Arturo Jauretche.
Ese hombre que todas las tardes y a la misma hora entraba al café de Córdoba y Esmeralda y se sentaba a la misma mesa junto a la ventana con su poncho doblado sobre su hombro, su moño punzó y su sombrero de ala ancha, había nacido en Lincoln el 13 de noviembre de 1901 y en su juventud se había mudado a la ciudad de Buenos Aires para estudiar abogacía. Participó en la Reforma Universitaria de 1918 y se recibió de abogado. Por 1925 se afilió al radicalismo y se hizo muy amigo del santiagueño Homero Manzione, que adoptó el apellido Manzi, de quien dijo que “es uno de los que más contribuyó a consolidar mi yrigoyenismo”.
Jauretche fue, además de abogado, escritor, historiador, político y poeta. El golpe de Uriburu en 1930 lo encontró en Mendoza y en los enfrentamientos callejeros que se produjeron fue detenido y se salvó raspando de que no se le aplicara la ley marcial.
Los radicales se levantaron contra el gobierno de Agustín P. Justo y Jauretche fue uno de los que participó del levantamiento de Paso de los Libres, en 1933. Dejó un valioso testimonio en un libro en el que contó lo sucedido en verso. Lo puso en voz de un paisano al que llamó Julián Barrientos. Cuando Manzi le alcanzó el manuscrito a Jorge Luis Borges, éste se ofreció a prologarlo. Escribió: “La patriada (que no se debe confundir con el cuartelazo, prudente operación comercial de éxito seguro) es uno de los pocos rasgos decentes de la odiosa historia de América. Si fracasa, le dicen chirinada -y casi nunca deja de fracasar-. En el benigno ayer, el estanciero le prestaba sus peones (y alguna vez su vida o la de sus hijos) con esperanza razonable de triunfo, o si no de olvido y postergación; ahora el ferrocarril, los aeroplanos, el chismoso telégrafo y la ametralladora versátil, aseguran el pronto desempeño de la expedición punitiva y la vindicación del orden. En la patriada actual, cabe decir que está descontado el fracaso: un fracaso amargado por la irrisión. Sus hombres corren el albur de la muerte, de una muerte que será decretada insignificante…”
Por 1934 dentro de la UCR una línea que añoraba al yrigoyenismo dio a conocer el “Manifiesto de los Radicales Fuertes”. Estos militantes comenzaron a reunirse en el café El Faro, de Corrientes y Uruguay. El 29 de junio de 1935, en un sótano de Corrientes 1778, quedó conformada FORJA.
Jauretche redactó la declaración constitutiva. “Hasta entonces se había procedido así: dada tal doctrina, es necesario que la realidad se someta a ella. Nosotros nos propusimos que dada nuestra realidad, resultase una doctrina que sirviera a nuestros intereses y no a los ajenos (...) Como en 1810, solo por la acción de los pueblos, la Argentina y los países indoamericanos conquistarán la emancipación económica. Ciudadano, no se resigne. Luche. Oponga la rebelión de su conciencia a la fuerza de los usurpadores”, fue una de las tantas consignas.
El 2 de septiembre de ese año en el “Manifiesto al pueblo de la República”, se afirmó que “somos una Argentina colonial: queremos ser una Argentina libre”.
Fueron los que denunciaron el “estatuto legal del coloniaje”, cuyas denuncias dejaron a esa década el rótulo de “infame”. Fue FORJA, en sus manifiestos y cuadernos, que popularizó términos como “cipayo” y “vendepatria”. Tuvieron a Gran Bretaña como el principal blanco de sus ataques.
En 1940 se produjo el primer cuestionamiento serio en la agrupación: se enfrentaron Jauretche y su amigo Luis Dellepiane, por la incorporación de Raúl Scalabrini Ortiz. Este correntino en 1933 había participado de la revolución radical y debió partir al exilio. Era identificado con la esquina de Corrientes y Esmeralda por su libro El hombre que está solo y espera y cuando decidió incorporarse a FORJA había publicado Política británica en el Río de la Plata e Historia de los ferrocarriles argentinos.
Dellepiane sostenía que Scalabrini no podía ingresar a FORJA porque no era afiliado radical, Jauretche era de la idea de ampliar las bases y el propio Scalabrini había adelantado que no se afiliaría. También el estallido de la Segunda Guerra Mundial provocó controversias. Históricamente, los radicales apoyaban a los aliados pero no todos opinaban lo mismo. Muchos forjistas serían tildados de nazis y fascistas.
Dellepiane terminó renunciando. Y con él se fueron Gabriel del Mazo, Ernesto Vatteone, Fernando Estrada, entre otros.
El golpe -que los forjistas llamaban revolución- del 4 de junio de 1943 cambió el escenario local. FORJA declaró que “contempla con serenidad no exenta de esperanzas la constitución de las nuevas autoridades nacionales, en cuanto las mismas surgen de un movimiento que derroca al ‘régimen’ y han adquirido compromiso de reparar la disolución moral en la que se debatía nuestra política y de crear un sistema basado en normas éticas y en claros principios de responsabilidad y soberanía”. Jauretche adjudicó el origen del golpe en la inoperancia de las fuerzas civiles.
Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, el coronel Juan Domingo Perón comenzó a trabajar para su proyecto político. En agosto de 1943 se reunió con Jauretche y Manzi y se encandilaron con la figura del militar.
Desde aquel momento, las reuniones entre Perón y Jauretche fueron diarias; las primeras fueron en la casa del hijo de Leopoldo Lugones, que durante la dictadura de Uriburu había sido jefe de la Sección Especial de la Policía.
El líder forjista fue uno de los hombres encargados de captar a dirigentes radicales, del ala intransigente, para el futuro político de Perón.
Luego del 17 de octubre de 1945, FORJA se disolvió. “La gente nos comprende y nos apoya pero no nos sigue”, confesó Jauretche. A sus actos callejeros asistía poca gente. En la última asamblea del 15 de noviembre se expresó que “la identidad de la gran mayoría de sus miembros con el pensamiento y la acción popular en marcha y su incorporación al mismo”, en alusión a lo que sería el peronismo.
En 1947, Manzi defendió su adhesión al peronismo: “No tenemos por qué abdicar de nuestro radicalismo ni por qué sumarnos al movimiento peronista. Quienes nos tildan de opositores se equivocan. Quienes nos tildan de oficialistas también. No somos ni oficialistas ni opositores. Somos radicales yrigoyenistas revolucionarios”.
De 1946 a 1950, Jauretche fue presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires. No estuvo del todo de acuerdo con el rumbo que había tomado el gobierno nacional luego de 1952 pero no lo decía públicamente para no ser usado por la oposición.
Se batió a duelo en varias oportunidades. Decía que era el mejor camino para discutir diferencias. Fue autor de títulos polémicos: en 1957 publicó Los profetas del odio, con una “yapa” que incluyó una década más tarde; en 1960 Prosa de hacha y tiza; en 1966 El medio pelo en la sociedad argentina, que hasta el momento de su muerte llevaba quince ediciones y dos años más tarde el Manual de zonceras argentinas. A mediados de 1972 se animó a escribir sus memorias en De pantalones cortos. Quedó sin escribir una segunda parte Los años mozos. Falleció el 25 de mayo de 1974.
Con Jorge Luis Borges no se volvieron a hablar desde aquel prólogo del poema El Paso de los Libres. El peronismo los separó rotundamente y a veces coincidían en la misma confitería, casi siempre a la misma hora, y ambos se sentaban. Pero en mesas separadas.
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