Según Aristóteles, el valiente es quien ha logrado un término medio entre la temeridad y la cobardía. Ese era Carlos Moreno, prudente y acometedor al mismo tiempo. El piloto de Mirage V Dagger, que emprendió su último vuelo el 12 de noviembre del 2019, realizó seis misiones en la guerra de Malvinas. En una de ellas, puso fuera de combate al destructor Antrim. Conversé largamente con él en mayo del 2017. El “Talo” no tenía ambages en tocar temas que para muchos son tabú.
—Cuando vas al combate ¿qué prima, la serenidad o la adrenalina?
—Están las dos. Tenés mucha adrenalina, pero necesitás sangre fría para no equivocarte en todas las maniobras.
—Durante la misión, ¿pensás en la muerte?
—No la tenés prevista en tu cabeza. Hay muchas cosas que hacer como para distraerte con la muerte. Ni con la familia, ni con los hijos, ni con nada.
—Pero la adrenalina bombea…
—Si, desde ya… Bombea más fuerte cuando te dicen: “Tenés una misión”. Ahí empezás a planificar, vas al avión, hacés un montón de tareas y el miedo va bajando. Miedo siempre hay, pero durante el vuelo disminuye.
—Y a la vuelta ¿te relajás, sentís que volvés a vivir, porque al despegar no sabías si volvías?
—En realidad, no pensás que no vas a volver. Pensar eso disminuye las reacciones a lo que uno tiene que hacer. Al contrario, estoy seguro de volver, de que yo voy a arrollar al otro y el otro no me va a hacer nada. Esa es la agresividad que debe tener un piloto de combate.
—¿El que piensa en la muerte se debilita y no va a combatir bien?
—Es así.
—De hecho, hubo pilotos que salieron con miedo y se volvieron antes de tiempo, o tiraron las bombas al mar…
—Ha pasado. Todos tenemos miedo, pero hubo pilotos que no lo superaron. Gente que, como vos decís, tiraba las bombas al mar, o sostenía que le fallaba el avión y eran fallas imaginarias. Y hubo un caso en que un tipo –no era piloto de combate- se pegó un tiro en la mano para no salir. En todos los conflictos bélicos ocurre esto. En la Segunda Guerra Mundial hubo muchos soldados que se pegaban un tiro en la pierna para no ir al combate.
—En Malvinas también hubo…
—Ah, ¿sí? Depende de la cantidad de miedo.
—¿Hay una cantidad manejable de miedo y otra inmanejable?
—Yo creo que sí. El valor consiste en ser el único en saber que estás asustado. Es decir, yo tengo miedo, pero no lo puedo demostrar. Sobre todo, cuando soy líder de escuadrilla, voy delante de los pibes, de los jóvenes. Si demuestro miedo, aflojaría al resto.
—Y hay algo así como: yo tengo miedo, pero más miedo tengo de que piensen que soy un cobarde…
—Claro. Es así la cosa. Hubo casos de gente que aflojó totalmente. Yo hice un análisis al respecto, cuando estuve en la Escuela Superior de Guerra. La franja de pilotos que no superó el miedo estaba entre los capitanes, que son los líderes de escuadrilla. No hay casos de tenientes que hayan arrugado y no quisieran volar.
—Con la edad crece el miedo…
—Hay varios factores. El teniente es soltero. El capitán normalmente es casado y con hijos. Tiene otras cosas en qué pensar. El capitán va adelante y es responsable de los numerales, los tenientes. Es el tipo que tiene que guiar la misión. El pibe que va atrás, le forma al capitán y piensa: este va al frente, yo lo sigo. Pero el capitán no tiene a nadie adelante. Sin embargo, los ocho o diez tipos a quienes se les caían las bombas y fallaban, fueron la excepción. La mayoría anduvo bien.
—¿La edad es un factor, porque con ella uno toma conciencia de su mortalidad?
—Sí, cuando más grande sos… Sin embargo, para que no te supere el miedo, el factor fundamental es el amor a la Patria. Saber que lo estás haciendo porque esas islas son tuyas y las tenés que defender. Además yo juré, de cadete, hacerlo hasta perder la vida. Te preparan mental y físicamente para eso. Quien no lo siente así, afloja. Y el otro factor fundamental es el adiestramiento. Si estás bien adiestrado -y nosotros lo estábamos- sabés que indefectiblemente vas a derribar al otro, y no al revés.
—¿Sensación de omnipotencia?
—Sí. Hay un dicho anónimo que reza: “Si conocés al mejor piloto de caza del mundo, y no sos vos, no deberías ser piloto de caza”. Muy soberbio, pero es lo que debe pensar un piloto de combate para no aflojar.
—No hay lugar para la humildad.
—Claro. Debe ser así.
—Me comentaron que en algunos casos de arrugue, cuando ciertos aviadores volvían en forma poco honrosa, por la noche los mecánicos les envolvían el avión con papel higiénico.
—Yo escuché eso, no creo que haya pasado. Claro, los mecánicos saben quien dijo que hubo una falla cuando en realidad no existió. O si se repite la supuesta falla con el mismo piloto. No creo que haya ocurrido, pero se habló de eso. No sé.
—¿Cómo reaccionaban ustedes ante esos casos?
—El miedo es jorobado. En la guerra, cuando veíamos que un capitán arrugaba, lo puteábamos, le decíamos de todo. Pasados los años yo digo: el tipo ese no se quería morir, es humano también. No puede ser militar, si no quiere ir a la guerra. Desde ya, hay que darlo de baja. Pero el tipo no se quería morir…
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